miércoles, 8 de junio de 2011

Padre, que ellos sean uno, como nosotros


Juan 17, 11-19. Estamos en comunión a causa de nuestra identidad más profunda: Cristo en nosotros. ¡Qué hermosa es nuestra fe!
Autor: José Enrique Anaya Degollado | Fuente: Catholic.net

Evangelio

Lectura del santo Evangelio según san Juan 17, 11-19

En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: «Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me diste; yo velaba por ellos y ninguno de ellos se perdió, excepto el que tenía que perderse, para que se cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a ti, y mientras estoy aún en el mundo, digo estas cosas para que mi gozo llegue a su plenitud en ellos. Yo les he entregado tu palabra y el mundo los odia, porque no son del mundo, como yo tampoco soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los libres del mal. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en la verdad. Tu palabra es la verdad. Así como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Yo me santifico a mi mismo por ellos, para que también ellos sean santificados en la verdad.»

Oración Introductoria

Jesús, gracias por ponernos en manos de tu Padre, que también en es nuestro. Enséñanos a orar y a guardar la unidad que deseas para nosotros. Tú nos has mostrado el camino porque nos has dado tu palabra en el Evangelio. Nosotros queremos alcanzar la santidad que nos propones, y sabemos que sólo nos será posible si permanecemos unidos a ti, por la oración continua y la vivencia de la caridad auténtica.

Petición

Jesús, que sepamos escuchar tus palabras para conocer la verdad, y ser así luz en la oscuridad de este mundo. Ayúdanos, que sin ti, nada podemos. Guárdanos en la unidad para poder dar testimonio de ti, y lograr que el mayor número de personas llegue al cielo.

Meditación

“En un primer momento esto puede parecer muy teórico y poco realista. Pero cuanto más viváis la vida de bautizados, tanto más podréis experimentar la verdad de estas palabras. En realidad, las personas bautizadas y creyentes nunca son extrañas las unas para las otras. Pueden separarnos continentes, culturas, estructuras sociales o también distancias históricas. Pero cuando nos encontramos nos conocemos en el mismo Señor, en la misma fe, en la misma esperanza, en el mismo amor, que nos conforman. Entonces experimentamos que el fundamento de nuestra vida es el mismo. Experimentamos que en lo más profundo de nosotros mismos estamos enraizados en la misma identidad, a partir de la cual todas las diversidades exteriores, por más grandes que sean, resultan secundarias. Los creyentes no son nunca totalmente extraños el uno para el otro. Estamos en comunión a causa de nuestra identidad más profunda: Cristo en nosotros. Así la fe es una fuerza de paz y reconciliación en el mundo; la lejanía ha sido superada, pues estamos unidos en el Señor (cf. Ef 2, 13)”. HOMILÍA DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI Basílica de San Pedro, Sábado Santo 22 de marzo de 2008.

Reflexión Apostólica

¡Qué hermosa es nuestra fe! Estamos llamados a guardar la unidad como cristianos -personas que hemos creído en el amor de Dios, manifestado en Jesús, su Hijo. Realmente somos uno en Jesús porque su amor nos une, a pesar de la distancia, del tiempo, de las mil diferencias. Todos hemos creído en una misma Persona que nos ha mostrado el camino de la verdad. Por Jesús conocemos el sentido de nuestra vida; quiénes somos y cómo estamos llamados a ser: personas de caridad, porque sólo en la caridad podemos guardar la unidad.

Propósito

Pediré a Dios, nuestro Señor, el don de la caridad, para ser un testigo auténtico de su palabra.

Diálogo con Cristo

Jesús, gracias por haber dicho sí al Plan de tu Padre. Hazme experimentar esta misma paternidad, para que sea un testigo real de tu Palabra y aprenda a tratar con caridad a cada persona con que me encuentre en este día. Enséñame a amar con tu corazón, porque esta es la clave de la felicidad y el sentido de mi vida. Gracias por escucharme. Ayúdame para que también yo sepa escucharte en la verdad.


Corred todos a una como a un solo templo de Dios, como a un solo altar, a un solo Jesucristo que procede de un solo Padre. (San Agustín, Coment. sobre el Salmo 44)

No hay comentarios.:

Publicar un comentario