sábado, 9 de abril de 2011

MEDITACION

Cristo es redentor porque es Hijo de Dios
Sábado cuarta semana de Cuaresma. Cristo es, por encima de todo, el Hijo de Dios, enviado al mundo para salvarnos.
Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
La liturgia de estos días nos va hablando de cómo Jesús se va encontrando cada vez más ante un juicio. Un juicio que Él hace sobre el mundo y, al mismo tiempo, un juicio que el mundo hace sobre Él. El juicio que el mundo hace sobre Él se define en la fe, y por eso dirá: “Si no creen que Yo soy”. Ese juicio, que se define en la fe, es el juicio del hombre que tiene que acabar por aceptar la presencia de Dios tal y como Él la quiere poner en su vida, porque mientras el hombre no acepte esto, Jesucristo no podrá verdaderamente salvarlo.

Cristo es acusado, y por eso dirá: “Cuando hayan levantado al Hijo del Hombre conocerán lo que Yo soy”. Pero, al mismo tiempo es juez, y es Él mismo el que realiza el veredicto definitivo sobre nuestro pecado.

El juicio que nosotros hacemos sobre Cristo se resume en la cruz. Dios envía a su Hijo, y el mundo lo crucifica; Dios realiza la obra de la redención a través del juicio que el mundo hace de su Hijo, es decir de la cruz.

Esto es para nosotros un motivo de seria reflexión. El darnos cuenta de que nuestro juicio sobre Cristo es un juicio condenatorio, porque lo llevan a la cruz.

Nuestros pecados, nuestras debilidades, nuestras miserias, reconocidas o no, son las que juzgan a Cristo. Y lo juzgan haciéndolo que tenga que ser levantado y muerto por nosotros. Ésa es nuestra palabra sobre Cristo; pero, al mismo tiempo, tenemos que ver cuál es la palabra de Cristo sobre nosotros. Jesús dirá: “Cuando hayan levantado al Hijo del Hombre, entonces conocerán que Yo soy”. Ese “Yo soy”, no es simplemente un pronombre y un verbo, “Yo soy” es el nombre de Dios. Cuando Cristo está diciendo “Yo soy”, está diciendo Yo soy Dios.

La cruz es la que nos revela, en ese misterio tan profundo, la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, porque la cruz es el camino que Dios elige, que Dios busca, que Dios escoge para hacer que nuestro juicio sobre Él de ser condena, se transforme en redención. Ésa es la moneda con la que Dios regresa el comportamiento del hombre con su Hijo.

Hay situaciones en las que, por nuestros pecados y por nuestras debilidades, vivimos en la obscuridad y en la amargura. Parecería que la expulsión de la comunión con Dios, que produce todo pecado, sería la auténtica respuesta de Dios al hombre, y, sin embargo, no es así. La auténtica respuesta de Dios al hombre es la redención. Mientras que el hombre responde a Dios juzgando, condenando y crucificando a su Hijo, Dios responde al hombre con un juicio diferente: la redención, el perdón. Pero para eso nosotros necesitamos ponernos en manos de Dios nuestro Señor.

Cristo constantemente nos está diciendo que Él es redentor porque es Hijo de Dios. Es decir, Él es el redentor porque es igual al Padre. “Yo soy”, no me ha dejado solo, yo hago siempre lo que a Él le agrada. Ése es Cristo. Por eso es nuestro redentor. Cristo no es solamente alguien que se solidariza con nosotros, con nuestros pecados, con nuestras debilidades; Cristo es, por encima de todo, el Hijo de Dios, enviado al mundo para salvarnos.

Tenemos urgencia de descubrir esto para hacer de Cristo el primero. Único y fundamental punto de referencia; criterio, centro y modelo de toda nuestra vida cristiana, apostólica, espiritual y familiar, para que verdaderamente Él pueda redimir nuestra vida personal, para que Él pueda redimir la vida conyugal de los esposos cristianos, para que Él pueda redimir la vida familiar, para que Él pueda redimir la vida social de los seglares cristianos, porque si Cristo no se convierte en punto de referencia, no podrá redimirnos.

Se acerca la Semana Santa, que son momentos en los que podríamos quedarnos simplemente en una contemplación sentimental de los misterios de la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor, cuando lo que está sucediendo en la Semana Santa es que Cristo se convierte en el juez y Señor de la historia, en el único que puede vencer a lo que destruye a la historia, que es la muerte. Cristo, vencedor de la muerte, se convierte así en el Señor de toda la historia y de toda la humanidad; en juez de toda la historia de la humanidad, y lo hace a través de la cruz, por lo que se transforma de condena en redención.

Seamos capaces de ir cristianizando cada vez más nuestros criterios, de ir cristianizando cada vez más nuestros comportamientos y de ir haciendo de nuestro Señor el punto de referencia de nuestra existencia. Que nuestra fe, nuestra adhesión, nuestro ponernos totalmente del lado de Cristo se conviertan en la garantía de que nosotros no muramos en nuestros pecados, sino que hagamos de la condena que sobre ellos tendría que cernirse, redención; y del castigo que sobre ellos tendría que caer en justicia, hagamos misericordia en nuestros corazones.

viernes, 8 de abril de 2011

Evangelio del dia

¡Estamos en las manos de Dios!
Juan 7,1-2. 10. 25-30. Cuaresma. Yo soy el buen Pastor, y conozco a mis ovejas, es decir, las amo, y ellas me conocen a mí.
Autor: H. Moisés Castillo | Fuente: Catholic.net
Evangelio

Lectura del santo Evangelio según san Juan 7, 1-2.10.25-30

En aquel tiempo, recorría Jesús la Galilea, pues no podía andar por Judea, porque los judíos buscaban matarle. Se acercaba la fiesta judía de las Tiendas. Pero después que sus hermanos subieron a la fiesta, entonces Él también subió no manifiestamente, sino de incógnito. Decían algunos de los de Jerusalén: ¿No es a ése a quien quieren matar? Mirad cómo habla con toda libertad y no le dicen nada. ¿Habrán reconocido de veras las autoridades que este es el Cristo? Pero éste sabemos de dónde es, mientras que, cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde es. Gritó, pues, Jesús, enseñando en el Templo y diciendo: Me conocéis a mí y sabéis de dónde soy. Pero yo no he venido por mi cuenta; sino que verdaderamente me envía el que me envía; pero vosotros no le conocéis. Yo le conozco, porque vengo de él y él es el que me ha enviado. Querían, pues, detenerle, pero nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora. Después de esto, Jesús recorría la Galilea; no quería transitar por Judea porque los judíos intentaban matarlo. Se acercaba la fiesta judía de los tabernáculos. Los judíos lo rodearon y le preguntaron: « ¿Hasta cuándo nos tendrás en suspenso? Si eres el Mesías, dilo abiertamente». Jesús les respondió: «Ya se lo dije, pero ustedes no lo creen. Las obras que hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí, pero ustedes no creen, porque no son de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa».

Oración introductoria

Gracias Jesús por permitirme acercarme una vez más a ti en este momento tan íntimo y tan especial. Gracias porque eres mi Buen Pastor, que has dado tu vida por mi amor. Gracias por acordarte de mí cuando yo, muchas veces, me olvido de ti. Gracias especialmente porque vives velando por mi bien con amor y me das la seguridad de estar siempre en tus manos.

Petición

Señor, concédeme la gracia de corresponderte al amor que me has tenido con amor.

Meditación

Yo soy el buen Pastor, y conozco a mis ovejas, es decir, las amo, y ellas me conocen a mí. Es corno si dijese con toda claridad: «Los que me aman me obedecen». Pues el que no ama la verdad es que todavía no la conoce. Ya que habéis oído, hermanos, cuál sea nuestro peligro, pensad también, por estas palabras del Señor, cuál es el vuestro. Ved si sois verdaderamente ovejas suyas, ved si de verdad lo conocéis, ved si percibís la luz de la verdad. Me refiero a la percepción no por la fe, sino por el amor y por las obras. Pues el mismo evangelista Juan, de quien son estas palabras, afirma también: Quien dice: «Yo conozco a Dios», y no guarda sus mandamientos, miente (cf. Departamento de teología espiritual de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz).

Los judíos se acercaron a Jesús sin fe y en sus corazones habitaba la soberbia. No querían entender, pues Jesucristo se presentaba como un Mesías humilde que predicaba un Reino que no pertenecía a este mundo. Aquellos judíos no pensaban como Dios sino como los hombres. Por esa razón, esos judíos no eran ovejas del Buen Pastor porque no querían creer, porque sus corazones estaban embotados por la soberbia. “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna”. Esta afirmación de Jesús exige de nosotros una actitud, primero, de escucha para identificar su voz en medio de tanto ruido que nos rodea, y otra de entrega incondicional a lo que nos pida con la confianza de que estamos en sus manos.

Reflexión apostólica

Cada momento, cada circunstancia de nuestra vida es crucial. De nosotros depende entregarnos con fe, con esperanza y con amor a Dios o rechazar esa mano amorosa de Padre que se nos acerca.

Jesús nos acompaña siempre, como el Pastor a sus ovejas. Cristo nos protege nos cuida y sobre todo nos sostiene en los momentos en que muchas veces nosotros caeríamos rendidos ante las dificultades.

¡Estamos en las manos de Dios! Debemos llenarnos de alegría porque Dios nos ama. Nos corresponde tratar a Jesús como trataríamos al mejor de nuestros amigos, a nuestro invitado de honor, pero, sobre todo, es nuestro deber hacer partícipes a más y más hombres de este gran amor de Dios. Ser cristiano no es un sentimiento sino obras concretas, trabajo, luchas y fatigas para que más personas conozcan este amor de Dios.

Propósito

Hablaré de Dios en alguna de mis conversaciones durante el día.

Diálogo con Cristo

Jesús perdóname por todas las veces que no he sido dócil a lo que me decías que hiciera. Ayúdame a escucharte y sobre todo a seguir tus pasos, a ser cada día más cristiano, a ser de tu rebaño, en definitiva a encontrarme contigo en cada momento de mi vida.


“...no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y con ello una orientación decisiva.” (Benedicto XVI, Deus caritas est, 1.)

jueves, 7 de abril de 2011

Evangelio del dia

¡Hay que buscar a Cristo para que Él nos dé la vida!
Juan 5, 31-47. Cuaresma. Cristo nos enseña a esforzarnos por cumplir siempre la Voluntad de Dios.
Autor: P. Francisco Javier Arriola | Fuente: Catholic.net
Evangelio

Lectura del santo Evangelio según san Juan 5, 31-47

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería válido. Otro es el que da testimonio de mí, y yo sé que es válido el testimonio que da de mí. Vosotros mandasteis enviados donde Juan, y él dio testimonio de la verdad. No es que yo busque testimonio de un hombre, sino que digo esto para que os salvéis. Él era la lámpara que arde y alumbra y vosotros quisisteis recrearos una hora con su luz. Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado. Y el Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí. Vosotros no habéis oído nunca su voz, ni habéis visto nunca su rostro, ni habita su palabra en vosotros, porque no creéis al que Él ha enviado. Vosotros investigáis las escrituras, ya que creéis tener en ellas vida eterna; ellas son las que dan testimonio de mí; y vosotros no queréis venir a mí para tener vida. La gloria no la recibo de los hombres. Pero yo os conozco: no tenéis en vosotros el amor de Dios. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ése le recibiréis. ¿Cómo podéis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que os voy a acusar yo delante del Padre. Vuestro acusador es Moisés, en quién habéis puesto vuestra esperanza. Porque, si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribió de mí. Pero si no creéis en sus escritos, cómo vais a creer en mis palabras?


Oración introductoria

Jesucristo, haz que mi corazón sea la tierra fecunda donde pueda caer la semilla de tu Palabra para que dé fruto. Concédeme escucharte con el corazón para seguir tus designios y encontrar lo que Tú quieres de mí. Aumenta mi fe para poder verte en mi vida; aumenta mi esperanza para mantener viva la ilusión de llegar a conocerte y aumenta mi amor para que todo lo haga para cumplir tu voluntad.

Petición

Haz, Señor, que vaya a Ti, a quien mi corazón busca, y que pueda experimentan el amor que me tienes.

Meditación

El Señor busca convencer a los discípulos de que su testimonio no es a favor de sí mismo, sino para dar testimonio del Padre. De este modo Cristo nos enseña a esforzarnos por cumplir siempre la Voluntad de Dios, de este modo podremos ir comprendiendo, poco a poco, que todo cuanto nos pasa en la vida, nos tiene que llevar a conocer a Dios. Donde más dificultad podríamos encontrar naturalmente es en las pruebas, en el dolor, en el fracaso, pero ahí también se puede aceptar la Voluntad de Dios.

Cristo mismo hace ver a sus discípulos que tratan de encontrar seguridades y explicaciones en las Escrituras, pero no comprenden que éstas hablan de Él. Pero cuán tardos somos para acudir a Cristo, dador de la verdadera Vida, porque Él es el Camino, la Verdad y la Vida. A veces queremos buscar sentido a todo desde la visión meramente humana, pero es poco lo que obtenemos. En cambio, cuando nos ponemos delante de Dios, buscamos el diálogo sencillo y directo con el Amigo, es donde nos viene la paz y vislumbramos los excelsos dones que Él nos quiere dar. En ese diálogo podemos preguntarle, pedirle, ofrecerle y amarle. Y como decía San Agustín, comenzar a buscarle es haberle ya encontrado.

Reflexión apostólica

Cristo sabe lo que hay en cada uno de nosotros. Él conoce de sobra nuestras debilidades, nuestros pecados, nuestras limitaciones. A Él no le escandaliza esto de nosotros, pero lo que más le duele es que, siendo conscientes de nuestras flaquezas, no acudamos a pedirle su ayuda. Si supiéramos el amor que arde en su Sacratísimo Corazón por cada uno de nosotros, no podríamos menos que sentirnos morir de amor por Él. Los santos lo han experimentado así, primero sus debilidades y luego la necesidad de fuerzas para poder ir a Dios. Es Él quien nos da las gracias para conocerle, pero hay que querer primero y Cristo hará el resto.

Del mismo modo, Dios obra maravillas y milagros a cada momento, en las vidas de cada ser humano, pero por nuestra falta de fe, nos es difícil descubrirlo. Por eso Cristo nos pide que lo busquemos con un corazón sencillo y que confiemos en Él, porque aun en las Sagradas Escrituras, todo se refiere a Jesús como nuestro Maestro, Guía y Redentor. La Iglesia nos enseña cuáles son los medios para encontrar a Cristo, sobre todo en los sacramentos y, en definitiva, dejándonos amar por Él, quien nos irá llevando con su mano paternal.

Propósito

Leeré al menos cinco minutos el Evangelio, pidiendo al Señor que me ilumine para saber descubrir su Voluntad en mi vida y la fortaleza para cumplirla hasta el final.

Diálogo con Cristo

“Señor, ¿a quién iremos si sólo Tú tienes palabras de vida?” Con estas palabras de Pedro quiero, oh mi buen Jesús, dejar mi vida en tus manos, poner mis debilidades y pecados a tus pies para que Tú los transformes en gracias de humildad, de fe, de esperanza y de amor a ti. Enséñame a darme cuenta de la necesidad de los que me rodean para que en ellos te vea a ti, y dame la paciencia y la sabiduría para hacer siempre lo que a ti te agrada. Señor, enciende mi corazón de amor por ti.

"Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía”. Constitución dogmática sobre la divina Revelación Dei Verbum, 2.

MEDITACION

Te amo Señor...¡pero no lo grito!
Si he conocido lo que es amarte... ¡cómo es posible que no lo grite y a veces hasta guarde silencio!
Autor: Ma Esther de Ariño | Fuente: Catholic.net
Hoy es jueves, Señor, y al saber que me estás esperando me he sentido indigna de ese amor, de ese beneficio...

Yo te amo, Señor, pero a veces siento que soy avara de ese amor... que no pienso, que no reparo, que si he conocido lo que es amarte... ¡sea posible que no lo grite a los "cuatro vientos"! Y no solo que no lo grite sino que guarde silencio a veces por respeto humano, porque no se sonrían burlonamente, por no entrar en discusión....porque no me tachen de "mocha"...¡Qué gran cobardía! ¡Perdón, mi amado Jesús !.

El Papa Benedicto XVI nos lo pide. La Iglesia nos lo pide y Tu mi Jesús Sacramentado, nos lo pediste desde hace muchos siglos... pero no nos animamos a dar la respuesta con decisión, con una postura radical y valiente.

La respuesta tiene que ser ahora y desde este momento.

Tenemos un serio y grave compromiso, como hijos de Dios, de ser verdaderos apóstoles.

Este compromiso me enfrenta primero, con los más cercanos, con los seres que me rodean, con las personas que forman mi familia y mi entorno.

En todo momento, tu nos pides, Señor, que estemos "en pie de lucha", que quiere decir que no deje pasar la ocasión para acercarme a quién pudiera sentir o pensar que me necesita.

Solemos decir: - " No, yo no me meto... yo no digo nada, cada quién su vida"... Es cierto que a veces no es fácil abordar o penetrar en la forma de vivir de las personas, pero si están muy cerca de nosotros, tal vez no sea tan difícil buscar la ocasión para poder brindarle, a esa persona, nuestro apoyo y consuelo, hablándole de Dios, del amor que nos tiene, de que trate de encontrar o recuperar esa fe que no se sabe en qué momento se perdió.... y orar, orar mucho por esa persona, ante Ti, ante este misterio de amor que nos brindas diariamente ¡oh, tu mi Jesús Sacramentado!.

Tu nos oyes siempre y la oración puede no cambiar las cosas... pero si cambia los corazones y la forma de ver las cosas.

Ya no podemos decir: - "Eso hay que dejárselo a los sacerdotes". Los sacerdotes son pocos y la mies es mucha.

No dejes que lo olvidemos....ha llegado nuestro momento.

Si estamos convencidos de que tenemos la VERDAD, en nuestra religión católica, es indispensable que esa VERDAD, la trasmitamos con el mismo ardor, con muchísimo más ardor que invitamos y casi empujamos a los amigos animándolos para que vayan a ver una obra de teatro o película, que nos pareció excelente o que no se pierdan un paseo o lugar sensacional porque los queremos y deseamos que disfruten tanto como nosotros lo disfrutamos...

Seguirte a Ti, mi Jesús, es una aventura tan maravillosa para el ser humano que en ello hemos de poner toda la fuerza de nuestra existencia.

Seguirte a Ti, mi Jesús, es participar de la verdad sublime de sabernos hijos de Dios y herederos del Cielo... pero no para nosotros solos...

No tengo que tener miedo o reparo de hablar de Dios, de Ti, Jesús, de la Santísima Virgen a los demás....Hay tanta ansia en el corazón de los hombres y mujeres de encontrar un camino....y nosotros les podemos hablar te ti, del único Camino, del que dijo:- " yo soy la luz, yo soy el camino, la verdad y la vida, quién cree en mí no morirá". ¡Qué triste no compartir, no participar a los demás de esa grandeza de amor que ciega la vista por ser más luminosa que el mismo sol...!

Hemos de ser valientes con nuestra fe y proclamarla.

Ayudanos, Jesús para hablar con los que nos rodean, de esta "gran experiencia" que aún en medio de los sufrimientos o infortunios, nos traerá la paz en nuestro diario caminar por la vida.

miércoles, 6 de abril de 2011

¿Dónde están las reliquias de la Pasión?

¿Dónde están las reliquias de la Pasión?
Riqueza y significado de la conservación de las reliquias de la Pasión
Autor: P. Ignacio Acuña Duarte. S.J. | Fuente: Revista Cristiandad
Desconocidas y poco veneradas

Para un mundo informado sólo por los ojos de la carne, Semana Santa apenas representa un espacio de "reflexión y purificación de la memoria".

Alguno más piadoso, quizás, sólo concentre la mirada en la fiesta de la Resurrección, obviando implícitamente los sufrimientos inenarrables de la Pasión y de la Cruz.

La ciencia, por su parte, se empeña en "desmitificar" la tradición y la fe, confundiendo con fraudes y engaños a los fieles poco instruidos con sensacionalismo barato. La prensa corre con gran parte de la responsabilidad al difundir semejantes sandeces y medias verdades. Con el correr del tiempo, es verdad, muchas de las "impresionantes revelaciones" caen en el olvido o el descrédito, pero en el corazón de las personas queda la sensación de desacralización. Un caso típico ha sido el montaje paracientífico y manipulador del Santo Sudario.

¿Cuántos ilusos aún repiten con tono seguro las irresponsables afirmaciones que la prensa se apresuró a divulgar sobre supuestos descubrimientos de fraude en el Santo Sudario de Turín? Evidentemente ninguno de estos personajes conoce los dictámenes de la ciencia profesional que concluyó certificando la autenticidad de la preciosa reliquia. Valga como referencia la conversión de investigadores tras el proceso de estudio y verificación.

Pero como el escándalo vende, aún queda quien asegure que se trata de una invención medieval realizada por medio de complejos procesos holográficos para producir el efecto 3D cuando en el siglo XIX se mirase el negativo y se ampliaran, por ejemplo, la zona de los ojos y se observase sobre ellos monedas romanas del año 30 según la costumbre local.

De todo eso y mucho más deberemos soportar cada Semana Santa, repetidos ad nauseam por todos los medios de comunicación esmerados en entrevistar desconocidos expertos en negar todo lo afirmado y en afirmar todo lo negado.


Las preciosas reliquias de la Pasión

Un silencio revelador es el que se hace en torno a todas las reliquias que se conservan de la Pasión. ¿Quien se ha enterado de su existencia o ha recibido la sugestión de visitarlas y venerarlas con piadoso amor?

La cristiandad cuenta con decenas de ellas. Todas son testimonios ciertos de la veracidad histórica de los Evangelios y obligan - forzosamente - a darles aceptación. Cosa aparte es la rebelión a la consecuencia que ello implica, esto es, la suprema virtud y verdad que de ellos emana y la necesidad de seguir a Cristo a riesgo de la condenación eterna.

Examinemos, en tanto, el glorioso panorama que nos ofrece la Santa Iglesia, Maestra infalible de la Verdad y depositaria de tan ricos dones.


Las columnas del Templo de Jerusalén

El magnífico templo que había en Jerusalén cuando murió nuestro divino Redentor fue destruido, y según el sagrado vaticinio pronunciado por sus labios sagrados, no quedó piedra sobre piedra. Constantino el grande hizo trasladar doce columnas de este templo destruido, para que se colocaran delante de la Confesión de San Pedro; hoy en día aún se ven ocho debajo de la magnífica cúpula del Vaticano, dos en el altar de San Mauricio, dentro de la capilla del Santísimo, y otra en la cámara inferior de la capilla della Pietá, que según la tradición es en la que estuvo apoyado el divino Jesús cuando de edad de doce años disputó con los doctores de la Ley.


Columnas del velo del templo

El velo del templo de Jerusalén, que se rasgó en dos partes al morir nuestro divino Salvador, era sostenido por dos columnas, las cuales hoy día se conservan en el claustro de la basílica de San Juan de Letrán, en Roma.


Mesa de la Cena

La mesa, en la cual el amabilísimo Jesús celebró la última Cena e instituyó el adorable Sacramento del altar, se conserva y venera en la misma basílica de San Juan de la Cruz.


Plato de la Cena

Se conserva uno en la santa iglesia de Génova


Toallas

De las que sirvieron, tanto para lavarse las manos al Salvador como para enjuagar los pies a sus Discípulos, se conserva una parte notable en la citada basílica de San Juan.


Asiento

Del que, en forma de cama, sirvió a nuestro amable Jesús en la última Cena, se conserva una gran parte en la capilla llamada Sancta Sanctorum, en Roma.


Cáliz
El precioso cáliz de que se sirvió nuestro divino Redentor al instituir el augustísimo Sacramento del altar, tiene la imponderable dicha de conservarlo la santa y metropolitana Iglesia de Valencia: todos los años se coloca en el Monumento.


Monedas que recibió Judas

Se conservan tres en la catedral de Génova, y una en la basílica de Santa Cruz de Jerusalén, en Roma


Cenáculo

Ocupado hasta mediados del siglo XX por los musulmanes, este lugar, uno de los más santos en la tierra, puede ser visitado bajo las condiciones impuestas por el gobierno que actualmente rige Tierra Santa. Los cristianos pueden visitarlo y ganar las preciosas indulgencias concedidas por los Romanos Pontífices a cuantos orasen en tan santo sitio.


Huerto de Getsemaní

Tanto la gruta en donde oró nuestro divino Redentor, que se conserva en su estado natural, como algunos de los olivos, que se cree son los mismos que existían en tiempo de la Pasión del Señor, están bajo la custodia de los ejemplares hijos del patriarca de Asís, en Jerusalén.


Piedra del torrente del Cedrón

Habiendo prendido al Señor, y llevándolo a la casa de Anás, al pasar por el torrente de Cederrón, la tradición dice que tiraron al Señor al fondo del torrente, dejando impresas las huellas de sus pies, rodillas, manos y cabeza sobre la durísima piedra que aún hoy se muestra a los peregrinos.


Cuerdas con que fue atado el Señor

Un pedazo importante se conserva en España, en la basílica del Escorial, y otro en Italia, en la catedral de Anaghi.


Casa de Anás

En el lugar donde estuvo esta casa hay una iglesia y convento, ocupado por monjas armenias.


Casa de Caifás

En el lugar en que estuvo hay una iglesia, cuidada por los armenios: en ella se ve un calabozo muy reducido, en donde pasó algunas horas nuestro divino Salvador: allí mismo había una columna en la cual estuvo atado, y es la que hoy se venera en Roma, en la iglesia de santa Práxedes. En el altar que hay en el fondo del ábside de esa iglesia se ve la piedra que se puso a la puerta del sepulcro del Salvador.


Lienzo con que vendaron los ojos al Señor

Se venera una parte en la iglesia de San Francisco á Ripa, en Roma.


Pretorio de Pilatos

El lugar en donde estaba hoy día también estuvo ocupado por los musulmanes, pero los fieles ya pueden visitarle y ganar indulgencia plenaria orando allí.


Escala Santa

Se llama así la que estando en el pretorio de Pilatos fue santificada y regada con la sangre de nuestro amable Salvador: tiene veintiocho gradas; se conserva en Roma, en la iglesia que lleva su nombre. Los fieles la suben de rodillas.


Columna de la flagelación

La principal parte se conserva en Jerusalén en la capilla que los Padres Franciscanos tienen en el Santo Sepulcro; pero se veneran partes muy notables en las principales basílicas de Roma, en la basílica del Escorial en España y en la iglesia de San Marcos de Venecia.


Azotes

Se veneran en la catedral de Anagni y en la Iglesia de Santa María in vía lata en Roma.


Corona de Espinas

Se venera en la Santa Capilla de Paris, pero sin espinas que han sido distribuidas por toda la cristiandad: en Roma son cerca de veinte las que reciben veneración pública: las iglesias que tienen más son las de San Marcos y Santa Praxénedes, las cuales conservan tres. En el Vaticano hay dos; en San Juan de Letrán una, etc. En España son muchas las que reciben veneración en diversas iglesias: en el Escorial se veneran once; Barcelona tiene la dicha de venerar varias, y en el célebre santuario de Montserrat se custodian dos.


Clámide

Se conserva parte en las iglesias de San Juan de Letrán, Santa María la Mayor y San Francisco à Ripa, en Roma


Columna de los improperios

Se conserva en la iglesia del Santo Sepulcro, en Jerusalén.


Arco del Ecce Homo

Hoy día se ve gran parte de él en la magnífica iglesia que el celoso misionero Alfonso María de Ratisbona levantó en Jerusalén para las monjas de Sión, tras su conversión desde el judaísmo por gracia de Nuestra Señora.


Santa Faz

La tradición común es que fueron tres las imágenes que quedaron en el velo de la Verónica, pero son muchísimas mas las que se veneran en la cristiandad. Las auténticas son: la que se venera en Roma, en la basílica de San Pedro; en España, en la catedral de Jaén, y en Venecia, en la iglesia de San Marcos. Las demás, aunque milagrosas, son tenidas como facsímiles o tocadas al original.


Puerta judiciaria

Aún se ven en Jerusalén restos de esa Puerta, por donde pasó el divino Salvador yendo al Calvario.


Columna de la sentencia

Frente a la puerta judiciaria se ve hoy, guardada por los Padres Franciscanos, la gran columna donde, según la tradición, tuvieron a nuestro divino Salvador mientras hacían los preparativos para crucificarle.


Vestidos de Jesús

La túnica inconsútil se conserva en Argenteuil. Estudiada y contrastada con el Santo Sudario, las heridas coinciden y corroboran los relatos de la Pasión. Se guarda una similar en Tréveris, Alemania. El manto se repartió por la cristiandad, pero se conserva un importante trozo en la catedral de Anagni.


La santa Cruz

Pocas reliquias se han propagado por toda la tierra como la perteneciente al árbol santo en donde murió nuestro Redentor, pero de un modo especial se conservan aún partes insignes en las basílicas de San Pedro y santa Cruz de Jerusalén, en Roma; en la catedral de Anagni se venera también un pedazo muy notable, y en la cual se ve aun uno de los agujeros que se hicieron al crucificar a nuestro divino Salvador.


Clavos

La tradición enseña que fueron tres los que tuvieron suspendido al Salvador del mundo: uno entero se conserva en Santa Cruz de Jerusalén, en Roma; otro en la capilla del Palacio Real de Madrid, y otro se ha distribuido a diversas iglesias de la cristiandad. Además de esos clavos, se veneran otros que también eran de la cruz pues los brazos de la misma estaban clavados y el I.N.R.I. también.


I.N.R.I.

La principal parte se halla en la basílica de la Santa Cruz de Jerusalén en Roma; en san Juan de Letrán y en San Marcos de la misma ciudad santa se ven pedazos notables.


Esponja

La principal parte se venera en la Santa capilla de París, pero se conservan partes en la basílica del Escorial, en España, y en las de San Juan de Letrán, Santa María la Mayor y Santa María Transtévere, en Roma.


Lienzos que cubrieron al Señor estando en la cruz

Se veneran en San Juan de Letrán y en San Marcos, de la misma ciudad eterna.


La Lanza

Esta, sin la punta, se venera en San Pedro de Roma: la punta, según afirma el Papa Benedicto XIV, desde el tiempo de San Luis se conserva en la Santa capilla de Paris.


Sangre y agua

Es de fe que del costado se nuestro divino Salvador salió sangre y agua : entre las reliquias más insignes que se exponen a la pública veneración en la santa ciudad de Roma, se encuentra parte de la sangre, y agua que salió de su sagrado costado después de muerto, se conserva en la basílica de San Juan de Letrán. En la de San Marcos se expone un velo que se embebió en la misma sangre y agua.


Piedra de la unción

Se venera en Jerusalén, en la iglesia del Santo Sepulcro


Santo Sepulcro

Dios ha querido que permaneciera en Jerusalén, siendo bajo todos los conceptos el sepulcro más glorioso que ha habido y habrá sobre la tierra. Muchas iglesias se glorían de tener pequeñas partes de tan glorioso monumento.


Sudarios y lienzos del Señor en el Santo Sepulcro

Según la costumbre que tenían los hebreos al embalsama, varios eran los sudarios y lienzos que empleaban: así parece deducirse del evangelio de San Juan. En la iglesia de San Juan de Letrán se conserva uno de esos lienzos en que estuvo envuelta la cabeza del Señor en el Sepulcro. En las iglesias de San Marcos, de San Francisco á Ripa y en el Escorial, en España, se veneran partes de otros lienzos; pero los santos sudarios de Turín en Italia, Besancon en Francia y Santo Domingo de la Calzada en España, son los que de modo especial han sido venerados y admirados siendo el de Turín el que la ciencia certificó como autentificable por las notables corroboraciones históricas y prodigiosas cualidades del santo tejido.


Reflexión final

Si la emoción embarga nuestros corazones al contemplar la riqueza y significación de la presencia de tales reliquias, sólo cabe extender nuestro amor y comprensión a un paso más. Y es ineludible.

¡Cuánto daríamos en este momento por ser trasladados - como Daniel al etíope - hasta cualquiera de estas reliquias! ¡Con qué gusto pasaríamos horas de rodillas venerando esos preciosos recuerdos del Salvador, que acaso fueron bendecidos por el roce de su tacto o que contienen parte de su Divina Sangre!

Y olvidamos, a un mismo tiempo, que quizás a pasos de nosotros, no muy lejos, tenemos al mismo Cristo presente en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. ¡A pocos minutos tenemos al mismo Cristo presente y tan vivo como cuando regó de gracias las preciosas reliquias que comentamos!

Contemplémosle ahora allí, donde le tenemos cerca. Meditemos en lo sólo y abandonado que se encuentra. Nadie peregrina hasta allí, nadie se arrodilla ante su sagrada Presencia. Pocos, muy pocos, parecen tener conciencia cabal de Él.

Vemos a tantos comulgar sin respeto, sin la debida compenetración que tal acto merece ¡Acto envidiado por los mismos ángeles, que no pueden comulgar! Es el mismo Cristo que viene a nosotros. ¡Cuántos comulgan con la mano, tocando con sus manos indignas e impuras el sagrado Cuerpo del Redentor! Duele pensar en semejante irreverencia, que a causa de la extensión y frecuencia ha sido indultada por la Iglesia. Imaginar tan sólo las divinas partículas olvidadas en la mano y llevadas al bolsillo, o caídas al suelo. Tiemblo al pensar en ello, en la tristeza y escándalo de los santos ángeles.

Mártires y santos, los mismos cruzados ofrecieron sus vidas por la conservación de las reliquias y lugares sagrados. Muchos prefirieron morir antes que verlas profanadas. ¿Cómo no querremos nosotros, hermanos en la fe e hijos de la Iglesia como ellos, ya no venerar las reliquias sino adorar a nuestro dulce y amable Salvador presente día y noche en la Sagrada Eucaristía?

Evangelio del dia

Jesús siempre en unión con el Padre
Juan 5, 17-30. Cuaresma. El evangelio tiene el poder de hablarnos de Dios, de darnos a conocer su rostro, mejor aún, su corazón.
Autor: H. Jesús Valencia | Fuente: Catholic.net
Evangelio

Lectura del santo Evangelio según san Juan 5, 17-30

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo también trabajo. Por eso los judíos trataban con mayor empeño de matarle, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose a sí mismo igual a Dios. Jesús, pues, tomando la palabra, les decía: En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre: lo que hace él, eso también lo hace igualmente el Hijo. Porque el Padre quiere al Hijo y le muestra todo lo que él hace. Y le mostrará obras aún mayores que estas, para que os asombréis. Porque, como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, así también el Hijo da la vida a los que quiere. Porque el Padre no juzga a nadie; sino que todo juicio lo ha entregado al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo ha enviado. En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida. En verdad, en verdad os digo: llega la hora (ya estamos en ella), en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán. Porque, como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo tener vida en sí mismo, y le ha dado poder para juzgar, porque es Hijo del hombre. No os extrañéis de esto: llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz y saldrán los que hayan hecho el bien para una resurrección de vida, y los que hayan hecho el mal, para una resurrección de juicio. Y no puedo hacer nada por mi cuenta: juzgo según lo que oigo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.

Oración introductoria

Jesús, amigo íntimo, a quien ninguna puerta de mi alma está cerrada. Tú te paseas por ella, conociéndolo todo...sabes que te necesito. ¡Ven en mi ayuda y sacia con tu gracia la sed de mi alma! Porque has dicho: “vengan a mí todos los que están fatigados, que yo les daré descanso” (Mt. 11,28). Por eso acudo a ti, puro manantial de gracias, para que alivies mi alma sedienta. «Señor, dame de esa agua, » (Jn 4,15), y, así, no ya busque saciarme de las charcas del mundo.

Petición

Jesús, te pido que me ayudes a comprender con mi mente y mi corazón que Dios es mi Padre.

Meditación

“¿Qué serían nuestra cultura, el arte, y más en general nuestra civilización, sin esta revelación de un Dios Padre lleno de misericordia? El evangelio tiene el poder de hablarnos de Dios, de darnos a conocer su rostro, mejor aún, su corazón. Desde que Jesús nos habló del Padre misericordioso, las cosas ya no son como antes; ahora conocemos a Dios: es nuestro Padre, que por amor nos ha creado libres y dotados de conciencia, que sufre si nos perdemos y que hace fiesta si regresamos. Por esto, la relación con él se construye a través de una historia, como le sucede a todo hijo con sus padres: al inicio depende de ellos; después reivindica su propia autonomía; y por último -si se da un desarrollo positivo- llega a una relación madura, basada en el agradecimiento y en el amor auténtico”. (Cf. Benedicto XVI Ángelus, Plaza de San Pedro, domingo 14 de marzo de 2010)Cf.

Reflexión apostólica

Quien escucha a Jesús y se deja tocar por su gracia, siente el deber, más aún, la necesidad de transmitir a voz llena esta experiencia de Cristo en su alma. El cristiano auténtico, que conoce a Jesús en la oración, en los sacramentos y en la escritura, irradia entusiasmo, y contagia a los que están en torno suyo de esa alegría de ser hijo de Dios. Luchemos por entrar en nosotros mismos y encontrar al Dios que ya habita en nosotros y, una vez hallado, démoslo al prójimo con palabras y con obras. ¡Ha llegado la hora de ser testigos apasionados de Cristo, y salir de las mazmorras en que nos ha querido encerrar el príncipe de este mundo!

Propósito

Comentar el evangelio de hoy brevemente con un familiar o amigo.

Diálogo con Cristo

Jesús, sabes que a veces me da pena hablar de ti. No me pagues con la misma moneda, que estaría perdido... ¡perdona mi debilidad! Tú has hablado de mí a tu Padre y me has donado la vida que Él ha puesto en tus manos. Ayúdame a transmitir este mensaje de esperanza a los míos, a los que amo y los que debería amar más, para que ellos te conozcan, y conociéndote te amen, y amándote, también ellos te den a conocer a nuestros hermanos los hombres. Porque tu no me enseñaste a decir Padre mío, sino Padre nuestro.

Mi vida es un instante, una efímera hora, momento que se evade y que huye veloz. Para amarte, Dios mío, en esta pobre tierra no tengo más que un día: ¡sólo el día de hoy!(Santa Teresita del Niño Jesús)

martes, 5 de abril de 2011

A - Quinto domingo de Cuaresma


Primera: Ez 37,12-14; Salmo: 129,1-2.3-4ab-4c-6.7-8; Segunda: Rom 8,8-11; Evangelio: Jn 11,1-45
Autor: P. Octavio Ortíz | Fuente: Catholic.net
Sagrada Escritura

Primera: Ez 37,12-14
Salmo: 129,1-2.3-4ab-4c-6.7-8
Segunda: Rom 8,8-11
Evangelio: Jn 11,1-45






Nexo entre las lecturas

La victoria de la vida sobre la muerte es el centro de atención de este último domingo de cuaresma. Esta victoria tendrá lugar sólo en el misterio pascual de Cristo: pasión, muerte y resurrección, pero en esta liturgia se prefigura ya en la visión del profeta Ezequías de los huesos muertos que recobran vida (1L) y, sobre todo, en la resurrección de Lázaro (EV), el amigo de Jesús. El tema de fondo es de gran interés: la muerte es y ha sido siempre un gran enigma para el género humano. Podemos decir que después de los evangelios de cuaresma de la samaritana, del ciego de nacimiento, éste último de Lázaro promueve la esperanza del hombre pecador a una altura inimaginable. Aunque uno esté muerto por sus pecados y sus culpas, es más grande el poder del Señor que lo salvará.


Mensaje doctrinal

1. La Resurrección de Lázaro y la pasión de Jesús. La liturgia de este día nos prepara de modo inmediato para vivir la pasión de N.S. Jesucristo. Jesús aparece en el evangelio de la resurrección de Lázaro como aquel que tiene poder sobre la muerte. Él es verdaderamente la resurrección y la vida y lo demuestra con los hechos. Se cumplen así las palabras del mismo Juan en otra parte de su evangelio: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10). El Señor es amigo de la vida y no se complace en la muerte de los vivientes. Aquello que para el hombre resulta imposible, como el dar vida a unos huesos áridos o resucitar a un muerto, es posible para Dios, porque para Él nada es imposible. La resurrección de Lázaro es el último milagro que Jesús cumple antes de su Pasión. Es la conclusión de todos los “signos” que coloca San Juan en una especie de “crescendo”. Para que el hombre pueda tener vida, para que sea derrotado el “ultimo enemigo, la muerte” (Cfr 1 Cor 15,26), es preciso que el Cristo ofrezca su vida, sufra su pasión, muera y resucite. Jesús que está caminando con decisión hacia Jerusalén para cumplir con su misión, parece que quiere mirar la muerte anticipadamente aquí en Betania y anunciar su derrota definitiva. Cristo ofrece aquí ya un signo y una prenda de la resurrección del último día al devolver la vida a Lázaro. Anuncia así su propia resurrección que, sin embargo, será de otro orden

2. El amor de Jesús. En la escena de Betania llama poderosamente la atención la frecuencia con la que el evangelista muestra a Jesús conmovido. Se le anuncia en frase concisa y bella que “el que ama está enfermo”. Se dice que Jesús amaba a Lázaro y a sus hermanas. Al ver llorar a María y a los que la acompañaban Jesús se turba, solloza, se siente conmovido. Más tarde Jesús se echa a llorar y, nuevamente, ante la tumba muestra su pesar. Se revela así de un modo sencillo la enorme compasión del Señor, su rica sensibilidad, su humanidad. Él es verdadero Dios y verdadero hombre que comparte solidariamente la suerte de los mortales. Él es el buen samaritano que al ver la desgracia del transeúnte se mueve a compasión, Él es el buen pastor que da la vida por sus ovejas. Dios y hombre, perfecto en su humanidad y perfecto en su divinidad. En él comprendemos que Dios es amor. Con acierto se dice que el pasaje de la resurrección de Lázaro es un compendio de la Cristología, un evento fundamental de la revelación de Jesús. Ecce homo: he aquí el hombre perfecto en su humanidad. Ecce Deus: he aquí Dios Señor de la vida y de la historia.

2. Creer en Jesús es ya vencer la muerte. El pasaje de la resurrección de Lázaro muestra, no sólo el poder de Cristo sobre la muerte, sino que subraya algo más: el creyente está de tal manera unido a Jesús que ni siquiera la muerte lo podrá separar,en otras palabras, el creyente no morirá para siempre. Esta enseñanza se manifiesta en la conversación entre Marta y Jesús. El resultado de la fe, según este diálogo, es la posesión de la vida eterna: “el que cree en mí no morirá para siempre”. Una posesión que inicia ya en el momento presente. No es necesario esperar al “último día” para poseer ya en prenda la vida eterna. Santo Tomás comenta: La fe es una virtud propia del espíritu con la cual comienza en nosotros la vida eterna” (S.Th II-II c.14,1c). Si toda imaginación nada resuelve ante la muerte, la Iglesia, aleccionada por la divina Revelación, afirma que el hombre ha sido creado por Dios para un destino feliz, más allá de los límites de las miserias de esta vida (Cfr. Gaudium et spes 18).


Sugerencias Pastorales

1. El que amas está enfermo. Aquello que más consuela a la persona humana es el sentirse amada, sentirse eternamente amada, y por eso, es preciso que el hombre vuelva su mirada a Cristo, revelador del amor del Padre. El paso del tiempo va dejando sus huellas en la vida del hombre en su espíritu y en su cuerpo: a la infancia sucede la juventud y a ésta la edad madura y la vejez. Nuestro cuerpo sufre el deterioro ocasionado por el tiempo. La sensación de encaminarse hacia el atardecer de la vida está presente en la vida del hombre. Es preciso, por tanto, volver a estas palabras del evangelio: “El que amas está enfermo”. En medio de la enfermedad y del dolor y de lo inevitable de la muerte hay “alguien” con mayúscula que me ama con amor infinito. La persona que atraviesa por la prueba de la enfermedad puede sentir la seguridad de que Cristo la ama y la acompaña en este trance de su vida. José María Rilke lo expresó de una forma poética:

Caen las hojas
Caen como de lejos
Caen como si se marchitasen lejanos jardines en los cielos.
Caen con ademanes que parece que todo lo niegan....
Todos nosotros caemos...

Y sin embargo, hay uno que -con infinito cuidado-
sostiene ese caer en sus manos.

En nuestras parroquias hay muchos enfermos que necesitan del amor de Dios. Renovemos nuestro espíritu auténticamente cristiano para salir a su encuentro. No podemos sentirnos indiferentes ante ellos. Promovamos entre nuestros fieles una nueva sensibilidad por el que sufre, por el anciano abandonado, por el enfermo que no puede sanar, pero que puede ser “curado”, es decir, cuidado y amado. Ellos, los enfermos ,son “otros Cristos”, son “los amigos del Señor” que esperan nuestra visita.

2. El Señor está aquí y te llama. Dios llama al hombre a una altísima vocación: participar de la vida divina. Esta vocación se actúa en cada uno de modo particular. Por eso, no debemos de cansarnos de lanzar las redes para la pesca. El Señor llama a los hombres a su amistad: a unos los llamará a la consagración total en el sacerdocio o en la vida consagrada, a otros los llamará a la increíble vocación familiar, a otros los llamará a una vocación de total servicio de los demás, pero a todos los llama a participar de su amor. Nosotros debemos ser los pregoneros de la llamada de Dios, debemos hacer cuanto esté en nuestra mano para promover el surgimiento de la vocación divina, especialmente la consagrada, por la necesidad de los tiempos actuales. No nos asuste la aparente indiferencia actual. El mundo sigue necesitando de Dios y de pregoneros de su amor. Es muy interesante aquel diálogo del Cura de Ars con el Señor:

Señor, ¿por qué me enviaste al mundo?
Para salvarte, respondió el Señor.
Y, ¿por qué quieres que me salve?
Porque te amo.

Aquí está el secreto de toda vocación: “porque te amo”.

Levántate, toma tu camilla y camina

Levántate, toma tu camilla y camina
Juan 5, 1-3. 5-16. Cuaresma. El paralítico es imagen de todo ser humano al que el pecado impide moverse libremente, caminar por la senda del bien.
Autor: Gustavo Yael Rodríguez | Fuente: Catholic.net
Evangelio


Lectura del santo Evangelio según san Juan 5, 1-3. 5-16

Después de esto, se celebraba una fiesta de los judíos y Jesús subió a Jerusalén, junto a la puerta de las Ovejas, en Jerusalén, hay una piscina llamada en hebreo Betsata, que tiene cinco pórticos. Bajo estos pórticos yacía una multitud de enfermos, ciegos, paralíticos y lisiados, que esperaban la agitación del agua. Había allí un hombre que estaba enfermo desde hacía treinta y ocho años. Al verlo tendido, y sabiendo que hacía tanto tiempo que estaba así, Jesús le preguntó: «¿Quieres curarte?». El respondió: «Señor, no tengo a nadie que me sumerja en la piscina cuando el agua comienza a agitarse; mientras yo voy, otro desciende antes». Jesús le dijo: «Levántate, toma tu camilla y camina». En seguida el hombre se curó, tomó su camilla y empezó a caminar. Era un sábado, y los Judíos dijeron entonces al que acababa de ser curado: «Es sábado. No te está permitido llevar tu camilla». El les respondió: «El que me curó me dijo: «Toma tu camilla y camina». Ellos le preguntaron: «¿Quién es ese hombre que te dijo: «Toma tu camilla y camina?». Pero el enfermo lo ignoraba, porque Jesús había desaparecido entre la multitud que estaba allí. Después, Jesús lo encontró en el Templo y le dijo: «Has sido curado; no vuelvas a pecar, de lo contrario te ocurrirán peores cosas todavía». El hombre fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado. Ellos atacaban a Jesús, porque hacía esas cosas en sábado.

Oración introductoria

Jesús, en primer lugar quiero agradecerte por esta oportunidad de encontrarme contigo. Te ofrezco, al inicio de esta oración, mi corazón, mi inteligencia, mi voluntad y todo mi ser. Déjame orar hoy junto a Ti para aprender de Ti y para que cambies mi corazón. Señor, creo en Ti pero aumenta mi fe; espero en Ti pero ayúdame a esperar sin desconfianza; te amo pero ayúdame a demostrarte que te quiero. María, pongo mi oración en tus manos para que me ayudes a conocer y a amar más a tu Hijo.

Petición

Señor, que me dé cuenta que soy un cristiano necesitado de tu gracia y que pueda llevar tu amor a los que más necesitan de Ti.

Meditación

El paralítico es imagen de todo ser humano al que el pecado impide moverse libremente, caminar por la senda del bien, dar lo mejor de sí (...) También hoy la humanidad lleva en sí los signos del pecado, que le impide progresar con agilidad en los valores de fraternidad, justicia y paz, a pesar de sus propósitos hechos en solemnes declaraciones. ¿Por qué? ¿Qué es lo que entorpece su camino? ¿Qué es lo que paraliza este desarrollo integral? Sabemos bien que, en el plano histórico, las causas son múltiples y el problema es complejo. Pero la palabra de Dios nos invita a tener una mirada de fe y a confiar, pues sólo Jesús puede curar verdaderamente (cf. Benedicto XVI, Ángelus, 19 de febrero de 2006).

A Dios lo encontramos en nuestra vida, lo escuchamos en momentos y en lugares concretos. Por ejemplo, en un sacerdote, en un amigo, en una religiosa, en una madre, en una imagen, en una película. De algún modo, Dios nos revela lo quiere y lo que espera de nosotros.

Jesucristo sabía que el paralítico llevaba enfermo treinta y ocho años. El Señor conoce las profundidades y lo más oculto del corazón humano. Él conoce nuestros sufrimientos y qué es lo que nos duele. Cristo no se contenta con saberlo. Él nos ama y porque nos ama nos quiere liberar de las penas y nos cura.

Reflexión apostólica

Como Jesucristo, nosotros estamos llamados a llevar la esperanza y el alivio a quienes sufren, que no sólo son enfermos del cuerpo sino también del alma.

Del paralítico podemos aprender su apertura a Cristo. No duda en decir a Cristo lo que le aflige y cuando Cristo le ordena que se levante, el enfermo lo hace sin pensar en los límites humanos.

La peor enfermedad que podemos sufrir es la de pecar, la de perder a Dios, perder la vida de gracia, porque es el tesoro más grande que tenemos y que llevamos en nuestra alma desde el día de nuestro bautismo.

Propósito

Poner en práctica una de las obras de misericordia. Por ejemplo, dar de comer al hambriento.

Diálogo con Cristo

Señor, gracias por tu compañía, gracias por tu amor. Te pido que me ayudes a vivir la caridad como Tú la viviste y la manifestaste al paralítico. Fortaléceme para seguir tu invitación a no pecar más y a levantarme cuantas veces caiga. María, te agradezco tu protección y tu afecto. Pongo mi propósito en tus manos.

“Como Jesús fue el anunciador del amor de Dios Padre, también nosotros lo debemos ser de la caridad de Cristo: somos mensajeros de su resurrección, de su victoria sobre el mal y sobre la muerte, portadores de su amor divino”

MEDITACION

Descubre dentro de tu corazón la mirada de Dios
Martes cuarta semana de Cuaresma. No podemos regresar auténticamente a Dios si no es desde el corazón.
Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
Es demasiado fácil dejar pasar el tiempo sin profundizar, sin volver al corazón. Pero cuando el tiempo pasa sobre nosotros sin profundizar en la propia vocación, sin descubrir y aceptar todas sus dimensiones, estamos quedándonos sin lo que realmente importa en la existencia: el corazón (entendido como nuestra facultad espiritual en la que se manejan todas las decisiones más importantes del hombre). El corazón es el encuentro del hombre consigo mismo.

“Volved a mí de todo corazón”. Son palabras de Dios en la Escritura. No podemos regresar auténticamente a Dios si no es desde el corazón, y tampoco podemos vivir si no es desde el corazón. Dios llama en el corazón, pero, en un mundo como el nuestro, en el cual tan fácilmente nos hemos olvidado de Dios, en un mundo sin corazón, a nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI, nos cuesta llegar al corazón. Dios llama al corazón del hombre, a su parte más interior, a ese yo, único e irrepetible; ahí me llama Dios.

Yo puedo estar viviendo con un corazón alejado, con un corazón distraído en el más pleno sentido de la palabra. Y cuánto nos cuesta volver. Cuánto nos cuesta ver en cada uno de los eventos que suceden la mano de Dios. Cuánto nos cuesta ver en cada uno de los momentos de nuestra existencia la presencia reclamadora de Dios para que yo vuelva al corazón. El camino de vuelta es una ley de vida, es la lógica por la que todos pasamos. Y mientras no aprendamos a volver a la dimensión interior de nosotros mismos, no estaremos siendo las personas auténticas que debemos de ser.

Podría ser que estuviésemos a gusto en el torbellino que es la sociedad y que nuestro corazón se derramase en la vida de apariencia que es la vida social. Pero es bueno examinarse de vez en cuando para ver si realmente ya he aprendido a medir y a pesar las cosas según su dimensión interior, o si todavía el peso de la existencia está en las conveniencias o en las sonrisas plásticas.

¿Pertenezco yo a ese mundo sin corazón? ¿Pertenezco yo a ese mundo que no sabe encontrarse consigo mismo? Dios llama al corazón para que yo vuelva, para que yo aprenda a descubrir la importancia, la trascendencia que tiene en mi existencia esa dimensión interior. Estamos terminando la Cuaresma, se nos ha ido un año más de las manos, recordemos que es una ocasión especial para que el hombre se encuentre consigo mismo.

Curiosamente la Cuaresma no es muy reciente en la historia de la Iglesia, los apóstoles no la hacían. La Cuaresma viene del inicio de la vida monacal en la Iglesia, cuando los monjes empiezan a darse cuenta de que hay que prepararse para la llegada de Cristo. Todavía hoy día hay congregaciones que tienen dos Cuaresmas. Los carmelitas tienen una en Adviento, cuarenta días antes de Navidad, y tienen cuarenta días antes de Pascua, de alguna manera significando que a través de la Cuaresma el espíritu humano busca encontrarse con su Señor. Las dos Cuaresmas terminan en un particular encuentro con el Señor: la primera en el Nacimiento, en la Natividad, en la Epifanía, como dicen estrictamente hablando los griegos; y la segunda, en la Resurrección. Si en la primera manifestación vemos a Cristo según la carne; en la segunda manifestación vemos a Cristo resucitado, glorioso, en su divinidad.

De alguna manera, lo que nos está indicando este camino cuaresmal es que el hombre que quiera encontrarse con Dios tiene que encontrarse primero consigo mismo. No tiene que tener miedo a romper las caretas con las que hábilmente ha ido maquillando su existencia. El hombre tiene que aprender a descubrir dentro de su corazón la mirada de Dios.

Para este retorno es necesario crear una serie de condiciones. La primera de todas es ese aprender a ensanchar el espacio de nuestro espíritu para que pueda obrar en nuestro corazón el Espíritu Santo. Ensanchar nuestro espíritu a veces nos puede dar miedo. Ensanchar el corazón para que Dios entre en él con toda tranquilidad, no significa otra cosa sino aprender a romper todos los muros que en nosotros no dejan entrar a Dios.

¿Realmente nuestro espíritu está ensanchado? ¿Mi vida de oración realmente es vida y es oración? ¿Realmente en la oración soy una persona que se esfuerza? ¿Consigo yo que mi oración sea un momento en el que Dios llena mi alma con su presencia o a veces con su ausencia? Dios puede llenar el corazón con su presencia y hacernos sentir que estamos en el noveno cielo; pero también puede llenarlo con su ausencia, aplicando purificación y exigencia a nuestro corazón.

Cuando Dios llega con su ausencia a mi corazón, cuando me deja totalmente desbaratado, ¿qué pasa?, ¿Ensancho el corazón o lo cierro? Cuando la ausencia de Dios en mi corazón es una constante -no me refiero a la ausencia que viene del sueño, de la distracción, de la pereza, de la inconstancia, sino a la auténtica ausencia de Dios: cuando el hombre no encuentra, no sabe por dónde está Dios en su alma, no sabe por dónde está llegando Dios, no lo ve, no lo siente, no lo palpa-, ¿abrimos el espíritu?, ¿Seguimos ensanchando el corazón sabiendo que ahí está Dios ausente, purificando mi alma? O cuando por el contrario, en la oración me encuentro lleno de gozo espiritual, ¿me quedo en el medio, en el instrumento, o aprendo a llegar a Dios?
Cuando nuestra vida es tribulación o es alegría, cuando nuestra vida es gozo o es pena, cuando nuestra vida está llena de problemas o es de lo más sencilla, ¿sé encontrar a Dios, sé seguirle la pista a ese Dios que va abriendo espacio en el corazón y por eso me preocupo de interiorizar en mi vida? Uno podría pensar: ¿Cuál es mi problema hoy? ¿Hasta qué punto en este problema -un hijo enfermo, una dificultad con mi pareja, algún problema de mi hijo-, he visto el plan de Dios sobre mi vida?

Tenemos que experimentar la gracia de esta convicción, hay que ensanchar el corazón abriéndolo totalmente a la acción transformadora del Señor. Sin embargo, nunca tenemos que olvidar, que contra esta acción transformadora de Dios nuestro Señor hay un enemigo: el pecado. El pecado que es lo contrario a la Santidad de Dios. Y para que nos demos cuenta de esta gravedad, San Pablo nos dice: “Dios mismo, a quien no conoció el pecado, lo hizo pecado por nosotros”. Pero, mientras no entremos en nuestro corazón, no nos daremos cuenta de lo grave que es el pecado.

Cuando yo miro un crucifijo, ¿me inquieta el hecho de que Cristo en la cruz ha sido hecho pecado por mí, de que la mayor consecuencia del pecado es Cristo en la cruz? ¿Me ha dicho Dios: quieres ver qué es el pecado? Mira a mi Hijo clavado en la Cruz.

Cuando uno piensa en el hambre en el mundo; o cuando uno piensa que en cada equis tiempo muere un niño en el mundo por falta de alimento y por otro lado estamos viendo la cantidad de alimento que se tira, preguntémonos: ¿No es un pecado contra la humanidad nuestro despilfarro? No el vivir bien, no el tener comodidades, sino la inconsciencia con la que manejamos los bienes materiales. ¿Nos damos cuenta de lo grave que es y lo culpable que podemos llegar a ser por la muerte de estos hermanos?

¿Me doy cuenta de que cada persona que no vive en gracia de Dios es un muerto moral? ¿No nos apuran la cantidad de muertos que caminan por las calles de nuestras ciudades? Tengo que preguntarme: ¿Me preocupa la condición moral de la gente que está a mi cargo? No es cuestión de meterse en la vida de los demás, pero sí preguntarme: ¿Soy justo a nivel justicia social? ¿Me permito todavía el crimen tan grave que es la crítica? ¿Me doy cuenta de que una crítica mía puede ser motivo de un gravísimo pecado de caridad por parte de otra persona?

Siempre que pensemos en el pecado, no olvidemos que la auténtica imagen, el auténtico rostro donde se condensa toda la justicia, todo desamor, todo odio, todo rencor, toda despreocupación por el hombre, es la cruz de nuestro Señor.

El abandono que Cristo quiere sufrir, el grito del Gólgota: “¿Por qué me has abandonado?” pone ante nuestros ojos la verdadera medida del pecado. En Cristo esta medida es evidente por la desmesurada inmensidad de su amor. El grito: “¿Por qué me has abandonado?” es la expresión definitiva de esta medida. El amor con el que me ha amado, el amor que ama hasta el fin. ¿He descubierto esto y lo he hecho motivo de vida; o sólo motivo de lágrimas el Viernes Santo? ¿Lo he hecho motivo de compromiso, o sólo motivo de reflexión de un encuentro con Cristo? ¿Mi vida en el amor de Dios se encierra en ese grito: ¿“Por qué me has abandonado”?, que es el amor que ama hasta el último despojamiento que puede tener un alma?

En esta Cuaresma es necesario volver al interior, descubrir la llamada de Dios a la entrega y al compromiso, volver a la propia vocación cristiana en todas sus dimensiones. Y para lograrlo es necesario abrir primero nuestro espíritu a Dios y comprender la gravedad del pecado: del pecado de omisión, de indiferencia, de superficialidad, de ligereza. Es ineludible volver a la dimensión interior de nuestro espíritu, en definitiva, no ir caminando por la vida sin darnos cuenta que en nosotros hay un corazón que está esperando ensancharse con el amor de Dios.