miércoles, 3 de septiembre de 2014

Curación de la suegra de Pedro

Lucas 4, 38-44. Tiempo Ordinario. Cristo te cura de las enfermedades del alma, siempre está atento...solo tienes que pedirlo.
 
Curación de la suegra de Pedro
Del santo Evangelio según san Lucas 4, 38-44

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con mucha fiebre, y le rogaron por ella. Inclinándose sobre ella, conminó a la fiebre, y la fiebre la dejó; ella, levantándose al punto, se puso a servirles. A la puesta del sol, todos cuantos tenían enfermos de diversas dolencias se los llevaban; y, poniendo él las manos sobre cada uno de ellos, los curaba. Salían también demonios de muchos, gritando y diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. Pero Él, conminaba y no les permitía hablar, porque sabían que Él era el Cristo. Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar solitario. La gente le andaba buscando y, llegando donde Él, trataban de retenerle para que no les dejara. Pero Él les dijo: También a otras ciudades tengo que anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios, porque a esto he sido enviado. E iba predicando por las sinagogas de Judea.

Oración introductoria

Señor, yo también estoy buscándote en mi interior. Ayúdame a ver qué es lo que necesito cambiar para que aprecie y valore más tu presencia en mi vida. Yo también estoy enfermo, te pido que en esta oración te dignes hacer algo por mí. Creo en Ti, confío en Ti y te amo.

Petición

Jesús, dame la humildad para saber reconocer tu presencia en mi vida.

Meditación del Papa Francisco

Gentío, fiesta, alabanza, bendición, paz. Se respira un clima de alegría. Jesús ha despertado en el corazón tantas esperanzas, sobre todo entre la gente humilde, simple, pobre, olvidada, esa que no cuenta a los ojos del mundo. Él ha sabido comprender las miserias humanas, ha mostrado el rostro de misericordia de Dios y se ha inclinado para curar el cuerpo y el alma. Éste es Jesús. Éste es su corazón atento a todos nosotros, que ve nuestras debilidades, nuestros pecados. El amor de Jesús es grande. Y, así, entra en Jerusalén con este amor, y nos mira a todos nosotros. Es una bella escena, llena de luz – la luz del amor de Jesús, de su corazón –, de alegría, de fiesta. [...] También nosotros hemos acogido al Señor; también nosotros hemos expresado la alegría de acompañarlo, de saber que nos es cercano, presente en nosotros y en medio de nosotros como un amigo, como un hermano, también como rey, es decir, como faro luminoso de nuestra vida. (S.S. Francisco, 24 de marzo de 2013)..

Reflexión

Es admirable el trabajo de los médicos. Nunca tienen un rato de descanso, porque allí donde van, aunque sea a una fiesta, todo el mundo se acerca para hablarles de sus padecimientos y enfermedades.

Así me imagino también a Jesús. No había llegado todavía a casa de su amigo Pedro cuando ya le piden un milagro. Y por la tarde vinieron a suplicarle que sanara a otros enfermos. Y al salir el sol le seguían buscando incluso en el desierto.

¡Qué grande es el Corazón de Cristo! Qué paciente, las veinticuatro horas del día, sin pedir nada a cambio. La Palabra ablanda cualquier corazón, aunque sea más duro que las piedras.. Le apasionaba su misión. Sabía que tenía que aprovechar los tres años de vida pública y no se permitió ni un momento de reposo.

Esto nos enseña a tomarnos en serio nuestra vida. El tiempo que Dios nos ha concedido no puede tirarse a la basura con entretenimientos estériles. Hay mucho que hacer, y algún día nos pedirán cuentas de lo que hayamos hecho. Seguro que tienes varias tareas pendientes que están esperando su momento. ¿Y cuando llegará? Quién sabe.

Es cuestión de organizarse bien, de tener el día programado para rendir al máximo, aun sacrificando el tiempo dedicado a la televisión. Debemos ser exigentes con el uso de las horas. No pueden desperdiciarse, porque nunca más volverán.

Primero es necesario establecer una jerarquía. ¿Qué es lo más importante para mí? No hay que descuidar el trabajo, ni la familia, ni los momentos para Dios, ni las actividades que enriquezcan a los que viven en la misma ciudad o país. Sepamos sacarle el jugo a la vida que Dios nos ha regalado.

Propósito

Consolar a una persona enferma, más que con palabras, con mi cercanía serena y sincera.

Diálogo con Cristo

Señor, gracias por venir a mi casa en esta oración. Estoy agradecido por la atención personal que me das, especialmente cuando estoy enfermo y necesitado de tu gracia. Quiero corresponder rápidamente, como lo hizo la suegra de Pedro, sirviendo con alegría y prontitud a todos mis hermanos. El mundo está enfermo, muchos tienen una gran necesidad de Ti. Te ofrezco ser generoso y compartir la fuerza de tu presencia en mi vida. 

lunes, 1 de septiembre de 2014

¿Soy culpable de mí mismo?


Necesito abrir los ojos ante mi situación actual y verla con realismo y con esperanza.
 
¿Soy culpable de mí mismo?


Cada decisión deja una huella: en mi vida, en la de los seres cercanos, en otros corazones que no conozco pero que, de modos misteriosos, quedan bajo la influencia de mis actos.

Con el pasar del tiempo, las decisiones configuran un mosaico. Como enseñaba san Gregorio de Nisa, en cierto sentido somos padres de nosotros mismos a través de nuestros actos.

¿Qué imagen he trazado en mi alma? ¿Hacia dónde está dirigida mi mirada? ¿Qué busco, qué sueño, qué temo, qué lloro, qué me causa alegría? ¿Hacia dónde oriento el cincel cada vez que plasmo la estatua de mi vida?

Si los defectos dominan mi corazón, siento pena. Surge entonces la pregunta: ¿soy culpable de mí mismo? ¿Son mis decisiones las que me llevaron a esta situación de apatía, de tibieza, de orgullo, de envidia, de rencores?

En ocasiones busco la culpa fuera de mí. Incluso tal vez tenga algo de razón: hay personas que me han herido profundamente, que un día llegaron a provocar esa angustia o ese odio que me carcome a todas horas. Pero en otras ocasiones tengo que reconocerlo: la culpa es completamente mía.

Necesito abrir los ojos ante mi situación actual y verla con realismo y con esperanza. Sobre todo, necesito aprender a leer mi vida desde un corazón que me conoce como nadie: el corazón de Dios.

A Él puedo preguntarle si soy culpable de mí mismo, si me he dañado tontamente, si he permitido que me ahoguen asuntos insustanciales, si me he encerrado en un pesimismo dañino.

Luego, desde el diagnóstico del Médico divino, podré abrirme a su gracia para curar mi voluntad, para orientar mis pensamientos a un mundo nuevo y bello, para dar pasos concretos que me permitan perdonar y pedir perdón.

Será posible, entonces, que esa libertad con la que tantas veces he hecho daño, a otros y a mí mismo, empiece a ser usada para construir una vida nueva, desde la luz del Espíritu Santo y con la meta que embellece todo: amar a Dios y a los hermanos. 

Jesús en Nazaret

Lucas 4, 16-30. Tiempo Ordinario. En nuestra vida como cristianos todos tenemos una misión muy concreta que realizar.
 
Jesús en Nazaret
Del santo Evangelio según san Lucas 4, 16-30

En aquel tiempo fue Jesús a Nazaret, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor. Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en Él. Comenzó, pues, a decirles: Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy. Y todos daban testimonio de Él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca. Y decían: ¿No es éste el hijo de José? Él les dijo: Seguramente me vais a decir el refrán: Médico, cúrate a ti mismo. Todo lo que hemos oído que ha sucedido en Cafarnaúm, hazlo también aquí en tu patria. Y añadió: En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria. Os digo de verdad: Muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país; y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio. Oyendo estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira; y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle. Pero Él, pasando por medio de ellos, se marchó. 

Oración introductoria

Jesús, concédeme iniciar esta meditación con una actitud abierta y dócil para poder escuchar y percibir tu presencia. No quiero ser un pasivo espectador, con un corazón duro y ciego, insensible y mediocre… porque estoy hecho para ser el reflejo de tu amor. Quiero reconocerte en todas las personas que hoy podría, por amor a Ti, servir.

Petición

Dios mío, dame la gracia de reconocerte y amarte más el día de hoy.

Meditación del Papa Francisco

En el evangelio de san Mateo, en uno de los momentos que Jesús regresa a su pueblo, a Nazaret, y habla en la sinagoga, se pone de relieve el estupor de sus conciudadanos por su sabiduría, y la pregunta que se plantean: "¿No es el hijo del carpintero?". Jesús entra en nuestra historia, viene en medio de nosotros, naciendo de María por obra de Dios, pero con la presencia de san José, el padre legal que lo protege y le enseña también su trabajo. Jesús nace y vive en una familia, en la Sagrada Familia, aprendiendo de san José el oficio de carpintero, en el taller de Nazaret, compartiendo con él el trabajo, la fatiga, la satisfacción y también las dificultades de cada día.
Esto nos remite a la dignidad y a la importancia del trabajo. El libro del Génesis narra que Dios creó al hombre y a la mujer confiándoles la tarea de llenar la tierra y dominarla, lo que no significa explotarla, sino cultivarla y protegerla, cuidar de ella con el propio trabajo. El trabajo forma parte del plan de amor de Dios; nosotros estamos llamados a cultivar y custodiar todos los bienes de la creación, y de este modo participamos en la obra de la creación. El trabajo es un elemento fundamental para la dignidad de una persona» (S.S. Francisco, 1 de mayo de 2013).

Reflexión

Es muy común preguntar a los niños pequeños: ¿qué quieres ser cuando seas grandes? Y para orgullo de los padres los niños responden: "quiero ser como mi papá". Si esta misma pregunta se la hiciéramos a Cristo durante su vida oculta en Nazaret, no cabe duda que respondería que Él sería lo que su Padre ha pensado para Él desde siempre. Prueba de ello es la respuesta que dio a su madre angustiada cuando se perdió en el templo: "pero no sabíais que debo ocuparme en las cosas de mi Padre", no debería haber motivo de preocupación por mi ausencia.

En nuestra vida como cristianos todos tenemos una misión muy concreta que realizar. Cristo desenrolló las escrituras (porque estaban en forma de pergaminos) y encontró justamente aquello que Dios Padre deseaba de Él. "Anunciar la Buena Nueva, proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor". Todo esto lo cumplió Jesús a lo largo de su vida terrena y aunque algunos se empeñaban en no abrir su corazón a las enseñanzas de Cristo, como es le caso de los escribas y fariseos. A pesar de su obstinada actitud Cristo no desmayó en su esfuerzo por predicarles la ley del amor.

Propósito

De la misma forma que Cristo predicaba las enseñanzas de su Padre nosotros también atrevámonos a predicar el evangelio sin temor ni vergüenza. Antes bien pidámosle confianza y valor para que nos haga auténticos defensores de nuestra fe.

Diálogo con Cristo

Padre Santo, ¿por qué tanta cerrazón y dureza de corazón? Tú siempre dispuesto a darme todo lo que me puede llevar a la santidad y yo pretendiendo ser el protagonista principal en vez de darte el lugar que te corresponde en mi vida. Gracias, Señor, por el don de mi fe que me lleva a reconocerte en el amor, en el ejercicio continuo de la caridad. Ayúdame a ser santo desde ahora para aprovechar, así, la fe que me has dado.

miércoles, 27 de agosto de 2014

¿Quiénes somos para quejarnos ante Dios?

Ocurre que de pronto piensas que Dios te ha olvidado. Te asedian tantos problemas y no los puedes comprender.
 
¿Quiénes somos para quejarnos ante Dios?
Ocurre que de pronto piensas que Dios te ha olvidado. Te asedian tantos problemas y no los puedes comprender. Quedas envuelto en un torbellino del que parece no existir una salida.

Recientemente pasé por algo parecido, y sentí una gran confusión. Procuraba estar tranquilo y confiar en Jesús.

Solía visitarlo en el Sagrario para quejarme... ¿Hasta cuando?...

Y oraba con el Salmo 6:

Señor, no me reprendas en tu ira, ni me castigues si estás enojado.
Ten compasión de mí que estoy sin fuerzas; sáname pues no puedo sostenerme.
Aquí estoy sumamente perturbado, tú, Señor, ¿hasta cuando?...
Vuélvete a mí, Señor, salva mi vida, y líbrame por tu gran compasión.


Sentía entonces como si una voz interior me dijera:
-Lee a Job.

-¿Job?- me dije extrañado.

Y fue lo que empecé a hacer, y lo que te recomiendo cuando no entiendas lo que te ocurre, y cuando sientas que no puedes más.

Mientras escribo, tengo frente a mí una Biblia. Está abierta en el libro de Job. Ahora se ha vuelto un amigo entrañable. Me ayudó a comprender las enseñanzas de Nuestro Señor. ¿Quiénes somos para quejarnos ante Dios? ¿Acaso pensamos ofrecer nuestros sufrimientos por la salvación de las almas? No somos dignos de nada. Todo es gracia de Dios. Job lo supo bien:

Reconozco que lo puedes todo, y que eres capaz de realizar todos tus proyectos. Hablé sin inteligencia de cosas que no conocía, de cosas extraordinarias, superiores a mí. Yo sólo te conocía de oídas; pero ahora te han visto mis ojos. Por eso retiro mis palabras y hago penitencia sobre el polvo y la ceniza.
(Job 42,2-6)

Comprendes de pronto lo pequeño e insignificante que eres ante la inmensidad y magnificencia de Dios.

Parece como si Dios mismo te llevara al límite, para probar tu fe, fortalecerla y hacerte comprender que sin él nada podemos.

Porque así como el oro se purifica en el fuego, así también los que agradan a Dios pasan por el crisol de la humillación. (Siracides 2,5)

A Él le agradan los hombres humildes, sencillos, rectos de corazón. Y nos enseña a ser como desea que seamos. 

¡Sepulcros blanqueados!

Mateo 23, 27-32. Tiempo Ordinario. Es peor aparentar bondad que ser malo. Porque del malvado nos protegemos, pero del otro... se cuela y engaña.
 
¡Sepulcros blanqueados!
Del santo Evangelio según san Mateo 23, 27-32


En aquellos días, dijo Jesús: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, pues sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia!
Así también vosotros, por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad. «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, porque edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos de los justos, y decís: "Si nosotros hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no habríamos tenido parte con ellos en la sangre de los profetas!" Con lo cual atestiguáis contra vosotros mismos que sois hijos de los que mataron a los profetas.¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres! 


Oración introductoria

¡Oh! Espíritu Santo, Espíritu de Verdad, dirige mi corazón para actuar siempre de cara a la verdad. ¡Oh! Espíritu de santidad, ven y renueva mi intención. Ven, Espíritu de amor, enséñame a orar.

Petición

Jesús, dame la gracia de buscar siempre la verdad.

Meditación del Papa Francisco

La mundanidad espiritual, que se esconde detrás de apariencias de religiosidad e incluso de amor a la Iglesia, es buscar, en lugar de la gloria del Señor, la gloria humana y el bienestar personal. Es lo que el Señor reprochaba a los fariseos: "¿Cómo es posible que creáis, vosotros que os glorificáis unos a otros y no os preocupáis por la gloria que sólo viene de Dios?". Es un modo sutil de buscar "sus propios intereses y no los de Cristo Jesús".
Toma muchas formas, de acuerdo con el tipo de personas y con los estamentos en los que se enquista. Por estar relacionada con el cuidado de la apariencia, no siempre se conecta con pecados públicos, y por fuera todo parece correcto. Pero, si invadiera la Iglesia, "sería infinitamente más desastrosa que cualquiera otra mundanidad simplemente moral".(S.S. Francisco, exhortación apostólica Evangelii gaudium, n. 93).

Reflexión

Un periodista escribió que admiraba la belleza de la Madre Teresa de Calcuta. ¿Qué belleza? ¡Si era una viejecita llena de arrugas, vestida igual que la gente humilde de la India, y con unas pobres sandalias en los pies! Seguro que el periodista hablaba de la belleza interior, que pasa más desapercibida, pero es mucho más hermosa.
Es una lástima que Jesús tuviera que decirles esas palabras tan fuertes a los fariseos. De hecho, Jesús acogía a los pecadores. Pero la hipocresía le ponía de mal humor.

Es peor aparentar la bondad que ser malo. Porque del malvado nos podemos proteger, pero del otro... se nos cuela y nos engaña.
Hay que llegar a transparentar lo que en realidad somos. Eso nos quita muchos dolores de cabeza. No es necesario esconderse en un coche de lujo para que los otros no descubran que somos gente sencilla. Ni tampoco presumir de las propias cualidades si no somos capaces de ponerlas al servicio de los demás.

La hipocresía también es una mentira de cara a Dios, porque Él nos ve tal como somos. A El no le podemos engañar. Y si somos poca cosa, ¿qué importa? Dios nos quiere así.

Diálogo con Cristo

Padre bueno, dame la gracia de salir de esta oración decidido a vivir siempre con autenticidad venciendo el miedo al qué dirán, la rutina o ley del menor esfuerzo, para aspirar a ser tu discípulo y misionero. Aumenta mi generosidad para aportar todas mis cualidades, mi ingenio e incluso mis recursos materiales para llevarte a los demás.

Propósito

Ante las dificultades del día de hoy, recitar la jaculatoria: Cristo, en Ti confío. 

martes, 26 de agosto de 2014

¿Podemos sacar "copias" de Jesucristo?
Tenemos permiso, autorización, y hasta mandato, de sacar cuantas más y mejores copias se puedan.
 
¿Podemos sacar

Uno de los fenómenos más comunes entre las personas que se aman es aquel que podríamos llamar mimetismo. O sea, el afán por asemejarse a la persona querida. Se le quiere imitar en todo: en la manera de pensar, de hablar, de expresarse, de actuar. Se tiende a hacer siempre lo mismo que ella.

Este hecho, comprobado tantas veces, tiene una aplicación muy grande en el orden espiritual de la fe.

Desde el momento que nuestra religión se centra en Jesucristo conocido, amado, vivido, todo el afán del cristiano es asemejarse lo más posible a Él. La ilusión más grande es salir una copia perfecta de Nuestro Señor Jesucristo.

De ahí ha nacido la expresión tan cristiana de la Imitación de Cristo, que ha dado incluso el título al libro mejor que ha nacido en el seno de la Iglesia.

Aquellos dos jóvenes artistas eran ciertamente muy ambiciosos, y se hicieron una apuesta: uno debía pintar la Mona Lisa de Vinci y el otro las Meninas de Velázquez, obras cumbres de la pintura universal. Las copias habrían de resultar tan fieles que fuera después imposible distinguirlas de los cuadros originales.

Otro estudiante ya había conseguido eso mismo en literatura: de tal manera imitó a Teresa de Ávila, que los miembros del jurado colegial hubieron de repasar las obras de la gran Doctora, para comprobar que el escrito del discípulo no había sido un plagio.

Esta nota curiosa de los tres muchachos atrevidos, los dos pintores y el literato, se convierte en un signo bello de la principal tarea cristiana.

¿Quién es un cristiano? La respuesta es clara si examinamos el plan de Dios, el cual nos eligió para ser en todo iguales a su Hijo, el Señor Jesucristo. San Pablo es en esto terminante:
- Pues, a los que había previsto, los eligió a ser copias exactas de la imagen que es el tipo, o modelo, su Hijo, Cristo Jesús.

Aquí observamos una diferencia esencial entre el concurso de Dios y los concursos artísticos en la sociedad.

En una exposición de pintura, de fotografía, de escultura..., en un certamen de literatura, de poesía..., en un desfile de modas..., no se admiten imitaciones. Quien es sorprendido en un plagio, no solamente es descalificado, sino acusado y multado por robo a la propiedad intelectual de otro. Las obras deben ser plenamente originales.

Esta es la razón de ser de esos avisos al pie de tantas publicaciones:
- Prohibida la reproducción total o parcial. Cualquier infracción será castigada según la ley.

En el concurso convocado por Dios ocurre todo lo contrario, porque en él no caben las originalidades.

El primer premio del certamen se lo llevará aquel que resulte la copia más fiel de Jesucristo, que es el tipo, la imagen, el modelo propuesto por Dios a toda la Humanidad redimida.

Tanto es así, que cuando Pablo les invita a los primeros cristianos a imitarle en todo lo bueno que hayan visto en su persona pues les dice: imitadme a mí, se encarga muy bien de añadir: como yo imito a Cristo. El prototipo no es Pablo, sino Jesucristo.

En los concursos de Dios, el aviso a los ladrones de copias sería muy diferente. Podría Dios formularlo de esta manera:
- Permiso, autorización, y hasta mandato, de sacar cuantas más y mejores copias se puedan. Grandes premios a las reproducciones más fieles...

Es el caso de los que llamamos Santos por antonomasia, los reconocidos y proclamados tales por la Iglesia, y venerados en los altares.

Son hombres y mujeres como nosotros, pero que fueron unos imitadores perfectos de Jesucristo.

Se puede recordar, por ejemplo, a un San Vicente de Paúl, el cual, ante cualquier cosa que había de hacer, se detenía unos instantes, y se preguntaba:
- ¿Qué haría Cristo aquí y ahora, en mi lugar?

Como es natural, Vicente resultó una copia perfecta del Señor.

Si somos buenos observadores cuando se nos dirige en la Iglesia la Palabra de Dios, habremos notado que la predicación de la Iglesia, notablemente mejorada en comparación de épocas pasadas, se dirige a esto: a presentarnos al Jesucristo del Evangelio como el único modelo a quien imitar.

¿La vida de familia? Como la de Jesús con su Madre y con José.
¿La oración? Como la de Jesús, constante, confiada, ininterrumpida.
¿El trabajo? Como el de Jesús por los campos y en el taller de Nazaret.
¿El trato con los demás, el amor, la comprensión? Como los de Jesús, de una exquisitez, delicadeza y elegancia como del Hombre más perfecto...

Esta tarea tan interesante y tan hermosa es de todos, y no de unos privilegiados.

El día en que nuestro trabajo, nuestra plegaria, nuestra relación con los demás y todo nuestro quehacer en la vida sean como los de Jesucristo y estén animados por sus mismos sentimientos, quedaríamos mejor clasificados como cristianos que los valientes alumnos de Teresa, de Vinci y de Velázquez como literatos o pintores.... 
Ay de vosotros, escribas y fariseos
Mateo 23, 23-26. Tiempo Ordinario. Jesús conoce las intenciones y por eso recuerda que la principal tarea es la del amor misericordioso.
 
Ay de vosotros, escribas y fariseos
Del santo Evangelio según san Mateo 23, 23-26

En aquel tiempo Jesús habló diciendo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del aneto y del comino, y descuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe! Esto es lo que había que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello! hipócritas, que purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de rapiña e intemperancia! ¡Fariseo ciego, purifica primero por dentro la copa, para que también por fuera quede pura!

Oración introductoria

Oh, Espíritu Santo, Espíritu de Verdad, limpia mi conciencia para que pueda convivir permanente con tu gracia, te lo pido por intercesión de la Inmaculada Virgen María que supo actuar siempre de cara a la verdad.

Petición

Jesús, ayúdame a vivir según esta regla: «Es bueno lo que me ayuda a cumplir la voluntad de Dios, y malo lo que me estorba».

Meditación del Papa Francisco

¡Estamos en el camino de la santificación, aunque hay que tomarlo en serio! Debemos hacer las obras de justicia, obras simples: adorar a Dios: ¡Dios es el primero siempre! Y luego hacer lo que Jesús nos aconseja: ayudar a los demás. Estas obras son las obras que Jesús hizo en su vida: obras de justicia, obras de re-creación.
Cuando damos de comer a un hambriento, volvemos a crear en él la esperanza. Y así, con los otros. Si aceptamos la fe y luego no la vivimos, somos cristianos solo de memoria.
Sin esta conciencia del antes y del después ¡nuestro cristianismo no le sirve a nadie! Y más aún: va en el camino de la hipocresía. "¡Me llamo cristiano, pero vivo como un pagano!". A veces decimos "cristianos a medias", que no toman esto en serio. Somos santos, justificados, santificados por la sangre de Cristo: asumir esta santificación y llevarla adelante ¡Pero no se toma en serio! Cristianos tibios: "Pero, sí, sí; pero..., no, no". Así como decían nuestras madres: "cristianos de agua de rosas, no" Un poco así... Un poco de pintura de cristiano, un poco de pintura de catequesis... Pero en el interior no hay una verdadera conversión. (Cf. S.S. Francisco, 24 de octubre de 2013, homilía en Santa Marta).

Reflexión

Jesús se irrita con los escribas y fariseos porque no ponen en práctica los dictámenes más importantes de la ley: la justicia, la misericordia, la fidelidad, la comprensión.

Como jefes espirituales del pueblo judío parece que han hecho de la religión un "club" en el que sólo tienen acceso unos cuantos hombres instruidos y elegidos entre ellos, mientras que el resto del pueblo forman parte de la plebe ignorante.

Jesús conocía sus intenciones y por eso les recuerda que su principal tarea es la del amor misericordioso y la de la fidelidad del testimonio. ¿Cuántas veces en nuestra vida puede sucedernos algo similar, en donde siendo los líderes espirituales de una familia, de un grupo de amigos, convertimos la fe en un conjunto de leyes que los demás deben cumplir pero que no les ayudamos a vivir mejor su fe con nuestro testimonio en el amor?

No olvidemos que es el amor lo que da sentido a toda nuestra vida y que sin él, como dijo san Pablo "no somos nada". Saquemos de este evangelio la lección del amor y compresión a los demás y busquemos hacer un acto de caridad o un favor a quien sea.

Propósito

Buscar «ser» más y mejor persona, en vez de hacer cosas para «parecer» buen cristiano.

Diálogo con Cristo 

Oh, Espíritu de santidad, ven y renueva mi corazón en esta oración. Ven, Espíritu de amor, de paz, y enséñame a ser auténtico y coherente con mi fe para llegar a ser benevolente, lleno siempre de amor y comprensión con todos, especialmente con los más cercanos. Ayúdame a corresponderte con un amor fiel, verdadero y apasionado. 

miércoles, 30 de julio de 2014

Encontrar el Reino de los Cielos, gran alegría

Mateo 13, 44–46. Tiempo Ordinario. Quien encuentra en Dios su tesoro, hace todo por "comprar" el cielo y le pide a Dios no perderlo.
 
Encontrar el Reino de los Cielos, gran alegría

Del santo Evangelio según san Mateo 13, 44-46


El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.

Oración Introductoria

Dulce Huésped del alma, Espíritu Santo, ven a visitar mi corazón para que me ayudes a encontrar los verdaderos tesoros por los cuales vale la pena dejarlo todo. Hazme digno depositario de tus dones e ilumina mi mente y entendimiento para escuchar tus palabras en este momento de oración en el que vengo humildemente a pedirte tu ayuda. Santifica mi vida para ayudar a otros a encontrarte.

Petición

Corazón de Jesús lleno de bondad, llena mi corazón de amor por ti y por los demás. Concédeme conocerte para amarte y poseerte como mi único tesoro. Hazme instrumento de tu amor para que todos se beneficien de las riquezas de tu gracia.

Meditación del Papa Francisco

El amor es la mayor fuerza de transformación de la realidad, porque derriba los muros del egoísmo y colma las fosas que nos tienen alejados a unos de otros. Y esto es el amor que viene de un corazón cambiado, de un corazón de piedra que es transformado en un corazón de carne, un corazón humano. Y esto lo hace la gracia, la gracia de Jesucristo que todos nosotros hemos recibido.
¿Alguno de vosotros sabe cuánto cuesta la gracia? ¿Dónde se vende la gracia? ¿Dónde puedo comprar la gracia? Nadie sabe decirlo: no. ¿Voy a comprarla a la secretaria parroquial? ¿A lo mejor ella vende la gracia? ¿Algún sacerdote vende la gracia? Oíd bien esto: la gracia no se compra ni se vende; es un regalo de Dios en Jesucristo. Jesucristo nos da la gracia. Es el único que nos da la gracia. Es un regalo: nos lo ofrece a nosotros. Tomémosla. Es bello esto. El amor de Jesús es así: nos da la gracia gratuitamente, gratuitamente. Y nosotros debemos darla a los hermanos, a las hermanas, gratuitamente. (S.S. Francisco, 17 de junio de 2013)

Reflexión 

Es más fácil adiestrarnos en los negocios del mundo que en los "negocios" espirituales. Los primeros los medimos con ganancias materiales y tangibles, mientras que los segundos sólo los medimos con la fe y el amor. Esto no significa que sea difícil encontrar las riquezas de la vida espiritual, más bien quiere decir que si nosotros no podemos, hay que asesorarnos con quienes conocen este mundo de negocios de la eternidad. Dios nos ha dado muchos medios para poder encontrarlo a Él: la Palabra de Dios en las Sagradas Escrituras, la Santísima Virgen, los sacerdotes, los santos, los ángeles y tantas personas de buena voluntad que viven una vida ejemplar.

Las comparaciones que nos pone el Señor con su Reino, las entendemos con facilidad, porque conocemos lo que vale un cofre lleno de monedas de oro o una perla de valor incalculable, aunque nunca las hayamos tenido en las manos físicamente. Para nosotros debe haber sólo una perla, como le expresa el pasaje, pues no son varias porque disminuiría su valor. Nuestra única perla preciosa es Cristo, y quien lo posee conoce su valor. Quienes no lo conocen a Él, tampoco saben cuál es nuestro tesoro por el cual podemos llegar a dar la vida, como lo han hecho los mártires, los santos.

También hay quienes encuentran el campo donde está el tesoro, venden todo y luego lo compran. Ellos son los que eligen la vida religiosa, consagrada o sacerdotal; ellos dejan todo con tal de poseer las praderas donde está el Tesoro. Estas praderas son donde llegan a reposar y a descansar porque Cristo, el Buen Pastor y Único Tesoro, nos hace valorar las cosas en su justo precio. Cuando Jesús se convierte en nuestro único tesoro, también Él nos esmalta con las bellas joyas de la fe, de la esperanza, de la gracia, de las virtudes y del amor.

En un bello himno se lee que un apóstol no es apóstol si no es también un mensajero. Este tesoro que descubrimos lo será más en la medida en la que lo hagamos descubrir a los demás. Es curioso pensar que cuando encontramos a Dios, se transforma en la joya invaluable que nadie nos puede quitar si la cuidamos bien, y al mismo tiempo podemos hacer que otros lo encuentren, pero nunca podremos hacer que otros lo aprecien como lo único que vale si ellos mismos no lo valoran así. Esta es la experiencia de Dios en la vida espiritual, de la que más necesitamos conforme más la vamos conociendo y gustando.

Santa Teresita del Niño Jesús tiene una frase que encierra bien esta experiencia: «Jesús, dulzura inefable, convertidme en amargura todos los goces de este mundo». Quien encuentra este tesoro, sólo le pide a Dios no perderlo. Una sola es la Verdad, uno sólo el Camino, y una sola es la Vida, todo lo demás que hemos recibido de Dios en este mundo, no es malo, al contrario, pues si hubiera sido algo malo Él nunca nos lo habría dado. Pero las personas, las cosas, lo material está subordinado al único valor que está expresado en el primer mandamiento de la ley de Dios: amar a Dios sobre todas las cosas. En esta relación, lo demás será un don y una oportunidad para alabar y agradecer a Dios.

Propósito

Haré cinco minutos de oración para agradecer a Dios todas las personas, experiencias y cosas que me ha dado y permitido en mi vida y le pediré que lo descubra a Él como mi único Tesoro.

Diálogo con Cristo

Señor, Bondad infinita, yo te alabo y te doy gracias por haberme creado, por haberme permitido acercarme una vez más a ti y conocerte un poco más. Mira mi indigencia, mira mi pobreza y socórreme Tú. No permitas que mi corazón se llene de las cosas que tienen un valor efímero, de las caducas y pasajeras, y sobre todo de las que me vacían el alma y me apartan de ti. Vacíame de mí mismo y de mis egoísmos, para que sólo Tú me puedas llenar el alma y las ansias de felicidad y eternidad. Que tu Eucaristía sea mi prenda de eternidad para ganarme el cielo y los tesoros que nos has prometido. Amén.


Jesús es el verdadero y único tesoro que nosotros tenemos para dar a la humanidad. De él sienten profunda nostalgia los hombres y las mujeres de nuestro tiempo, incluso cuando parecen ignorarlo o rechazarlo. De él tienen gran necesidad la sociedad en que vivimos, Europa y todo el mundo.
Benedicto XVI, Gruta de Lourdes de los Jardines Vaticanos
31 de mayo de 2010 

domingo, 27 de julio de 2014

Como un tesoro escondido...

Mateo 13, 44-52. Tiempo Ordinario. Vende todo lo que tienes, aquello que te impida acercarte a Cristo.
 
Como un tesoro escondido...
Del santo Evangelio según san Mateo 13, 44-52

«El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel.» «También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas, y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra. «También es semejante el Reino de los Cielos a una red que se echa en el mar y recoge peces de todas clases; y cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan, y recogen en cestos los buenos y tiran los malos. Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. «¿Habéis entendido todo esto?» Dícenle: «Sí.» Y él les dijo: «Así, todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo.» 

Oración introductoria

Señor Dios, protector de los que en Ti confían, sin Ti nada es fuerte, ni santo; multiplica en mí tu misericordia para que, bajo tu dirección, me sirva hoy de los bienes pasajeros para alcanzar los bienes eternos que nos has prometido.

Petición

Padre bueno, que nada ni nadie sea más importante en mi vida que el cumplir tu voluntad para gloria de tu Reino.

Meditación del Papa Francisco

Pero alguno puede decirme: Padre, pero yo trabajo, tengo familia, para mí la realidad más importante es sacar adelante mi familia, el trabajo. Cierto, es verdad, es importante ¿pero cuál es la fuerza que mantiene unida la familia? Es precisamente el amor, ¿y quién siembra el amor en nuestros corazones? Dios, el amor de Dios. Es precisamente el amor de Dios que da sentido a los pequeños compromisos cotidianos y también ayuda a afrontar las grandes pruebas.
Esto es el verdadero tesoro del hombre. Ir adelante en la vida con amor, con ese amor que el Señor ha sembrado en el corazón, con el amor de Dios. Y esto es el verdadero tesoro. Pero, ¿el amor de Dios qué es? No es algo vago, un sentimiento genérico; el amor de Dios tiene un nombre y un rostro: Jesucristo. Jesús. (S.S. Francisco, 11 de agosto de 2013). 

Reflexión

En una ocasión, un gran rey cruzaba el desierto. Lo seguían sus ministros. De pronto, uno de los camellos se desplomó a tierra y se rompió el baúl que cargaba en su joroba. Una lluvia de joyas, perlas preciosas y diamantes se desparramó sobre la ardiente arena. El rey dijo a sus ministros:

– "Señores, yo sigo adelante. Ustedes, si quieren, pueden quedarse aquí. Todo lo que recojan, será suyo". Y continuó su viaje sin parpadear, pensando que ya nadie lo seguiría. Al cabo de un rato, se da cuenta de que alguien viene detrás de él. Vuelve la mirada hacia atrás y ve que es uno de sus ministros. El rey le pregunta:

– "¿Qué no te importan las perlas y diamantes de tu rey? Podrías ser rico toda tu vida..."

Y el ministro replica:

– "Me importa más mi rey que todas las perlas de mi rey".

Esta bella historia del poeta persa Firdusi podríamos aplicarla perfectamente al Evangelio que hoy nos ofrece el Señor para nuestra meditación: "El Reino de los cielos –nos dice– se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder, y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra aquel campo".

Entre ambos relatos hay algunas diferencias: en la primera narración el ministro "deja" los tesoros de su amo; mientras que en la segunda, el hombre de la parábola "compra" el campo para adquirir el tesoro que ha encontrado. Parecería, según esto, que ambas narraciones resultan contrapuestas entre sí. Pero, no obstante estas variantes, el contenido de fondo es bastante semejante. Trataré de explicarme.

Lo que nuestro Señor quiere resaltar con la parábola del tesoro escondido –como también con la otra parábola que viene a continuación, la del mercader de perlas finas– no es tanto el objeto material del tesoro escondido, sino la decisión fundamental de estos dos hombres de dejar todo para llegar a poseer ese tesoro de incalculable valor que han encontrado. “Va a vender todo lo que tiene –nos dice Cristo– para comprar aquel campo”. Este es el mensaje esencial de la parábola: vender todo para poder comprar todo. Aquí está precisamente el punto de convergencia con el cuento persa: también el ministro deja sus perlas para quedarse con lo verdaderamente importante, que es su rey.

A la luz de esta última historia comprendemos que el tesoro escondido de nuestra parábola no es algo material, sino que es Cristo mismo, nuestro Rey supremo: importa infinitamente más el Señor de las cosas que las cosas del Señor. En efecto, todos los teólogos y biblistas católicos afirman con unanimidad que el Reino de los cielos del que Cristo nos está hablando en estas parábolas es ÉL mismo. El centro de su mensaje es su Persona. ¡Él es el único y verdadero tesoro de nuestro corazón!

Bernal Díaz del Castillo, en su "Historia de la conquista de la Nueva España", nos narra que el capitán Hernán Cortés, cuando desembarcó con sus hombres y puso pie en el continente americano, quemó todas las naves. El mensaje era clarísimo: había que acabar con todo lo que significara una huida, un retorno al pasado o la posibilidad de una marcha atrás. No había escapatorias. La única opción posible era ir hacia adelante.

Es el mismo mensaje que Cristo nos da en el Evangelio de hoy: no hay marcha atrás. Hay que "quemar" todo, "vender" todo para comprar ese tesoro escondido. Desafortunadamente, hoy en día son muy pocos los cristianos que están dispuestos a "quemar" las naves de sus seguridades personales o a "vender" todas sus posesiones con tal de alcanzar a Cristo.

¡Cuántos hoy en día se llaman "buenos cristianos", pero siguen aferrados como lapas a su propio egoísmo y vanidad, y no quieren prescindir de sus frenéticos apegos a las riquezas, a las comodidades, a la vida fácil y a los placeres mundanos! Es mil veces más sencillo arrancar una concha o un erizo de un acantilado marino que mover su voluntad de sus apegos desordenados. Y lo peor de todo es que muchas veces estas cosas conducen al hombre al pecado, no porque sean malas en sí mismas, sino porque es tal la ambición con la que se vive que le impiden acercarse a Dios y abrir el alma a su gracia redentora.

Es ésta la lógica "paradójica" del Evangelio: llorar para reír, sufrir para ser feliz, dejar que te persigan para entrar en el Reino de los cielos, morir para vivir, vender todo para poseerlo todo... ¡Así es el Evangelio: una paradoja que conduce a la felicidad y a la vida eterna! San Pablo, que bien sabía de estas cosas, y no por oídas sino por experiencia personal, así lo expresa: "lo que tenía por ganancia, lo considero ahora por Cristo como pérdida, y aun todo lo tengo por pérdida a causa del sublime conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por cuyo amor todo lo sacrifiqué y lo tengo por basura con tal de ganar a Cristo" (Fil 3, 7-8). Ésta es la ley cristiana del "perder todo para ganarlo todo"."El que pierda su vida por mí, la encontrará".

Hoy Cristo también está hablando con el mismo amor a tu alma. No le cierres tus entrañas. Escúchalo. Déjalo entrar en tu corazón y dale una respuesta pronta y generosa. No tengas miedo. Él está contigo y te da las fuerzas necesarias para responder con amor a su llamada.

Propósito

¿Qué es lo que tú tienes que vender? ¡Ve, pues, lleno de alegría, a vender todo lo que tienes –aquello que te impida acercarte a Cristo– y compra ese campo que esconde el maravilloso tesoro, que es Jesucristo mismo! 

El equipaje que va conmigo

Una vez que te das cuenta de lo que llevas, comienza la labor de desapego, desprendimiento.
 
El equipaje que va conmigo
Cuando tu vida empieza, tienes apenas una maleta pequeña de mano, y unos cuantos juguetes que cuidas como lo más importante, efectivamente la vida para ti en esos momentos es un simple juego, juegas a ser bombero, policía, enfermera, mamá o papá, a medida en que los años van pasando, el equipaje va aumentando porque existen muchas cosas que recoges por el camino; personas, acontecimientos, sentimientos, situaciones agradables y no tanto, todas ellas en su momento las has considerado importantes y has determinado llevártelas contigo, pero en un determinado punto del camino comienzas a sentir el peso de tu carga, lo que llevas en tu corazón comienza a ser demasiado pesado, son tantas las cosas que llevas dentro de tu equipaje que se convierte en algo demasiado pesado, que ya no lo puedes llevar solo.


La elección está en tus manos, puedes escoger permanecer sentado a la vera del camino, esperando que alguien te ayude, lo que es difícil, pues todos los que pasan por allí ya traen su propio equipaje. Puedes pasar la vida entera esperando o puedes disminuir el peso, eliminando lo que no te sirva. La pregunta que nos queda por hacer es, ¿qué tirar?, decisión no fácil de tomar, son tantas cosas, tantas impresiones, tantas alegrías y tantos desencantos, todo revuelto y desordenado, por eso es difícil elegir.


Primero empieza tirando todo hacia fuera, y ve con detenimiento lo que tienes dentro, allí encontrarás, momentos maravillosos en donde percibirás valores eternos como la amistad, el amor, la comprensión, el perdón, la honestidad, la sinceridad, cosas buenas que has hecho y te han llenado de satisfacción y paz, de esto tienes muchísimo !es curioso, esto no pesa nada, al contrario se lleva con alegría y satisfacción!


Tienes otros pesos, estos sí que pesan, ellos hacen que pagues sobre peso, en cada estación o etapa de tu vida. Hasta la fecha has hecho un gran esfuerzo para tirarlos, no quisieras llevarlos, pero ahí te encuentras cargando kilos de rabia, rencores, resentimientos, dudas, fracasos, miedos, mentirillas e incomprensiones, vaya cómo pesan. Una vez que te das cuenta de lo que llevas, comienza la labor de desapego, desprendimiento, al fin te has convencido, llevarlos solo causan tristeza y dolor, por eso te decides a lanzarlos fuera, sin embargo, es ley de vida que no desaparezcan a la primera, el trabajo es arduo y a lo largo de muchos años, pues los has traído durante mucho tiempo contigo, así parece que renace en nuestra vida el cansancio, el miedo de no soltarlos y con ellos el pesimismo. En este momento, el desanimo casi te empuja hacia dentro de la maleta, pero tu empujas hacia fuera con todas tus fuerzas, y en ese esfuerzo por dejarlos fuera aparece una SONRISA, que estaba sofocada en el fondo de tu equipaje, sacas otra sonrisa y otra más, y entonces sale la FELICIDAD, porque comienzas a liberarte de aquello que te ha hecho tanto mal. Coloca tus manos dentro de la maleta y saca la TRISTEZA, las decepciones y la soledad que has dejado entrar en tu vida.

No olvides dejar la PACIENCIA dentro de tu equipaje, la necesitarás toda tu vida, también tendrás que dejar dentro de ella: la bondad, la sencillez, la fuerza, la esperanza, el coraje, el entusiasmo, el equilibrio, la responsabilidad, la tolerancia, el buen humor, y en todas ellas EL AMOR. 

Tira la PREOCUPACIÓN o déjala de lado, después piensa que hacer con ella. Como puedes ver tu equipaje está listo, está para ser usado de nuevo, qué paz se siente caminar sin tanto peso, qué liviana se hace la vida con una maleta sin tanta carga, era necesario hacer este inventario y dejar de lado todo aquello que hasta el día de hoy ha significado para ti un peso extra.


¡¡¡Piensa bien en lo que vas a colocar dentro!!! Nadie la va a llevar por tí. Y no te olvides de hacer esto muchas veces... Pues el camino es MUY, MUY LARGO. Dios ahí está presente para que le entregues todo eso, en un acto de reconocimiento, humildad, petición de perdón, y sientas su mano que te bendice y te perdona, con esas palabras mágicas que salen de la boca del Sacerdote… Y YO TE ABSUELVO DE TUS PECADOS… es decir deja todo ese peso, aquí junto a Dios..

martes, 8 de julio de 2014

"Venid, benditos de mi Padre"


La palabra más bella que pueda Dios decirte es: "Venid" La invitación personal a acercarnos sin temor a Él. 


Venid, benditos de mí Padre, a tomar posesión del Reino de los Cielos.

Las palabras más bellas que pueda Dios decir a una criatura son ésas: Venid: la invitación personal a acercarnos sin temor; venid a mi mesa, venid a mi huerto, entrad en mi amistad.

Benditos de mí Padre: Tener la bendición de Dios en la vida es la máxima seguridad, porque esa bendición transforma tu vida entera en una amorosa felicidad.

A tomar posesión del Reino de los Cielos: Te daré la mitad de mi Reino, te doy mi Reino, se nos dice aquí; el Reino de Dios, ¡qué grande es, qué hermoso es, qué tuyo es! Aquí tienes la llave, pequeño príncipe del gran Reino. Te sonaba muy exigente el precio, porque te hablaban de cruz y renuncia, y ahora que eres dueño del castillo, ¿qué opinas? ¿Barato, muy caro, inefable? "Juego de niños", dijo uno del precio, cuando se lo mostraron, aunque lo maltrataron como a un mártir, y apostó por ese Reino; nadie se lo pudo arrebatar.

¿Por qué luchas en la vida? ¿Por qué te matas y trabajas y oras? ¡Qué rico eres y qué rico vas a ser, cuando te entreguen las llaves de un Reino eterno! Tienes que saber esperar y luchar y morir por ese Reino.

Tienes que estar en pie de lucha, debes funcionar con metas, estar hecho de urdimbre de guerrero.

Disfruta de la lucha también en las artes de la paz, y pelea por la santidad lo mismo que por ganar almas para Dios.

La vida bien entendida es lucha, aventura apasionante, en la que se debe escalar la alta cima con lo mejor del propio esfuerzo, con todo lo que dé el alma y las uñas y el corazón.

En marcha pues, luchador; ármate de valor y fuego, de hambre de Dios y de cumbres: las cumbres te esperan.

Dios te dice desde arriba: Te espero, te he esperado muchos siglos; aquí te quiero ver, herido, rasguñado, enflaquecido por el esfuerzo, pero entero el corazón, para darte el eterno abrazo de la victoria. En marcha, luchador, te esperan las cumbres.

Has caído en mil batallas y ésa es la brecha abierta en tus murallas, pero hoy es tu fe más grande que todas las derrotas sufridas, y debes surgir de tus cenizas como el Ave Fénix.

¿Puedes? Si crees, puedes, apoyado en el Dios de los ejércitos.

Curación de un mudo


Mateo 9, 32-38. Tiempo Ordinario. Cristo no se olvida de nosotros, Él desea seguir curando enfermos pero "le faltan" pies y manos. 

Del santo Evangelio según san Mateo 9, 32-38 


Salían ellos todavía, cuando le presentaron un mudo endemoniado. Y expulsado el demonio, rompió a hablar el mudo. Y la gente, admirada, decía: Jamás se vio cosa igual en Israel. Pero los fariseos decían: «Por el Príncipe de los demonios expulsa a los demonios. Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, reclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban cansados y abatidos como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies.

Oración introductoria

Jesús, me postro ante tu presencia con la seguridad de tu amor. Tu gracia puede moldear mi corazón, curarlo de esas debilidades que me alejan de tu amor. Compadecete de mí, soy tu oveja descarriada que te busca en esta oración.

Petición

Señor, sé que la mies es mucha y los trabajadores pocos. ¡Hazme un obrero de tu mies!

Meditación del Papa Francisco

Estas palabras nos sorprenden, porque todos sabemos que primero es necesario arar, sembrar y cultivar para poder luego, a su debido tiempo, cosechar una mies abundante. Jesús, en cambio, afirma que "la mies es abundante". ¿Pero quién ha trabajado para que el resultado fuese así? La respuesta es una sola: Dios. Evidentemente el campo del cual habla Jesús es la humanidad, somos nosotros. Y la acción eficaz que es causa del "mucho fruto" es la gracia de Dios, la comunión con él. Por tanto, la oración que Jesús pide a la Iglesia se refiere a la petición de incrementar el número de quienes están al servicio de su Reino.[...]
Así, primero nace dentro de nuestro corazón el asombro por una mies abundante que sólo Dios puede dar; luego, la gratitud por un amor que siempre nos precede; por último, la adoración por la obra que él ha hecho y que requiere nuestro libre compromiso de actuar con él y por él» (S.S. Francisco, 16 de enero de 2014, Mensaje del Santo Padre para la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones).

Reflexión

Después de que expulsó al demonio, comenzó a hablar el mudo. Así sucede con nuestra alma: aspira dones espirituales muy elevados y nosotros la tenemos callada con un demonio que le impide hablar todas las cosas buenas de Dios. Este demonio seguramente es nuestro orgullo y soberbia que nos mantiene tan irreconciliables con Dios como lo pudiesen estar la noche y el día al mismo tiempo. Sin embargo, para superar estos obstáculos que nos impiden ser santos sólo nos queda la esperanza de ser curados por Cristo. Sólo con su presencia permitiremos dejar hablar a nuestra alma todas esas palabras bellas que quiere transmitir de Dios, del perdón, del consuelo, del amor, de la paz.

Hoy día Cristo no se olvida de nosotros. Él desea seguir curando enfermos y expulsando demonios, pero "le faltan" pies y manos, "le faltan" corazones y bocas, "le falta" la fuerza corporal de la juventud para que todos queden sanos. Podría permitir que el mundo se convirtiese en un instante pero no lo hace por respeto a nuestra libertad, el don más grande después de nuestra fe.

Qué hermosa lección sacaríamos de este evangelio si nos diésemos cuenta de esta compasión que siente Jesucristo por nosotros. Compasión de ver a tantas ovejas sin pastor y que sienten la necesidad de recibir la salud pero que no pueden por falta de esos pastores entregados y generosos. Pidamos a Cristo que nos envíe hombres y mujeres que no teman dar su vida para seguir a Cristo incondicionalmente.

Propósito

Organizar mi tiempo para participar, en una Hora Eucarística por las vocaciones.

Diálogo con Cristo

Acéptame, Jesús, como uno de los tuyos, como un fiel seguidor dispuesto a todo por tu Reino. 

domingo, 6 de julio de 2014

¿Padeces estrés o depresión?


Mateo 11, 25-30. Tiempo Ordinario. Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados y Yo los aliviaré. 

Del santo Evangelio según san Mateo 11, 25-30 

En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».

Oración preparatoria

Señor Dios, que por medio de la humildad y la sencillez de la fe encontramos nuestra verdadera paz.

Petición 

Señor, ayúdame a poner a un lado todas mis distracciones, todo aquello que me separe de Ti.

Meditación del Papa Francisco

Como tantos peregrinos, también yo he venido para dar gracias al Padre por todo lo que ha querido revelar a uno de estos "pequeños" de los que habla el evangelio: Francisco, hijo de un rico comerciante de Asís. El encuentro con Jesús lo llevó a despojarse de una vida cómoda y superficial, para abrazar "la señora pobreza" y vivir como verdadero hijo del Padre que está en los cielos. Esta elección de san Francisco representaba un modo radical de imitar a Cristo, de revestirse de Aquel que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza. [...]
En el evangelio hemos escuchado estas palabras: "Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón". Ésta es la segunda cosa que Francisco nos atestigua: quien sigue a Cristo, recibe la verdadera paz, aquella que sólo él, y no el mundo, nos puede dar. (S.S. Francisco, 4 de octubre de 2013). 

Reflexión

Un gran porcentaje de la gente de las grandes ciudades padece un fuerte estrés, y que otras personas llegan incluso a sufrir hondas depresiones emocionales. ¡Es tan intenso y acelerado el ritmo del hombre de hoy que a veces no se reserva tiempo ni para sus necesidades más elementales: para comer, descansar o convivir con la propia familia! Como es obvio, muchas son las causas de estos problemas, pero no voy a entrar ahora en detalles, pues el tema de esta reflexión es otro. Por ahora sólo me limito a constatar el hecho. Lo que sí es muy lamentable es que muchas veces también Dios pasa a un segundo, tercer o décimo lugar en nuestra vida... Y así no es de extrañar que andemos como andamos: sin sentido, sin rumbo fijo, sin paz ni serenidad interior.

Hoy en día es cada vez más común que muchísimas personas, ante cualquier pequeño problema de la índole que sea, acudan al psicólogo o al psiquiatra como si éste fuera el mago Merlín, el genio de la lámpara maravillosa o el dueño de la piedra filosofal y de todas las panaceas. No digo yo que esté mal. En ocasiones éstos pueden prestar valiosos apoyos. Pero hace varias décadas, nuestros padres y abuelos preferían acudír al sacerdote a pedir un consejo, a la confesión sacramental o a la oración. Y, a juzgar por las opciones de tantos hombres y mujeres de hoy, parecería que el sacerdote ya "ha pasado de moda"....

Bueno, el caso es que, cuando una persona sufre estrés o ansiedad y acude a su médico, éste suele recetarle un medicamento llamado "paxil". Por lo visto, es un buen analgésico, pero en ocasiones esta droga produce también efectos negativos; por ejemplo, hace que las personas sientan un profundo letargo, debilidad y náuseas, que no tengan fuerzas para nada y les resulte sumamente penoso mantener su atención en sus normales actividades cotidianas. Y es que, lo que realmente necesita la gente no es tanto "paxil" sino la "pax" del corazón, es decir la paz profunda del alma.

En el Evangelio de hoy nuestro Señor sale una vez más al paso de nuestras necesidades más íntimas y personales: "Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados -nos dice- y yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas". ¡Qué palabras tan confortantes y consoladoras! ¡La verdadera paz del corazón! Eso es justamente lo que necesitamos, pues todos nos sentimos a veces cansados, agobiados y deprimidos. Y sólo Cristo puede curarnos.

Pero, ¿cómo es posible que éste sea el medicamento que realmente necesitamos? Pues sí. Verás. La medicina y la psicología moderna reconocen hoy el valor terapéutico de la humildad. El prestigioso psicólogo Carl Jung dice en un libro suyo que todos los pacientes que se habían dirigido a él sufrían por algo que se podría definir "falta de humildad", y que no curaban sino hasta el momento en que tomaban una actitud de respeto y de aceptación de una realidad más grande que ellos, es decir, una actitud de humildad.

¡Cuántas veces la causa de nuestras angustias, problemas, temores y desalientos somos nosotros mismos! Yo diría que ésta es siempre la verdadera causa de nuestros sufrimientos íntimos: la falta de humildad, que es autosuficiencia, orgullo, deseo de poder y del aprecio de los demás; o, simplemente, el no querer aceptar nuestra debilidad, nuestra fragilidad y los propios límites. Todos queremos sentirnos fuertes, poderosos, capaces y, sobre todo, nos gusta dar esa imagen de nosotros mismos a los demás. Y, cuando experimentamos ese sentimiento de debilidad que no aceptamos, es cuando nos viene toda esa agonía y esa tormenta interior que no nos permite ser lo que realmente somos. Sufrimos, nos rebelamos, agonizamos, pero no damos el brazo a torcer. Ésta es, tristemente, la cultura en la que hemos nacido y vivimos: no manifestar nunca nuestra debilidad. Y si a esto se suma cierto "machismo" en el que hemos sido educados, las cosas se complican todavía más. De ahí viene todo ese deseo de aparentar que somos los "duros" y que no nos "ablandamos" ante los golpes de la vida. Por eso nos da tanta vergüenza, por ejemplo, llorar en público y nos resistimos tanto a mostrar nuestros sentimientos a los demás: porque creemos que esa es una debilidad.

Y, sin embargo, Cristo hoy nos invita a aceptar nuestra flaqueza, nuestras enfermedades, debilidades y miserias; a reconocer nuestros propios límites, cansancios, agobios y desconsuelos. Y, sobre todo, una vez que reconocemos nuestra condición de creaturas profundamente necesitadas, quiere que nos acerquemos a Él: "Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados" -nos dice-, y Él nos acogerá así como somos: inermes y frágiles, pero desnudos ya de falsas caretas y de disfraces. Y entonces sí, "Yo os aliviaré", porque Él es el verdadero Médico de nuestras almas.

También san Pablo lo experimentó en primera persona: "Muy gustosamente continuaré gloriándome en mis debilidades... y me complazco en las enfermedades, en los oprobios, en las necesidades, en las persecuciones, en los aprietos, por Cristo; pues cuando parezco débil, entonces es cuando soy fuerte" (II Cor 12, 9-10).

Nuestra fortaleza es Cristo y sólo la experimentamos cuando aceptamos nuestra debilidad para dejarnos consolar y ayudar por Él. Sólo quien reconoce su necesidad de Dios está preparado para recibirlo a Él dentro de su corazón. Y sólo cuando nos decidimos a ceder, agachamos la cabeza y doblegamos las rodillas de nuestra alma ante el Señor es cuando comenzamos a encontrar la solución a todos nuestros problemas.

Un filósofo y literato español del siglo pasado, Miguel de Unamuno, de un temperamento ardiente y apasionado, muy combativo y enérgico, padeció dramáticos conflictos interiores y tremendas agonías en su fe precisamente por no querer aceptar con humildad y sencillez esta realidad de su condición. Y cuando al fin, reconocía su debilidad, bellamente lo expresaba con estos versos: Agranda la puerta, Padre/ porque no puedo pasar;/ la hiciste para niños,/ y yo he crecido a mi pesar./ Si no me la agrandas,/ achícame a mí, por piedad;/ vuélveme a la edad bendita/ en la que vivir es soñar./ Gracias, Padre, que ya siento/ que se va mi pubertad;/ vuelvo a los años rosados/ en los que era niño, y nada más.

Sí, en la humildad y en la sencillez de la fe encontramos nuestra verdadera paz."Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas". Cristo nos lo prometió y Él es fiel a sus promesas. Ese descanso para nuestra alma es la paz del niño que duerme, plácido, en los brazos de su madre o de su padre. Y al niño no le da vergüenza sentirse débil y pequeño. Allí está su fortaleza y su seguridad. ¿De qué le serviría al niño un alarde de fuerza ante un lobo o un león? Sería para su propia ruina. Sólo si aceptamos ser como niños ante nuestro Padre del cielo llegaremos a buen puerto. "Hazme humilde, hazme pequeño y así no me perderé" leí en una ocasión. Esta humildad de los niños nos lleva a un total abandono, filial y confiado en los brazos de Dios, a pesar de todos los problemas. Por eso, no en vano Cristo nos dijo que "si no nos hacemos como niños, no entraremos en el Reino de los cielos".

sábado, 5 de julio de 2014

María, dichosa la que ha creído


El cristiano es, como María, hombre de fe y por eso es dichoso. La fe nos da la clave de la felicidad, de esa plenitud de una existencia. 


La Virgen María realiza de la manera más perfecta la obediencia en la fe", nos dice el Catecismo de la Iglesia (n. 148). Muchos cristianos encuentran difícil el ejercicio de la fe. El Espíritu Santo nos ha dejado en María un modelo cercano para vivir la fe. Ella nos invita a abandonarnos en Dios, como lo hizo en el momento en que el ángel le anunció el plan que el Señor tenía para Ella. Juan Pablo II habla del "claro oscuro" de la fe de la Virgen María y de una peregrinación en la fe. Cuando pensamos en la fe de los grandes personajes del Antiguo Testamento, de María, de José quizás tenemos en mente la fe de unos "gigantes", que, en comparación con nosotros, hombres y mujeres de poca fe, son muy superiores a nosotros.


Es cierto que ellos vivieron de fe, pero su fe, fue como la nuestra sometida a la prueba. No fue una fe fácil, sino siempre en camino, siempre abierta a las grandes sorpresas de Dios. María, a quien el ángel Gabriel llamó "llena de gracia" y llena de la presencia del Espíritu Santo, una vez que el mensajero celeste la dejó, se quedó sola con la carga de misterio que llevaba en su corazón y en su cuerpo. Muchas preguntas se haría dentro de su alma y muchas preguntas le podrían poner los otros a las que Ella no sabría responder. Vivió toda su vida con el misterio y lo aceptó abandonándose en manos del Padre. Por ello, Isabel al saludarla la llama dichosa porque ha creído (Lc 1, 45).

Isabel, quizás sin saberlo, nos está dando la clave de la felicidad, de la dicha, que tanto buscamos los hombres y tan difícil nos es acercarnos a ella y poseerla en plenitud. Isabel pone en relación la felicidad, con la fe. En la medida en que tenemos más fe, somos más dichosos. A veces pensamos lo contrario, que la fe nos hace infelices, que nos obliga a someternos a una serie de reglas insoportables, que nos encierra en una prisión llena de preceptos, que no nos deja disfrutar de la vida. Y no es así. La fe nos da la verdadera dimensión del ser humano que es la dimensión espiritual. Es cierto que tenemos un cuerpo, pero este mismo cuerpo está como permeado por el alma. Y la fe nos abre a la dimensión del espíritu que, junto con el cuerpo, constituye la unidad el ser humano en su ser personal.

María fue una mujer libre y liberadora porque vivió de fe. Fue dichosa en la fe. Abrió horizontes nuevos a su vida gracias a la fe. Ella nos enseña que creer es sencillo aunque ser fiel a la fe comporta una espada que traspasa el alma, "para que se descubran los pensamientos de muchos corazones" (Lc 2, 35).

El cristiano es, como María, hombre de fe y por eso es dichoso. "Santo triste, triste santo", decía la gran santa de Ávila. La fe nos da la clave de la felicidad, de esa plenitud de una existencia de quien se sabe amado por un Amor infinito que nunca fallará. María llevó en su corazón y en su cuerpo ese Amor, el Emmanuel, el Dios con nosotros que nos acompaña en cada instante. Ella lo dio al mundo y nos lo da a cada uno de nosotros para que, acogiéndolo en la fe, se nos abran, también a nosotros, las puertas de la felicidad.

Vino nuevo en odres nuevos


Mateo 9, 14-17.Tiempo Ordinario. Cristo tiene el bálsamo que cura nuestra alma, la palabra que pacifica nuestro corazón. 

Del santo Evangelio según san Mateo 9, 14-17


Entonces se le acercan los discípulos de Juan y le dicen: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos, y tus discípulos no ayunan?» Jesús les dijo: «Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán. Nadie echa un remiendo de paño sin tundir en un vestido viejo, porque lo añadido tira del vestido, y se produce un desgarrón peor. Ni tampoco se echa vino nuevo en pellejos viejos; pues de otro modo, los pellejos revientan, el vino se derrama, y los pellejos se echan a perder; sino que el vino nuevo se echa en pellejos nuevos, y así ambos se conservan». 

Oración introductoria

¡Ven, Espíritu Santo! Ilumíname para experimentar tu presencia en esta oración. Ayúdame a dejar a un lado mis preocupaciones para darte el tiempo y la atención que mereces. Nada hay más importante en este momento, reorienta mi vida hacia Ti y alimenta mi amor por Ti en esta meditación.

Petición

Señor, concédeme amarte por encima de todas las cosas.

Meditación del Papa Francisco

Ser cristiano no significa hacer cosas sino dejarse renovar por el Espíritu Santo. En la Iglesia existen también estructuras antiguas que no hay que tener miedo de renovar. Vino nuevo en odres nuevos, la doctrina de la Ley es renovada y enriquecida por Jesús. Una verdadera renovación de la misma ley, pero más madura porque las exigencias de Jesús eran más fuertes, más grandes que aquella ley. La Ley permitía odiar al enemigo. Jesús en cambio pide que recen por los enemigos. Este es el reino de Dios que Jesús predica.
La renovación antes de todo es en nuestro corazón, porque a veces pensamos que ser cristianos significa hacer esto o aquello. Pero no es así. Ser cristianos significa dejarse renovar por Jesús con esta vida nueva. (Cf. S.S. Francisco, 6 de julio de 2013, homilía en Santa Marta). .

Reflexión

A un observador de las cosas de este mundo parecería que el hombre debe esperar a llegar al Cielo para tener una vida sin preocupaciones. Si hay carestía de algo en el mundo, no es precisamente de preocupaciones. El que tiene hijos se preocupa por ellos, quien tiene ancianos a su cuidado se preocupa por ellos. El empresario se preocupa porque su empresa vaya adelante, el ama de casa se preocupa de que su hogar esté en orden y dispuesto, el estudiante se preocupa por aprobar sus exámenes. Todos tenemos nuestra ración cotidiana de preocupaciones.

Algunas sin embargo son muy pesadas, y nadie puede negar su importancia. Son enfermedades o situaciones familiares y sociales de muy difícil solución. El evangelio de hoy nos presenta un aspecto de la figura de Cristo que debe llenar de esperanza los corazones atribulados. Cristo como aquel que "tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras iniquidades". Esto puede parecernos simple palabrería, pues el que tiene problemas no siempre encuentra una solución a ellos en la oración. Y surge la tentación de pensar que a Cristo le son indiferentes nuestras preocupaciones. Sin embargo es cierto que Cristo vino a cargar con nuestras flaquezas.

Tal vez no como nosotros lo esperamos, pero seguro que sí como Él quiso entregarse. Porque lo que Cristo nos ofrece quizás no sea la solución material a nuestras dificultades, pero no cabe duda que nadie como Él tiene el bálsamo que cura nuestra alma, el remedio que calma nuestro espíritu, la palabra que pacifica nuestro corazón.

Propósito

Promover, con una buena estrategia, la participación de mi familia en la Eucaristía del domingo.

Diálogo con Cristo

Jesús, la gran aspiración de mi vida es poder amarte por encima de todas las cosas. Dame valor para poder renunciar a todo lo que me aparte de Ti; dame generosidad para saber ayunar siempre de mí mismo, de manera que pueda llenarme de tu amor y de tu gracia. Esto es lo único que busco, lo único que quiero Señor.

jueves, 3 de julio de 2014

Tomás, perseguido por Cristo


Vamos a contemplar la figura de Santo Tomás a la luz de ese amor de Dios, hoy que celebramos su fiesta. 



El Apóstol llamado Tomás en los Evangelios (Mt 10, 3; Mc 3,18, Lc 6,15) es apodado "Dídimo" que significa "gemelo" (Jn 11,16). Entra casi en el Evangelio de una forma silenciosa. Sus primeras palabras afirman en una ocasión su deseo de morir con Jesús (Jn 11, 16).

Posteriormente se manifiesta con un estilo racionalista ante las palabras de Jesús, asombrándose de cómo se puede conocer un camino, no sabiendo a dónde se va (Jn 14,4). Finalmente conocemos su incredulidad ante el hecho de la Resurrección ( Jn 20, 24-29) y su presencia en la aparición de Jesús en el lago de Tiberíades (Jn 2, 1-14).

Tras la Ascensión lo contemplamos en Jerusalén con los demás apóstoles. La tradición le asigna como actividad misionera Persia y la India. La ciudad hindú de Calamina, donde se supone que murió, no ha sido identificada. Santo Tomás murió mártir Sus restos fueron traslados a Edesa.

Vamos a contemplar la figura de Sto. Tomás a la luz de ese amor de Dios que siempre persigue al hombre para que se salve y llegue al conocimiento de la verdad. Es una de las formas más bellas de ver la misericordia divina.

Dios siempre persigue al hombre cuando éste se sale del camino del amor y de la verdad que él le ofrece. La misericordia no es tanto una actitud pasiva de Dios, siempre dispuesto a perdonar, cuanto una acción de Dios positiva consistente en buscar la oveja perdida una y otra vez. El Evangelio está lleno de imágenes bellísimas de este estilo de Dios. Desde el buen Pastor que abandona el rebaño a buen recaudo para ir a buscar a la oveja perdida, hasta ese Cristo que providencialmente se hace presente siempre allí donde alguien le necesita, la realidad es que Dios persigue al hombre una y otra vez ofreciéndole su Corazón abierto para que vuelva.

La misericordia divina, -un atributo precioso de Dios-, se convierte así en esa larga persecución de Dios al hombre a lo largo de toda la vida por medio de innumerables gracias que respetan indudablemente la libertad del hombre. No se resigna a perder a nadie. Dios no abandona a nadie, a no ser que alguien le abandone a él.

Desde el momento en que Dios crea a cualquier ser humano, esa persona se convierte en objeto inmediato del amor de Dios. A partir de ahí Dios se hace garante de un compromiso destinado a lograr, respetando la libertad humana, la salvación del hombre. Jamás desiste Dios de este compromiso, suceda lo que suceda y pase lo que pase. Es tal el amor de Dios hacia el hombre que, aun rechazado, olvidado, abandonado, blasfemado, Dios sigue llamando a las puertas del corazón una y otra vez, hasta el último momento de la vida. Este comportamiento divino se encierra en una palabra: "alianza". Dios ha hecho una alianza de amor con el hombre que él siempre respetará.

Desgraciadamente el hombre con frecuencia toma a broma este amor de Dios. Cree que la misericordia divina consiste en burlarse del amor de Dios que siempre terminará perdonando, incluso sin que medie la petición de perdón. Así muchos seres humanos juegan inconscientemente a lo largo de la vida con la misericordia divina, olvidándose de aquellas palabras de S. Pablo: "Trabajad con temor y temblor por vuestra salvación". En esta actitud se da un equívoco de fondo. Nada tiene que ver la Misericordia infinita de Dios con la certeza de que el hombre va a estar dispuesto a pedir perdón un día. La Misericordia divina siempre estará asegurada; no así la petición de perdón del hombre. La Misericordia divina necesita la actitud humilde del hombre que reconoce su mentira, su equivocación, su deslealtad al amor de Dios.

A pesar de los pecados cometidos, una y otra vez, nunca hay motivo o razón para dudar de la Misericordia divina. El amor de Dios es más grande que nuestros pecados, por terribles que fueran. Ahí tenemos a Pedro, a Zaqueo, a la mujer adúltera, a tantas personas pecadoras con quienes Cristo se encontró. Nunca encontraron en él el reproche amargo, el rechazo cruel, la crítica amarga. Al revés, todos los pecadores, que reconocieron su pecado, encontraron en Cristo el perdón, el aliento, el ánimo, la esperanza que tanto les ayudó a encontrar el camino de la paz y del bien. No deja de tener un significado muy consolador esa imagen del Crucificado, en la que Cristo, clavado en la Cruz, tiene los brazos abiertos para siempre, convirtiéndose así en la imagen de ese Dios que siempre espera, que siempre acoge, que siempre abraza.

Dichosos los que no han visto y han creído


Juan 20, 24-29. Fiesta de Santo Tomás. La bendición de la fe es también para nosotros, los que estamos a más de dos mil años de distancia de los apóstoles. 

Del santo Evangelio según san Juan 20, 24-29


Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré». Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros». Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente». Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío». Dícele Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído».

Oración introductoria

Señor Jesús, cuánto me parezco a Tomás. Quiero respuestas inmediatas a mis peticiones. Quiero experimentar tu presencia en la oración, sin ponerme humildemente en tu presencia, sin guardar el silencio, interior y exterior, sin estar atento ni ser dócil a tus inspiraciones. Mi pobre actitud quiere cambiar, con tu gracia, lo puedo lograr.

Petición

¡Señor mío y Dios mío! Aumenta mi fe.

Meditación del Papa Francisco

Hay otros que pensaban que para llegar a Dios hay que ser mortificado y austero, y han elegido el camino de la penitencia: solo la penitencia y el ayuno. Son los pelagianos, que creen que pueden conseguir todo con su esfuerzo. Pero Jesús nos dice que la manera de conocerlo es encontrar sus heridas. Y las heridas de Jesús las encuentras haciendo las obras de misericordia, dándole al cuerpo y también al alma, pero al cuerpo, lo subrayo, de tu hermano llagado, porque tiene hambre, tiene sed, está desnudo, está humillado, es un esclavo, porque está en la cárcel, en el hospital. Esas son las llagas de Jesús hoy. Y Jesús nos invita tener un acto de fe, en Él, pero a través de estas llagas. Pidamos a santo Tomás, la gracia de tener el coraje para entrar en las llagas de Jesús con nuestra ternura, y seguramente tendremos la gracia para adorar al Dios vivo... (Cf. S.S. Francisco, 3 de julio de 2013, homilía en Santa Marta). .

Reflexión

"Dichosos aquellos que crean sin haber visto". Parece mentira que uno de los elegidos del Señor, no crea la palabra de los apóstoles, sino que al contrario busque creer solamente por los signos sensibles.

Tomás parece una persona de nuestro tiempo porque solamente cree aquello que le presenten los sentidos.

Los sentidos son muy buenos, porque nos ayudan a aprender más cosas, a saborear, oler, contemplar, sentir..., pero en el campo de la vida espiritual, estos nos estorban, como le sucedió a Santo Tomás, que no quería creer hasta no ver ni tocar.

Aquí es donde viene la bendición de Dios para aquellos que sin ver crean. La bencidión de la fe es también para nosotros, los que estamos a dos mil años de distancia de los apóstoles. Para nosotros vendrán las bendiciones de Dios, si creemos en todo lo que Él nos ha prometido. Pidamosle que aumente nuestra fe, para que seamos dignos de recibir tales bendiciones.

Propósito

Ser testigo de la esperanza cristiana en mi familia, en mi grupo de amigos, trabajo o lugar de estudio.

Diálogo con Cristo

Señor, como a Tomás me pides una fe viva. Una actitud activa, un corazón abierto, una vida mantenida siempre en pie de lucha, perseverante y fiel, aun en medio de las dificultades. Aquí estoy Señor, cuenta conmigo para colaborar en la nueva evangelización.

miércoles, 25 de junio de 2014

Ahora Cristo es más mío


Porque no viniste a buscar a los justos, sino a los pecadores. Ahora es cuando más necesito el bálsamo de tu misericordia y la dulzura de tu Amor. 


El corazón nos reprocha el egoísmo, la avaricia, la pereza, los grandes y pequeños pecados de cada día.

Sentimos pena por tanta miseria, sentimos dolor por haber negado a Dios, sentimos amargura por haber abandonado al hermano.

Pero sabemos que Dios es mucho más grande que nuestros corazones. No quiere acusarnos, porque no vino para juzgar, sino para salvar (cf. Jn 12,47).

Desea, casi suplica, que escuche sus palabras, que guarde sus mandamientos, que confíe en su Amor, que acoja su misericordia en mi vida y en la vida de cada ser humano. Me pide que invoque, humildemente, perdón.

No es Dios quien acusa, pues vino para buscar a quienes vivíamos lejos por culpa del pecado. "¿Quién condenará? ¿Acaso Cristo Jesús, el que murió; más aún, el que resucitó, el que está a la diestra de Dios, y que intercede por nosotros?" (Rm 8,34).

Necesito recordarlo, para aprender a vivir en el mundo de la bondad divina. "Clemente y compasivo es Yahveh, tardo a la cólera y lleno de amor; no se querella eternamente, ni para siempre guarda su rencor; no nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas" (Sal 103,8-10).
Si alguna vez vuelvo a ser herido por el pecado, si alguna vez el mal muerde mi corazón, es el momento para mirar a Jesús y decirle, desde lo más profundo de mi alma:

"Ahora eres más mío. Porque no viniste a buscar a los justos, sino a los pecadores. Ahora es cuando más necesito el bálsamo de tu misericordia y la dulzura de tu Amor. Ahora es cuando puedo dejarte tomarme entre tus brazos y llevarme al redil, a la fiesta que inicia cada vez que regresa a casa un hijo pobre, débil, herido, muy necesitado de la medicina de tu perdón".

Ahora Cristo es más mío


Porque no viniste a buscar a los justos, sino a los pecadores. Ahora es cuando más necesito el bálsamo de tu misericordia y la dulzura de tu Amor. 


El corazón nos reprocha el egoísmo, la avaricia, la pereza, los grandes y pequeños pecados de cada día.

Sentimos pena por tanta miseria, sentimos dolor por haber negado a Dios, sentimos amargura por haber abandonado al hermano.

Pero sabemos que Dios es mucho más grande que nuestros corazones. No quiere acusarnos, porque no vino para juzgar, sino para salvar (cf. Jn 12,47).

Desea, casi suplica, que escuche sus palabras, que guarde sus mandamientos, que confíe en su Amor, que acoja su misericordia en mi vida y en la vida de cada ser humano. Me pide que invoque, humildemente, perdón.

No es Dios quien acusa, pues vino para buscar a quienes vivíamos lejos por culpa del pecado. "¿Quién condenará? ¿Acaso Cristo Jesús, el que murió; más aún, el que resucitó, el que está a la diestra de Dios, y que intercede por nosotros?" (Rm 8,34).

Necesito recordarlo, para aprender a vivir en el mundo de la bondad divina. "Clemente y compasivo es Yahveh, tardo a la cólera y lleno de amor; no se querella eternamente, ni para siempre guarda su rencor; no nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas" (Sal 103,8-10).
Si alguna vez vuelvo a ser herido por el pecado, si alguna vez el mal muerde mi corazón, es el momento para mirar a Jesús y decirle, desde lo más profundo de mi alma:

"Ahora eres más mío. Porque no viniste a buscar a los justos, sino a los pecadores. Ahora es cuando más necesito el bálsamo de tu misericordia y la dulzura de tu Amor. Ahora es cuando puedo dejarte tomarme entre tus brazos y llevarme al redil, a la fiesta que inicia cada vez que regresa a casa un hijo pobre, débil, herido, muy necesitado de la medicina de tu perdón".