viernes, 29 de noviembre de 2013

Prepara tu Corona de Adviento


La corona o guirnalda de Adviento es el primer anuncio de Navidad. ¿Qué significa? ¿Cómo encender las velas? 
Autor: P. Alberto Ramírez Mozqueda | Fuente: Catholic.net

La corona o guirnalda de Adviento es el primer anuncio de Navidad. Es un círculo de follaje verde, la forma simboliza la eternidad y el color la esperanza y la vida...

Dios se hace presente en la vida de cada ser humano y de cualquier manera le hace sentir su amor y deseo de salvarle.

La palabra ADVIENTO es de origen latín y quiere decir VENIDA. Es el tiempo en que los cristianos nos preparamos para la venida de Jesucristo. El tiempo de adviento abarca cuatro semanas antes de Navidad.

Actualmente hay inquietud por reavivar una costumbre muy significativa y de gran ayuda para vivir este tiempo: La corona o guirnalda de Adviento es el primer anuncio de Navidad.

La corona es un círculo de follaje verde, la forma simboliza la eternidad y el color la esperanza y la vida. Va enrollada con un listón rojo, símbolo del amor de Dios que nos envuelve y también de nuestro amor que espera con ansiedad el nacimiento del Hijo de Dios. En el centro de círculo se colocan las cuatro velas (pueden ser tres moradas y una rosa o bien todas blancas) para encenderse una cada domingo de Adviento. La luz de la vela simboliza nuestra fe.

El conjunto se sitúa cerca del altar o del ambón de la Palabra, si es en la Iglesia, o en un lugar adecuado si se utiliza en un ambiente familiar o escolar.

En Navidad se puede añadir una quinta vela blanca, hasta el final del tiempo de Navidad y si se quiere se puede situar la imagen del Niño en relación con la corona: se tiene que ver que la Navidad es más importante que la espera del Adviento.

La corona, que procede del Norte (países escandinavos, Alemania), tiene raíces simbólicas universales: la luz como salvación, el verde como vida, forma redonda como eternidad. Simbolismos que se vieron muy coherentes con el misterio de la Navidad cristiana y que pasaron fácilmente a los países del sur.

Se ha convertido rápidamente en un simpático elemento complementario de pedagogía cristiana para expresar la espera de Cristo Jesús como Luz y Vida, junto a otros ciertamente más importantes, como son las lecturas bíblicas, los textos de oración y el repertorio de cantos.

PROPONEMOS ESTE ESQUEMA SENCILLO PARA ORAR AL ENCENDER LA VELA DE ADVIENTO

Primer domingo



LLAMADA A LA VIGILANCIA
ENTRADA. 

Se entona algún canto.
Saludo.
Guía: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Acto de Contrición.
Guía: Reconozcamos ante Dios que somos pecadores.
Todos: Yo confieso ante Dios todopoderoso...

LITURGIA DE LA PALABRA. Lectura del santo evangelio según san Marcos 13,33: "Estén preparados y vigilando, ya que nos saben cual será el momento". Palabra del Señor. (Breve pausa para meditar)
Reflexión.

Guía:
 Vigilar significa estar atentos, salir al encuentro del Señor, que quiere entrar, este año más que el pasado, en nuestra existencia, para darle sentido total y salvarnos.

ENCENDIDO DE LA VELA. Oración.

Guía:
 Encendemos, Señor, esta luz, como aquel que enciende su lámpara para salir, en la noche, al encuentro del amigo que ya viene. En esta primer semana de Adviento queremos levantarnos para esperarte preparados, para recibirte con alegría. Muchas sombras nos envuelven. Muchos halagos nos adormecen.

Queremos estar despiertos y vigilantes, porque tú traes la luz más clara, la paz más profunda y la alegría más verdadera. ¡Ven, Señor Jesús!. ¡Ven, Señor Jesús!

PADRE NUESTRO
Guia:
 Unidos en una sola voz digamos: Padre Nuestro...

CONCLUSION

Guía:
 Ven, Señor, haz resplandecer tu rostro sobre nosotros.
Todos: Y seremos salvos. Amén.

SEGUNDO DOMINGO 

ENTRADA. Se entona algún canto. Guía: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Acto de Contrición.
Guía:
 Reconozcamos ante Dios que somos pecadores.
Todos: Yo confieso ante Dios todopoderoso...

LITURGIA DE LA PALABRA.
Lectura de la II carta de San Pedro 3,13-14: "Nosotros esperamos según la promesa de Dios cielos nuevos y tierra nueva, un mundo en que reinará la justicia. Por eso, queridos hermanos, durante esta espera, esfuércense para que Dios los halle sin mancha ni culpa, viviendo en paz". Palabra de Dios.
Breve pausa para meditar

Reflexión
Guía: 
¿Qué va a cambiar en mí, en nosotros en este Adviento? ¿ Se notará que creemos de veras en Cristo?

ENCENDIDO DE LA VELA. Oración.

Guía:
 Los profetas mantenían encendida la esperanza de Israel. Nosotros, como un símbolo, encendemos estas dos velas. El viejo tronco está rebrotando se estremece porque Dios se ha sembrado en nuestra carne...

Que cada uno de nosotros, Señor, te abra su vida para que brotes, para que florezcas, para que nazcas y mantengas en nuestro corazón encendida la esperanza. ¡Ven pronto, Señor! ¡Ven, Salvador!

PADRE NUESTRO.
Guía: 
Unidos en una sola voz digamos: Padre nuestro...

CONCLUSION.
Guía:
 Ven, Señor, haz resplandecer tu rostro sobre nosotros.
Todos: Y seremos salvados. Amén.

TERCER DOMINGO

ENTRADA.
Se entona algún canto. Saludo.
Guía: En el nombre del Padre y del Hijo Y del Espíritu Santo. Acto de Contrición.
Guía: Reconozcamos ante Dios que somos pecadores.
Todos: Yo confieso ante Dios todopoderoso...

LITURGIA DE LA PALABRA.

Lectura de la Primera carta a los Tesalonicenses 5,23: "Que el propio Dios de la paz los santifique, llevándolos a la perfección. Guárdense enteramente, sin mancha, en todo su espíritu, su alma y su cuerpo, hasta la venida de Cristo Jesús, nuestro Señor". Palabra de Dios.
Breve pausa para meditar. Reflexión.

Guía: 
Los hombres de hoy no verán en persona a Cristo en esta Navidad. Pero sí verán a la Iglesia, nos verán a nosotros. ¿Habrá más luz, más amor, más esperanza reflejada en nuestra vida para que puedan creer en El?

ENCENDIDO DE LA VELA. Oración.

Guía:
 En las tinieblas se encendió una luz, en el desierto clamó una voz. Se anuncia la buena noticia: ¡El Señor va a llegar! ¡Preparen sus caminos, porque ya se acerca! Adornen su alma como una novia se engalana el día de su boda. ¡Ya llega el mensajero!. Juan Bautista no es la luz, sino el que nos anuncia la luz.

Cuando encendemos estas tres velas cada uno de nosotros quiere ser antorcha tuya para que brilles, llama para que calientes. ¡Ven, Señor, a salvarnos, envuélvenos en tu luz, caliéntanos en tu amor!

PADRE NUESTRO.
Guía:
 Unidos en una sola voz digamos: Padre nuestro...

CONCLUSION.
Guía: 
Ven, Señor, haz resplandecer tu rostro sobre nosotros.
Todos: Y seremos salvados. Amén

CUARTO DOMINGO

Todos hacen la señal de la cruz.
Guía: "Nuestro auxilio es en el nombre del Señor"
Todos: "Que hizo el cielo y la tierra"

Liturgia de la Palabra:
Primera lectura: Rm 13,13-14 "Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas y borracheras, nada de lujuria ni desenfreno, nada de riñas ni pendencias. Vestios del Señor Jesucristo". "Palabra de Dios"
Todos: "Te alabamos Señor".


Segunda lectura: 2 Tes. 1,6-7 "Es justo a los ojos de Dios pagar con alivio a vosotros, los afligidos, y a nosotros, cuando el Señor Jesús se revele, viniendo del cielo acompañado de sus poderosos ángeles, entre las aclamaciones de sus pueblo santo y la admiración de todos los creyentes." -"Palabra de Dios"
Todos: "Te alabamos Señor".
Guía: "Ven, Señor, y no tardes.
Todos: "Perdona los pecados de tu pueblo".

SE ENCIENDEN LAS CUATRO VELAS
Guía: 
"Bendigamos al Señor"
Todos hacen la señal de la cruz mientras dicen: "Demos gracias a Dios".

Humildad y gloria
El Nacimiento de Jesús

Guía: Lectura del Evangelio según San Lucas (2:6-7)
"Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron
los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito,
le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento."
"Palabra de Dios"

Todos: "Te alabamos Señor".

MEDITACION

La Virgen y San José, con su fe, esperanza y caridad salen victoriosos en la prueba. No hay rechazo, ni frío, ni oscuridad ni incomodidad que les pueda separar del amor de Cristo que nace. Ellos son los benditos de Dios que le reciben. Dios no encuentra lugar mejor que aquel pesebre, porque allí estaba el amor inmaculado que lo recibe.

Nos unimos a La Virgen y San José con un sincero deseo de renunciar a todo lo que impide que Jesús nazca en nuestro corazón.

Tiempo de silencio / Tiempo de intercesión
Padre Nuestro / Ave María.

ORACIÓN FINAL

Derrama Señor, tu gracia sobre nosotros, que, por el anuncio del ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos por su pasión y su cruz a la gloria de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo.

Todos: "Amén"

Señales de la venida del Reino


Lucas 21, 29-33. Tiempo Ordinario. Es nuestra responsabilidad no perder el tiempo porque es un regalo de Dios de valor incalculable. 
Autor: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net

Del santo Evangelio según san Lucas 21, 29-33


Les añadió una parábola: «Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando ya echan brotes, al verlos, sabéis que el verano está ya cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino de Dios está cerca. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

Oración introductoria

Espíritu Santo, te pido el don de ciencia para valorar las cosas humanas en relación a mi último fin y para saber discernir lo que debo hacer en cada momento. En este momento de oración, ayúdame a guardar el silencio necesario para agradarte y escuchar lo que hoy me quieres decir.

Petición

Señor, dame fortaleza, para buscar con constancia la santidad.

Meditación del Papa Francisco

¿Cuál es la finalidad de este pueblo? El fin es el Reino de Dios, iniciado en la tierra por Dios mismo y que debe ser ampliado hasta su realización, cuando venga Cristo, nuestra vida. El fin, entonces, es la comunión plena con el Señor, la familiaridad con el Señor, entrar en su misma vida divina, donde viviremos la alegría de su amor sin medida, un gozo pleno. Queridos hermanos y hermanas, ser Iglesia, ser pueblo de Dios, según el gran designio de amor del Padre, quiere decir ser el fermento de Dios en esta humanidad nuestra, quiere decir anunciar y llevar la salvación de Dios a este mundo nuestro, que a menudo está desorientado, necesitado de tener respuestas que alienten, que donen esperanza y nuevo vigor en el camino. Que la Iglesia sea espacio de la misericordia y de la esperanza de Dios, donde cada uno se sienta acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio. Y para hacer sentir al otro acogido, amado, perdonado y alentado, la Iglesia debe tener las puertas abiertas para que todos puedan entrar. Y nosotros debemos salir por esas puertas y anunciar el Evangelio. (S.S. Francisco, 12 de junio de 2013)

Reflexión

La parábola de la higuera se sitúa prácticamente al final del discurso de Jesús sobre las señales del fin universal. Hace aproximadamente dos mil años que Cristo pronunció estas palabras, y no pueden ser más actuales. No hace falta detenerse demasiado en dicho discurso para encontrar rápidamente el paralelismo entre lo que Cristo nos describe y lo que nosotros vivimos en la actualidad. Ante tanta adversidad el mensaje de Cristo es, como siempre, esperanzador: "el Reino de Dios está cerca". Somos pues, hijos todos de la misma generación, descendientes de Adán y Eva, los expulsados del paraíso. Pero hijos principalmente de Dios, que nos dignifica a través de su Hijo Jesucristo y que nos muestra ya la higuera que retoña, es decir, el Reino naciente en cada corazón que le ama.

El tiempo ha demostrado la autenticidad de las palabras de Nuestro Señor: "El cielo y tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán". Esta sorprendente expresión de Jesús está cargada de un profundo significado: nada perdura en el tiempo, sólo Él es eterno, sólo Él puede decir "siempre".

Por eso, nos equivocamos si centramos nuestra vida en lo estrictamente pasajero, material y efímero. Debemos anclarnos en Cristo, con Él no damos pasos en falso.

Desde luego, y estamos avisados, la senda es estrecha y espinada, y cuesta transitarla, pero vamos acompañados y guiados por el Maestro. Este pasaje nos llama a volver a la frescura del Evangelio, a buscar la autenticidad del mensaje cristiano, seguros de que no pasa, jamás se desfasa, ni es atemporal. A veces, nuestros prejuicios nos empujan a quedarnos en lo más superficial de lo que conforma nuestra fe; nos ocupamos con demasiada frecuencia de lo externo; estamos estancados en nuestra dimensión más horizontal, olvidándonos de que es la vertical la que nos conduce a las alturas.

Propósito

El Señor nos advierte: "mis palabras no pasarán", es nuestra responsabilidad no perder más el tiempo, el tiempo es un regalo de Dios de valor incalculable. Utilizarlo de cara a Él, obedeciendo su santa voluntad. He ahí la tarea del cristiano y lo único que puede darnos la felicidad. 

jueves, 28 de noviembre de 2013

¡El domingo ya empieza el Adviento!


Cuatro domingos de Adviento tendrán que pasar para que ya, una vez más, estemos en Navidad... 
Autor: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net

Cuatro domingos de Adviento tendrán que pasar para que ya, una vez más, estemos en Navidad..

Este domingo es el primero y el advenimiento que vamos a celebrar es la conmemoración de la llegada del Hijo de Dios a la Tierra.

Es tiempo de preparación puesto que siempre que esperamos recibir a una persona importante, nos preparamos.

La Iglesia nos invita a que introduzcamos en nuestro espíritu y en nuestro cotidiano vivir un nuevo aspecto disciplinario para aumentar el deseo ferviente de la venida del Mesías y que su llegada purifique e ilumine este mundo, caótico y deshumanizado, procurando el recogimiento y que sean más abundantes y profundos los tiempos de oración y el ofrecimiento de sacrificios, aunque sean cosas pequeñas y simples, preparando así los Caminos del Señor.

Caminos que llevamos en nuestro interior y que tenemos que luchar para que no se llenen de tinieblas, de ambición, de lujuria, de envidia, de soberbia y de tantas otras debilidades propias de nuestro corazón humano, sino que sean caminos de luz, senderos que nos conduzcan a la cima de la montaña, a la conquista de nuestro propio yo.

Hace unos días celebrábamos el día de Cristo Rey. Cristo es un Rey que no es de este mundo. El reino que El nos vino a enseñar pertenece a los pobres, a los pequeños y también a los pecadores arrepentidos, es decir, a los que lo acogen con corazón humilde y los declara bienaventurados porque de "ellos es el Reino de los Cielos".... y a lo "pequeños" es a quienes el Padre se ha dignado revelar las cosas ocultas a los sabios y a los ricos.

Es preciso entrar en ese Reino y para eso hay que hacerse discípulo de Cristo.

A nosotros no toca ser portadores del mensaje que Jesús vino a traer a la Tierra.

Cristo no vivió su vida para sí mismo, sino para nosotros desde su Encarnación. por "nosotros los hombres y por nuestra salvación hasta su muerte, por nuestros pecados" (1Co 15,3) y en su Resurrección "para nuestra justificación (Rm4,1) "estando siempre vivo para interceder en nuestro favor" (Hb 7,25). Con todo lo que vivió y sufrió por nosotros, de una vez por todas, permanece presente para siempre "ante el acatamiento de Dios en favor nuestro" (Hb 9,24).

Cuatro domingos faltan para que celebremos su llegada. Días y semanas para meditar, menos carreras, menos cansancio del bullicio y ajetreo de compras y compromisos, de banalidades y gastos superfluos.... mejor preparar nuestro corazón y tratar de que los demás lo hagan también para el Gran Día del Nacimiento en la Tierra de Dios que se hace hombre.


ESTO ES EL ADVIENTO. PREPARÉMOSNOS CON ILUSIÓN Y CON FE. 

La ruina de Jerusalén


Lucas 21, 20-28. Tiempo Ordinario. Cristo no nos pide lo que no le podemos dar pero sí que le amemos por encima de nuestras preocupaciones. 
Autor: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net

Del santo Evangelio según san Lucas 21, 20-28

«Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces que se acerca su desolación. Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que estén en medio de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no entren en ella; porque éstos son días de venganza, y se cumplirá todo cuanto está escrito. ¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! «Habrá, en efecto, una gran calamidad sobre la tierra, y Cólera contra este pueblo; y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que se cumpla el tiempo de los gentiles. «Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación». 

Oración introductoria

Señor Jesús, pasajes del Evangelio como el de hoy pueden parecer inquietantes en un primer momento. Pero sabiendo que tengo la enorme gracia de poder tener un momento de intimidad contigo en la oración, lo que hago es levantar la cabeza para estar dispuesto a escucharte, porque sé que Tú eres mi liberación.

Petición

Jesús, Tú eres mi esperanza, ¡aumenta mi confianza!

Meditación del Papa Francisco

Atención: no es un simple "oír" superficial, sino es "la escucha", acto de atención, de acogida, de disponibilidad hacia Dios. No es el modo distraído con el cual nosotros nos ponemos delante del Señor o ante los otros: oímos las palabras, pero no escuchamos realmente. María está atenta a Dios, escucha a Dios.
Pero María escucha también los hechos, es decir lee los acontecimientos de su vida, está atenta a la realidad concreta y no se para en la superficie, sino que va a lo profundo, para captar el significado. La pariente Isabel, que es ya anciana, espera un hijo: éste es el hecho. Pero María está atenta al significado, lo sabe comprender: "porque no hay nada imposible para Dios".
Esto también vale en nuestra vida: escucha de Dios que nos habla, y también escucha de la realidad cotidiana, atención a las personas, a los hechos, porque el Señor está en la puerta de nuestra vida y golpea en muchos modos, pone señales en nuestro camino; está en nosotros la capacidad de verlos. María es la madre de la escucha, escucha atenta de Dios y escucha también atenta de los acontecimientos de la vida. (S.S. Francisco, 1 de junio de 2013)

Reflexión

El lenguaje escatológico empleado por Cristo en este pasaje nos muestra dos cosas: que Él es el Señor y dueño de la historia y de los acontecimientos, y que todo cristiano tiene como consigna la vigilancia, pues desconocemos el día y la hora en que todo esto sucederá.

El Señor nos dice: "quien está en el campo que no entre en la ciudad y quien esté en la ciudad que se aleje". Cristo no nos pide lo que no le podemos dar pero sí reclama un seguimiento convencido por parte de cada uno: que le amemos por encima de nuestras tribulaciones o en medio de la perplejidad; que aguardemos con esperanza su segunda venida.

También nos advierte que el camino de la cruz no es fácil y que a veces cuesta, sin embargo sabemos que cuando Dios pide algo, no hace más que requerir lo que precisamente ha dado. Por lo tanto tenemos un modelo donde reflejarnos. Él nunca nos deja solos. Repitamos las palabras de Santa Teresa "Solo Dios basta" y seamos capaces de cobrar el animo y levantar nuestra cabeza porque se acerca nuestra liberación.

Propósito

Liberarnos ante todo del pecado, de nuestra miseria, de nuestros rencores e insatisfacciones.

Diálogo con Cristo

Señor, ayúdame a ver todos los sucesos de mi vida en la perspectiva de la eternidad. Ver todo con tu mirada, para saber qué es lo que realmente tiene valor. Sólo al final de mi vida podré confirmar que todo tiene sentido y que la lucha por vivir el Evangelio vale la pena, pero ahora sé que nunca me voy arrepentir de lo que haya hecho por amor a Ti, ¡gracias por darme la certeza de mi fe! 

miércoles, 27 de noviembre de 2013

¿Qué árbol vas a poner esta Navidad?


Decorar el árbol tiene el sentido de una gran esperanza, la de la redención, la de sentirse amado por Dios. 
Autor: Laureano López, L.C 



Es tradición decorar árboles en este periodo del año. Sin embargo, la forma de hacerlo para los ateos y los cristianos es muy diferente.

¿Qué puede esperar cada uno de ellos en esta navidad?

El árbol del conocimiento 

Margaret Downey, presidente de "Atheism Alliance International", junto con un grupo de miembros librepensadores, han preparado en Filadelfia un hermoso pino que adornaron con portadas de libros. El árbol del conocimiento: "The knowledge tree". Esta iniciativa buscaba expresar su amor al conocimiento y su amor al periodo invernal.

André Frossard, ateo, escéptico e indiferente, hijo de un marxista que llegó a ser secretario general del partido comunista en Francia, se declaraba un ateo perfecto. Él comentaba: "Dios no existía. El cielo estaba vacío y la tierra era una combinación de elementos químicos. Era el ateo perfecto, no porque negaba la existencia de Dios, sino porque simplemente ni siquiera me ponía el problema de la existencia de Dios". Para Frossard, adornar un árbol del conocimiento durante la navidad no tendría sentido. Dice, contando su experiencia: "vivíamos una navidad sin recuerdos religiosos, una navidad que no era fiesta de nadie. Dios no existía". Antes de su conversión, por una gracia especial de Dios, la navidad no tenía un sentido. "Los hombres éramos una fraternidad de huérfanos que no teníamos un padre en común como las religiones tradicionales".

La visión atea afronta este periodo sin una esperanza o con expectativas meramente humanas. Por ello, se adornan árboles pensando sólo en lo terreno. Por el contrario, la visión cristiana ofrece otra perspectiva desde la cual se puede vivir esta Navidad. Los árboles navideños tienen otro simbolismo que se manifiesta con una esperanza más plena, más profunda.


El árbol de la vida

Los cristianos no somos huérfanos y, en Jesucristo, somos hermanos. Para los creyentes, Cristo es el árbol de la vida y todos aquellos que creen en Él, viven unidos a Él y participan de la vida. Entonces la Navidad, el árbol, la fiesta, tienen el sentido de una esperanza más grande, la de la redención, la de sentirse amados por Dios.

El Papa Benedicto XVI lo recordó en su reciente encíclica: "No es la ciencia la que redime al hombre. El hombre es redimido por el amor. La gran esperanza del hombre sólo puede ser Dios, el que nos ha amado y que nos sigue amando hasta el extremo" (Spe Salvi nn. 26-27).

La Navidad es la fiesta de la encarnación. Para nosotros, continúa el Papa: "Dios es el fundamento de la esperanza, el Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo. Su amor es para nosotros la garantía de que existe aquello que esperamos en lo más íntimo de nuestro ser: la vida que es realmente vida" (Spe Salvi n. 31).

En esta preparación para la Navidad, cada uno de nosotros es responsable de poner su árbol y de adornarlo con aquello que llene mejor los deseos profundos de su corazón.

Persecución de los discípulos


Lucas 21, 12-19. Tiempo Ordinario. Como cristianos estamos llamados a amar y a vencer con amor el egoísmo. 
Autor: P . Clemente González | Fuente: Catholic.net

Del santo Evangelio según san Lucas 21, 12-19

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y cárceles y llevándoos ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os sucederá para que deis testimonio. Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y seréis odiados de todos por causa de mi nombre. Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas. 

Oración introductoria

Espíritu Santo, dulce huésped de mi alma, Tú eres mi Abogado y Consolador, el que me asiste, el que me ilumina y guía. Ayúdame a ponerte en el centro de mi vida y de mi actividad, especialmente hazte presente en esta meditación.

Petición

Señor, dame la gracia de confiar siempre en tu Providencia divina.

Meditación del Papa Francisco

Pero esto vale para todos: el Evangelio ha de ser anunciado y testimoniado. Cada uno debería preguntarse: ¿Cómo doy yo testimonio de Cristo con mi fe? ¿Tengo el valor de Pedro y los otros Apóstoles de pensar, decidir y vivir como cristiano, obedeciendo a Dios? Es verdad que el testimonio de la fe tiene muchas formas, como en un gran mural hay variedad de colores y de matices; pero todos son importantes, incluso los que no destacan. En el gran designio de Dios, cada detalle es importante, también el pequeño y humilde testimonio tuyo y mío, también ese escondido de quien vive con sencillez su fe en lo cotidiano de las relaciones de familia, de trabajo, de amistad. Hay santos del cada día, los santos "ocultos", una especie de "clase media de la santidad", como decía un escritor francés, esa "clase media de la santidad" de la que todos podemos formar parte. Pero en diversas partes del mundo hay también quien sufre, como Pedro y los Apóstoles, a causa del Evangelio; hay quien entrega la propia vida por permanecer fiel a Cristo, con un testimonio marcado con el precio de su sangre. Recordémoslo bien todos: no se puede anunciar el Evangelio de Jesús sin el testimonio concreto de la vida. Quien nos escucha y nos ve, debe poder leer en nuestros actos eso mismo que oye en nuestros labios, y dar gloria a Dios. (S.S. Francisco, 14 de abril de 2013).

Reflexión

Cuando un día el obispo, además de darnos una cachetada, nos ungió la frente con el óleo de la confirmación en la fe, no cumplió con una especie de rito necesario para que luego pudiésemos acceder a los demás sacramentos, especialmente el matrimonio.

Fuimos confirmados en la fe. Fuimos constituidos "testigos" de Cristo en el mundo. Llegamos a la madurez de nuestra entrega al Señor. ¿Y qué mejor testimonio que el martirio por Cristo?

Pero atendamos a las entrañas de amor de Cristo para con su tan amada criatura. No es nuestro Dios un dios que se goza viéndonos sufrir o queriendo que suframos simplemente porque sí. Seguir a Cristo no implica vivir de tormentos toda la vida. Amarlo no es dejar que nos golpeen toda nuestra bendita existencia.

Cuando Cristo nos previene de las persecuciones únicamente está siendo realista con nosotros, nos está dando como un voto de confianza. "Me habéis amado. Pues sabed que vuestros hermanos no siempre actuarán movidos por el amor como fuera de esperar sino que os harán sufrir. Pero confiad Yo he vencido con el amor al mundo". No son, pues, palabras que hemos de temer sino consejos de amor, de grande esperanza.

Es el peso del amor. El egoísmo está muy difundido en nuestro mundo, pero como cristianos estamos llamados a amar y a vencer con el amor el egoísmo. Y aunque tengamos mil problemas tenemos en Cristo la confianza de haber obtenido la victoria.

¡Ya hemos vencido! Porque Él nos ha amado primero y ya nos ha prometido de no abandonarnos en esta dulce lucha por Él que es nuestro Amado. ¿No es cierto que es un gozo, entonces, poder dar testimonio por Alguien a quien amamos de verdad?

Propósito

No podemos faltar en nuestra misión de llevar la luz de Cristo, de proclamar el feliz anuncio del Evangelio, aún si ello comparta la persecución. Que no me de pena hablar de Dios a los demás.

Diálogo con Cristo 

Señor, seguir tu Evangelio, ser un discípulo y misionero de tu amor, es oponerse a lo que el mundo ofrece y que la mayoría considera como auténtica felicidad. Necesito hacer un sincero esfuerzo por adquirir aquellas virtudes que me permitan vivir auténticamente mi fe: la pureza, la fidelidad, la humildad, la sinceridad y la autenticidad. Te pido, por intercesión de María, la sabiduría y la fuerza que necesito para serte fiel. 

martes, 26 de noviembre de 2013

Dios nos reprende con una caricia

Confiémonos en las manos de Dios, como un niño se confía en las manos de su papá. ¡Esas son manos seguras!
Autor: SS Francisco | Fuente: Catholic.net


Fragmento de la homilía del Papa francisco el la misa del martes 12 noviembre en Santa Martha

Confiémonos a Dios como un niño se confía en las manos de su papá. El santo padre ha reiterado que el Señor no nos abandona nunca y ha subrayado que también cuando nos reprende, Dios no nos da una bofetada sino una caricia.

"Dios ha creado al hombre para la incorruptibilidad", pero "por la envidia del diablo ha entrado la muerte en el mundo".

Hay un pasaje del Libro de la Sabiduría que recuerda nuestra creación. La envidia del diablo, ha hecho posible que comenzase esta guerra, "este camino que termina con la muerte y ha entrado en el mundo y la experimentan aquellos que le pertenecen".

Todos tenemos que pasar por la muerte, pero una cosa es pasar por esta experiencia con una pertenencia al diablo y otra cosa es pasar por esta experiencia de la mano de Dios. Y a mí me gusta escuchar esto: "Estamos en las manos de Dios desde el principio". La Biblia no explica la Creación, usando una imagen hermosa: Dios, con sus manos nos hace del barro, de la tierra, a su imagen y semejanza. Son las manos de Dios las que nos han creado: el Dios artesano, ¿eh? Como un artesano nos ha hecho. Estas manos del Señor... Las manos de Dios, que no nos abandonan.

La Biblia, narra como el Señor le dice a su pueblo: "Yo camino contigo, como un papá con su hijo, llevándolo de la mano". Son las manos de Dios las que nos acompañan en el camino.

Nuestro Padre, como un Padre con su hijo, nos enseña a caminar. Nos enseña a ir por el camino de la vida y de la salvación. Son las manos de Dios las que nos acarician en los momentos de dolor, nos consuelan. ¡Es nuestro Padre el que nos acaricia! Nos quiere mucho. Y también en estas caricias, muchas veces, está el perdón. Una cosa que me ayuda es pensar esto. Jesús, Dios, ha traído consigo sus llagas: se las hace ver al Padre. Este es el precio: ¡Las manos de Dios son manos llagadas por amor! Y esto nos consuela mucho.

Muchas veces, escuchamos decir a las personas que no saben en quien confiar: "¡Confíate en las manos de Dios!. Esto, es bello porque allí estamos seguros: es la máxima seguridad, porque es la seguridad de nuestro Padre que nos quiere mucho. Las manos de Dios, también nos curan de nuestras enfermedades espirituales.

Pensemos en las manos de Jesús, cuando tocaba a los enfermos y los curaba, son las manos de Dios: ¡Nos curan! ¡No me imagino a Dios dándonos una bofetada! No me lo imagino. Reprendiéndonos sí me lo imagino, porque lo hace. Pero nunca, nunca nos hiere. ¡Nunca! Nos acaricia.

También cuando nos reprende lo hace con una caricia porque es Padre. "Las almas de los justos están en las manos de Dios". Pensemos en las manos de Dios, que nos ha creado como un artesano, que nos ha dado la salud eterna. Son manos llagadas y nos acompañan en el camino de la vida. Confiémonos en las manos de Dios, como un niño se confía en las manos de su papá. ¡Esas son manos seguras!

No se dejen engañar


Lucas 21, 5-11. Tiempo Ordinario. Como cristianos trabajemos firme y constante por edificar nuestra casa en roca firme. 
Autor: P Clemente González | Fuente: Catholic.net

Del santo Evangelio según san Lucas 21, 5-11


En aquel tiempo algunos ponderaban la belleza del Templo, que estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas. Jesús les dijo: Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida. Le preguntaron: Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir? Él dijo: Mirad, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: "Yo soy" y "el tiempo está cerca". No les sigáis. Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato. Entonces les dijo: Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas, y grandes señales del cielo. 

Oración introductoria

Señor y Dios mío, buscarte equivale a encontrarte, porque siempre Tú estás dispuesto, esperándome en el Sagrario y en la oración. No quiero anteponer nada a tu amor que es lo único definitivo y seguro que tengo en la vida. ¡Ven Espíritu Santo! Ilumina y guía esta meditación.

Petición

Señor, concédeme la gracia de afianzar mi vida en Ti para poder ser testigo y misionero de tu amor.

Meditación del Papa Francisco

La historia humana comienza con la creación del hombre y la mujer a imagen y semejanza de Dios y concluye con el juicio final de Cristo. A menudo se olvidan estos dos polos de la historia, y sobre todo la fe en el retorno de Cristo y en el juicio final a veces no es tan clara y firme en el corazón de los cristianos. Jesús, durante la vida pública, se detuvo frecuentemente en la realidad de su última venida. [...]Ante todo recordemos que, con la Ascensión, el Hijo de Dios llevó junto al Padre nuestra humanidad que Él asumió y quiere atraer a todos hacia sí, llamar a todo el mundo para que sea acogido entre los brazos abiertos de Dios, para que, al final de la historia, toda la realidad sea entregada al Padre. Pero existe este "tiempo inmediato" entre la primera venida de Cristo y la última, que es precisamente el tiempo que estamos viviendo. (S.S. Francisco, 24 de abril de 2013)

Reflexión

No busquemos aterrarnos mutuamente ni vivir en el miedo pensando en que el tiempo está cerca y ya se acaba la figura de este mundo con la venida del Justo Juez, Cristo. Y no es así porque El mismo nos lo acaba de decir: Mirad, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: "Yo soy" y "el tiempo está cerca". ¿Quiere Cristo que vivamos atemorizados? No ¿Quiere que nos la pasemos analizando cada guerra y cada peste e interpretándolo todo bajo esta óptica terrorífica? No. Entonces, ¿qué quiere Cristo?

Quiere que nos dejemos de cuentos de terror y de una pasividad estéril y vivamos, sí, velando para cuando venga, pero velando como siervos fieles, esto es, cumpliendo como el soldado que tiene una misión en la vida. "Velar" por tanto no es estar en estado de terror e infundiendo terror en los demás, sino "trabajar" por hacer que cada día más este Rey sea más adorado y amado por los hombres; para que el imperio del amor triunfe sobre los mezquinos deseos humanos.

¿Por qué el Templo será derruido? Por la codicia de los hombres. ¿Por qué habrá guerras? Por el odio de unos contra otros. ¿Por qué pestes, hambre, desolación? Por culpa del pecado que no busca soluciones sino que trae daños estériles.

Pero en cambio si el cristiano trabaja firme y constante por edificar su propia casa en Roca firme; si se empeña por trabajar en la viña del Señor y sacar fruto abundante, el ciento por uno; si procura que en su casa jamás falte el aceite para su lámpara, no sea que venga el Esposo; si se esmera en realizar cuanto le ha sido confiado por el Dueño, como siervo trabajador; si, en fin, saca tiempo de debajo de las piedras y hace del amor su tesoro, y reproduce todos sus talentos, ¿le quedará tiempo para aterrarse por el fin del mundo?

Propósito

Trabajar por edificar mi casa, es decir mi vida de cada día sobre roca firme, sobre Dios. A través de la oración, de la confianza y esperanza en Él.

Diálogo con Cristo

Señor, sé que al final triunfará tu Reino, pero mi corazón a menudo no entiende y le cuesta aceptar acontecimientos que parecen no tener ningún sentido, como la muerte de un joven. Enséñame que el sentimiento puede ayudarme, pero no es lo esencial. Ayúdame a ser optimista, a edificar mi vida en la roca firme de tu voluntad y a tenerla como mi guía en todo mi obrar.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Una mirada hacia el cielo


El ancla de nuestras vidas encuentra su punto firme y seguro más allá del velo, en aquel refugio del cielo.
Autor: P.Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net



La vida está bañada de sorpresas. Buenas, que nos regalan momentos de alegría. Malas, que nos entristecen y confunden.

La vida es un flujo incontrolado. Muchas veces tomamos precauciones, pensamos atentamente antes de tomar una nueva decisión para evitar cualquier imprevisto. Por donde menos lo esperamos, salta una sorpresa que cambia todo el panorama.

Por eso, ante las incertidumbres de la vida, ante el misterio de lo que pasará en los próximos minutos o en los próximos meses, necesitamos encontrar un punto de apoyo firme, confortante, donde el corazón pueda lanzar un ancla aseguradora.

Ese punto no puede estar en un mundo como el nuestro, con sus accidentes y sus crisis, con sus fidelidades frágiles y sus traiciones engañosas, con sus sorpresas e imprevistos.

En esta tierra, lo sabemos, no tenemos ninguna ciudad permanente. Por eso dirigimos la mirada hacia la ciudad futura (cf. Hb 13,14), hacia un mundo en el que no hay polilla ni ladrones (cf. Mt 6,20), hacia la Patria donde reina el amor de un Padre bueno.

El ancla de nuestras vidas encuentra su punto firme y seguro más allá del velo, en aquel refugio del cielo donde nos ha precedido nuestro Salvador Jesucristo (cf. Hb 6,17-20).

Allí el tesoro de la vida está asegurado, porque nadie nos puede apartar del amor de Cristo (cf. Rm 8,35). La esperanza es completa cuando confiamos en Dios y ponemos en sus manos las inquietudes y las alegrías del día a día de nuestro caminar humano.

La viuda de las dos monedas

Lucas 21, 1-4. Tiempo Ordinario. Cristo no mira las apariencias y no se ha quedado indiferente ante el gesto de la viuda. 
Autor: P . Clemente González | Fuente: Catholic.net

Del santo Evangelio según san Lucas 21, 1-4


En aquel tiempo, alzando Jesús la mirada, vio a unos ricos que echaban sus donativos en el arca del Tesoro; vio también a una viuda pobre que echaba allí dos moneditas, y dijo: De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos. Porque todos éstos han echado como donativo de lo que les sobraba, ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir.

Oración introductoria

Señor, contemplando el ejemplo de la viuda pobre del Evangelio, quiero ofrecerte mi vida entera, quiero entregártela sin reservas, como lo hizo la Virgen María. Concédeme tu gracia en esta oración para que este ofrecimiento sea una realidad al darte todo mi amor y todo mi ser, con alegría y generosidad.

Petición

Señor, enséñame a darlo todo por Ti y por los demás, con alegría, generosidad y caridad.

Meditación del Papa Francisco

Cuando yo iba confesar en la diócesis precedente, venían algunos y siempre hacía esta pregunta: "Pero ¿usted da limosna?". -"Sí, padre". "Ah, bien, bien". Y hacía dos más: "Dígame, cuando usted da limosna, ¿mira a los ojos de aquél a quien da limosna?". -"Ah, no sé, no me he dado cuenta". Segunda pregunta: "Y cuando usted da la limosna, ¿toca la mano de aquel a quien le da la limosna, o le echa la moneda?". Este es el problema: la carne de Cristo, tocar la carne de Cristo, tomar sobre nosotros este dolor por los pobres. La pobreza, para nosotros cristianos, no es una categoría sociológica o filosófica y cultural: no; es una categoría teologal. Diría, tal vez la primera categoría, porque aquel Dios, el Hijo de Dios, se abajó, se hizo pobre para caminar con nosotros por el camino. Y esta es nuestra pobreza: la pobreza de la carne de Cristo, la pobreza que nos ha traído el Hijo de Dios con su Encarnación. Una Iglesia pobre para los pobres empieza con ir hacia la carne de Cristo. Si vamos hacia la carne de Cristo, comenzamos a entender algo, a entender qué es esta pobreza, la pobreza del Señor. (S.S. Francisco, 18 de mayo de 2013).

Reflexión

¡Qué hermosos ojos tiene nuestro Redentor que tan bellamente posa su mirada en cada uno de nuestros actos! A Cristo no le es indiferente cuanto podamos hacer, sobre todo, cuando son pequeñas menudencias que sólo Él ha visto y que sabrá premiar en su debido tiempo.

Hay en la escena algunos ricos echando grandes cantidades de dinero para Dios. Es lo que significa su ofrenda al Templo. Está lejos de Él una condena a los ricos, como alguna literatura ha querido ver en este y otros pasajes. Al contrario, seguramente se sintió a gusto al ver cómo los que cuentan con los medios necesarios, ponen en práctica la hermosa virtud de la magnificencia. ¡Qué sería del Templo, de las grandes obras de la Iglesia si no hubiera gente generosa a lo grande! Además está muy lejos de Cristo esa clase de favoritismos por unos o por otros. Y es que Dios no mira las apariencias como los hombres.

Precisamente porque no mira las apariencias se impresionó por el gesto de esa mujer pobre. Lo ha dado todo para Dios, ¡todo lo que tenía para su existencia! Y Cristo no se ha quedado indiferente ante tan grandioso gesto. Si hasta lo ha comunicado a sus apóstoles como diciendo: "aprended de esa mujer lo que es creer de veras en Dios". Darlo todo. Y hay tanta gente que lo da todo en nuestro mundo del siglo XXI y, quizás sería importante abrir más los ojos y no dejarnos impresionar por las apariencias sino mirar con la mirada de Cristo y obrar con la generosidad de esa viuda. Porque para Dios ella no ha quedado desamparada. Porque a los que así obran Dios no los abandona sino que se conmueve de amor ante sus pequeños actos de generosidad. Pensemos sólo que gracias a ese pequeño acto de la viuda ella sigue siendo hasta ahora modelo para nosotros.

Propósito

No ofrecer lo que me sobra, tomar ejemplo de la viuda que da todo lo que tenía para vivir, y así se da a sí misma. Dar mi tiempo al escuchar con antención, acompañar, ayudar, agradecer, servir a los demás.

Diálogo con Cristo

Señor, no te puedo dar nada que no haya recibido de Ti, por lo que pongo en tus manos mi amor y mi total dependencia a tu voluntad. Con tu gracia podré vivir desprendido de las cosas y sabré darme con más generosidad y más amor a los demás.

domingo, 24 de noviembre de 2013

¡Qué grande es Nuestro Señor Jesucristo!


Durante su vida en la tierra, aunque era el Hijo de Dios, Cristo vivió en humildad, se hizo todo para todos a fin de salvarnos. 
Autor: Pedro García, misionero claretiano | Fuente: Catholic.net

¡Hoy domingo celebramos la gran fiesta de Cristo Rey!

Jesucristo ha sido constituido el centro del universo. Todo fue creado por Él y para Él, todo se mantiene en Él, y Jesucristo será el único Soberano de todas las cosas en los siglos eternos. ¡Qué grande es Nuestro Señor Jesucristo, y qué orgullosos estamos nosotros de su gloria!

Durante su vida en la tierra, aunque era el Hijo de Dios, Jesucristo vivió en humildad, se hizo todo para todos a fin de salvarnos a todos, y sólo a partir de su resurrección aparece en todo el esplendor de su grandeza. Sin embargo, aún no se ha manifestado toda la gloria suya. Hemos de esperar al fin, cuando vuelva a dar la mano definitiva al mundo y a cerrar la historia de todas las cosas. Sólo entonces veremos sometidos a Jesucristo los seres todos del cielo y de la tierra, y celebraremos su Reino que no tendrá fin.

Todo esto es muy bonito. Todo esto, entusiasma. Pero, ¿nos damos cuenta de lo que nos exige?...

En la revolución mexicana, que cubrió de mártires nuestra América, un joven de veintitrés años abandona su magnífico puesto en el Banco Internacional de México y se enrola en las filas de los católicos que luchaban por defender la Religión perseguida. Una bala perdida le atraviesa las dos piernas, pierde el sentido, cae prisionero, y, recobrado el conocimiento, le pregunta el coronel:
- ¿De qué partido es usted?
- Soy un defensor de Cristo Rey.
- ¿Qué grado tiene?
- Capitán primero.
- ¿Se rinde?
- No, no me rindo.
- Deme su revolver.
- Tómelo, y máteme si quiere. Pero antes déjeme gritar: ¡Viva Cristo Rey!
El coronel disparó el arma, le destrozó al valiente muchacho la cabeza con las balas, y con aquellos disparos le abría las puertas del Cielo, el Reino glorioso de Jesucristo.

Como este joven mártir, nosotros, bien penetrados de la fe cristiana, miramos en Jesucristo al Soberano que dicta leyes, al Jefe que gobierna, al Juez que pedirá cuentas. Y nos rendimos ante Jesucristo.

Con la mentalidad democrática que rige nuestros pueblos, nos cuesta aceptar un jefe absoluto, al que llamamos dictador; no nos sometemos a nadie sino al pueblo soberano, como decimos; y jamás aceptaríamos una justicia que no se rigiera por las normas que nosotros mismos le hemos impuesto. Así es nuestra democracia, así pensamos, y esto es lo único que aceptamos.
Pero ante Jesucristo hemos de cambiar de parecer.

Jesucristo no es un dictador que oprima a nadie ni un hombre sin corazón. Es un Soberano lleno de amor que no busca sino nuestra salvación.

Pero el único legislador es Jesucristo, y no una asamblea constituyente, con diputados elegidos por nosotros.

El único que manda es Jesucristo, porque es el Señor.

El que tendrá la última palabra es Jesucristo, porque ha sido constituido Juez de vivos y muertos.

Ante este Jesucristo nos jugamos la vida.
Aceptar a Jesucristo es aceptar su Persona, su doctrina y sus mandatos.

Por desgracia, no todos aceptan a Jesucristo de manara incondicional. Son muchos los que lo rechazan. No admiten a nadie que esté sobre sus cabezas. No quieren a ninguno que les venga a fastidiar la vida de placer a que se entregan...

El orgullo y la sensualidad son los dos grandes enemigos de Cristo.

Sin embargo, Jesucristo se ofrece y actúa como Salvador antes que ejercer sus poderes de Juez.
Ha dejado su Iglesia en el mundo como signo del Reino y encargada de llevar adelante el Reino de Dios hasta que Jesucristo vuelva. Y aquí, en la Iglesia y su Vicario el Papa, es donde tropiezan también muchos. Al aceptar a Jesucristo en su Persona y no en sus representantes ni en su Iglesia, vienen a rechazar al mismo Jesucristo, que dijo:
- Id y enseñad... Con vosotros estoy... Quien os acoge a vosotros me acoge a mí, y quien a vosotros rechaza me rechaza a mi y al Padre que me envió.

Cuando nosotros hablamos así de Jesucristo y salimos con energía por sus derechos, podemos dar la sensación de que nosotros somos más rigurosos que el mismo Jesucristo. Pero esto es una equivocación completa. Jesucristo no es nada riguroso, porque es Rey de amor y Rey de paz.

Nuestra lengua puede subir un poco el tono, pero tampoco somos rigurosos. Lo que nos pasa es que nos duele, como le dolía a Pablo, el ver que hombres, hermanos nuestros, rehusan someterse a Jesucristo, porque con ello hasta pueden poner en peligro su salvación. Y este miedo nos hace cambiar un poquito la voz...

Nosotros, creyentes, no ponemos condiciones a Jesucristo. Que mande. Que pida. Que nos gobierne por su Iglesia. No nos pide que dejemos el puesto en el Banco ni que entreguemos la pistola al enemigo para que nos abra la cabeza. Pero nos pide el amor del corazón, y se lo damos entero. Nos pide la obediencia a su Iglesia, y no nos ponemos a discutir. Y así, tranquilos, esperamos su venida, y hasta le pedimos que la acelere, pues estamos impacientes de encontrarnos con Él: ¡Ven, Señor Jesús!... .

Un Rey "Perdedor"


Lucas 23, 35-43. Solemnidad Cristo Rey Ciclo C. Un rey que ejerce su poder únicamente con la fuerza del amor, del perdón, de la humildad y de la mansedumbre. 
Autor: P. Sergio Cordova LC | Fuente: Catholic.net

Del santo Evangelio según san Lucas 23, 35-43

Estaba el pueblo mirando; los magistrados hacían muecas diciendo: "A otros salvó; que se salve a sí mismo si él es el Cristo de Dios, el Elegido." También los soldados se burlaban de él y, acercándose, le ofrecían vinagre y le decían: "Si tú eres el Rey de los judíos, ¡sálvate!" Había encima de él una inscripción: "Este es el Rey de los judíos." Uno de los malhechores colgados le insultaba: "¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!" Pero el otro le respondió diciendo: "¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho." Y decía: "Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino." Jesús le dijo: "Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso."

Oración introductoria

Señor mío, acuérdate de mí. Tú eres mi Dios, mi Señor, mi Redentor. Inicio mi oración ofreciéndote mi libertad, mi voluntad, mi mente y mi corazón. Aleja de mi interior todo aquello que me distraiga; ayúdame a renunciar a mí mismo para dejar que seas Tú el único Rey en mi corazón.

Petición

Jesús, ayúdame a luchar todos los días para hacerte reinar más en mi corazón y en el de los demás. ¡Venga tu Reino!

Meditación del Papa Francisco

El Señor se toma su tiempo. Pero incluso Él, en esta relación con nosotros, tiene mucha paciencia. No solo nosotros debemos tener paciencia: ¡Él la tiene! ¡Él nos espera! ¡Él nos espera hasta el final de la vida! Pensemos en el buen ladrón, hasta el final, al final reconoció a Dios. El Señor camina con nosotros, pero muchas veces no se deja ver, como en el caso de los discípulos de Emaús. El Señor está involucrado en nuestras vidas, ¡esto es seguro!, pero muchas veces no lo vemos. Esto nos exige paciencia. Pero el Señor que camina con nosotros, Él también tiene mucha paciencia con nosotros. Ese es el misterio de la paciencia de Dios, que al caminar, camina a nuestro ritmo. A veces en la vida las cosas se vuelven muy oscuras, hay tanta oscuridad allí, que queremos, si estamos en problemas, bajar de la cruz. Es el momento preciso: la noche es más oscura, cuando se aproxima la madrugada. Y siempre cuando nos bajamos de la cruz, lo hacemos cinco minutos antes de que llegue la liberación, en el momento más grande de la impaciencia. (S.S. Francisco, 28 de junio de 2013).

Reflexión

Con este domingo llegamos al final del ciclo litúrgico. El último domingo de cada año, la Iglesia cierra con broche de oro el ciclo ordinario con la fiesta de Cristo Rey. Y el próximo domingo iniciaremos nuestra preparación para la venida del Señor en la Navidad: el adviento.

Hoy celebramos la solemnidad de Jesucristo, Rey del universo. Lo confesamos supremo Señor del cielo y de la tierra, de la Iglesia y de nuestras almas. Pero es "escandaloso" el modo como ejerce su realeza. Todos los reyes de este mundo mantienen su reinado con la fuerza de las armas, y ostentan el esplendor de su riqueza y de su poder. Como que es algo "connatural" a su condición y a su nobleza. Pero creo que nunca han existido, ni existirán jamás sobre la faz de la tierra, reyes "pobres" o "débiles". Serían víctimas fáciles de sus enemigos, que usurparían su trono sin ningún género de escrúpulos. Ésa ha sido la ley de vida a lo largo de toda la historia de la humanidad.

Jesucristo es Rey. Pero un rey muy distinto. Es un rey sin armas, sin palacios, sin tronos, sin honores; un rey sin ejército y sin soldados. Un rey que ejerce su poder únicamente con la fuerza del amor, del perdón, de la humildad y de la mansedumbre. Un rey que no atropella ni violenta a nadie, y que no impone su yugo o su ley por capricho. El que lo acepte como rey, debe acogerlo libremente y abrazar su misma "lógica", que es la del amor y del perdón.

Cristo es -si podemos hablar así- un rey "débil" porque Él mismo quiso escoger la debilidad para redimirnos. "Donde está la cruz, no hay lugar para los signos de la fuerza". No recuerdo dónde leí esta frase, pero es totalmente cierta. Cristo es Rey. Pero no tiene armas. Las armas las tienen sus enemigos. Cuando Pilato, antes de condenarlo a muerte, le preguntó si era rey, Jesús le dio una respuesta desconcertante: Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis ministros habrían luchado para que no fuese entregado en manos de los judíos; pero mi reino no es de aquí (Jn 19, 36). Palabras misteriosas, pero profundamente reveladoras.

Cristo es rey. Pero no según los cánones y criterios de este mundo. Su soberanía es la del amor, de la justicia y de la paz. Su trono es una cruz; su cetro, una caña con la que le golpean la cabeza; su corona, una corona de espinas. Su reino es para los pobres y humildes de corazón, para los mansos, los pacíficos y los misericordiosos; para los perseguidos por la verdad y la justicia. Su programa de vida se resume en el Sermón de la montaña, en las bienaventuranzas y el mandamiento de la caridad. Sus súbditos y sus amigos predilectos son los pobres y pecadores; sus compañeros de destino, los malhechores, como ese "buen ladrón" que encontramos en el evangelio de hoy.

Los judíos y los príncipes de los sacerdotes que ultrajan a Cristo crucificado hablan un lenguaje de poder y lo desafían a que demuestre su fuerza bajando de la cruz: "Si de verdad es el Hijo de Dios, que baje de la cruz, que se salve a sí mismo". Y lo mismo le dice el otro de los ladrones crucificados con Él. Pero Jesús no hace caso. Su fuerza es el perdón, el amor y la misericordia. Y así lo descubre ese "buen ladrón".

En efecto, este buen hombre -que, a pesar de haber sido un malhechor toda su vida- supo demostrar su nobleza de alma en el momento supremo de su existencia y pudo reconocer en Jesús al Mesías y al Salvador del mundo. Éste no le pide a Jesús que lo ponga a salvo y que lo libere de los dolores corporales; pero con su fe alcanza de Cristo la salvación completa de su alma y el premio del paraíso.

Otra vez vemos a Cristo, como en el caso de Zaqueo, rodeándose de amigos "poco recomendables". Pero Cristo vino a salvarnos a todos, comenzando por los pecadores. Y sólo si nos reconocemos necesitados de la gracia, como el buen ladrón, seremos dignos de participar en el Reino eterno de Jesucristo.

¡Qué afortunado este buen ladrón! En el último instante de su vida supo "robarle" a Cristo también el cielo! Pero más que "robo", se trata de un regalo maravilloso e inmerecido de la misericordia de Dios. Así es Jesús. Su corazón es infinito porque es el corazón de un Dios, de un Padre con entrañas de ternura y de compasión.

Para eso vino a este mundo y para eso se encarnó. Por eso está en la cruz con los brazos abiertos: para acogernos siempre, sin condiciones. Lo único que espera de nosotros es nuestra confianza, nuestro arrepentimiento y el abandono total en sus manos.

Propósito

Ojalá que este día de Cristo Rey, también nosotros queramos aceptar la soberanía de Jesucristo y le proclamemos Señor de nuestras vidas volviendo a Él de todo corazón, y haciendo que muchos otros hombres y mujeres, comenzando por los que viven a nuestro lado, se acerquen al amor misericordioso de nuestro Redentor. ¡Venga a nosotros tu Reino, Señor
!

No es un Dios de muertos


Lucas 20, 27-40. Tiempo Ordinario. No buscar la felicidad en la tierra, tener los ojos puestos en la eternidad. 
Autor: P. Juan Gralla

Del santo Evangelio según san Lucas 20, 27-40


En aquel tiempo se acercaron a Jesús algunos de los saduceos, esos que sostienen que no hay resurrección, y le preguntaron: Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de alguno, que estaba casado y no tenía hijos, que su hermano tome a la mujer para dar descendencia a su hermano. Eran siete hermanos; habiendo tomado mujer el primero, murió sin hijos; y la tomó el segundo, luego el tercero; del mismo modo los siete murieron también sin dejar hijos. Finalmente, también murió la mujer. Esta, pues, ¿de cuál de ellos será mujer en la resurrección? Porque los siete la tuvieron por mujer. Jesús les dijo: Los hijos de este mundo toman mujer o marido; pero los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección. Y que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en lo de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven. Algunos de los escribas le dijeron: Maestro, has hablado bien. Ya no se atrevían a preguntarle nada.

Oración introductoria

Señor, Tú eres un Dios de vivos no de muertos, por eso te pido que me muestres en esta oración cómo puedo aprovechar cada minuto de mi vida para crecer espiritual y apostólicamente, camino seguro para alcanzar la santidad.

Petición

Dios mío, hazme poner toda mi esperanza y esfuerzo en alcanzar el cielo.

Meditación del Papa Francisco

En el Evangelio del día están los Saduceos que presentan a Jesús el caso límite de una mujer, viuda de siete hombres, que no hablaban de esta vicisitud con el corazón. Los Saduceos hablaban de esta mujer como si fuera un laboratorio, todo aséptico, todo... Era un caso de moral. Nosotros, cuando pensamos en esta gente que sufre tanto, pensamos como si fuera un caso de moral, también en las ideas, pero en este caso..., este caso..., ¿o también pensamos con nuestro corazón, con nuestra carne? A mí no me gusta cuando se habla de estas situaciones de manera tan académica y no humana, a veces con las estadísticas... sino sólo allí. En la Iglesia hay tantas personas en esta situación. En estos casos es necesario hacer lo que dice Jesús, rezar por ellos. Ellos deben entrar en mi corazón, ellos deben ser una inquietud para mí: mi hermano sufre, mi hermana sufre. He aquí el misterio de la comunión de los Santos: rezar al Señor: Pero Señor, mira a este, llora, sufre. Rezar, permítanme decirlo, con la carne: que nuestra carne rece. No con las ideas. Rezar con el corazón. (cf S.S. Francisco, 6 de junio de 2013)

Reflexión

La resurrección era un tema controvertido entre los judíos. No había un dogma, por eso los saduceos no lo creían. Sin embargo, los fariseos estaban convencidos de esta doctrina. También San Pablo utilizará el argumento de la resurrección para poner a los fariseos de su parte cuando era juzgado por Ananías (Hechos de los apóstoles 23, 6-9).
Creer o no creer en la resurrección da lugar a dos estilos de vida. Los que buscan la felicidad sólo en esta tierra y los que tienen los ojos puestos en la eternidad.

Pero vamos a detenernos en el punto que origina la discusión: ¿habrá matrimonios en el cielo? Interesante pregunta. Ello nos lleva a profundizar en el fin último del matrimonio.

Cuando un hombre y una mujer se casan movidos por un amor auténtico buscan, sobre todo, hacer feliz a la otra persona y formar una familia. Por eso no escatiman los detalles que pueden hacer la vida más agradable a la pareja: un beso, un regalo, una atención, unos momentos de diálogo íntimo... Pero, si realmente quieren darle lo mejor a la persona amada deben buscar lo que realmente le hará feliz, lo que va a colmar plenamente su corazón. No se quedarán en lo pasajero de esta vida, sino que querrán darle el Bien Máximo, es decir, a Dios. Es el mejor regalo que pueden hacerse unos esposos: procurar por todos los medios que la otra persona tenga a Dios. Porque Dios es el Bien mismo y la fuente de toda felicidad.

Propósito

Buscar la felicidad en esta tierra y tener los ojos puestos en la eternidad.

Diálogo con Cristo 

Señor, no permitas que deje pasar mi tiempo de modo infructuoso. Si hoy terminase mi vida, ¿qué podría ofrecerte? Graba en mi alma la conciencia de que a medida que la vida avanza y la eternidad se acerca, sólo tu amor queda y todo lo demás se va a convertir en nada