viernes, 5 de julio de 2013

¿Coaching o Dirección Espiritual?


El director espiritual te ayuda a crecer en la fe y en la esperanza, que provienen de Dios y conducen a Dios. El "coach" te ayuda a aumentar la fe y la esperanza en ti mismo (no en Dios, evidentemente) para lograr, no tu salvación, sino la de tu empresa..
Autor: Pedro Luis Llera Vázquez | Fuente: Catholic.net


Hoy he empezado a recibir un curso de "coaching educativo": nada más y nada menos. Una insigne y brillante profesional del tema nos está introduciendo en las bondades de las inteligencias múltiples, la inteligencia emocional, las emociones y los sentimientos, las conexiones neuronales y las partes de nuestro cerebro. Ciertamente apasionante.

Hace no muchos años, cuando a uno se le moría su padre o su hijo, recurría al consuelo espiritual que te proporcionaba la fe y un sacerdote iba a tu casa o ibas tú a la iglesia y el cura te confortaba con la esperanza que proviene de la fe en Dios. Ahora, cuando ocurre una desgracia, un equipo de psicólogos acude al lugar de la tragedia y te habla de asertividad y resiliencia para que seamos capaces de expresar adecuadamente nuestras emociones y además podamos sobreponernos al trauma. Pues bien, el "coaching" es como la dirección espiritual de toda la vida, pero en laico. Me explico. Un director espiritual te guía y te ayuda a crecer en santidad para que uno pueda discernir lo que Dios quiere de ti en cada momento de tu vida y poder responder adecuadamente, buscando siempre la salvación de tu alma y la vida eterna. El director espiritual te ayuda a crecer en la fe y en la esperanza, que provienen de Dios y conducen a Dios. El "coach" te ayuda a aumentar la fe y la esperanza en ti mismo (no en Dios, evidentemente: hasta ahí podíamos llegar... Dios se escapa de los parámetros científicos de la psicología y la neurología) para lograr, no tu salvación, sino la de tu empresa; el director espiritual te invita a vivir la fe en comunidad; el coach, a formar equipo para trabajar más y mejor. Fantástico. Es lo de toda la vida, pero en su versión materialista cientificista. O sea, sin Dios.

Pues bien. Al final de la primera sesión, nuestra ilustre ponente - ciertamente una señora simpática y competente - nos dejó una pregunta inquietante en el aire: ¿Cuál es nuestro proyecto de vida? ¿Nos hemos planteado alguna vez por qué estamos aquí, para qué y cuál es el sentido de nuestra vida?

¡Pues bueno soy yo para eso...! Así que me dispongo a responder. Y sé que lo que voy a escribir le resultará escandaloso a mucha gente. Me importa un bledo lo que piense nadie. Hoy, como siempre, proclamar la Buena Noticia resulta necedad para unos y escándalo para otros. Pero yo no estoy aquí para otra cosa que para alabar y dar gloria a Dios. Eso da sentido de mi vida: su "principio y fundamento". Dios me ha dado la vida por amor y para que yo lo ame a Él y ame a mis hermanos. Pero es imposible servir a Dios y contentar al mundo.

Yo, gracias a Dios, tengo fe y le pido al Señor que me aumente esa fe cada día. Sí. Yo creo en Dios. No en un dios cualquiera. Creo en el único Dios verdadero: Jesucristo. Creo en el Dios de la Iglesia Católica, que es una, santa, católica y apostólica. Creo en la Iglesia, que es el Cuerpo Místico de Cristo. Por eso, quienes dicen que creen en Dios y rechazan a su Iglesia, mienten. Por eso, quienes se llaman católicos y desprecian al Papa o extienden doctrinas distintas a las del catecismo de la Iglesia, mienten. En realidad son lobos disfrazados de corderos, falsos profetas que trabajan para Satanás; hipócritas a quienes más les valdría colgarse una piedra al cuello y tirarse al mar, porque tendrán que rendir cuentas ante el Altísimo por sus engaños. Ningún santo se apartó nunca del verdadero Evangelio ni cuestionó nunca la autoridad del Santo Padre ni se erigió en profeta alternativo. Los santos se han caracterizado siempre por mantenerse fieles a Dios, unidos a la Iglesia y al sucesor de Pedro. Y atacar a la Iglesia, perseguirla o predicar doctrinas distintas del auténtico magisterio apostólico es perseguir al mismísimo Cristo Resucitado. Los enemigos de la Iglesia son enemigos de Dios mismo. Odian a la Iglesia y odian a Cristo. Yo creo en el Dios de la Iglesia clandestina china; en el Dios de las viejecitas que rezan el rosario en Corea del Norte mientras cuentan alubias sentadas en círculo, jugándose la vida; creo en el Dios de la Iglesia mártir de Pakistán y de Siria y de Egipto y de tantos países islámicos o comunistas que persiguen y asesinan a mis hermanos.

En mi vida y en la de mi familia, la presencia amorosa de Dios es tan evidente, tan tangible, tan palpable, que es imposible no creer en el Señor. Él me llamó y yo le seguí. Todo lo que tengo y lo que soy se lo debo a Cristo. Yo era un inútil, incapaz de hablar ni escribir ni entender nada. Pero el Señor es mi Maestro - el único "coach" verdadero - y se fijó en mí sin yo merecerlo y me enseñó y me abrió el entendimiento para que pueda proclamar su gloria. Él escoge y llama a los más torpes, a los más débiles, a los más necesitados, a los más pecadores, para que su gloria, su grandeza y su bondad resulten aún más evidentes. Tomás de Aquino, el doctor angélico, decía que había aprendido más rezando ante el Sagrario que en los libros. Lo suscribo. Hasta el punto de afirmar que la única sabiduría que me interesa es la que viene de la Cruz del Cristo, la que procede del Señor, muerto y resucitado. Toda la sabiduría de este mundo me parece basura al lado de Cristo.

El Señor no me quiso llamar al sacerdocio ni a la vida religiosa. Él sabrá por qué. Mi Dios me llamó a formar una familia y me regaló la vocación de maestro. Cristo quiso que yo fuera su testigo y que anunciara su Evangelio a los niños y jóvenes, educándolos en el amor, que es Él mismo. Y el propio Señor se ha ido encargando de llevarme y traerme por los caminos más insospechados para que yo pudiera llevar a cabo la misión que Él mismo me había encomendado. Desde luego, esos caminos nunca fueron mis caminos. Yo jamás habría sospechado los itinerarios que el Señor tenía y tiene misteriosamente reservados para mí. A mis cuarenta y nueve años ya ni me molesto en hacer planes: sólo confío en el Señor y, con toda paz, acepto en mí la Voluntad de mi Señor y sólo le pido que me dé fuerzas para decirle siempre que sí. "Señor: dame lo que pides y pide lo que quieras". Sólo tengo la certeza de que Dios me quiere. Sé en Quién he depositado mi confianza.

Maestro católico

En mi vocación como maestro católico han sido decisivos tres santos: San Ignacio de Loyola, San Juan Bautista de La Salle y Santo Tomás Moro.

De San Ignacio aprendí a optar por la Bandera de Cristo; aprendí que o se está con Cristo o contra Cristo; que no hay medias tintas ni componendas posibles; que debemos "sentir con la Iglesia" y anunciar el Evangelio sine glossa, unidos al Papa y a la Iglesia jerárquica, con humildad y obediencia. Cuando tú te crees más sabio y entendido que el Papa y todos los obispos juntos, la has fastidiado. La soberbia es el peor de los pecados. Y cuando hablamos de Dios, la última palabra es la de los Apóstoles y sus sucesores, con el Papa a la cabeza; y la de los santos que nos han precedido y dado ejemplo en la historia de la salvación. Pero cuando tú te crees más listo y más iluminado que el Papa, que los obispos y que todos los santos que en el mundo han sido, dejas de estar en comunión con la Iglesia; y por lo tanto, con Cristo. Y entonces empiezas a construir iglesias alternativas, irremediablemente condenadas a la esterilidad y a la nada. Porque el sarmiento que se desgaja de la Vid, no sirve para otra cosa que para arder en el fuego; pero no da fruto.

De San Juan Bautista de la Salle aprendí que la educación católica es un ministerio de la Iglesia; que los maestros somos ministros y embajadores de Cristo ante nuestros alumnos y que nuestra misión es conducir sus almas a Cristo para que se salven. Y que esa tarea sólo se puede hacer si estamos enraizados en Cristo y si permanecemos fieles a la sana y segura doctrina de la Iglesia. Pero si nos apartamos de Cristo, si nos inventamos doctrinas alternativas y pseudoproféticas, iglesias de los pobres enfrentadas dialécticamente con la Iglesia Jerárquica (que debe de ser, a entender de algunos, la de los ricos), y no permanecemos fieles a la única Iglesia de Cristo, todo se va al traste y dejamos de tener una escuela católica para ofrecer experimentos pedagógicos pintorescos y muy progresistas, pero abocados al fracaso más estrepitoso.

Y de Santo Tomás Moro aprendí que uno debe mantenerse fiel a la Iglesia y a Cristo hasta las últimas consecuencias: guste o no guste a los que mandan; aprendí que la Verdad no se debe adulterar para buscar el propio beneficio; que hay que estar dispuesto a perder cargos y sueldos y comodidades y hasta la propia vida, si fuera preciso, por fidelidad a Dios y a la Iglesia. Aprendí de él que la fe no se puede reducir al ámbito privado, sino que uno debe ser cristiano a tiempo completo. Aprendí que la fe tiene serias y trascendentales implicaciones en la vida pública, que es donde debemos dar la cara: incluso a riesgo de que nos la partan. A sir Tomas More le cortaron la cabeza. Aprendí de este mártir glorioso que uno no puede ser tibio; que no vale el "sí, pero..." Un católico no puede hacer apaños y militar en organizaciones que defienden el aborto, que comprenden y aceptan el divorcio y que prodigan toda clase de políticas inmorales. Benedicto XVI lo dejó muy claro cuando formuló los "principios no negociables": defensa de la vida, de la familia, de la libertad de educación y búsqueda del bien común. Esas son las líneas rojas para un católico en la vida pública por pura coherencia eucarística. Y no hay peros ni posibilismos ni medias tintas que valgan al respecto. O se está con Dios o con el mundo.

A parte del "coaching" de Cristo, los santos también nos brindan un ejemplo que nos ayuda a discernir el camino que conduce a la salvación, que es lo único que me importa, porque, en definitiva, es el único camino hacia la verdadera felicidad.

Padre de familia

En cuanto a mi vocación como seglar y padre de familia, el Señor puso en mi vida a una esposa a la que quiero tanto, que no hay palabras que puedan contener tanto amor. A buen seguro que hay mujeres más guapas, más atractivas, más listas, más simpáticas... Pero, parafraseando al genial Pedro Salinas, entre todas las gentes del mundo, sólo ella es ella. Después de veinte años de matrimonio, no la cambiaría por nada ni por nadie de este mundo. Ella es el amor de mi vida, mi compañera, mi cómplice, mi alegría, mi felicidad. No podría entender mi vida sin mi mujer porque ella y yo no somos dos personas que viven su vida en paralelo, sino que somos una sola carne y una sola vida, unidos por el amor de Dios, de un Dios que nos acompaña siempre y nos bendice cada día. Y aunque nuestra vida no haya sido precisamente un camino de rosas, nunca nos ha faltado la ayuda de la Santísima Providencia.

Yo no entiendo el divorcio, ni a los canallas que maltratan o matan a sus mujeres: ¡Cómo se puede ser tan malnacido! El divorcio, el adulterio, el engaño y la mentira son pecado: ¡Cómo no van a serlo! La infidelidad acaba con el amor y destruye al hombre y a la mujer. Y destroza la vida de los hijos. Pero el mundo vive de espaldas a Dios y no se entera de nada: está ciego y sordo. La gente que vive en los valores de este mundo busca la felicidad en el placer, en el bienestar, en el goce hedonista y acaba en la desesperación, en el nihilismo y en la muerte. La felicidad sólo se encuentra en el amor que viene de Dios.

Y de ese amor nacieron nuestros tres hijos maravillosos: tres auténticos regalos del Señor. Nuestros hijos son nuestra mejor aportación a este mundo, nuestra obra de arte: nuestra y de Dios. Con ellos, todo es más bueno y más hermoso. Los hijos te enseñan a amar. Cuando eres padre, entiendes cómo es Dios: cómo se puede amar hasta el extremo e incondicionalmente a alguien; cómo tus hijos son más importantes que nada ni nadie. La razón de ser de un padre es educar y amar a sus hijos, verlos crecer en estatura y en gracia de Dios. Eso también da sentido a mi vida.

Cuántos niños crecen sin padres porque éstos están demasiado ocupados en otras cosas más importantes, como ganar más dinero o labrarse impresionantes carreras profesionales. Abandonar a los hijos para trabajar y "vivir mejor" supone muchas veces destruir a los hijos. Vale más vivir con menos y tener tiempo para los hijos, que tenerlo todo y dejar a los hijos huérfanos y hambrientos de lo único imprescindible: el amor - y el tiempo - de sus padres. Un niño sin el amor de sus padres no puede crecer sano. El mundo está lleno de niños raquíticos de amor porque les falta la vitamina imprescindible para crecer y madurar. España está llena de niños desnutridos de cariño y de ternura porque para sus padres hay otras cosas más importantes, como realizarse a sí mismos. Se olvidan que lo único que te realiza es el amor a tus hijos. No hay otra carrera mejor ni otro bienestar mayor.

¿Cómo puede haber gente que no quiera a sus hijos? ¿Cómo es posible que una madre asesine a su propio hijo sin darle siquiera la oportunidad de nacer? Yo no puedo entender ni aceptar el aborto, que es un crimen abominable. Un hijo no es nunca una desgracia ni una maldición. Al contrario. Un hijo siempre es una bendición de Dios. Pero lo que está de moda es defender el derecho de la mujer a decidir si quiere o no tener a su hijo. Y llevarle la contraria al mundo supone la descalificación y que te señalen con el dedo como si fueras un fanático peligroso. Al mundo no le gusta que le digan la verdad, porque el mundo vive en la mentira. Pero Dios pedirá cuentas de cada gota de sangre de esos niños asesinados. Ya sé que vosotros no creéis que Dios exista. Ya sé que para vosotros no hay cielo ni infierno ni castigo ni condenación ni salvación: que para vosotros sólo somos carne destinada a la podredumbre. Pero os equivocáis. Yo sé que Dios está; que Dios es El Que Es; que el Señor es el creador de todo cuanto existe y que en Él vivimos, nos movemos y existimos. Pobres de vosotros los que anunciáis mentiras y predicáis la muerte.

La solución está en el Sagrario

El mundo quiere destruir a la familia porque el Príncipe de este Mundo quiere destruir al hombre. Y el hombre sin amor, sin Dios, se convierte en una bestia cruel capaz de los peores crímenes. Satanás nos dice que el amor es imposible, que no hay amor eterno, que el amor se acaba, que no existe otra cosa que sexo y placer. Y el mundo se lo cree. Por eso tanta gente vive sin sentido, sordos y ciegos al amor de Dios. Sólo Dios nos puede salvar de la desesperación, del sinsentido y de la muerte, si nos volvemos hacia Él y nos arrepentimos de corazón de todo cuanto nos aparta de su amor. En el mundo hay mucha corrupción, muchos ladrones, asesinos, violadores, pederastas; muchas mentiras, mucha desesperación. Vivimos tiempos de crisis, de parados y desahucios; de indignados y de sinvergüenzas. Y no se encuentran soluciones ni alternativas. Las ideologías son mentiras. Los partidos políticos y los sindicatos son sectas al servicio de su propio poder sin otro fin que enriquecer a sus dirigentes y a sus amiguetes.

¿Queréis soluciones? Mirad al Sagrario. Allí está Cristo: el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Miradlo a Él, presente realmente en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía. Si no nos convertimos a Cristo, seguiremos sumidos en la oscuridad del pecado. Cristo entregó su vida por amor, para salvarnos y perdonar nuestros pecados; dio su vida como víctima para que nosotros tuviéramos vida y la tuviéramos en abundancia. No hay esperanza fuera de Cristo. Por eso la llamada a la conversión es hoy más urgente que nunca. Los paraísos que prometen algunos y el Estado del Bienestar de otros no nos conducen más que a callejones sin salida: a la esclavitud, al sufrimiento y a la muerte. Sólo el amor de Dios y su misericordia puede realmente salvarnos de tanta inmundicia como nos rodea y tanto pecado como llevamos dentro de nosotros mismos; de tanta desesperación; de tanto pecado personal y de tanto mal social.

Seguir al mundo es entrar por la puerta ancha que conduce a la perdición. Comed, bebed, disfrutad de los placeres, buscaos a vosotros mismos y atended sólo a vuestro propio bienestar. Tenéis derecho al goce permanente. Haced lo que queráis, que nada es pecado. Todo está bien y todo vale. Dicen que el vitalismo dionisíaco es la única puerta para la felicidad. Pero Baco ofrece placeres y lo que te da, en cambio, es muerte y desesperación: el vómito y la náusea de la borrachera del sinsentido y de la nada.

Cristo es la puerta estrecha por la que es más complicado pasar. Seguir a Cristo es aceptar la renuncia a uno mismo; es aceptar la cruz, es renunciar a los halagos de la gente, a la riqueza fácil. A todos nos gusta que nos vean como triunfadores y que nos aplaudan pero no es ese nuestro camino: sólo a través de la cruz de Cristo llegaremos algún día a la plenitud de la vida eterna. Sólo el Amor puede dar sentido a nuestra vida. Sólo Cristo es nuestro Salvador y Señor. Seguir a Cristo supone ir a contracorriente. Hoy en día, lo que está bien visto es defender el matrimonio homosexual, el aborto y los planteamientos progresistas, liberales o socialistas; es más fácil ser muy liberal y relativista, porque entonces eres tolerante, políticamente correcto y te dan inmediatamente el carnet de demócrata. Y ser católico puede parecer que es decir siempre que no. Pero nuestros noes, en realidad, son un sí al Amor, a la Verdad y a la Vida. No se trata de ser aguafiestas que lo van prohibiendo todo. Al contrario: tenemos una gran noticia: que el pecado y la muerte ya han sido derrotados por Cristo; que la batalla con el mal y con la muerte ya se ha decido a favor del bien y de la vida. Nuestra noticia es que hay esperanza, que el amor ha triunfado ya sobre el odio y la desesperación.

Escuchadlo a Él. No a mí. Escuchemos al Señor que nos llama y nos espera con los brazos abiertos para acogernos y perdonarnos. Hay esperanza. Hay salidas. Podemos ser felices. Podemos amar y ser amados de verdad y para siempre. El Señor no quita nada y lo da todo. Miradlo a Él. Seguidlo a Él. Adoradlo. Unidos a Cristo, lo podemos todo. Él es nuestro Salvador. Confiad en Él. Tened fe. Pedídsela al Señor. Lo demás lo tendréis por añadidura.

Mi vida tiene sentido. Soy feliz viviendo mi vocación de maestro y de padre. Mi proyecto de vida es Cristo y, con la ayuda de su gracia y de su misericordia, alcanzar la santidad. A eso estamos llamados todos los bautizados.
Sólo Dios basta.

¡No corras a Dios de tu vida!


Cuando Dios no está en nuestras vidas, todo es diferente, nos sentimos vacíos, solos, tristes. ¡Ven con nosotros Señor!
Autor: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net


Hay en nuestro mundo una costumbre que se va agudizando cada vez más. Y es la costumbre, incluso diría yo la manía, de ir corriendo a Dios de nuestro mundo. Correrlo de la familia, porque no nos sirve, porque estorba, porque es molesto. Correrlo de la sociedad, correrlo del mundo cultural, correrlo incluso de las iglesias. No queremos saber nada de El.

¿Por qué? Porque nos estorba, nos fastidia, nos molesta. Porque no lo necesitamos ya. Más aún, hay gente que presume de haber logrado este gran triunfo: Ya hemos puesto al hombre en su lugar. No necesitamos de Dios.

Pero, ¿qué es lo que realmente sucede? El que pierde no es El. El que pierde es el hombre. Y, así, podemos constatar estadísticamente que los lugares donde Dios está ya casi fuera, el hombre se ha vuelto contra sí mismo. Hay, casualmente, más suicidios. Casualmente más egoísmo. Hay, casualmente también, más guerras, más violencia.

¿Por qué en nuestro siglo ha habido tantas guerras, hay tantos desastres, hay tantos suicidios? ¿No será por esa manía de dar un puntapié a Dios y correrlo de nuestro mundo?

Repito que el que pierde no es El, porque El está tranquilo. El nos ve, El dice: A ver que puede hacer el hombre solo, sin Mí. Y el resultado es trágico. Por eso, hay todavía algunos que le queremos decir a El: No te vayas, por favor, porque entonces nos va a ir muy mal.

¡Pobre hombre! Has corrido a Dios de tu mundo, y te estás muriendo. ¿A quién vas a recurrir ahora?.

La vocación de Mateo


Mateo 9, 9-13. Tiempo Ordinario. No necesitan médico los que están sanos sino los que estamos mal.
Autor: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net

Del santo Evangelio según san Mateo 9, 9-13

Cuando se iba de allí, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: «Sígueme». Él se levantó y le siguió. Y sucedió que estando Él a la mesa en casa de Mateo, vinieron muchos publicanos y pecadores, y estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos. Al verlo los fariseos decían a los discípulos: «¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?» Mas Él, al oírlo, dijo: «No necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal. Id, pues, a aprender qué significa aquello de: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores».

Oración preparatoria

Señor, yo también quiero dejar todo para estar sólo contigo en esta oración. Concédeme desprenderme de todas mis preocupaciones para poder escuchar y ser dócil a las inspiraciones de tu Santo Espíritu.

Petición

Señor, cúrame de todo aquello que me aleje de cumplir tu voluntad.

Meditación del Papa

Jesús acoge en el grupo de sus íntimos a un hombre que, según la concepción de Israel en aquel tiempo, era considerado un pecador público. En efecto, Mateo no sólo manejaba dinero considerado impuro por provenir de gente ajena al pueblo de Dios, sino que además colaboraba con una autoridad extranjera, odiosamente ávida, cuyos tributos podían ser establecidos arbitrariamente. Por estos motivos, todos los Evangelios hablan en más de una ocasión de "publicanos y pecadores", de "publicanos y prostitutas". Además, ven en los publicanos un ejemplo de avaricia: sólo aman a los que les aman y mencionan a uno de ellos, Zaqueo, como "jefe de publicanos, y rico", mientras que la opinión popular los tenía por "hombres ladrones, injustos, adúlteros". Ante estas referencias, salta a la vista un dato: Jesús no excluye a nadie de su amistad. Es más, precisamente mientras se encuentra sentado a la mesa en la casa de Mateo-Leví, respondiendo a los que se escandalizaban porque frecuentaba compañías poco recomendables, pronuncia la importante declaración: "No necesitan médico los sanos sino los enfermos; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores". Benedicto XVI, 30 de agosto de 2006.

Reflexión

Dios respeta en su integridad al hombre, y cuando llama a un alma a su servicio, en su solemne poder, ni la violenta, ni la atosiga, sino que con paciencia y amor la deja casi andar a la deriva o al vaivén de las circunstancias. No es fácil, por tanto, dar una respuesta como la de Mateo: pronta, sincera, total.

San Mateo era un cobrador de impuestos, un pecador ante los ojos de todo el pueblo. Sólo Jesús fue capaz de ver más allá de sus pecados y vio a un hombre. Un hombre que podía hacer mucho por el Reino de los Cielos. Y le llamó con todo el amor y misericordia de su corazón para ser uno de sus apóstoles, de sus íntimos.

Todos hemos recibido la vocación a la vida cristiana. Dios nos ha creado para prestarle un servicio concreto, cada uno de nosotros. Tenemos una misión, comos eslabones de una cadena. Decía el Cardenal Newman: "No me ha creado para nada. Haré bien el trabajo, seré un ángel de la paz, un predicador de la verdad en mi propio lugar si obedezco sus mandamientos. Por tanto confiaré en él quienquiera que yo sea, dondequiera que esté. Nunca me pueden desechar. Si estoy enfermo, mi enfermedad puede servirle. En la duda, mi duda puede servirle. Si estoy apenado, mi pena puede servirle. Él no hace nada en vano. ¡El sabe lo que hace!"

Propósito

Buscar un acercamiento o tener un acto de caridad con esa persona que «me cuesta» aceptar.

Diálogo con Cristo

Señor, gracias por invitarme a seguirte, a ser tu discípulo y misionero. Ardientemente deseo tener la fe y el amor suficiente para responder con prontitud a tu llamado. Quiero salir de esta oración con la sabiduría, la fuerza y la alegría, que logre contagiar de tu amor a los demás. Siguiendo el ejemplo de María, y por su intercesión, te pido que sea fermento y canal para comunicar tu amor en mi familia, en mi profesión, en el círculo de mis amigos.

miércoles, 3 de julio de 2013

Vengo a pedirte una limosna


Sé que estás muy ocupado, sé que tienes muchas cosas que hacer. Tan sólo dame un minuto de tu tiempo
Autor: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net



A ti, que puedes dármela. En nombre de miles de jóvenes, que no han sido tan afortunados como tú; en nombre de cientos de muchachos y niños entre los 12 y 20 años, que intentaron suicidarse, y en nombre de los cientos de chicos y chicas que no sólo lo intentaron, sino que se quitaron la vida. Dame una limosna de esperanza para los cientos de jóvenes entre los 12 y 25 años, que un día me han dicho llorando de desesperación: "No encuentro sentido a mi vida".

Un niño de 14 años me dijo un día: "Me quiero morir". Una limosnita de caridad para los miles de gentes que no creen en Dios, que no creen en nada, que viven sin ilusión, gente sin esperanza, que camina por ahí sin rumbo. Una limosnita por amor de Dios. No te pido que me des todo lo que tienes, dame un poquito de lo que te sobra, las migajas de tu fe, de tu esperanza, de tu ideal.

Te pido una limosna en memoria de los que han muerto en pecado mortal, y se han condenado para siempre. No te la pido para ellos, ya que les llegaría demasiado tarde, te pido una limosna de oración para los que están en la fila. Una limosna para los que, hartos de todo, se arrancaron la vida violentamente, porque nadie les tendió la mano a tiempo.

Sé que estás muy ocupado, sé que tienes muchas cosas que hacer. Tan sólo dame un minuto de tu tiempo, una sonrisa, una palabra de aliento. Tú que pareces feliz, dime: ¿crees que puedo ser feliz en este mundo?

Tú que te sientes tan sereno, ¿cómo le haces? Tú que hablas de un Dios que te alegra la vida, ¿podrá alegrar también la mía? Tú que pareces tener un por qué vivir, ¿no quieres dármelo a mí? Date prisa, porque ya me estoy hartando de seguir viviendo, de seguir pudriéndome en esta vida sin sentido. Y, posiblemente, si tardas, ya me habré ido al otro lado.

Una limosna pequeña. Mira esta mano extendida, es mi mano, pero esta mano representa muchas manos; por ejemplo, la de aquél que dijo: "Y sigo pensando en mi Cristo Místico, compuesto por cada uno de mis hermanos. Y escucho su voz que clama: Tengo hambre y no me das de comer: hambre de Dios; tengo sed y no me das de beber: sed de vida eterna; estoy desnudo y no me vistes, no me defiendes de mis enemigos. Y me convenzo de que esta hambre de Dios puede convertirse en desesperación, esta sed puede convertirse en rabioso frenesí, esta desnudez puede llegar a ser muerte".

Y, si das esa limosna, en nombre de Dios y en nombre de todos esos infelices, ¡gracias!, ¡muchas gracias!

¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?


Mateo 8,23-27. Tiempo Ordinario. Jesús, tu duermes en la barca de mi alma si y necesito tu ayuda, para confiar en ti, aunque duermas y parezca que "no te enteras de mi vida".
Autor: Samuel Hurtado | Fuente: Catholic.net

Del santo Evangelio según san Mateo 8,23-27

Después Jesús subió a la barca y sus discípulos lo siguieron. De pronto se desató en el mar una tormenta tan grande, que las olas cubrían la barca. Mientras tanto, Jesús dormía. Acercándose a él, sus discípulos lo despertaron, diciéndole: «¡Sálvanos, Señor, nos hundimos!». Él les respondió: «¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?». Y levantándose, increpó al viento y al mar, y sobrevino una gran calma. Los hombres se decían entonces, llenos de admiración: «¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?».

Oración introductoria

Jesucristo, muchas veces no comprendo muchas cosas que me suceden ni sé explicar los problemas que surgen en mi vida diaria. Tú eres Dios, y duermes en la barca de mi alma si yo te soy fiel; por eso necesito tu ayuda, para confiar en ti, aunque duermas y parezca que "no te enteras de mi vida". Dame ese poco de fe que le faltó a los apóstoles, pues aun dormido, Tú eres el Dueño del universo. Oh, Jesús, calma la tempestad de mis tentaciones y de mis dificultades y, entonces, yo podré ver de una manera diferente tu voluntad.

Petición

Dulce Jesús, aunque muchas veces no comprendo las circunstancias que vivo, yo me acojo a ti para ver en todas ellas tu mano amorosa y protectora. Que sepa decir, desde hoy, hágase como quieras, pues la misma tormenta obedece a tu amor.

Meditación del Papa

Cristo presente en medio de nosotros se hace nuestro compañero de viaje en la vida de la Iglesia, que celebra su misterio.
Esta certeza, queridos hermanos y hermanas, alimentada por la escucha de la Palabra de Dios, debería ayudarnos a ver el mundo de una manera diversa, a interpretar cada uno de los acontecimientos de la vida y de la historia como palabras que Dios nos dirige, como signos de su amor que nos garantizan su cercanía en todas las situaciones; en particular, esta certeza debería prepararnos para acogerlo cuando "de nuevo venga con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin" Benedicto XVI, 30 de noviembre de 2008

Reflexión apostólica

La palabra del Papa, toca uno de los puntos más comunes en la vida: la incertidumbre de lo que nos pasa o pasará. En esto, se distinguen quienes no tienen fe de los creyentes: se preocupan demasiado en qué comerán o ganarán el día de mañana, mientras que el cristiano se prepara para el futuro viviendo rectamente el presente. Dios nos va poniendo en el camino las soluciones; pero sólo las vemos a largo plazo. Es aquí donde entra nuestra fe: hoy, quizá, nos atrapa la estrechez económica o la muerte de un ser querido... sin embargo, Dios lo permite, porque de ello sacará un bien mucho mayor. Y mientras no alcanzamos a ver el "porqué", Cristo nos acompaña y su sola presencia y nuestra oración nos darán la fuerza para llegar a ser felices con Él.

Propósito

Hoy dedicaré en medio de mis ocupaciones habituales, 10 minutos para hablar con Cristo, pidiéndole el regalo de confiar más en Él.

Diálogo con Cristo

Jesús, desde hoy quiero vivir viendo más allá de lo que veo. Sé que dificultades siempre he de tener y que me enfrentaré con tormentas y con baches en el camino. Pero Tú vas a mi lado. Ojalá no te despierte con mis quejas inútiles. Inútiles, porque Tú sabes lo que me sucede y te propones arreglarlo, y eso desde que moriste por mí. Por supuesto, dame la fe necesaria y la voluntad para resistir en el barco aunque éste se tambalee de aquí a allá. Jesús, no quiero preocuparme excesivamente por el futuro, pues aún no existe. Más bien quiero encontrar en ti la serenidad y el equilibrio entre lo que puedo hacer por mí solo y lo que ya corresponde a tu amor.


Creo, Señor, pero que crea con más firmeza (San Clemente XI, Oraciones)

lunes, 1 de julio de 2013

Ama y haz lo que quieras


No seas prisionero de la rutina o del cansancio: algo nuevo, vivo, fresco debes encontrar cada día, que transforme esa jornada en una aventura.
Autor: P Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net


"Ama y haz lo que quieras".

Mientras ames a Cristo y por Cristo a los hombres y por Cristo a la vocación de cristiano o de consagrado, puedes hacer lo que quieras; el amor te mantendrá en el justo orden.

Si se dice a la inversa: "Haz lo que quieras y no ames", estarás perdido; perdido estuviste tantas veces por querer hacer tu vida sin amor, perdido estás ahora por querer hacer y hacer, y no darte tiempo para amar.

Amar a Cristo es tarea sencilla. Se logra con los detalles de cada día. Sumados todos los pequeños sacrificios de una jornada, forman una gran cosecha. A veces hace uno las cosas, las tiene que hacer, pero el amor brilla por su ausencia; tantas otras el amor se supone, pero no existe, y las más, existe moribundo, enclenque, enflaquecido, que da pena.
Eres lo que amas, vives o mueres del corazón.

"Ama y haz lo que quieras": entonces, ama y despreocúpate de todo. Cada día es una oportunidad de amar, cada día debes verlo con la ambición, con la ilusión del enamorado, que no se conforma con un amorcillo cualquiera, sino que sólo descansa en el amor eterno y en el amor total.

El amor es la respuesta, amor apasionado, amor gigante al Gigante del amor. Si dejas de amar, nadie te salva, pero, si el amor vigila, no hay porqué temer.

Tienes un peligro ante la vista, el tomar los propósitos con estilo militar, el olvidarte del amor por anclarte en el hacer. Por amor te levantas y por amor te acuestas, por amor luchas y trabajas y por amor, descansas. La oración te lanza al amor y el apostolado lo haces por amor. Si el amor en ti es más fuerte que la muerte, también tú podrás gritar: "¿Quién me arrancará del amor a Cristo?"

"Ama y haz lo que quieras". No quieras complicar tu trabajo por las almas ni la vida misma, debes concentrarte en este sólo amar con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Pregúntate al despertar cada mañana: ¿De qué nueva forma voy a amar a Cristo?
No seas prisionero de la rutina o del cansancio: algo nuevo, vivo, fresco debes encontrar cada día, que transforme esa jornada en una aventura.

"Ama y haz lo que quieras": Ama cuando rezas, cuando trabajas en el colegio o en la oficina, cuando te encierras en tu cuarto, cuando conduces el coche o caminas por los campos.

¡Ama! Ama todo lo que puedas, pon tu corazón a mil revoluciones; el amor, verás, terminará con todas tus cadenas, las cadenas antiguas que te hicieron agonizar en la mazmorra. El amor te llevará a la cumbre de la santidad, el amor te volverá intrépido en la batalla del Reino; ama y despreocúpate; pero, cuidado con los enemigos del amor. Si tu amor muere, habrás muerto tú, y asistirán a tu sepultura, la sepultura de tus grandes ideales, las pasiones guiadas por el Padre de la mentira.

Condiciones de los seguidores de Jesús


Mateo 8, 18-22. Tiempo Ordinario. Si la cruz no llega a resultarnos fuente de felicidad ¿cómo podemos decir que la creemos redentora?
Autor: Xavier Caballero | Fuente: Catholic.net


Del santo Evangelio según san Mateo 8, 18-22

Viéndose Jesús rodeado de la muchedumbre, mandó pasar a la otra orilla. Y un escriba se acercó y le dijo: «Maestro, te seguiré adondequiera que vayas». Jesús le dijo: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». Otro de los discípulos le dijo: «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre». Jesús le dijo: «Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos».

Oración introductoria

Señor, aumenta mi fe, mi esperanza y mi caridad. Teóricamente yo también quiero seguirte, ansío ser fiel a los innumerables dones de tu gracia; pero, bien conoces mi debilidad, mis apegos... Hoy me pongo de rodillas ante Ti y te suplico me des la luz y la fuerza de tu Espíritu Santo.

Petición

Ven, Espíritu Santo, aumenta mi fe, mi esperanza y mi caridad

Meditación del Papa

Quien lee atentamente el texto descubre que las Bienaventuranzas son como una velada biografía interior de Jesús, como un retrato de su figura. Él, que no tiene donde reclinar la cabeza, es el auténtico pobre; El, que puede decir de sí mismo: Venid a mí, porque soy sencillo y humilde de corazón, es el realmente humilde; Él es verdaderamente puro de corazón y por eso contempla a Dios sin cesar. Es constructor de paz, es aquel que sufre por amor de Dios: en las Bienaventuranzas se manifiesta el misterio de Cristo mismo, y nos llaman a entrar en comunión con Él. Pero precisamente por su oculto carácter cristológico las Bienaventuranzas son señales que indican el camino también a la Iglesia, que debe reconocer en ellas su modelo; orientaciones para el seguimiento que afectan a cada fiel, si bien de modo diferente, según las diversas vocaciones. (Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, primera parte, p. 36).

Reflexión

El riesgo es parte sustancial de la condición humana. No se puede en este mundo hacer nada serio sin exponerse, con frecuencia, al fracaso. Y, desde luego, la única manera de no equivocarse nunca - es decir, de equivocarse siempre - es renunciar a toda aventura por pura cobardía. Sí, estamos por el riesgo y contra la seguridad. Estamos con la audacia frente a la comodidad. Creemos más humano el atrevimiento que la renuncia sistemática al combate.

El evangelio de hoy es uno de esos que solemos calificar como sólo para gente intrépida. El Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza....Todo un riesgo. Cuando nos acercamos a este pasaje podemos caer en el error de pensar que se refiere sólo a los llamados al sacerdocio, a la vida consagrada, etc. Y sin embargo, nos interpela a todos como cristianos. Forma parte de nuestra vocación. La vocación no es un lujo de elegidos ni un sueño de quiméricos. Todos llevan dentro encendida una estrella. A veces, la estrella es tan clara que mucha gente no la ve. Y es que una de las cosas importantes de la vida es la de descubrir cuál es metaluego, buscarla como una mezcla, a partes iguales, de ilusión y realismo. Sígueme, deja a los muertos sepultar a los muertos». Sólo con realismo nos quedaremos a ras de tierra. Sólo con ilusión nos romperemos las narices. No siempre es fácil. Pero, ¿es que puede ser un sacrificio amar a Alguien?

Con frecuencia hay que tomar la cruz; pero si la cruz no llega a resultarnos fuente de felicidad ¿cómo podemos decir que la creemos redentora? Somos cristianos. Nuestra vocación está unida a la de Cristo.

Repitamos hoy y hagamos vida en nuestro interior, la oración de J. H. Newman:

«Amado Señor, enséñanos a sufrir contigo; haz que el sufrir por amor a ti, sea dulce para nosotros, y santifica con tus méritos todos nuestros sufrimientos. A ti, Jesús, fuerza y sostén del universo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén»

Propósito

Ante el Santísimo Sacramento, revisar mi vida: ¿qué me pide Dios que no he querido darle?

Diálogo con Cristo

Señor, el ambiente y los medios de comunicación buscan imponer un estilo de vida donde lo práctico y el bienestar ocupan el primer lugar. Seguirte, comprometer la vida al ideal del Evangelio, es ir contra corriente. Así es, y así ha sido siempre. No permitas que me engañe, que busque evadir mis responsabilidades. Ayú
dame a saber vivir mi misión, identificándome plenamente con el ideal que me propone tu Evangelio.