viernes, 11 de noviembre de 2011

Las espinas dan rosas


La vida es un rosal que produce espinas y rosas. Debo cuidarme de no clavarme las espinas, pero no siempre lo conseguiré.
Autor: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net


El hábito de mirar el mejor lado de las cosas es una clave para ser feliz. Claro que hay sombras, pero también hay sol. Claro que hay problemas en la vida, pero también hay soluciones.

Todas las cosas tienen el lado bueno y el lado menos bueno. Algunos se empeñan en ver sólo el lado malo, y se amargan la existencia. Otros, en cambio, buscan en todas las cosas el lado bueno, y son felices. “Los tallos de rosa tienen espinas”, dicen los pesimistas. Pero los optimistas responden: "Las espinas producen rosas”.

La vida es un rosal que produce espinas y rosas. Debo cuidarme de no clavarme las espinas, pero no siempre lo conseguiré. Algunas espinas se me clavarán en el alma. Pero eso no me impedirá disfrutar de las maravillosas rosas que produce el rosal.

Una vez que perdemos el ánimo, perdemos un cierto número de días de nuestra vida. El que nos desanima, nos hace un daño total, y, si somos nosotros mismos, nos convertimos en nuestros peores enemigos.

Todo se puede remediar, mientras dura la vida. El ser más animoso de todos es Dios, que logra continuamente cambios de pecadores empedernidos en santos de altar. Él sabe que se puede; que hoy pueden estar las cosas negras, pero mañana pueden amanecer blancas. ¡Qué fácilmente nos damos por vencidos! Cada día más. El colmo del desaliento es la desesperación total, el darse un tiro en la sien, colgarse de una cuerda. Suicidarse, de la forma que sea, significa que no queda ni rastro de esperanza.

No todos llegan al suicidio, pero se pueden acercar peligrosamente. Y los problemas, ¿qué? Los problemas están ahí, pero yo estoy aquí, y no me dejo apabullar, porque sé que cada problema tiene por lo menos una solución. Sé que la actitud frente a un problema, la forma de reaccionar frente al mismo es mil veces más importante que el problema mismo. Hasta se podría decir: ¡Felicidades, tienes un problema!

Si puedo amar a Dios y a mis hermanos; si puedo realizar grandes cosas para mejorar el mundo; si puedo hacer felices a los demás y a mí mismo vale la pena vivir, aunque me clave alguna espina de dolor en el trayecto. Mas aún, las espinas pueden convertirse en rosas: Los sufrimientos de la vida, llevados por amor, se convierten en las rosas más bellas.

Venida del Reino de Dios

Lucas 17, 26-37. Tiempo Ordinario. Lo que viene de Dios es lo que puede hacernos auténticamente felices.
Autor: P. Juan Gralla | Fuente: Catholic.net
Lucas 17, 26-37


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre. Comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca; vino el diluvio y los hizo perecer a todos. Lo mismo, como sucedió en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, construían; pero el día que salió Lot de Sodoma, Dios hizo llover fuego y azufre del cielo y los hizo perecer a todos. Lo mismo sucederá el Día en que el Hijo del hombre se manifieste. Aquel Día, el que esté en el terrado y tenga sus enseres en casa, no baje a recogerlos; y de igual modo, el que esté en el campo, no se vuelva atrás. Acordaos de la mujer de Lot. Quien intente guardar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará. Yo os lo digo: aquella noche estarán dos en un mismo lecho: uno será tomado y el otro dejado; habrá dos mujeres moliendo juntas: una será tomada y la otra dejada. Y le dijeron: ¿Dónde, Señor? Él les respondió: Donde esté el cuerpo, allí también se reunirán los buitres.

Oración introductoria

Señor, hoy me llamas a vivir en actitud de vigilancia, a vivir en guardia frente a las mentalidades del mundo que sin darme cuenta me hacen creer que es más importante el «tener» o el «aparecer» que el «ser». Por ello te pido que seas el centro de mi oración, que ilumines mi mente y fortalezcas mi voluntad.

Petición

Señor, te pido tu gracia para saber desprenderme de mi juicio y de mi voluntad para poder abrirme a tu gracia y amor.

Meditación del Papa

El amor engloba la existencia entera y en todas sus dimensiones, incluido también el tiempo. No podría ser de otra manera, puesto que su promesa apunta a lo definitivo: el amor tiende a la eternidad. Ciertamente, el amor es “éxtasis”, pero no en el sentido de arrebato momentáneo, sino como camino permanente, como un salir del yo cerrado en sí mismo hacia su liberación en la entrega de sí y, precisamente de este modo, hacia el reencuentro consigo mismo, más aún, hacia el descubrimiento de Dios: “El que pretenda guardarse su vida, la perderá; y el que la pierda, la recobrará”, dice Jesús en una sentencia suya que, con algunas variantes, se repite en los Evangelios. Con estas palabras, Jesús describe su propio itinerario, que a través de la cruz lo lleva a la resurrección: el camino del grano de trigo que cae en tierra y muere, dando así fruto abundante. Describe también, partiendo de su sacrificio personal y del amor que en éste llega a su plenitud, la esencia del amor y de la existencia humana en general» (Benedicto XVI, Encíclica Deus caritas est, n. 6).

Reflexión

Cuando alguien empieza una discusión con su marido (o esposa), o con un amigo, se cumple eso de que “el que pierde, gana”. ¿Qué significan estas palabras? Que el que está dispuesto a ceder es quien obtiene el triunfo. Triunfa sobre el egoísmo, vence en la caridad y gana la estima de Dios y de la persona con la que estaba discutiendo.

Porque hay muchas victorias en el ámbito humano que son momentáneas, superficiales. Contentan un rato, pero luego dejan insatisfacción. Hay que ir más a fondo, evaluar si es preciso “ganar” siempre, tener la razón en todo, imponer los propios gustos a los demás. Con un poco de atención, veremos que la felicidad auténtica no viene por ahí. Aunque parezca extraño, nos sentimos más felices después de hacer un sacrificio, de haber dado una alegría a otro, etc. ¿Por qué? Porque eso viene de Dios, y sólo Él es quien puede hacernos auténticamente felices.

El que está dispuesto a “perder la vida” ha entrado en el camino que Cristo siguió para la redención de los hombres. Es el camino de negarse a uno mismo, el camino de la cruz. Sólo a la luz de Cristo crucificado se puede vivir con autenticidad el cristianismo. Jesús lo perdió todo: sus discípulos le abandonaron, los soldados le arrancaron sus ropas, la muchedumbre se burló de Él... Sin embargo, gracias a la donación por amor al Padre, nos salvó de la condenación que merecían nuestros pecados y triunfó sobre el poder de la muerte, resucitando.

Propósito

Estar dispuesto a ceder ante los demás por algo que a mi me guste. Triunfar sobre el egoísmo

jueves, 10 de noviembre de 2011

Te amo Señor...¡pero no lo grito!


Si he conocido lo que es amarte... ¡cómo es posible que no lo grite y a veces hasta guarde silencio!
Autor: Ma Esther de Ariño | Fuente: Catholic.net
Hoy es jueves, Señor, y al saber que me estás esperando me he sentido indigna de ese amor, de ese beneficio...

Yo te amo, Señor, pero a veces siento que soy avara de ese amor... que no pienso, que no reparo, que si he conocido lo que es amarte... ¡sea posible que no lo grite a los "cuatro vientos"! Y no solo que no lo grite sino que guarde silencio a veces por respeto humano, porque no se sonrían burlonamente, por no entrar en discusión....porque no me tachen de "mocha"...¡Qué gran cobardía! ¡Perdón, mi amado Jesús !.

El Papa Benedicto XVI nos lo pide. La Iglesia nos lo pide y Tu mi Jesús Sacramentado, nos lo pediste desde hace muchos siglos... pero no nos animamos a dar la respuesta con decisión, con una postura radical y valiente.

La respuesta tiene que ser ahora y desde este momento.

Tenemos un serio y grave compromiso, como hijos de Dios, de ser verdaderos apóstoles.

Este compromiso me enfrenta primero, con los más cercanos, con los seres que me rodean, con las personas que forman mi familia y mi entorno.

En todo momento, tu nos pides, Señor, que estemos "en pie de lucha", que quiere decir que no deje pasar la ocasión para acercarme a quién pudiera sentir o pensar que me necesita.

Solemos decir: - " No, yo no me meto... yo no digo nada, cada quién su vida"... Es cierto que a veces no es fácil abordar o penetrar en la forma de vivir de las personas, pero si están muy cerca de nosotros, tal vez no sea tan difícil buscar la ocasión para poder brindarle, a esa persona, nuestro apoyo y consuelo, hablándole de Dios, del amor que nos tiene, de que trate de encontrar o recuperar esa fe que no se sabe en qué momento se perdió.... y orar, orar mucho por esa persona, ante Ti, ante este misterio de amor que nos brindas diariamente ¡oh, tu mi Jesús Sacramentado!.

Tu nos oyes siempre y la oración puede no cambiar las cosas... pero si cambia los corazones y la forma de ver las cosas.

Ya no podemos decir: - "Eso hay que dejárselo a los sacerdotes". Los sacerdotes son pocos y la mies es mucha.

No dejes que lo olvidemos....ha llegado nuestro momento.

Si estamos convencidos de que tenemos la VERDAD, en nuestra religión católica, es indispensable que esa VERDAD, la trasmitamos con el mismo ardor, con muchísimo más ardor que invitamos y casi empujamos a los amigos animándolos para que vayan a ver una obra de teatro o película, que nos pareció excelente o que no se pierdan un paseo o lugar sensacional porque los queremos y deseamos que disfruten tanto como nosotros lo disfrutamos...

Seguirte a Ti, mi Jesús, es una aventura tan maravillosa para el ser humano que en ello hemos de poner toda la fuerza de nuestra existencia.

Seguirte a Ti, mi Jesús, es participar de la verdad sublime de sabernos hijos de Dios y herederos del Cielo... pero no para nosotros solos...

No tengo que tener miedo o reparo de hablar de Dios, de Ti, Jesús, de la Santísima Virgen a los demás....Hay tanta ansia en el corazón de los hombres y mujeres de encontrar un camino....y nosotros les podemos hablar te ti, del único Camino, del que dijo:- " yo soy la luz, yo soy el camino, la verdad y la vida, quién cree en mí no morirá". ¡Qué triste no compartir, no participar a los demás de esa grandeza de amor que ciega la vista por ser más luminosa que el mismo sol...!

Hemos de ser valientes con nuestra fe y proclamarla.

Ayudanos, Jesús para hablar con los que nos rodean, de esta "gran experiencia" que aún en medio de los sufrimientos o infortunios, nos traerá la paz en nuestro diario caminar por la vida.

El Reino de Dios entre nosotros


Lucas 17, 20-25. Tiempo Ordinario. Dejar que Jesús reine en mi alma es abrirle las puertas para que Él haga lo que quiera. conmigo.
Autor: P. Juan Gralla | Fuente: Catholic.net
Lucas 17, 20-25


En aquel tiempo, a unos fariseos que le preguntaban cuándo llegaría el Reino de Dios, Jesús les respondió: El Reino de Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirán: "Vedlo aquí o allá", porque el Reino de Dios ya está entre vosotros. Dijo a sus discípulos: Días vendrán en que desearéis ver uno solo de los días del Hijo del hombre, y no lo veréis. Y os dirán: "Vedlo aquí, vedlo allá." No vayáis, ni corráis detrás. Porque, como relámpago fulgurante que brilla de un extremo a otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su Día. Pero, antes, le es preciso padecer mucho y ser reprobado por esta generación.

Oración introductoria

Señor Jesús, para vivir unido a Ti de modo real, personal y constante, necesito alimentar esta unión por medio de la vida de gracia y la identificación de mi voluntad con la tuya, en esta meditación y durante toda mi vida. ¡Ven Espíritu Santo y haz esto posible!

Petición

Jesús, dame la gracia de orar y de hablar contigo de corazón a corazón.

Meditación del Papa

La esperanza marca el camino de la humanidad, pero para los cristianos está animada por una certeza: el Señor está presente a lo largo de nuestra vida, nos acompaña y un día enjugará también nuestras lágrimas. Un día, no lejano, todo encontrará su cumplimiento en el reino de Dios, reino de justicia y de paz.
Existen maneras muy distintas de esperar. Si el tiempo no está lleno de un presente cargado de sentido, la espera puede resultar insoportable; si se espera algo, pero en este momento no hay nada, es decir, si el presente está vacío, cada instante que pasa parece exageradamente largo, y la espera se transforma en un peso demasiado grande, porque el futuro es del todo incierto. En cambio, cuando el tiempo está cargado de sentido, y en cada instante percibimos algo específico y positivo, entonces la alegría de la espera hace más valioso el presente. Queridos hermanos y hermanas, vivamos intensamente el presente, donde ya nos alcanzan los dones del Señor, vivámoslo proyectados hacia el futuro, un futuro lleno de esperanza» (Benedicto XVI, 28 de noviembre de 2009).

Reflexión

El Reino de Dios ya está entre nosotros, aunque no completamente. Está entre nosotros porque Jesús ya ha venido a la tierra y nos ha dejado su presencia. Pero todavía falta algo. Es necesario que el Reino llegue al corazón de cada hombre. Sólo entonces podremos decir que ya ha llegado en toda su plenitud.

Jesús advierte que no se trata de un reino de ejércitos, de emperadores, de palacios, etc. sino que es algo mucho más sutil, menos notorio. Es un gobierno sobre los corazones, cuya ley es la caridad y Cristo es el soberano.

Dejar que Jesús reine en mi alma significa abrirle las puertas para que Él haga lo que quiera conmigo. Y El sólo entra y se queda a vivir si encuentra un alma limpia, es decir, sin pecado. Un alma en pecado es un lugar inhabitable para Dios. Por eso decimos que hay que vivir en continua lucha con nuestro peor enemigo, que es el pecado, porque sólo él nos aleja de Dios, la meta de nuestra vida.

¡Cómo sería el mundo si todos los hombres viviesen en gracia, en amistad con Dios! ¡Qué diferentes serían las cosas si todos los países adoptaran el mandamiento de la caridad universal como ley suprema!

Entonces, sí que podríamos decir que el Reino de los cielos ha llegado a la tierra.

Propósito

Empecemos por nuestro corazón y por nuestra casa. Que cada día Dios sea lo más imprtante en mi vida, buscar que el Reino de Dios viva en mi corazón, a través de la oración y la caridad a los demás.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

La vida hay que disfrutarla


Disfruto terminar la jornada cansado y satisfecho, y tantas cosas más... Y Dios disfruta vernos disfrutar la vida.
Autor: P Evaristo Sada LC | Fuente: www.la-oracion.com

Disfruto caminar descalzo en la playa. Disfruto una cabaña con chimenea en la montaña. Disfruto el aroma de un buen café. Disfruto la mirada de un niño al recibir su primera comunión. Disfruto la gozada de Jesús al entrar en el corazón de ese niño.
Disfruto contemplar las estrellas. Disfruto la satisfacción de un padre en la graduación de su hijo más pequeño. Disfruto los aplausos en el funeral de un sacerdote fervoroso. Disfruto un buen filete asado a las brasas. Disfruto las lágrimas de un anciano cuando por fin recibe visita en el asilo. Disfruto ver que las heridas más hondas de la vida llegan a ser fecundas. Disfruto cuando todos los semáforos me tocan en verde. Disfruto beber la Sangre de Cristo cada mañana. Disfruto terminar la jornada cansado y satisfecho, y tantas cosas más.... Y yo creo que Dios disfruta vernos disfrutar la vida.

Me gusta conversar con Alois, el jardinero de nuestra casa en Roma. Un día le pregunté si disfrutaba lo que hacía. Me respondió que al inicio Dios dijo al hombre que trabajara y comiera. Y yo le dije: “Y que rezara”. Alois me aclaró que no, que Dios no le pidió a Adán que rezara. Le pregunté: “¿Entonces qué hacía Adán cuando salía a caminar con Dios por el jardín del Edén en la brisa de la tarde? ¿Trabajar o rezar?” Respondió: “Ninguna de las dos, se la pasaban bien juntos, era como un pasatiempo...”

Estoy de acuerdo con Alois: hay que pasarlo bien junto a Dios. El buen cristiano disfruta los dones de Dios en la creación, le alaba y le pregunta sorprendido: “¿qué es el hombre para que te acuerdes de él?” (Sal 8, 5). Y orgulloso de su Padre reconoce: "Bueno es el Señor para con todos, y sus ternuras sobre todas sus obras" (Sal 145,9) "Y vio Dios que era bueno... muy bueno" (Gn 1,4.10.12.18.21.31)

Disfrutar no es ceder a las tentaciones de pecado abusando de la bondad y la confianza de nuestro Creador. El pecado rompe la armonía y lo echa todo a perder. Pecar es fallar al amor.

En cambio, tocar el instrumento que más te apasiona en la sinfonía de la historia, y tocarlo con todo el corazón, te realiza y te hace feliz. Y tocarlo en la presencia de Dios es una forma de oración.

Creo que disfrutar las cosas buenas y bellas de la vida (aunque sean difíciles), acordarse de Dios en esos momentos y decirle: “¡Gracias!”, es una oración que arranca de Dios una sonrisa

La purificación del Templo


Juan 2, 13-22. Tiempo Ordinario. Hoy sigue habiendo mercaderes en el Templo. ¿Qué está en mis manos hacer?
Autor: P. Juan Gralla | Fuente: Catholic.net
Juan 2, 13-22


Cuando se acercaba la Pascua de los judíos, Jesús llegó a Jerusalén y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas, palomas, y a los cambistas con sus mesas. Entonces hizo un látigo de cordeles y los echó del templo, con todo y sus ovejas y bueyes; a los cambistas les volcó las mesas y les tiró al suelo las monedas; y a los que vendían palomas les dijo: "Quiten todo de aquí y no conviertan en un mercado la casa de mi Padre". En esos momentos, sus discípulos se acordaronde lo que estaba escrito: El celo de tu casa me devora. Después intervinieron los judíos para preguntarle: "¿Qué señal nos das de que tienes autoridad para actuar así?" Jesús les respondió: "Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré". Replicaron los judíos: "Cuarenta y seis años se ha llevado la construcción del templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?" Pero Él hablaba del templo de su cuerpo. Por eso, cuando resucitó Jesús de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho aquello y creyeron en la Escritura y en las palabras que Jesús había dicho.

Oración introductoria

Padre mío, te pido guíes mi oración para que aumente mi fe y mi celo por estar siempre dispuesto a defender la verdad que me has revelado en la Sagrada Escritura. Sé que siempre me escuchas, dame la capacidad de percibir tu voz, Señor y Dios mío.

Petición

Señor, concédeme corresponder a tu inmenso amor siendo siempre fiel a tu Palabra.

Meditación del Papa

La purificación del templo ¿fue quizás el principio de una revolución política? Toda la actividad y el mensaje de Jesús -desde las tentaciones en el desierto, su bautismo en el Jordán, el Sermón de la Montaña, hasta la parábola del Juicio final y su respuesta a la confesión de Pedro- se oponen decididamente a ello, como hemos visto en la primera parte de esta obra. No. La insurrección violenta, el matar a otros en nombre de Dios no se corresponde con su modo de ser. Su “celo” por el Reino de Dios fue completamente diferente. [...] Los discípulos han reconocido a Jesús al recordar al justo que sufre: el celo por la casa de Dios lo lleva a la Pasión, a la cruz. Este es el vuelco fundamental que Jesús ha dado al tema del celo. Ha transformado el «celo» de servir a Dios mediante la violencia en el celo de la cruz. De este modo ha establecido definitivamente el criterio para el verdadero celo, el celo del amor que se entrega. El cristiano ha de orientarse por este celo» (Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, segunda parte, p. 9 y 12).

Reflexión

No deja de sorprendernos ver a Jesús enfurecido, sacando a los mercaderes del Templo a latigazos. Tenía que defender algo sagrado: la casa de su Padre. Es lógico que se enfade por una situación como esa. ¿Qué haríamos nosotros si entrásemos en la casa de nuestros padres y aquello se hubiera convertido en un mercado persa? Si no hiciéramos nada, ¡menudos hijos seríamos!

Lo más probable es que siguiéramos el ejemplo de Cristo. Porque Jesús amaba a su Padre infinitamente y no podía consentir aquel abuso. El amor apasionado le impulsaba a actuar de aquel modo.

Hoy sigue habiendo “mercaderes en el Templo”. Sabemos que cada hombre es “templo del Espíritu Santo” y hay muchos hombres y mujeres cuyos templos están siendo profanados con todo tipo de abusos morales y físicos. Este panorama debería “quemarnos” las entrañas y suscitar en nosotros una pasión por lo que es sagrado: cada ser humano.

¡Cuántos atropellos a su dignidad! Cada aborto, cada violación, cada acto de esclavitud es una verdadera profanación.

Propósito

Nosotros, como cristianos, deberíamos salir en defensa de todos esos hermanos nuestros que sufren, pues ahí está también Cristo sufriendo. ¿Qué está en mis manos?

martes, 8 de noviembre de 2011

¡Una nueva imagen de cristiano para el siglo XXI!


Vivamos en profundidad nuestra fe, no en la penumbra de nuestros templos sino iluminando este mundo en el que nos ha tocado vivir.
Autor: Alberto Ramirez Mozqueda | Fuente: Catholic.net

Se nos acaba el año litúrgico y los textos de la Escritura nos invitan a una seria reflexión para situarnos en nuestra verdadera posición de hombres limitados en el tiempo y en el espacio.

La vida se nos acaba, se nos termina. Pero estaríamos muy fuera de la verdad al juzgar que la Iglesia nos invita “al bien morir” cuando lo que desea es precisamente que nosotros nos acostumbremos “al bien vivir” pues a eso nos invita Cristo.

Ya los primeros cristianos vivían preocupados, mejor aún muy preocupados por la segunda venida al fin de los tiempos, pero San Pablo sale el encuentro de la dificultad, y los invitaba con fuertes palabras a dejar ya de ser los cristianos sumidos ciertamente en la esperanza pero al mismo tiempo en la inactividad: “A ustedes hermanos, ese día (el día de la aparición gloriosa de Cristo) no los tomará por sorpresa, como un ladrón, porque ustedes no viven en tinieblas, sino que son hijos de la luz y del día, no de la noche y de las tinieblas.

Por tanto, no vivamos dormidos, como los malos, antes bien, completamente despiertos y vivamos sobriamente”. Esa recomendación nos cabe como anillo al dedo a nosotros hombres del flamante siglo XXI para dejar de ser los cristianos “domingueros” que en su misa dominical parecen angelitos de la gloria, con sus sus bracitos cruzados, sus ojitos hacia arriba, que dan profundos suspiros, que a veces abren su boquita para la comunión, pero que al final se despabilan, casi se sacuden el polvo y la oscuridad de la Iglesia, y se dedican a darle vuelo a la hilacha, despreocupados de su destino final, y ocupados profundamente en los asuntos de este mundo, en sacarle el mayor jugo a la diversión y no demasiado ocupados en el trabajo, que se considera como un mal necesario.

Hoy tendríamos que escuchar la voz del Papa Benedicto XVI en la convocación para el Año de la fe: “Habrá que intensificar la reflexión sobre la fe para ayudar a todos los creyentes en Cristo a que su adhesión al Evangelio sea más consciente y vigorosa, sobre todo en un momento de profundo cambio como el que la humanidad está viviendo. Tendremos la oportunidad de confesar la fe en el Señor Resucitado en nuestras catedrales e iglesias de todo el mundo; en nuestras casas y con nuestras familias, para que cada uno sienta con fuerza la exigencia de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre. En este Año, las comunidades religiosas, así como las parroquiales, y todas las realidades eclesiales antiguas y nuevas, encontrarán la manera de profesar públicamente el Credo”.

Esa es entonces la ilusión, que los cristianos de hoy, vivamos en profundidad nuestra fe, pero no en la penumbra de nuestros templos sino iluminando este mundo en el que nos desarrollamos y en el que nos ha tocado vivir para que la luz de Cristo resplandezca verdaderamente haciéndolo brillar en su Resurrección, después de haber pasado nosotros mismos por el camino de la cruz, de la entrega y de la fidelidad. Esto es precisamente lo que Cristo nos anuncia con la parábola del amo que al irse de viaje a un país lejano, quiso dejar a sus tres servidores una fortuna para que la trabajaran hasta su regreso. Dos de ellos, según su capacidad, doblaron la cantidad, pero un tercero, temeroso, tímido quizá o a lo mejor hasta flojo, fue y escondió el dinero bajo tierra, hasta que volviera el patrón. Y su castigo fue ejemplar, pues no fue capaz ni siquiera de meter el dinero al banco para que hubiera producido sus intereses.

No escatimemos pues nuestro esfuerzo para que nuestra fe ilumine los hogares con un amor que se vea y se sienta entre dos esposos que se aman, en el trabajo con un trato de persona a persona donde cada uno mire con responsabilidad por la empresa de la que todos comen, y en nuestra relación con los demás, como una comunidad de hermanos que caminan no hacia el final de esta vida, sino al encuentro con la paz, la alegría y el verdadero descanso eterno.

Siervos inútiles ante el Señor


Lucas 17, 7-10. Tiempo Ordinario. A veces llegamos a creer que nosotros le hacemos un favor a Dios y nada más estamos haciendo lo que debíamos hacer.
Autor: P. Juan Gralla | Fuente: Catholic.net
Lucas 17, 7-10

En aquel tiempo, dijo el Señor: ¿Quién de vosotros tiene un siervo arando o pastoreando y, cuando regresa del campo, le dice: "Pasa al momento y ponte a la mesa?" ¿No le dirá más bien: "Prepárame algo para cenar, y cíñete para servirme hasta que haya comido y bebido, y después comerás y beberás tú?" ¿Acaso tiene que agradecer al siervo porque hizo lo que le fue mandado? De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer.

Oración introductoria

Padre ayudanos a decir: “Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”.

Petición

Te suplico toda tu gracia y misericordia para poder ser humilde en lo más profundo de mi corazón para ser digno de presentarme ante Ti en esta oración.

Meditación del Papa

Jesús nos invita a ser humildes y pone el ejemplo de un siervo que ha trabajado en el campo. Cuando regresa a casa, el patrón le pide que trabaje más. Según la mentalidad del tiempo de Jesús, el patrón tenía pleno derecho a hacerlo. El siervo debía al patrón una disponibilidad completa, y el patrón no se sentía obligado hacia él por haber cumplido las órdenes recibidas. Jesús nos hace tomar conciencia de que, frente a Dios, nos encontramos en una situación semejante: somos siervos de Dios; no somos acreedores frente a él, sino que somos siempre deudores, porque a él le debemos todo, porque todo es un don suyo. Aceptar y hacer su voluntad es la actitud que debemos tener cada día, en cada momento de nuestra vida. Ante Dios no debemos presentarnos nunca como quien cree haber prestado un servicio y por ello merece una gran recompensa. Esta es una falsa concepción que puede nacer en todos, incluso en las personas que trabajan mucho al servicio del Señor, en la Iglesia. En cambio, debemos ser conscientes de que, en realidad, no hacemos nunca bastante por Dios. Debemos decir, como nos sugiere Jesús: “Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”. Esta es una actitud de humildad que nos pone verdaderamente en nuestro sitio y permite al Señor ser muy generoso con nosotros» (Benedicto XVI, 3 de octubre de 2010).


Reflexión


Los hombres tendemos a convertir en “heroico” las cosas más ordinarias de nuestro deber. Nos llegamos a considerar “héroes” por llegar puntuales al trabajo o por respetar las señales de tráfico. Los niños creen que se merecen un premio por cumplir con sus deberes escolares... Sólo estamos haciendo lo que debíamos hacer.

También como cristianos se nos presenta esta tentación. Aunque nunca lo expresamos así, llegamos a creer que nosotros le hacemos un favor a Dios cuando rezamos, participamos en la Misa dominical, o cuando cumplimos los Mandamientos. Cristo nos ofrece este mensaje para prevenirnos de esta actitud, con la que nos olvidamos de que Él nos ha dado infinitamente más de lo que nosotros podemos ofrecerle.

Pero Dios no es un amo déspota y desconsiderado. No pensemos que al final de nuestra vida, después de haber trabajado y luchado sinceramente por Dios, seremos recibidos en el cielo con un seco y frío: “Sólo has hecho lo que tenías que hacer”. Eso lo tenemos que decir nosotros, pero no lo dirá Él. Sus palabras las conocemos: dirá a quienes hayan vivido su mensaje: “Venid, benditos de mi Padre...”. Y nos sentaremos con Cristo a gozar del banquete eterno.

Propósito

Tener una actitud de humildad, agardeciendo a Dios todo lo que soy y lo que tengo, no por méritos propios, sino por su generosidad.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Podemos cambiar, ¿hacia dónde?


¿Hacia dónde cambiar? La mente y el corazón trabajan juntos a la hora de buscar respuestas.
Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
La libertad abre espacios hacia el futuro. Desde ella, podemos cambiar el orden en el escritorio y el color de las cortinas, el tipo de pasta de dientes y el programa de la computadora, la novela y la música que nos acompañarán durante el día.

Cada ser humano está abierto a un número casi infinito de horizontes. A veces siente angustia al ver ante sí tantas posibilidades. Tiene miedo a escoger mal, a equivocarse de nuevo, a dañar a otros, a ser herido por las elecciones de los cercanos o de los lejanos.

El mundo aparece, así, sumamente indeterminado. Uno escoge vivir al día y luego llora por su falta de previsión. Otro empieza a comprar un piso con un préstamo y en dos años anda ahogado porque no puede pagar las deudas. Unos esposos posponen la llegada del primer hijo y cuando lo desean la edad les impide conseguirlo.

También hay opciones que rompen con males del pasado y que inician caminos de esperanza. Un joven deja la cocaína y empieza a asumir sus responsabilidades como profesionista. Un esposo deja de coquetear con otras mujeres y empieza a reconquistar el corazón de su esposa. Un anciano decide apagar la televisión y se ofrece para ayudar a la parroquia.

La libertad permite horizontes inmensos para el cambio. Surge entonces la pregunta clave: ¿hacia dónde cambiar? La mente y el corazón trabajan juntos a la hora de buscar respuestas.

Un cambio será bueno si nos lleva a romper con el egoísmo y con cualquier forma de pecado. Un cambio será nefasto si nos aparta del buen camino y nos introduce en el mundo del mal.

El cambio bueno nos hace acoger la invitación que llega de la gran noticia de la Pascua: “Arrepentíos, pues, y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados, a fin de que del Señor venga el tiempo de la consolación y envíe al Cristo que os había sido destinado, a Jesús, a quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de que Dios habló por boca de sus santos profetas” (Hch 3,19-21).

Todos podemos cambiar para mejor. Desde la ayuda de Dios y de tantos corazones buenos, abriremos los ojos del alma para mirar la meta definitiva, la Patria verdadera. Hacia ella orientaremos nuestros actos. Dejaremos de pisar terrenos movedizos y engañosos para avanzar, seguros, por el camino que lleva a la Vida.

Fe como un grano de mostaza


Lucas 17, 1-6. Tiempo Ordinario. Podemos hacer muchas cosas si tenemos fe y confianza en Dios.
Autor: P. Juan Gralla | Fuente: Catholic.net
Lucas 17, 1-6.


En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Es imposible que no vengan escándalos; pero, ¡ay de aquel por quien vienen! Más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino y sea arrojado al mar, que escandalizar a uno de estos pequeños. Cuidaos de vosotros mismos. Si tu hermano peca, repréndele; y si se arrepiente, perdónale. Y si peca contra ti siete veces al día, y siete veces se vuelve a ti, diciendo: "Me arrepiento", le perdonarás. Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe. El Señor dijo: Si tuvierais fe como un grano de mostaza, habríais dicho a este sicómoro: "Arráncate y plántate en el mar", y os habría obedecido.

Oración introductoria

Señor, antes de iniciar mi meditación te pido me perdones por todas las veces en que he sido ocasión de pecado y dame la bondad y el amor necesario para que yo también perdone de corazón todas aquellas ofensas que me han herido o molestado.

Petición

Jesús, no permitas que el resentimiento, el enojo o la ira dominen mi interior y dame un corazón misericordioso, como el tuyo.

Meditación del Papa

Jesús educó a sus discípulos a crecer en la fe, a creer y a confiar cada vez más en él, para construir su propia vida sobre roca. Por esto le piden: “Auméntanos la fe”. Es una bella petición que dirigen al Señor, es la petición fundamental: los discípulos no piden bienes materiales, no piden privilegios; piden la gracia de la fe, que oriente e ilumine toda la vida; piden la gracia de reconocer a Dios y poder estar en relación íntima con él, recibiendo de él todos sus dones, incluso los de la valentía, el amor y la esperanza.
Sin responder directamente a su petición, Jesús recurre a una imagen paradójica para expresar la increíble vitalidad de la fe. Como una palanca mueve mucho más que su propio peso, así la fe, incluso una pizca de fe, es capaz de realizar cosas impensables, extraordinarias, como arrancar de raíz un árbol grande y trasplantarlo en el mar. La fe -fiarse de Cristo, acogerlo, dejar que nos transforme, seguirlo sin reservas- hace posibles las cosas humanamente imposibles, en cualquier realidad. (Benedicto XVI, 3 de octubre de 2010).

Reflexión

Estamos rodeados de testimonios edificantes, de personas ejemplares, coherentes, generosas... Pero tenemos la costumbre de fijarnos y hablar sólo de los “escándalos” que por ahí nos encontramos. Aquel joven, la vecina, un político... todos pasan por nuestro tribunal.

Es una realidad innegable que, como hombres que somos, tenemos debilidades y flaquezas (Si alguien no las tiene, puede inscribirse en el registro de los ángeles sobre la tierra), que, por lo demás, son evidentes a los ojos de los demás, sobre todo en algunas ocasiones. Algunas veces hasta pueden provocar escándalos.

Sin embargo, la inspiración divina bien colocó este pasaje seguido inmediatamente de otro que versa sobre el perdón. Nuestra tarea no es entonces juzgar ni mucho menos buscar como detectives los “talones de Aquiles” de nuestro prójimo. Será mejor si, por nuestra parte, nos esforzamos para dar el mejor testimonio, y si fijamos nuestra atención en las virtudes de los demás.

Propósito

Cuando alguien nos escandalice con su conducta, no juzguemos y sepamos perdonarle de corazón, sabiendo que quien confía en el poder de Dios, puede trasplantar un árbol al mar.