sábado, 17 de mayo de 2014

María provoca la primera "señal"

Además de la gran confianza que María mostró en su Hijo, ella fue el medio que Dios usó para dar comienzo a la manifestación de Jesús.

María provoca la primera 

Ojalá puedas leer en el Evangelio Jn 2, 1-12, cuando María le pide a su Hijo que les falta el vino en una boda donde fueron invitado en Caná. 

A mí me llama poderosamente la atención ese detalle de María de acercarse a visitar a su prima santa Isabel tras tener conocimiento de su estado de gestación, también su fina observación en las bodas de Caná, en una situación de tanto embarazo para aquellos jóvenes esposos. Todo ello habla de un corazón amable, sencillo, bondadoso, atento, comprensivo, servicial en nuestra madre del cielo". 

Una contemplación superficial del episodio de la boda de Caná nos dice que lo más milagroso fue el hecho de que Jesús mostró su dominio absoluto sobre la materia, convirtiendo agua en vino. Sin embargo, el Evangelista nos da a entender que no fue así al decir "Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzó a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos" (Jn 2, 11). 

Según el Evangelista la finalidad intrínseca de este milagro fue el convencer a sus discípulos que Él era lo que decía que era: el Hijo de Dios. Así manifestó su "gloria" que era su divinidad, pues María le obligó a "hacer llegar su hora" de mostrar su gloria o divinidad. 

Independientemente de la gran confianza que María mostró en su Hijo, como hemos comentado antes, está el hecho de que ella fue el medio que Dios usó para dar comienzo a la manifestación de Jesús de Nazaret como su Hijo. Aquí María aparece como aquella que hace conocer a Cristo. Uno podría pensar que tal vez su misión fuese solamente traer al Hijo al mundo y después dejarlo manifestarse como le pareciera mejor. Dios en su providencia quería hacer las cosas de otra manera: quería dar a conocer a su Hijo al mundo por medio de su Madre. Nosotros podemos no estar de acuerdo con esta metodología, pero no se puede negar que Él quiso adoptarla para manifestar a su Hijo. 

Parece ser que el Padre sigue usando esta metodología para dar a conocer a su Hijo. Son elocuentes las múltiples apariciones de la Virgen en estos dos últimos siglos. Pensemos en Lourdes, Fátima... 

Señor, muéstranos al Padre
Juan 14, 7-14. Pascua. Encontrar a Jesús, como lo encontró Felipe, tratando de ver en él a Dios mismo, al Padre celestial 

Del santo Evangelio según san Juan 14, 7-14

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Si ustedes me conocen a mí, conocen también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto». Le dijo Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta». Jesús le replicó: «Felipe, tanto tiempo hace que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces? Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Entonces por qué dices: "muéstranos al Padre"" ¿O no crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que yo les digo, no las digo por mi propia cuenta. Es el Padre, que permanece en mí, quien hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Si no me dan fe a mí, créanlo por las obras. Yo les aseguro: el que crea en mí, hará las obras que yo hago y las hará aun mayores, porque yo me voy al Padre; y cualquier cosa que pidan en mi nombre, yo la haré para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Yo haré cualquier cosa que me pidan en mi nombre».

Oración introductoria

Señor, quiero ponerme en tu presencia, quiero darte este espacio de mi vida. Yo sé que es poco lo que te doy, pero quiero dedicártelo con toda la intensidad y amor de mi corazón. En tus manos pongo mi vida y la de todos aquellos que más quiero, especialmente los que estén pasando por algún momento particular. Así sea. 

Petición

Señor, que pueda ver tu rostro, a través de la oración. 

Meditación del Papa Francisco

Para la fe, Cristo no es sólo aquel en quien creemos, la manifestación máxima del amor de Dios, sino también aquel con quien nos unimos para poder creer. La fe no sólo mira a Jesús, sino que mira desde el punto de vista de Jesús, con sus ojos: es una participación en su modo de ver. [...] 
Para que pudiésemos conocerlo, acogerlo y seguirlo, el Hijo de Dios ha asumido nuestra carne, y así su visión del Padre se ha realizado también al modo humano, mediante un camino y un recorrido temporal. La fe cristiana es fe en la encarnación del Verbo y en su resurrección en la carne; es fe en un Dios que se ha hecho tan cercano, que ha entrado en nuestra historia. La fe en el Hijo de Dios hecho hombre en Jesús de Nazaret no nos separa de la realidad, sino que nos permite captar su significado profundo, descubrir cuánto ama Dios a este mundo y cómo lo orienta incesantemente hacía sí; y esto lleva al cristiano a comprometerse, a vivir con mayor intensidad todavía el camino sobre la tierra. (S.S. Francisco, encíclica Lumen fidei, n. 18). 

Reflexión apostólica

El Papa Benedicto nos enunciaba tres elementos fundamentales de la vida del apóstol Felipe que nos deben llevar a la acción: 1) dejarnos conquistar por Jesús, 2) estar con él y 3) invitar a otros a compartir esta compañía indispensable. La reflexión podría versar sobre esto: ¿Qué tanto me he dejado conquistar por Cristo? ¿Le estoy dando a Cristo algún espacio en mi vida? ¿Busco momentos para encontrarme con Cristo o sólo acudo a él en los momentos de dificultad? 
El invitar a otros a compartir la experiencia de Cristo es el verdadero apostolado, es el compromiso que brota espontáneamente del cristiano que conoce, ama e imita a Cristo. 

Propósito

Dedicar algún momento de mi día para leer algún pasaje del Nuevo Testamento buscando conocer más a Cristo. 

Diálogo con Cristo

Jesucristo, gracias por permitirme encontrarme contigo. Gracias por enseñarme que mi vida sólo tiene sentido contigo. Tú nos dijiste que harías cualquier cosa que pidiéramos en tu nombre, y yo quiero pedirte tan sólo que aumentes mi fe para que, creyendo más en ti, pueda confiar más en ti y, así, pueda amarte más. Amén. 


Él no es sólo un Maestro, sino un Amigo; más aún, un Hermano. ¿Cómo podríamos conocerlo a fondo si permanecemos alejados de él? La intimidad, la familiaridad, la cercanía nos hacen descubrir la verdadera identidad de Jesucristo. 
(Bendedicto XVI, 6 de septiembre de 2006)

viernes, 16 de mayo de 2014

¿Por qué buscas entre los muertos al que vive?

Esta pregunta nos hace superar la tentación de mirar hacia atrás, a lo que pasó ayer, y nos impulsa hacia adelante, hacia el futuro.
 
¿Por qué buscas entre los muertos al que vive?


Estracto de la Audiencia General. Miércoles 23 de abril de 2014. Papa Francisco



Seguimos en la Pascua, y a veces parece que nos olvidamos que Jesús resucitó... volvemos a la tristeza, la desesperanza... Recordemos laspala bras del Papa Francisco :



Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La Resurrección de Jesús es una alegría auténtica, profunda, basada en la certeza que Cristo resucitado ya no muere más, sino que está vivo y operante en la Iglesia y en el mundo. Tal certeza habita en el corazón de los creyentes desde esa mañana de Pascua, cuando las mujeres fueron al sepulcro de Jesús y los ángeles les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? (Lc 24, 5).

{...] Cuántas veces, en nuestro camino cotidiano, necesitamos que nos digan: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?Cuántas veces buscamos la vida entre las cosas muertas, entre las cosas que no pueden dar vida, entre las cosas que hoy están y mañana ya no estarán, las cosas que pasan...

¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?.

Lo necesitamos cuando: 
  • Nos encerramos en cualquier forma de egoísmo o de auto-complacencia. 
  • Cuando nos dejamos seducir por los poderes terrenos y por las cosas de este mundo, olvidando a Dios y al prójimo; 
  • Cuando ponemos nuestras esperanzas en vanidades mundanas, en el dinero, en el éxito.

    Entonces la Palabra de Dios nos dice: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?.

    ¿Por qué lo estás buscando allí? Eso no te puede dar vida. Sí, tal vez te dará una alegría de un minuto, de un día, de una semana, de un mes... ¿y luego?

    ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?.

    Esta frase debe entrar en el corazón y debemos repetirla. Digámosla desde el corazón, en silencio, y hagámonos esta pregunta: ¿por qué yo en la vida busco entre los muertos a aquél que vive?.

    No es fácil estar abiertos a Jesús. No se da por descontado aceptar la vida del Resucitado y su presencia en medio de nosotros.

    El Evangelio nos hace ver diversas reacciones y nos hace bien confrontarnos con ellos: 
  • La del apóstol Tomás pone una condición a la fe, pide tocar la evidencia, las llagas; 
  • La de María Magdalena llora, lo ve pero no lo reconoce, se da cuenta de que es Jesús sólo cuando Él la llama por su nombre; 
  • Los discípulos de Emaús, deprimidos y con sentimientos de fracaso, llegan al encuentro con Jesús dejándose acompañar por ese misterioso caminante

    Cada uno por caminos distintos, buscaban entre los muertos al que vive y fue el Señor mismo quien corrigió la ruta. Y yo, ¿qué hago? ¿Qué ruta sigo para encontrar a Cristo vivo? Èl estará siempre cerca de nosotros para corregir la ruta si nos equivocamos.

    ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?

    Esta pregunta nos hace superar la tentación de mirar hacia atrás, a lo que pasó ayer, y nos impulsa hacia adelante, hacia el futuro.

    Jesús no está en el sepulcro, es el Resucitado. Él es el Viviente, Aquel que siempre renueva su cuerpo que es la Iglesia y le hace caminar atrayéndolo hacia Él.

    Ayer era la tumba de Jesús y la tumba de la Iglesia, el sepulcro de la verdad y de la justicia; hoy es la resurrección perenne hacia la que nos impulsa el Espíritu Santo, donándonos la plena libertad.

    Hoy se dirige también a nosotros este interrogativo:
  • Tú, ¿por qué buscas entre los muertos al que vive, tú que te cierras en ti mismo después de un fracaso y tú que no tienes ya la fuerza para rezar?
  • ¿Por qué buscas entre los muertos al que está vivo, tú que te sientes solo, abandonado por los amigos o tal vez también por Dios?
  • ¿Por qué buscas entre los muertos al que está vivo, tú que has perdido la esperanza y tú que te sientes encarcelado por tus pecados?
  • ¿Por qué buscas entre los muertos al que está vivo, tú que aspiras a la belleza, a la perfección espiritual, a la justicia, a la paz?

    Tenemos necesidad de escuchar y recordarnos recíprocamente la pregunta del ángel. Esta pregunta, nos ayuda a salir de nuestros espacios de tristeza y nos abre a los horizontes de la alegría y de la esperanza. Esa esperanza que mueve las piedras de los sepulcros y alienta a anunciar la Buena Noticia, capaz de generar vida nueva para los demás.

    Repitamos esta frase del ángel para tenerla en el corazón y en la memoria. ¡Repitámosla!

    Él está vivo, está con nosotros. No vayamos a los numerosos sepulcros que hoy te prometen algo, belleza, y luego no te dan nada. ¡Él está vivo! ¡No busquemos entre los muertos al que vive! 


  • Jesús nos prepara una morada

    Juan 14, 1-6. Pascua. Con Cristo nuestro corazón está en paz, nada podemos temer sabiendo que vivimos y estamos unidos a Él a través de los sacramentos. 

    Del santo Evangelio según san Juan 14, 1-6

    En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros.Y adonde yo voy sabéis el camino. Le dice Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino? Le dice Jesús: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.

    Oración introductoria

    Señor, sosteniéndome con tu gracia me das la vida y, porque me amas, quieres mostrarme el camino, la verdad y el estilo de vida que me puede llevar a la felicidad. Ilumina mi oración, aparta la distracción para que pueda experimentar tu presencia y tu cercanía.

    Petición

    Jesús, quiero ser dócil a tus inspiraciones, ¡ilumíname!

    Meditación del Papa Francisco

    Yo no hablaría, ni siquiera para quien cree, de una verdad "absoluta", en el sentido de que absoluto es aquello que está desatado, es decir, que sin ningún tipo de relación. Ahora, la verdad, según la fe cristiana, es el amor de Dios hacia nosotros en Cristo Jesús. Por lo tanto, ¡la verdad es una relación! A tal punto que cada uno de nosotros la toma, la verdad, y la expresa a partir de sí mismo: de su historia y cultura, de la situación en la que vive, etc.
    Esto no quiere decir que la verdad es subjetiva y variable, ni mucho menos. Pero sí significa que se nos da siempre y únicamente como un camino y una vida. ¿No lo dijo acaso el mismo Jesús: "Yo soy el camino, la verdad y la vida"? En otras palabras, la verdad es en definitiva todo un uno con el amor, requiere la humildad y la apertura para ser encontrada, acogida y expresada. (S.S. Francisco, 11 de septiembre de 2013).

    Reflexión

    Este discurso es un "adiós, pero estaré con vosotros". Para nosotros, dos mil años después, no es fácil captar el drama que la partida de Jesús significó para sus discípulos. Ellos habían dejado todo: casa, familia, amigos, posesiones, ... Y ahora, justamente en el momento de mayor peligro, cuando buscaban matar al maestro, Él dice que debe partir.

    ¿Qué harían sin Él? ¿Cómo continuarían la bella experiencia que habían hecho a su lado? Era un momento difícil. Jesús, que siempre sabe lo que hay en nuestros corazones, se anticipa a las preguntas. Les dice: "No se turbe vuestro corazón".

    Con este mensaje podemos permanecer tranquilos sabiendo que vivimos en Cristo si estamos unidos a Él a través de los sacramentos. Sin embargo, si tratamos de buscar la felicidad fuera de Él, nos arriesgamos a perdernos, porque "ninguno viene al Padre si no es por medio de Mí". La oración bien hecha, la misa bien vivida, la meditación en la Palabra de Dios, la confesión, la caridad fraterna vivida con magnanimidad, ... son los medios para vivir la amistad con Cristo, para vivir en el amor de Cristo: amor que es más fuerte que la muerte.

    Diálogo con Cristo 

    No soy católico por seguir unos mandamientos o creer en una doctrina, sino por seguir a una persona, que me ama. Jesús, quiero ocupar esa habitación que con tanto amor has preparado para mí. No permitas que sea indiferente a esta maravillosa verdad. Ayúdame a permanecer siempre cerca de Ti, por la frescura y la delicadeza de la vida de gracia, por los momentos de oración y por la fidelidad a las inspiraciones del Espíritu Santo.

    Propósito

    Ayunar de pesimismo para crecer en la esperanza de que, con Cristo, puedo ser santo.

    jueves, 15 de mayo de 2014

    Siguiendo los pasos del Primer Pastor


    Señor, veniste para mostrarnos el Camino. Fuiste el Maestro y fuiste el Pastor, dejando todos los cabos bien atados 


    Frente a ti Señor, ante el Misterio del Sacramento Eucarístico me llega al pensamiento la enorme gracia que es, primero, creer en ti, después saber que eres un Dios-Redentor.... pero también toda la inmensa responsabilidad de testimonio de vida que esto implica.

    Si siento que el creer en ti y en la Iglesia Católica me reviste de unas gracias muy especiales como hijo de Dios, portador de valores eternos y heredero del cielo... ¿Cómo ha de ser mi vida?

    Y tu respuesta es: Siendo fiel al Papa, hoy a nuestro Pastor el Papa Francisco y a la Iglesia porque como bien decía el Padre José Luís Descalzo: "El encargo a Pedro es algo más que un encargo puramente personal".

    Pedro no fue inmortal. Tus palabras nos lo recuerdan. La consigna, pues, que Tu le diste tenían que tener un significado especial, más largo que la vida personal de Pedro. Si Tu hablas de un rebaño permanente que va a prolongarse por los siglos, es claro que también nos hablas de un pastoreo permanente, que durará después de la muerte de este pastor concreto.

    Jesús, estabas realmente introduciendo en la historia religiosa de la Humanidad una institución llamada a durar tanto como la fe en ti. Más claro aún: estabas instituyendo una dinastía de pastores. No una dinastía carnal y transmisible por la sangre, pero si una dinastía del espíritu.

    Pedro será el primer pastor de esa serie en la que nunca le faltarán sucesores. El pastoreo durará tanto como la roca, es decir, tanto como la humanidad... 

    Tu, Señor, veniste para mostrarnos el Camino.
    Fuiste el Maestro y fuiste el Pastor, dejando todos los cabos bien atados, todas tus enseñanzas diáfanas, claras. Nos enseñaste a orar, nos hablaste de las Bienaventuranzas, nos hablaste de los Mandamientos, del código del amor, que tomásemos la cruz para seguirte, nos aseguraste que cuando dos o más orásemos al Padre, El estaría allí, entre nosotros, que fuésemos generosos, pero no ostentosos en nuestras dádivas, sino que lo que la mano derecha haga no lo sepa la izquierda, que seguir tus pasos cuesta renuncias y valentía, pero que al final podremos contemplar tu rostro y nos llamarás "benditos de mi Padre".

    Sabiendo todo esto ¿viviré como ignorándolo, haciéndome la loca, la indiferente y quizá pensando que ya que tu misericordia es infinita también tendré la infinita disculpa... para mi desamor, para mi ingratitud? ...¡Cuidado!.

    Ya nos mostraste el Camino y apartarnos de él pudiera ser, que ni el arrepentimiento del "buen ladrón" nos alcance al final de la jornada a tocar a nuestra puerta, atrapada en el laberinto de las pasiones y del despreocupado vivir.

    Ahora frente a ti y en el silencio de ese amor oculto parece que te oigo decir: 

    No pierdas más tiempo. Es hora del cambio, es hora de tomar la religión católica muy en serio y cumplir con los deberes de todo buen cristiano, de haceros apóstoles y llevar mi Mensaje a todos los que estén a vuestro lado con la palabra y con el ejemplo.

    Aquí estoy, esperando que seaís valientes y que lleveis en el alma el legítimo orgullo de ser católicos, portadores de la Verdad.

    Tendreis que seguir a los pastores, tras los pasos del Primer Pastor.... para que un día... ¡haya un solo rebaño! cuyas ovejas no se aparten del Camino enseñado.

    La fidelidad a Cristo

    Juan 13 16-20. Pascua. Ser fiel a Jesucristo significa creer en Él cuando la sombra de la cruz se acerca a las puertas de nuestra vida. 



    Del santo Evangelio según san Juan 13 16-20

    En verdad, en verdad os digo: no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que le envía. Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís. No me refiero a todos vosotros; yo conozco a los que he elegido; pero tiene que cumplirse la Escritura: «El que come mi pan ha alzado contra mí su talón». «Os lo digo desde ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, creáis que Yo Soy. En verdad, en verdad os digo: quien acoja al que yo envíe me acoge a mí, y quien me acoja a mí, acoge a Aquel que me ha enviado».

    Oración introductoria

    Gracias, Señor, por esta oportunidad que me das para hacer oración. Gracias, Dios mío, por el don de la vida, de mi familia y de tu amistad. Te pido que me des la gracia de permanecer fiel a tu amor y a tu palabra. Tú, Jesús mío, conoces mi fragilidad y por eso te suplico que me ayudes a ser un cristiano auténtico. Yo quiero acogerte, Señor, en mi corazón y en mi vida para ser tu amigo fiel, sobre todo, en los momentos de dificultad.

    Petición

    Jesucristo, dame la gracia de ser fiel a tu amistad. No permitas que la cruz, el sufrimiento, los problemas, el mundo o mi egoísmo me separen de ti. 

    Meditación del Papa Francisco

    La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan. "Primerear": sepan disculpar este neologismo. La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la ha primereado en el amor; y, por eso, ella sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos. Vive un deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva. ¡Atrevámonos un poco más a primerear! Como consecuencia, la Iglesia sabe "involucrarse". 
    Jesús lavó los pies a sus discípulos. El Señor se involucra e involucra a los suyos, poniéndose de rodillas ante los demás para lavarlos. Pero luego dice a los discípulos: "Seréis felices si hacéis esto". La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo.(S.S. Francisco, exhortación apostólica Evangelii gaudium, n. 24).. 

    Reflexión 

    En este pasaje evangélico, el Maestro, nos invita entrañablemente a ser fieles a su amor, a no dejarle sólo, a no fallarle. Judas es aquél de quien el Señor dijo: «El que come mi pan ha alzado contra mí su talón». Ese apóstol no abrió su corazón a Jesús de par en par, no creyó en el Hijo de Dios y prefirió el camino del egoísmo y del amor propio. Ser fiel a Jesucristo significa creer en Él cuando la sombra de la cruz se acerca a las puertas de nuestra vida. Creer en el Señor es acoger a quienes Él envía.

    La traición y la infidelidad a Dios son realidades que tocan continuamente a las puertas de nuestra alma. Por encima de nuestros fallos y pecados están la gracia y la misericordia de Dios. A Jesucristo no le importan mis caídas sino la lucha constante. Cristo me amó y se entregó por mí en la cruz. Él me conoce y me acepta porque yo soy su hijo y Él es mi Padre. No podemos dejar al Señor solo, es necesario poner todos los medios que tenemos a nuestro alcance para ser fieles a su amistad y no herir ese Corazón con nuestra ingratitud. Jesucristo espera que le ame, que sea un cristiano enamorado y convencido de su amor. No puedo fallarle. ¿Cuáles son los motivos o circunstancias por las cuales he podido ofender a Jesús?

    Propósito

    Hacer un examen, profundo, de conciencia. He de preguntarme cómo vivo mi amistad y relación con Jesucristo. Finalmente, en un ambiente de oración, haré un sincero propósito de enmienda.

    Diálogo con Cristo

    Ayúdame, Señor mío, a vivir cada momento de mi existencia de cara a ti. Si alguna vez te he fallado u ofendido quiero pedirte perdón a través del sacramento de la reconciliación. Estoy dispuesto a levantarme y a seguir luchando porque te amo y quiero que estés al centro de mi vida. Te reconozco, Dios mío, como mi Señor y Creador. Lejos de ti, Padre Santo, a dónde puedo ir. Apartado de tu gracias qué sentido y qué valor puede tener mi vida. Ayúdame a perseverar en la fe hasta el final. 

    Deseo exhortaros, con fuerza y con afecto, a permanecer firmes en la fe que habéis recibido, que da sentido a la vida, que da fuerza para amar; a no perder nunca la luz de la esperanza en Cristo resucitado.
    Benedicto XVI, Homilía, domingo 2 de mayo de 2010

    martes, 13 de mayo de 2014

    Quisiste abrir el reino a los pequeños

    Homilía del Papa Juan Pablo II durante la Beatificación de los Pastores Jacinta y Francisco en Fátima

    Quisiste abrir el reino a los pequeños
    Fragmentos de la homilía del Papa Juan Pablo II durante la Beatificación de los Pastores Jacinta y Francisco en Fátima, 13 de mayo, 2000 

    «Yo te bendigo, o Padre, (...) porque escondiste estas verdades a los sabios e inteligentes, y las revelaste a los pequeños (Mt 11, 25). 

    Con estas palabras, amados hermanos y hermanas, Jesús alaba los designios del Padre celeste; sabe que nadie puede estar con él, si no es atraído por el Padre (cf. Jn 6, 44), por eso, alaba por ese designio y lo abraza filialmente: Sí, Padre y te bendigo porque así fue de tu agrado (Mt 11, 26). Quisiste abrir el reino a los pequeños. 

    Por designio divino, vino del cielo a esta tierra, en búsqueda de los pequeños privilegiados del Padre , una mujer vestida de Sol (Ap 12, 1). Les habla con voz y corazón de madre: los invita a ofrecerse como víctimas de reparación, ofreciéndose Ella para conducirlos, seguros, hasta Dios. Fue entonces que sus manos maternas salió una luz que os penetró íntimamente, sintiéndose inmersos en Dios como cuando una persona -explican ellos- se contempla en un espejo. 

    Más tarde, Francisco, uno de los tres privilegiados, exclamaba: Nosotros estábamos ardiendo en aquella luz y no nos quemábamos. ¿Cómo es Dios? No se puede decir. Esto sí que nosotros no podemos decir. Dios: una luz que arde, pero que no quema. La misma sensación tuvo Moisés, cuando vio a Dios en la zarza ardiente; allí escuchó a Dios hablar, preocupado con la esclavitud de su pueblo y decidido a liberarlo por medio suyo: Yo estaré contigo (cf. Ex 3, 2-12). A cuantos la acogen, esta presencia se vuelve morada y consecuentemente, «zarza ardiente» del Altísimo. 

    A Francisco, lo que más impresionaba y absorbía era Dios en aquella luz inmensa que penetrara lo más íntimo de los tres. Sin embargo, sólo a él Dios se daría a conocer «tan triste», como él decía. Cierta noche, su papá los escuchó sollozar y le preguntó porqué lloraba; el hijo le respondió «Pensaba en Jesús que está tan triste por causa de los pecados que se cometen contra él ». Vive motivado por el único deseo -tan expresivo del modo de pensar de los niños- de «consolar y dar alegría a Jesús». 

    En su vida, se da una transformación radical; una transformación ciertamente no común en niños de su edad. Se entrega a una vida espiritual intensa, que se traduce en oración asidua y fervorosa, llegando a una verdadera forma de unión mística con el Señor. Eso mismo lo lleva a una progresiva purificación del espíritu mediante la renuncia y a los propios gustos y hasta a los juegos inocentes de niños. 

    Soportó los grandes sufrimientos de la enfermedad que lo llevó a la muerte, sin nunca lamentarse. Todo le parecía poco para consolar a Jesús; murió con una sonrisa en los labios. Grande era, en el pequeño Francisco, el deseo de reparar las ofensas de los pecadores, esforzándose por ser bueno y ofreciendo y oración. Y Jacinta su hermana, casi dos años más joven que él, vivía animada por los mismos sentimientos. 

    [...] 

    El mensaje de Fátima es un llamado a la conversión. [...] La meta última del hombre es el Cielo, su verdadera casa donde el Padre Celeste, en su amor misericordioso, por todos espera. 

    Dios no quiere que nadie se pierda, por eso hace dos mil años mandó a la tierra a su hijo «buscar y salvar lo que estaba perdido» (Lc 19, 10). Y Él nos ha salvado con su muerte en la cruz; ¡que nadie torne vana esa Cruz! Jesús murió y resucitó para ser «el primogénito de muchos hermanos» (Rom 8, 29). 

    En su solicitud materna, La Santísima Virgen vino aquí, a Fátima, pedir a pedir a los hombres «no ofender más a Dios nuestro Señor, que ya está muy ofendido». Es el dolor de la Madre que la hace hablar; está en juego la suerte de sus hijos. Por eso, decía a los pastorcillos: «Rezad, rezad mucho y haced sacrificio por los pecadores, que muchas lamas van al infierno por no haber quién se sacrifique y pida por ellos». 

    La pequeña Jacinta sintió y vivió como propia esa aflicción de Nuestra Señora, ofreciéndose heroicamente como víctima por los pecadores. Un día - ya ella y Francisco habían contraído la enfermedad que os obligaba a estar en cama - la Virgen María vino a visitarlos a su casa, como cuenta la pequeña: «Nuestra Señora vino a vernos y dijo que viene a llevar a Francisco muy pronto al Cielo. Y a mí me preguntó si todavía quería más pecadores. Y le dije que sí». Y, al acercarse el momento de la partida de Francisco, Jacinta le recomienda: «Dale muchos saludos míos a Nuestro Señor y a Nuestra Señora, diles que sufro tanto como ellos quieran para convertir a los pecadores». Jacinta quedará tan impresionada con la visión del infierno durante la aparición del 13 de julio, que ninguna mortificación y penitencia era de más para salvar a los pecadores. 

    Bien podía ella exclamar con San Pablo : «Me alegro de sufrir por vosotros y completo en mi misma lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en beneficio de su cuerpo, que es la Iglesia» (Col 1, 24). [...] 

    Aquí en Fátima, donde fueron vaticinados estos tiempos de tribulación pidiendo Nuestra Señora oración y penitencia para abreviarlos, quiero hoy dar gracias al Cielo por la fuerza del testimonio que se ha manifestado en todas aquellas vidas y deseo una vez más celebrar la bondad del Señor para conmigo, cuando, duramente herido aquel 13 de Mayo de 1981, fui salvado de la muerte. Expreso mi gratitud también a la beata Jacinta por los sacrificios u oraciones ofrecidas por el Santo Padre, que ella había visto en gran sufrimiento. 

    «Yo te bendigo, oh Padre, porque revelaste esas verdades a los pequeños. La alabanza de Jesús toma hoy la forma solemne de la beatificación de los pastorcillos Francisco y Jacinta. La Iglesia quiere, con este rito, poner sobre el candelabro estas dos velas que Dios encendió para iluminar a la humanidad en sus horas sombrías e inquietas. Brille ellas sobre el camino de esta multitud inmensa de peregrinos . 

    Mi última palabra es para los niños: Queridos niños y niñas, veo muchos de vosotros vestidos como Francisco y Jacinta. ¡Os cae muy bien! Pero, luego mañana, dejaréis esas ropas y... se acabarán los pastorcillos. ¡No deberían acabar ¿No es cierto?! Es que Nuestra Señora necesita mucho de todos vosotros, para consolar a Jesús, triste con las tonteras que se hacen; necesita de vuestras oraciones y sacrificios por los pecadores. 

    Pedid a vuestros padres y educadores que os inscriban en la «escuela» de Nuestra Señora, para que Ella os enseñe a ser como los pastorcillos, que buscaban ser todo lo que Nuestra Señora les pedía. Os digo que «se avanza más en poco tiempo de sumisión y dependencia de María, que durante años enteros de iniciativas personales apoyadas en sí mismos (S. Luis de Montfort, Tratado de la Verdadera Devoción a la SS.ma Virgen, nº 155). Fue así que los pastorcillos se volvieron santos de prisa. Una mujer que acogiera a Jacinta en Lisboa, al escuchar tan buenos y acertados consejos que la pequeña le daba, le preguntó quién los enseñaba. «Fue Nuestra Señora» - respondió. Entregándose con total generosidad a la dirección de tan bondadosa Maestra, Jacinta y Francisco subieron en poco tiempo a las cumbres de la perfección. 

    «Yo te bendigo, oh Padre, porque escondiste estas verdades a los sabios e inteligentes, y la revelaste a los pequeños». 

    Yo Te bendigo, oh Padre, por todos tus pequeños, comenzando por la Virgen María, tu humilde Sierva, hasta los pastorcillos Francisco e Jacinta. 

    ¡Que el mensaje de sus vidas permanezca siempre viva para iluminar el camino de la humanidad! 


    Jesús uno con su Padre


    Juan 10, 22-30. Pascua. Dios nos ama a cada uno de nosotros de un modo personal y único en la vida concreta de cada día. 


    Del santo Evangelio según San Juan 10, 22-30

    Se celebraba entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno, y Jesús se paseaba por el Templo, en el Pórtico de Salomón. Los judíos lo rodearon y le preguntaron: ¿Hasta cuándo nos tendrás en suspenso? Si eres el Mesías, dilo abiertamente. Jesús les respondió: «Ya se lo dije, pero ustedes no lo creen. Las obras que hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí, pero ustedes no creen, porque no son de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa». 

    Oración introductoria

    Señor Jesús, así como te paseabas por el Templo de Jerusalén aquella tarde, también caminas conmigo a lo largo de mi vida. Tú recorres conmigo cada paso que doy aunque a veces no te percibo. A veces, como hicieron aquellos hombres, yo también te pido pruebas, te pido señales para creer. Señor, aumenta mi fe para descubrir las innumerables señales de tu amor que pones en mi camino cada día. Ayúdame a descubrir lo tanto que me amas, a valorar el don de mi vida, de mi salud, de mi fe, de mi familia, de mi educación, de mis amistades, de los talentos que me has dado y de tantas bendiciones que me das todos los días. También dame fe para descubrirte en medio de mis dificultades y sufrimientos, pues en esos momentos estas más cerca que nunca. Ayúdame, Jesús, a escuchar tu voz que me habla a través de todas estas muestras de tu amor por mí.

    Petición

    Señor aumenta mi fe para descubrir el infinito amor que me tienes, para experimentar tu cercana presencia en mi vida, para descubrir que Tú me acompañas en cada paso que doy.

    Meditación del Papa Francisco

    En la búsqueda de la figura ideal del rey, estos hombres buscaban a Dios mismo: un Dios que fuera cercano, que aceptara acompañar al hombre en su camino, que se hiciese hermano suyo.
    Cristo, descendiente del rey David, es precisamente el "hermano" alrededor del cual se constituye el pueblo, que cuida de su pueblo, de todos nosotros, a precio de su vida. En él somos uno; un único pueblo unido a él, compartimos un solo camino, un solo destino. Sólo en él, en él como centro, encontramos la identidad como pueblo.
    Y, por último, Cristo es el centro de la historia de la humanidad, y también el centro de la historia de todo hombre. A él podemos referir las alegrías y las esperanzas, las tristezas y las angustias que entretejen nuestra vida. Cuando Jesús es el centro, incluso los momentos más oscuros de nuestra existencia se iluminan, y nos da esperanza. (S.S. Francisco, 24 de noviembre de 2013). .

    Reflexión apostólica

    El mundo de hoy también nos cuestiona a nosotros. La sociedad nos pide señales sobre la veracidad de nuestra fe y en ocasiones sentimos que nuestras palabras se quedan cortas ante estos interrogantes. No podemos desanimarnos, pues también cuestionaron a Nuestro Señor. El Evangelio de hoy nos enseña que la mejor respuesta que podemos ofrecer son nuestras obras modeladas por el Evangelio. Con nuestras palabras, podemos ayudar a una persona a descubrir que nuestra fe es la verdadera, pero eso no basta. Con nuestro testimonio de vida cristiana auténtica y con la gracia de Dios, podemos tocar los corazones de muchas personas que no creen y que están esperando una "señal", una respuesta convincente para creer. El amor sincero a nuestro prójimo será siempre nuestro mejor argumento.

    Propósito

    Hoy por la noche, dedicar algunos minutos para recordar y agradecer las muestras de amor que Dios ha tenido conmigo durante este día.

    Diálogo con Cristo

    Gracias Jesús por todo el bien que diariamente realizas en mi vida. No quiero ser nunca indiferente ante todas las muestras de tu amor. Ayúdame a encontrarte caminando a mi lado, enséñame a escuchar tu voz y dame un corazón como el tuyo para que yo también comparta con mi prójimo el amor que tú me tienes a mí.


    Es posible, también mientras se está en el mercado, mientras se está en el trabajo, o mientras se pasea en la soledad, orar frecuente y fervorosamente. (San Juan Crisóstomo)

    lunes, 12 de mayo de 2014

    Ofrecer un consejo
    Es hermoso ofrecer consejos, sobre todo si son buenos. Es más hermoso todavía hacerlo de modo correcto.
     
    Ofrecer un consejo


    Un consejo llega a nuestros oídos. "Calma, calma..." Por el tono de voz, podemos distinguir si se trata de un reproche amargado o de una invitación desde el cariño.

    También nosotros a veces damos consejos y exhortaciones a otros desde diferentes estados de ánimo. En ocasiones, lo hacemos con el alma inquieta o incluso con rabia. Más que ofrecer una palabra buena para ayudar, tomamos una actitud negativa hacia el otro.

    Otras veces el momento y el tono de voz desvelan en nuestro corazón una actitud cercana, buena, comprensiva hacia quien ofrecemos nuestro consejo, con un deseo humilde y sincero de dar una mano.

    Es hermoso ofrecer consejos, sobre todo si son buenos. Es más hermoso todavía hacerlo de modo correcto. El arte de la corrección fraterna no es fácil, pues requiere de mucha paciencia, tacto, empatía. Por eso necesitamos estar atentos a la hora de encontrar el modo que permita ayudar amablemente a un familiar o conocido.

    ¿Cómo ofrecer un consejo de modo oportuno y cordial? Primero, desde la paciencia. Una palabra dicha con prisas, casi para deshacernos del otro, seguramente estará herida. Más vale esperar un momento adecuado que lanzar un dardo que pueda herir a mi hermano.

    Segundo, desde la propia experiencia. Cuando alguien nos ha dicho algo bueno con un tono de enfado e impaciencia, sentimos cierta pena. Al revés, la ternura de un familiar o amigo que nos aconseja con respeto suaviza nuestro corazón y nos hace disponibles a la acogida. Desde esa introspección podemos aprender cómo aconsejar a quienes viven a nuestro lado.

    Ofrecer un consejo es todo un arte. Podemos mejorar mucho si encontramos rostros amables que nos orientan hacia el buen camino. Podemos apoyar a otros con una palabra serena y dicha en el momento adecuado.

    "Calma, calma..." Sí, acepto tu consejo, porque me lo ofreces con ese afecto que tanto necesita cada corazón humano; porque con tus palabras reflejas un poco la bondad de Dios, que es tierno y amable con cada uno de sus hijos. 

    ¡El Señor es mi Pastor!


    Juan 10, 11-18. Pascua. Cristo sigue tocando a la puerta de nuestro corazón para que nos abramos a la conversión

    ¡El Señor es mi Pastor!
    Del santo Evangelio según san Juan 10, 11-18 

    Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. Pero el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa, porque es asalariado y no le importan nada las ovejas. Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor. Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre. 

    Oración introductoria 

    Señor, dame tu gracia para darme cuenta que tú estás realmente presente en todo momento de mi vida, que nunca me olvide que estás junto a mí y que eres el huésped de mi corazón. Dame tu gracia para ser dócil a tus inspiraciones, a tus sugerencias para identificarme contigo, para confiar plenamente en tu voluntad y tus designios, especialmente cuando son contrarios a mis puntos de vista. Transforma mi corazón para que sepa amar de verdad, desinteresadamente, para descubrirte en quien me humilla y ofende y para ser un reflejo de tu ternura para los más débiles y necesitados. Que María, nuestra Madre, me lleve siempre de la mano para caminar junto a ti. 

    Petición 

    Señor que vea en cada sufrimiento, en cada incomodidad, en cada contratiempo una oportunidad para corresponder a tu infinito amor por mí. 

    Meditación del Papa Francisco 

    En estos días, Jesús les ha repetido con insistencia la invitación a ser sus discípulos misioneros; han escuchado la voz del Buen Pastor que les ha llamado por su nombre y han reconocido la voz que les llamaba. ¿No es verdad que, en esta voz que ha resonado en sus corazones, han sentido la ternura del amor de Dios? ¿Han percibido la belleza de seguir a Cristo, juntos, en la Iglesia? ¿Han comprendido mejor que el evangelio es la respuesta al deseo de una vida todavía más plena? ¿Es verdad? […] Pidamos a la Virgen que nos ayude también a nosotros a llevar la alegría de Cristo a nuestros familiares, compañeros, amigos, a todos. No tengan nunca miedo de ser generosos con Cristo. ¡Vale la pena! Salgan y vayan con valentía y generosidad, para que todos los hombres y mujeres encuentren al Señor. (S.S. Francisco, 28 de julio de 2013). 

    Reflexión 

    "Yo soy el buen pastor". Esta afirmación es una de las más bellas del evangelio, pues refleja con muchísima claridad el corazón de Cristo. No fue sólo un título usado por Cristo para describir su misión, sino algo que llevó a cabo, de allí que sus primeros discípulos hayan resumido su vida con esta frase: "pasó haciendo el bien" (Hch 10, 38). Cristo pasa todavía por nuestras vidas haciendo el bien como hace dos mil años, Cristo sigue tocando a la puerta de nuestro corazón para que nos abramos a la conversión cómo lo hicieron Mateo, María Magdalena, el buen ladrón, Cristo sigue sufriendo su Via Crucis cuando nosotros lo ofendemos y no somos capaces de amar como Él, pero Cristo, también, se alegra hoy cuando ve al hijo pródigo regresar a casa porque Él es el buen pastor. 

    "Conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí". Cristo nos ama porque nos conoce, porque nuestra grandeza y nuestra miseria no son desconocidas para Él, precisamente, porque nos conoce, vino a este mundo para salvarnos, porque nos conoce quiso quedarse en la eucaristía y dejarnos su perdón en el sacramento de la penitencia. Pero ahora nos debemos preguntar ¿Realmente conozco a Cristo? ¿Realmente lo conozco como el buen pastor? Que nunca nos olvidemos que Dios, que se ha revelado por Jesucristo, es Amor, es misericordia, comprensión y perdón. 

    El profeta Ezequiel decía: Porque así dice el Señor Yavé: Yo mismo iré a buscar a mis ovejas y las reuniré... Yo mismo apacentaré a mis ovejas y yo mismo las llevaré a la majada..., buscaré la oveja perdida, traeré a la extraviada, vendaré la perniquebrada y curaré la enferma... apacentaré con justicia. (Ez 34, 11, 15-16). Que este evangelio sea para nosotros una invitación a ser también los buenos pastores para con nuestros hermanos los hombres, que con sus nombres y apellidos se cruzan todos los días por nuestras vidas. Que realmente seamos ese bálsamo que sane sus heridas, que cure sus almas atribuladas por el dolor, la tristeza, el odio. Que les demos de comer manjares de eternidad con nuestra palabra y testimonio de cristianos auténticos. Que al final nuestras vidas se puedan resumir al igual que la de Cristo: Pasó haciendo el bien. 

    Propósito 

    Buscar reflejar a Cristo, Buen Pastor, preocupándome más por los demás que de mí mismo. 

    Diálogo con Cristo 

    Jesús manso y humilde de corazón has mi corazón semejante al tuyo. Que tú seas siempre mi modelo y mi guía a lo largo de mi vida, que siempre camine a tu lado y que nunca me separe de ti. Por último, te pido Señor que me des la fortaleza que necesito para ser tu apóstol que no se canse de gritar a este mundo que tú eres el único que da sentido a nuestras vidas, que tú eres el único que me conduce a la verdadera felicidad. 


    Al meditar en el Evangelio del buen Pastor, pidamos al Señor que abra cada vez más nuestro corazón y nuestra mente para escuchar su llamada. En verdad, Jesús "nos conoce" más profundamente de lo que nos conocemos a nosotros mismos, y tiene un plan para cada uno de nosotros. También sabemos que donde él nos llama encontraremos felicidad y realización personal, pues nos encontraremos a nosotros mismos. (Benedicto XVI, 10 de mayo de 2009) 

    domingo, 11 de mayo de 2014

    La Luz de Pascua

    Antes de la victoria pascual de Cristo, el hombre vivía condenado a la oscuridad del pecado y de la muerte, dos enemigos imbatibles que nos eclipsaban la luz de Dios.
    Autor: Monseñor José Ignacio Munilla Aguirre | Fuente: www.enticonfio.org



    Es un hecho incuestionable que la felicitación navideña está mucho más extendida que la felicitación de la Pascua de Resurrección. Todo el mundo se felicita las Navidades, aunque muchos no sean capaces de dar razón de lo que esas palabras expresan. Por el contrario, son muy pocos los que felicitan la Pascua, aunque, posiblemente, lo hagan con mayor consciencia.

    Y en referencia a la celebración popular de la Semana Santa, también cabe constatar la desproporción existente entre la representación de los misterios de la Pasión y los de la Resurrección. Los pasos del Cristo sufriente, superan con creces a los que representan a Cristo glorioso. En definitiva, todavía nos falta mucho camino hasta llegar a descubrir la centralidad de la fe en la Resurrección, representada en la luz del Cirio encendido, en la Vigilia Pascual.

    La Historia de la Salvación es una historia de luz. Dios es la Luz, mientras que la impotencia y el sufrimiento humano se describen en la Biblia bajo la imagen de la tiniebla, hasta el punto de que el camino hacia nuestra plena felicidad se simboliza en el paso de la noche al día, de la oscuridad a la luz: "Trocaré delante de ellos la tiniebla en luz" (Is 42,16). Pues bien, ¡son cuatro las noches que, por la misericordia de Dios Padre, han iluminado nuestra existencia! Las describimos brevemente:

    La Noche de la Creación: "En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra era caos y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas. Dijo Dios: «Que exista la luz», y la luz existió" (Gn 1,1-3).

    La primera luz que el mundo ha recibido -y cada uno de nosotros en particular- ha sido la de nuestra existencia. ¿Por qué "el ser" y no "la nada"? Lo lógico hubiese sido la "oscuridad" de la nada. El texto bíblico afirma: "Vio Dios que la luz era buena y la separó de las tinieblas" (Gn 1, 4). En esas breves palabras se nos recuerda la inmensa misericordia que Dios ha derramado sobre nosotros, al crearnos: ¡¡Somos!! ¡¡Existimos!! ¡Hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios! La verdad, la belleza y la bondad de la creación son un reflejo de la suma Verdad, Belleza y Bondad divinas. Nuestra existencia no es consecuencia del azar o de un ciego destino, sino que es fruto de la libre decisión de un Dios, Padre, que crea solamente por amor. ¡Nuestra existencia es un destello de la infinita luz de Dios!

    La Nochebuena: Pero... el pecado hizo que el hombre rompiese su amistad con Dios. El Cielo se convierte para nosotros en algo inalcanzable y arcano. El hombre intenta conocer a Dios y relacionarse con Él, sin conseguirlo, ya que la religiosidad natural es incapaz de acceder a la intimidad de Dios.

    La búsqueda de Dios, por parte del hombre, es ardua y estéril: una durísima noche. Pero, "el pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz. A los que vivían en tierra de sombras, una luz les brilló" (Is 9, 2). La Revelación de Dios, que culmina con la Encarnación de Dios entre nosotros, se hace luz en la noche de nuestra búsqueda impotente.

    El hecho de que la Nochebuena se celebre en el solsticio de invierno, es decir, en la noche más larga del año, encierra un simbolismo muy pedagógico: la llegada de Cristo da un vuelco a la historia, de forma que la luz comienza a ganarle terreno a la oscuridad de la noche.

    La Noche Pascual: La noche de la Pascua fue para el pueblo judío el momento cumbre de su liberación. Aquella salida de Egipto, así como el paso del Mar Rojo camino de la Tierra Prometida, no eran sino imagen de la plena liberación que Cristo nos obtuvo por su muerte redentora.

    Antes de la victoria pascual de Cristo, el hombre vivía condenado a la oscuridad del pecado y de la muerte, dos enemigos imbatibles que nos eclipsaban la luz de Dios. El plan divino de redención del mundo asumió nuestra noche, para transformarla en luz. Cristo "se hizo pecado" (2 Cor 5, 21), y padeció bajo el poder de la muerte, para vencer al enemigo en su propio terreno. La Resurrección de Cristo transformó la noche en día; la gracia vence al pecado y la vida derrota a la muerte. Así lo rezamos en el Pregón de la Vigilia Pascual:"Ésta es la noche en que la columna de fuego esclareció las tinieblas del pecado... Ésta es la noche de la que estaba escrito: «Será la noche clara como el día, la noche iluminada por mi gozo»".

    La Noche de la Purificación: Pero todavía faltaba algo para culminar la Historia de la Salvación. Nos referimos a la necesidad de que cada uno de nosotros haga suyo -se apropie de él- ese tesoro de gracia. No basta con el anuncio de que la luz de Cristo vence a la tiniebla, sino que es necesario que ese acontecimiento tenga lugar en cada uno de nosotros, es decir, que lo personalicemos en nuestro interior.

    San Juan de la Cruz describió ese proceso de purificación ascética y mística como la "noche oscura del sentido" y la "noche oscura del espíritu". Es un proceso doloroso y gozoso al mismo tiempo, en el que el paso por la oscuridad es necesario para que se haga luz en el alma. Tras la muerte, el misterio del Purgatorio completa nuestra purificación, cuando no la hemos practicado suficientemente en nuestra etapa de peregrinos. Sólo de esta forma, veremos cumplida nuestra vocación a ser Hijos de la Luz: "Porque en otro tiempo fuisteis tinieblas; mas ahora sois luz en el Señor" (Ef 5, 8).

    La reflexión que hoy hacemos sobre estas cuatro noches, nos llena de esperanza ante las situaciones de oscuridad o soledad, que podamos atravesar a lo largo de nuestra vida. ¡Cristo ha resucitado! y, en consecuencia, tenemos sobradas razones para la confianza y la alegría. ¡Feliz Pascua de Resurrección!

    El pastor y el rebaño

    Juan 10, 1-10. Pascua. No tengamos que tener miedo de abrir las puertas de nuestro corazón a Cristo 

    Del santo Evangelio según san Juan 10, 1-10 


    En aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos: En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que escala por otro lado, ése es un ladrón y un salteador; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el portero, y las ovejas escuchan su voz; y a sus ovejas las llama una por una y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños. Jesús les dijo esta parábola, pero ellos no comprendieron lo que les hablaba. Entonces Jesús les dijo de nuevo: En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido delante de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no les escucharon. Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto. El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.

    Oración preparatoria 

    Padre, gracias por la encarnación de tu Hijo, nuestro Redentor y porque nos diste a María como madre. Confío en tu misericordia y por esto te quiero ofrecer en mi oración mi amor, débil y manchado por mi egoísmo y soberbia, pero dispuesto a escucharte y entrar por esa puerta estrecha que me señales.

    Petición

    Espíritu Santo, que no vacile y nunca tenga miedo a tus inspiraciones.

    Meditación del Papa Francisco

    La imagen de la puerta se repite varias veces en el Evangelio y se refiere a la de la casa, del hogar doméstico, donde encontramos seguridad, amor, calor. Jesús nos dice que existe una puerta que nos hace entrar en la familia de Dios, en el calor de la casa de Dios, de la comunión con Él. Esta puerta es Jesús mismo. Él es la puerta. Él es el paso hacia la salvación. Él conduce al Padre. Y la puerta, que es Jesús, nunca está cerrada, esta puerta nunca está cerrada, está abierta siempre y a todos, sin distinción, sin exclusiones, sin privilegios. Porque, sabéis, Jesús no excluye a nadie. Tal vez alguno de vosotros podrá decirme: "Pero, Padre, seguramente yo estoy excluido, porque soy un gran pecador: he hecho cosas malas, he hecho muchas de estas cosas en la vida". ¡No, no estás excluido! Precisamente por esto eres el preferido, porque Jesús prefiere al pecador, siempre, para perdonarle, para amarle. Jesús te está esperando para abrazarte, para perdonarte. No tengas miedo: Él te espera. Anímate, ten valor para entrar por su puerta. Todos están invitados a cruzar esta puerta, a atravesar la puerta de la fe, a entrar en su vida, y a hacerle entrar en nuestra vida, para que Él la transforme, la renueve, le done alegría plena y duradera. (S.S. Francisco, 25 de agosto de 2013). 

    Reflexión

    Él es el Buen Pastor, que conoce a cada una de sus ovejas por el nombre y está dispuesto a dejar las noventa y nueve, para buscar a la descarriada. Él es un hombre para los demás. Amar es tan inevitable y irremediable para él como quemar para una llama. 

    Él es también la puerta de las ovejas. "El que entre por mí se salvará, y encontrará pastos". 

    Pero para entrar por esta puerta hay que dejar primero que Cristo abra nuestra puerta y entre en nuestro interior, pues sólo sus ovejas, es decir las que le conocen, escuchan su voz, son capaces de reconocer al pastor y encontrar resguardo y sosiego ante los abusos y peligros del mundo. 

    No tenemos que tener miedo de abrir las puertas de nuestro corazón a Cristo, como Él nos abre las puertas del paraíso. Ni de abrir las puertas de nuestro corazón a los hombres, para que sepan encontrar también en nosotros el amor, que caracteriza los discípulos de Jesús. 

    Abriendo nuestro corazón a Dios y a todos los hombres, es como pertenecemos al rebaño de Cristo y como podemos entrar por la puerta que nos da la vida en abundancia. El amor es la llave maestra, que abre la Puerta, que abre de par en par el Corazón de Jesús.

    Propósito 

    Prepararme con un buen examen de conciencia y poner en mi agenda de actividades la fecha de mi próxima confesión.