sábado, 14 de diciembre de 2013

Así también harán padecer al Hijo del hombre


Mateo 17, 10-13. Adviento. Digámosle a Jesucristo que entre en nuestras almas y que renueve toda nuestra vida. 

Del Santo Evangelio según san Mateo 17, 10-13

Los discípulos preguntaron a Jesús: «¿Por qué dicen los escribas que primero debe venir Elías?». Él respondió: «Sí, Elías debe venir a poner en orden todas las cosas; pero les aseguro que Elías ya ha venido, y no lo han reconocido, sino que hicieron con él lo que quisieron. Así también harán padecer al Hijo del hombre». Los discípulos comprendieron entonces que Jesús se refería a Juan el Bautista.

Oración Introductoria

Jesucristo, creo verdaderamente que has venido a este mundo a salvarme. Quiero estar contigo ahora en actitud de escucha; háblame y dime lo que tú quieras. Quiero pedirte perdón por todas las veces que no he sabido escucharte ni a Ti ni a mi prójimo, y concédeme la gracia de ser fiel a tus consejos. Habla Señor, que tu siervo escucha.

Petición

Señor Jesucristo, dame el regalo de ser dócil a tus consejos y de saber escucharte. Concédeme ver tu mano amorosa y tu gran cuidado en todos los acontecimientos de mi vida. Ayúdame también a acrecentar mi esfuerzo por ayudarte a Ti y a tu Iglesia.

Meditación del Papa Francisco

Con inteligencia humilde y abierta "buscad y encontrad a Dios en todas las cosas", como escribía san Ignacio. Dios actúa en la vida de cada hombre y en la cultura: el Espíritu sopla donde quiere. Buscad descubrir lo que Dios ha obrado y cómo proseguirá su obra. [...]
Y para buscar a Dios en todas las cosas, en todos los campos del saber, del arte, de la ciencia, de la vida política, social y económica se necesita estudio, sensibilidad, experiencia. Algunas de las materias que tratáis pueden incluso no tener relación explícita con una perspectiva cristiana, pero son importantes para captar el modo en el que las personas se comprenden a sí mismas y el mundo que las rodea.
Que vuestra observación informativa sea amplia, objetiva y oportuna. Es necesario también tener una atención particular respecto a la verdad, la bondad y la belleza de Dios, que deben considerarse siempre juntas, y son preciosos aliados en el compromiso en defensa de la dignidad del hombre, en la construcción de una convivencia pacífica y en custodiar con premura la creación. (S.S. Francisco, 14 de junio de 2013).

Reflexión 

El tiempo de adviento es el periodo propicio para cultivar en nuestros corazones la capacidad de acoger a Jesucristo en nuestras vidas. Cristo está esperando que le abramos las puertas de nuestro corazón y que confiemos totalmente en Él para que podamos ser plenamente felices. Ahora es el tiempo de que escuchemos totalmente a Jesucristo que nos quiere decir: "Te amo y quiero hacerte feliz". ¡Cuántas veces hemos sido indiferentes ante la voz de Dios que toca a las puertas de nuestro corazón! Cristo nos ofrece la felicidad, pero no es obligatoria. Nosotros tenemos la libertad de decirle sí o no. Digámosle a Jesucristo que entre en nuestras almas y que renueve toda nuestra vida.

Propósito

Haré una visita al Santísimo Sacramento y pondré en sus manos las preocupaciones que tengo.

Diálogo con Cristo

Jesucristo, ahora tengo la firme determinación de escucharte y de ver tu amorosa mano en mi vida. Te quiero pedir perdón por todas las veces que no he querido escuchar tu voz ni aceptar la felicidad que me ofreces. Quiero aprovechar este momento para cambiar de opinión y decirte que quiero ser feliz a tu lado. Sé que sólo Tú eres la fuente de toda alegría y de la plena felicidad, y ya no quiero desaprovechar más esta oportunidad de recibirte, acogerte y permanecer a tu lado. No quiero ser como los que hicieron con Juan el Bautista lo que quisieron. No quiero tratarte mal. Al contrario, quiero amarte y nunca separarme de ti.

Un auténtico cristiano no puede oír el nombre de Cristo sin emoción (Card. Newman, Sermón del Dom. II de Cuaresma: mundo y pecado)

viernes, 13 de diciembre de 2013

Indiferencia de los judíos


Mateo 11, 16-19. Adviento. Quien lucha desde la fe, triunfa, porque no lucha sólo, sino hombro a hombro con Dios. 

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 11, 16-19

¿Pero, con quién compararé a esta generación? Se parece a los chiquillos que, sentados en las plazas, se gritan unos a otros diciendo: "Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonado cantos fúnebres, y no os habéis lamentado." Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: "Demonio tiene." Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: "Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores." Y la Sabiduría se ha hecho prestigiosa por sus obras.

Oración Introductoria

Señor, quiero amarte y ser generoso en mi entrega diaria, pero muchas veces el miedo, las dudas, las inseguridades e incertidumbres, aprietan mi vida. Por eso, actúo como un niño que no se satisface con nada. Jesús, ¡cuántas veces Tú, en persona, has venido en mis prójimos y yo te he rechazado, por no reconocerte! Ayúdame a madurar mi fe, mi amor y mi entrega, para lanzarme con entusiasmo en tus manos, para cantar cuando Tú me tocas flauta, y también llorar, cuando me entonas los cantos fúnebres.

Petición

Jesús, quiero asemejarme a ti, unir mi voluntad a la tuya. Quiero seguir amándote en el estado de vida que he elegido. Quiero caminar desde tus manos, mirar desde tus ojos, ser feliz desde tu corazón. Por eso, mi dulce Jesús, pido que vivas en mí para que tu fe sea la mía; tus amores, los míos; tus alegrías, las mías. En fin, que sea uno contigo.

Meditación del Papa Francisco

El resultado es que el Dios vivo es sustituido por ídolos humanos y pasajeros, que ofrecen un embriagador momento de libertad, pero que al final son portadores de nuevas formas de esclavitud y de muerte. La sabiduría del salmista dice: "Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos".
Recordémoslo siempre: El Señor es el Viviente, es misericordioso. El Señor es el Viviente, es misericordioso. Queridos hermanos y hermanas, miremos a Dios como al Dios de la vida, miremos su ley, el mensaje del Evangelio, como una senda de libertad y de vida. El Dios vivo nos hace libres. Digamos sí al amor y no al egoísmo, digamos sí a la vida y no a la muerte, digamos sí a la libertad y no a la esclavitud de tantos ídolos de nuestro tiempo; en una palabra, digamos sí a Dios, que es amor, vida y libertad, y nunca defrauda, a Dios que es el Viviente y el Misericordioso. Sólo la fe en el Dios vivo nos salva; en el Dios que en Jesucristo nos ha dado su vida con el don del Espíritu Santo y nos hace vivir como verdaderos hijos de Dios por su misericordia. Esta fe nos hace libres y felices.(S.S. Francisco, 16 de junio de 2013).

Reflexión 

La vida desde la fe es sencilla. Implica confiar y aceptar, pero, sobre todo, buscar hacer la voluntad de Dios. Quien lucha desde la fe, sabe que su lucha es victoriosa, porque no lucha sólo, sino hombro a hombro con Dios. Acepta con gusto lo venido de Dios, porque sabe que Él es su Padre y quiere lo mejor para él. Sabe ver la mano amorosa de su Providencia en cada una de las diversas circunstancias de la vida, porque se siente amado y cuidado por Dios. No se queja, sino que vive el momento presente confiando siempre en quien es Todopoderoso.

Jesús no nos pide mucho. Sólo nos enseña e invita a tener los pies en la tierra y el corazón en el cielo.

Propósito

En el día de hoy, voy a buscar vivir los contratiempos con visión sobrenatural y amor, aceptando con agrado los planes de Dios sobre los míos.

Diálogo con Cristo

Señor, quiero agradecerte por todos los beneficios que tu inefable bondad me hace alcanzar cada día y en cada momento. Te pido fortaleza y constancia para seguir tus inspiraciones, pues sabes que soy muy débil. Sabes que muchas veces no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Tú conoces lo que llevo en mi corazón, Jesús. Por eso, concédeme la gracia de potenciar lo que es bueno y rectificar lo malo. Jesús, confío en ti. Ayúdame a asemejarme en criterios, acciones y deseos contigo.

"Si no le dejas, Él no te dejará" 
(San Josemaría Escrivá, Camino, n. 730)

jueves, 12 de diciembre de 2013

La Guadalupana, tu madre

Tenemos miedo de tantas cosas, la enfermedad, falta de dinero, que nos roben, miedo al futuro. Pero Ella nos dece: "No temas..." 
Autor: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net



El nombre más repetido en las mujeres mexicanas es el de GUADALUPE. Por eso muchas celebran su santo el 12 de Diciembre, fecha en que una mujer vestida de princesa, se le apareció a un natural de esta tierra, a Juan Diego, en la Colina del Tepeyac.

Santa María de Guadalupe es el nombre de la celestial Señora. Ella pidió que se construyera un templo, y el templo se construyó. Más aún, hace algunos años se construyó un nuevo santuario más grande y moderno para dar cabida a un número mayor de peregrinos.

Hoy se encuentran muchísimos templos en todo México dedicados a la Virgen de Guadalupe. Casi todas las ciudades tienen el suyo.

¿Para qué pidió un templo? Para que todos nos sintiéramos en su casa cuando fuéramos allí a rezar, para poder decir a cada habitante de nuestro país las mismas palabras que dirigió a Juan Diego: "No temas, ¿no esto yo aquí que soy tu Madre?"

Hermosas palabras que nos quiere decir a cada uno todos los días, pero sobre todo en esos días amargos, días de dolor y desesperanza.

"No temas, ¿no esto yo aquí que soy tu Madre?..." Tenemos miedo de tantas cosas, miedo de perder la salud, el dinero, a que nos roben, miedo al futuro. Existe mucho miedo en el ambiente. "No temas...", nos dice Ella.

El 12 de Diciembre hasta los más duros se ablandan, van de rodillas ante la Guadalupana.

Santos y pecadores, borrachos y mujeriegos, quizá hasta le juren a la Virgencita que van a cambiar para siempre, y al día siguiente vuelven a ser los mismos. Pero hicieron el intento, y cualquier intento es bueno. Ella se los toma en cuenta. Después de tantos intentos fallidos, basta que uno de esos esfuerzos de resultado.

Yo me pregunto si México sería el mismo si no hubiera intervenido en su historia la Reina del Cielo.

Me impresiona que los mismos inicios de México como nación, interviniera tan amorosamente esa Persona a quién con santo orgullo se le llama "Reina de México".

En aquel momento era necesaria la ayuda y protección de la Madre de Dios. Hoy es mucho más necesaria. Los males de México son tantos y tan duros que se necesita la ayuda del cielo para remediarlos. Creo que no bastan los buenos políticos y los buenos economistas.

¡Reza, México, a tu Reina!, para que puedas ser liberado de este naufragio. Esa Reina no ha devaluado su amor a México ni a los mexicanos, hoy los quiere como entonces, pero se necesitan millones de manos alzadas al cielo, millones de rodillas que toquen la tierra rezando, millones de lenguas y corazones que unan su voz y su amor en una oración gigantesca y sonora a la Reina de México, para que venga a auxiliarnos en esta hora difícil.

Para los que tienen fe, hay un faro de esperanza en la Colina del Tepeyac que se llama Santa María de Guadalupe.

El tesoro más rico que México y el mundo entero tiene es una tilma sencilla donde la Madre de Dios se pintó a sí misma para que al contemplarla oyéramos todos su dulce mensaje: ¿No estoy yo aquí que soy tu madre?


ROSAS EN EL TEPEYAC

Las veo en la ladera del bosque;
son grandes, muy variadas:
Todas llevan en su cáliz
perlas del rocío de la noche.

Las ha plantado una mano celestial.
La Madre de Dios tiene preferencia
por las rosas de Castilla, le gustan las rosas.

En su jardín del cielo
debe haber plantado rosas a granel,
y deben muchos ángeles cuidarlas con primor.
Son las rosas de la Madre del Señor.

"Rosas en mi jardín no hay ya,
todas han muerto", diría un día el poeta.
¡Qué tragedia! Mustios pétalos por el suelo
es todo lo que queda de la gloria de las rosas.

Habrá que pedirle a la dueña del Tepeyac
algunos retoños de rosal
de los que plantó en la colina
para plantarlos en el jardín.

Esos rosales siempre ostentan rosas,
son frescas y hermosas;
nunca se marchitan porque son de Ella.

La imagen de Guadalupe
está pintada con pétalos de rosa,
con rocío de la noche, con amor materno.

No importa que el lienzo sea lo más pobre,
porque esa tilma recoge la obra maestra
que un pincel grabó en ella.

¿Un serafín? ¿Sabía pintura la Virgen?
Los de brocha de aquí abajo
no aciertan a descifrar
con qué arte de dibujo
fue impresa tan magnífica pintura
en una tela tan pobre.

Bendita tú entre las mujeres


Lucas 1, 39-48. Solemnidad de la Virgen de Guadalupe. Un amor fiel, un amor fresco, un amor de Madre, en el tiempo y en la eternidad. 
Autor: Rodrigo Fernández de Castro De León, L.C. | Fuente: Catholic.net

Del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-48

En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno. Entonces, Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor. Entonces dijo María: Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava.

Oración introductoria

Señor Jesús, Tú sabes que llevo mucho tiempo buscándote; aquí estoy. Creo en Ti. Creo que estás realmente presente en la Eucaristía. Creo que estás presente en mi prójimo.

Petición

«María, háblanos de Jesús, para que el frescor de nuestra fe brille en nuestros ojos y caliente el corazón de aquellos con quienes nos encontremos, como tú hiciste al visitar a Isabel que en su vejez se alegró contigo por el don de la vida». (Benedicto XVI, Oración a la Virgen de Loreto, 14 de febrero de 2007).

Meditación del Papa Francisco

En el contexto del Evangelio de Lucas, la mención del corazón noble y generoso, que escucha y guarda la Palabra, es un retrato implícito de la fe de la Virgen María. El mismo evangelista habla de la memoria de María, que conservaba en su corazón todo lo que escuchaba y veía, de modo que la Palabra diese fruto en su vida. La Madre del Señor es icono perfecto de la fe, como dice santa Isabel: "Bienaventurada la que ha creído" [...]
En la Madre de Jesús, la fe ha dado su mejor fruto, y cuando nuestra vida espiritual da fruto, nos llenamos de alegría, que es el signo más evidente de la grandeza de la fe. En su vida, María ha realizado la peregrinación de la fe, siguiendo a su Hijo. Así, en María, el camino de fe del Antiguo Testamento es asumido en el seguimiento de Jesús y se deja transformar por él, entrando a formar parte de la mirada única del Hijo de Dios encarnado (S.S. Francisco, encíclica Lumen fidei, n. 58).

Reflexión 

Es una realidad que todo ser humano busca la felicidad. Pero, si todos queremos ser felices, ¿por qué hay tantos problemas?, ¿por qué existen tantos males como las guerras, las injusticias y los odios? La respuesta es muy sencilla: porque no todos sabemos en qué consiste la felicidad. María nos enseña que la clave de la felicidad está en dos cosas: amar y ser amado.

Estas realidades no van contrapuestas, sino que están tan unidas como nuestra alma a nuestro cuerpo. María nos muestra el por qué. Ella ha experimentado el amor de Dios a tal grado que se ha convertido en el pilar que sostiene su vida. Sabe que pase lo que pase Dios no dejará de amarla. Con su actitud, nos invita a estar conscientes de que todo en nuestra vida es pasajero, excepto el amor de Dios. Podemos perder todo: casa, trabajo, familia... pero nunca perderemos el amor de Dios.

Es precisamente esto lo que lleva a María a la segunda parte de la felicidad: amar. Cuando un cristiano experimenta el amor de Dios, surge en su interior un sincero deseo de corresponder. María lo demuestra cuando, con alegría y sencillez, va en busca de su prima Isabel, para llevarle a Jesús.

Éste es el reto de los cristianos: amar y ser amados. La segunda parte ya la tenemos: Dios nunca dejará de amarnos. ¿Estamos dispuestos a vivir la primera?

La Iglesia en México, en América, en el mundo entero, celebra la Virgen de Guadalupe, y tendrá siempre presente un cerro en el que la Virgen nos alentó con su cariño: "¿No estoy yo aquí, que soy tu madre?" Son palabras que nos unen directamente al Calvario, cuando Cristo, el crucificado, le dijo a María: "He ahí a tu hijo". Son palabras que nos alivian en las mil aventuras de la vida, en los peligros, en las pruebas, en los fracasos.

María nos espera a todos, como a hijos. México estará muy cerca de Dios si sabe conservar, en la fe de cada mexicano, su amor a la Virgen, Nuestra Señora del Tepeyac. Cuando rompamos las fronteras de la muerte y encontremos al Dios de la justicia y del perdón, sentiremos en lo más profundo del corazón el cariño de María de Guadalupe. Un amor fiel, un amor fresco, un amor de Madre, en el tiempo y en la eternidad.

Propósito

El día de hoy voy a rezar un misterio del rosario, agradeciendo a María la ayuda silenciosa que me ha dado durante toda mi vida, encomendando a mis familiares y seres queridos.

Diálogo con Cristo

Jesús, en este día dedicado a la Virgen de Guadalupe, te doy gracias por haberme dado a María como Madre. Ayúdame a imitar a la Virgen en sus virtudes, especialmente la generosidad y la servicialidad. Dame la gracia de tener un alma profundamente eucarística, para que toda mi vida pueda transformarse en un Magníficat.


"Si se levantan las tempestades de tus pasiones, mira a la Estrella, invoca a María.
Si la sensualidad de tus sentidos quiere hundir la barca de tu espíritu, levanta los ojos de la fe, mira a la Estrella invoca a María.
Si el recuerdo de tus muchos pecados quiere lanzarte al abismo de la desesperación, lánzale una mirada a la Estrella del cielo y rézale a la Madre de Dios.
Siguiéndola, no te perderás en el camino. Invocándola no te desesperarás. Y guiado por Ella llegarás seguramente al Puerto Celestial".
 (San Bernardo de Claraval)

martes, 10 de diciembre de 2013

Consejos de Juan Bautista para vivir el Adviento


Son cuatro los consejos o las consignas que san Juan Bautista y la Iglesia con él, para vivirlo bien.
Autor: P. Luis María Etcheverry Boneo | Fuente: Catholic.net

En el Adviento, la Iglesia nos pone la figura de san Juan Bautista, y con él otra nueva imagen. Ya no se trata de preparar una tierra capaz de acoger adecuadamente la buena semilla: se trata de preparar un camino para que pueda, por él, llegar a nuestra alma la Persona adorable del Señor.

Son cuatro las órdenes, los consejos o las consignas que san Juan Bautista -y la Iglesia con él- nos da:

La primera consigna de san Juan el Bautista es bajar los montes: todo monte y toda colina sea humillada, sea volteada, bajada, desmoronada. Y cada uno tiene que tomar esto con mucha seriedad y ver de qué manera y en qué forma ese orgullo -que todos tenemos- está en la propia alma y está con mayor prestancia, para tratar en el Adviento -con la ayuda de la gracia que hemos de pedir-, de reducirlo, moderarlo, vencerlo, ojalá suprimirlo en cuanto sea posible, a ese orgullo que obstaculizaría el descenso fructífero del Señor a nosotros.

En segundo lugar, Juan el Bautista nos habla de enderezar los senderos. Es la consigna más importante: Yo soy una voz que grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos 3. Y aquí tenemos, entonces, el llamado también obligatorio a la rectitud, es decir, a querer sincera y prácticamente sólo el bien, sólo lo que está bien, lo que es bueno, lo que quiere Dios, lo que es conforme con la ley de Dios o con la voluntad de Dios según nos conste de cualquier manera, lo que significa imitarlo a Jesús y darle gusto a El, aquello que se hace escuchando la voz interior del Espíritu Santo y de nuestra conciencia manejada por Él.

A cada uno corresponde en este momento ver qué es lo que hay que enderezar en la propia conducta, pero sobre todo en la propia actitud interior para que Jesucristo Nuestro Señor, viendo claramente nuestra buena voluntad y viéndonos humildes, esté dispuesto a venir a nuestro interior con plenitud, o por lo menos con abundancia de gracias.

El tercer aspecto del mensaje de san Juan el Bautista se refiere a hacer planos los caminos abruptos, los que tienen piedras o espinas, los que punzan los pies de los caminantes, los que impiden el camino tranquilo, sin dificultad. Y ese llamado hace referencia a la necesidad de ser para nuestro prójimo, precisamente, camino fácil y no obstáculo para su virtud y para su progreso espiritual: quitar de nosotros todo aquello que molesta al prójimo, que lo escandaliza, que lo irrita o que le dificulta de cualquier manera el poder marchar, directa o indirectamente, hacia el cielo.

El cuarto elemento del mensaje de san Juan Bautista es el de llenar toda hondonada, todo abismo, todo vacío. Los caminos no sólo se construyen bajando los montes excesivos, ni sólo enderezando los senderos torcidos, o allanando los caminos que tengan piedras: también llenando las hondonadas o cubriendo las ausencias. Este mensaje se refiere a la necesidad de llenar nuestras manos y nuestra conciencia con méritos, con oraciones, con obras buenas -como hicieron los Reyes Magos y los pastores- para poder acoger a Jesucristo con algo que le dé gusto; no sólo con la ausencia de obstáculos o de cosas que lo molesten, no sólo con ausencia de orgullo o con ausencia de falta de rectitud o de dificultades en nuestra conducta para con el prójimo, sino también positivamente con la construcción: con nuestras oraciones y con nuestras buenas obras y un pequeño -al menos- caudal, capital de méritos, que dé gusto al Señor cuando venga y que podamos depositar a sus pies.

El Adviento, además de la conmemoración y el sentido del Antiguo Testamento -de la tierra que espera la buena semilla-, además de la figura límite entre el Antiguo Testamento y el Nuevo -san Juan Bautista-, este Tiempo nos acerca más al Señor por aquélla que, en definitiva, fue quien nos entregó a Jesucristo: la Virgen. No sólo en el hemisferio sur entramos al Adviento por la puerta del Mes de María, sino que en toda la Iglesia se entra al Adviento por la fiesta de la Inmaculada Concepción.

Y la Inmaculada Concepción significa dos cosas: por una parte, ausencia de pecado original y, por otra, ausencia de pecado para y por la plenitud de la gracia. La Virgen fue eximida del pecado original y de las consecuencias del pecado original que en el orden moral fundamentalmente es la concupiscencia, es decir, la rebelión de las pasiones, la falta de orden dentro de nuestra persona, el rechazo que nuestra materia y nuestros apetitos indómitos oponen a la reyecía de la voluntad y de la razón iluminadas por la fe, por la esperanza y por la caridad; iluminadas y encendidas y sostenidas por la gracia. La Virgen, preservada del pecado original en el momento mismo de su concepción y liberada de todo obstáculo, tuvo el alma plenamente capacitada desde el primer instante para recibir la plenitud de la gracia de Jesucristo.

Por lo tanto su fiesta de la Inmaculada Concepción, con ese carácter sacramental que tienen todas las fiestas de la Iglesia, ese carácter de signo que enseña y de signo eficaz que produce lo que enseña, nos trae la gracia de liberarnos del pecado y de vencer, de moderar, de sujetar en nosotros las pasiones sueltas por la concupiscencia, a los efectos de que nos pueda llegar plenamente la gracia; y naturalmente, si estamos en Adviento, para que pueda venir la gracia del nacimiento de Jesucristo místicamente a nuestra alma, el día de Navidad.

Por lo tanto, unamos a toda la ayuda que nos pueden prestar los patriarcas del Antiguo Testamento que desde el cielo ruegan por nosotros (ellos que tanto pidieron la venida del Mesías), unamos a la intercesión y a la figura sacramental de san Juan Bautista, unamos por encima de ellos la presencia de la Santísima Virgen en su fiesta el 8 de diciembre y en todo este tiempo, pidiendo bien concretamente el poder liberarnos del pecado, de todo lo que en nosotros haya de orgullo, de falta de rectitud, de falta de caridad con el prójimo, de ausencia de virtud; liberarnos de todo ello para que, cuando venga Jesucristo el día de Navidad, no encuentre en nosotros ningún obstáculo a sus intenciones de llenar nuestra alma con su gracia.

La perspectiva de un nuevo nacimiento del Señor, en nosotros y en el mundo tan necesitado de Él, tiene que ser objeto de una preocupación, de todo un conjunto de sentimientos y de actos de voluntad que estén polarizados por el deseo de poner de nuestra parte todo lo que podamos, para que el Señor venga lo más plenamente posible sobre cada uno y sobre el mundo.

Y si esto vale siempre, se hace más exigente en las circunstancias del mundo presente que desvirtúa precisamente lo que Jesucristo trajo con su nacimiento. ¡Qué necesario es que pongamos todo de nuestra parte para que Jesús venga a nosotros con renovada fuerza el día de Navidad y, a través nuestro, sobre las personas que están cerca, sobre la Iglesia y sobre el mundo!

Quedémonos en espíritu de oración, fomentando en nuestro interior el deseo de que las cosas ocurran según las intenciones y los deseos del mismo Señor.

El Adviento es una época muy linda del año. Después de las fiestas de Navidad y de Pascua, quizá es la más linda, porque es una época de total esperanza, de seguridad alegre y confiada. En ese sentido nuestro Adviento es más lindo que el del Antiguo Testamento: se esperaba lo que todavía no había venido, en cambio nosotros sabemos que el Señor ya ha venido sobre el mundo, sobre la Iglesia, sobre cada uno y entonces tenemos mucho más apoyo para nuestra seguridad de que ha de venir nuevamente, a perfeccionar lo ya iniciado.

Por otra parte, esa presencia del Señor en la Iglesia y en nosotros nos ha hecho ir conociendo a Jesús, amándolo y tratándolo con confianza; por tanto, este esperar su nuevo nacimiento tiene que ser mucho más dulce, mucho más suave, mucho más seguro, mucho más esperanzado (con el doble elemento de seguridad y alegría de la esperanza) que lo que fue la espera de los hombres y mujeres del Antiguo Testamento.

Quedémonos, pues, unidos con Jesús, conversemos sobre estos temas, preguntémosle qué nos sugiere a cada uno en particular para que podamos, desde el comienzo, vivir el Adviento del modo más conducente para obtener la plenitud de Navidad que Él sin duda quiere darnos.

La misericordia de Dios


Mateo 18, 12-14.Adviento. Quien va con el Señor, incluso en los valles oscuros del sufrimiento, la incertidumbre y todos los problemas; como la oveja, se siente seguro. 
Autor: Andrés González Cristóbal, LC | Fuente: Catholic.net

Del santo Evangelio según san Mateo 18,12-14

¿Qué os parece? Si tiene un hombre cien ovejas, y se le extravía una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve e irá a buscar la extraviada? Y si la encuentra, en verdad os digo que se alegrará por ella más que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. Así, pues, no es voluntad de vuestro Padre que está en los cielos que se pierda ni uno solo de esos pequeñuelos.

Oración introductoria

¡Cómo no admirarme de tu paciencia para con el hombre, si Tú te dignas vivir entre pecadores que no te conocen y no te hacen caso! Tú perdonas lo que el hombre no sabe perdonar. Tú olvidas las ingratitudes. Enséñame a ser una persona misericordiosa como Tú lo has sido conmigo. Soy una persona ciega y dominada por el egoísmo.
Gracias, Señor, porque Tú me has cuidado cada vez que me pierdo, ya sea consciente o inconscientemente. Gracias por cargarme en tus hombros, pues soy una persona muy débil. Muchas gracias.

Petición

Dulce Jesús, que has salido a buscarme para que no me perdiera. Dame la gracia de ser un hijo tuyo que pueda seguir tu ejemplo de paciencia y misericordia para con los que me rodean.

Meditación del Papa Francisco

¿Qué quiere decir ser "Pueblo de Dios"? Ante todo quiere decir que Dios no pertenece en modo propio a pueblo alguno; porque es Él quien nos llama, nos convoca, nos invita a formar parte de su pueblo, y esta invitación está dirigida a todos, sin distinción, porque la misericordia de Dios «quiere que todos se salven».
A los Apóstoles y a nosotros Jesús no nos dice que formemos un grupo exclusivo, un grupo de élite. Jesús dice: id y haced discípulos a todos los pueblos. San Pablo afirma que en el pueblo de Dios, en la Iglesia, "no hay judío y griego... porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús". Desearía decir también a quien se siente lejano de Dios y de la Iglesia, a quien es temeroso o indiferente, a quien piensa que ya no puede cambiar: el Señor te llama también a ti a formar parte de su pueblo y lo hace con gran respeto y amor. Él nos invita a formar parte de este pueblo, pueblo de Dios. (S.S. Francisco, 12 de junio de 2013).

Reflexión

Tenemos una seguridad de la gran misericordia y paciencia de Dios para con el hombre: "Tú estás conmigo: ésta es nuestra certeza, la certeza que nos sostiene". Es una certeza saber que Nuestro Señor Jesucristo siempre va a nuestro encuentro, y que se alegra de tenernos a su lado.
Sin embargo, Él permite que nos perdamos en ocasiones para que comprendamos que nos cuida en cada momento, que está a nuestro lado. Pero hay que recordar que tenemos un deber muy grande al llevar a Cristo a los demás, y que, con nuestra certeza de que Él nunca nos dejará solos, haremos que las personas también se den cuenta de ello, y confíen más en Jesucristo.

Propósito

Haré un sacrificio por aquellos que se han extraviado, para que Nuestro Señor les ayude y puedan regresar al redil.

Diálogo con Cristo

Señor Jesús, después de meditar contigo sobre la misericordia que tienes con aquellos que se han perdido por no hacer caso a lo que Tú quieres, te doy gracias por regalarme la certeza de que nunca me dejarás en los momentos en los yo me pierda, sabiendo que me esperas y que siempre sales a mi encuentro.

Dios me ama tanto que nunca me dejará solo, ¿Cuál es mi respuesta?

Tanto se complace Dios en nuestros actos de bondad para con los demás, que ofrece su misericordia solamente a quienes son misericordiosos. (San Hilario, en Catena Aurea vol. I, p. 248)