sábado, 22 de marzo de 2014

Amó a Dios como sólo una madre puede amar.

María es la única mujer a quien Dios puede llamar madre y Jesús es el único Dios a quien una mujer puede llamar Hijo. 

Nacer es tener una madre. Así ha sido y es para todo hombre; así ha sido para el mismo Dios, que se hizo hombre en el seno de una Virgen. Por eso, el título mariano de "Madre de Dios" es una de las verdades más consoladoras y más ennoblecedoras de la humanidad. El cristianismo no teme en afirmar que Dios se ha acunado en los brazos de una mujer. Una mujer, María de Nazaret, que es madre en su cuerpo y sobre todo madre en su corazón, como bellamente nos enseña san Agustín.

1. Al ritmo de la vida de Cristo. Entre la vida de Jesús y la de María hay una estupenda sincronía y un paralelismo magnífico de misterio y de donación. Junto a la Encarnación del Verbo está la Inmaculada Concepción; con el nacimiento de Jesús se relaciona inseparablemente la maternidad de María; a los pies de la cruz del Redentor se halla de pie, firme en su dolor, María, la corredentora; la ascensión de Jesús a los cielos tiene su paralelo en la asunción de María en cuerpo y alma a la gloria celestial.
Vivir al ritmo de Cristo es vivir a ritmo de redención. Así vivió y vive en el cielo María. Ella se desvivió por Jesús en su vida terrena y vive con Jesús y por Jesús en el cielo. Ella no se pertenece, sino que es toda de su Hijo. Su misión es su Hijo, en la historia y en el siempre de la eternidad.

2. Múltiples relaciones. María mantiene diversas relaciones con la Iglesia. Es modelo de virtudes para todos los cristianos. Es Madre de la Iglesia, como la proclamó Pablo VI, pues ésta prolonga a Jesucristo místicamente en la historia. Es, al igual que la Iglesia, esposa del Espíritu y virgen fecunda que engendra continuamente hijos para Dios. Es espejo radiante de gracia y santidad, es pastora solícita del rebaño de Cristo, es abogada y protectora de los pecadores. Estas relaciones de María con la Iglesia y con sus hijos son relaciones vivas, ardientes, profundamente enclavadas en el alma cristiana, como se puede ver acudiendo a los santuarios de devoción mariana. ¿Y nuestras relaciones con María?

La Iglesia nos recomienda una veneración profunda hacia María. Una veneración que entraña una mezcla de algo sagrado y filial, cercano y misterioso. Sí, porque María es nuestra madre, pero al mismo tiempo está toda ella envuelta en el misterio de Dios. Una veneración, por ello, que nace de la profundidad de la fe, pero que toca también la superficie de nuestra sensibilidad. Es toda nuestra persona la que venera a María. Veneramos a María pero no la adoramos, solo se adora a Dios.

3. Madre del Hijo de Dios. María es la única mujer a quien Dios puede llamar madre y Jesús es el único Dios a quien una mujer puede llamar Hijo. En su seno Dios se instaló, creció, se hizo bebé. En sus brazos se acunó, en sus ojos se miró, sobre su pecho se durmió. Cogido de su mano comenzó a dar los primeros pasos por el mundo. Con sus besos María lo ungió de cariño y ternura, con sus labios le habló y le enseñó el lenguaje de su pueblo. Con su corazón lo amó, como sólo una madre puede amar.

Parábola del hijo pródigo

Lucas 15, 1-3.11-32. Cuaresma. Dios no se cansa de esperarnos, por mucho que nos alejemos de Él. 

Del santo Evangelio según san Lucas 15, 1-3.11-32

En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este acoge a los pecadores y come con ellos. Entonces les dijo esta parábola. Dijo: Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: "Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde." Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros." Y, levantándose, partió hacia su padre. Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: "Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo."
Pero el padre dijo a sus siervos: "Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado." Y comenzaron la fiesta. Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: "Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano."El se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: "Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!" Pero él le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado."


Oración introductoria

Señor, ¡qué grande es tu amor y misericordia! Me identifico con esos dos hijos del Evangelio que no saben recibir y corresponder a tu amor. Conduce esta oración para que mi corazón no se endurezca y sea dócil a las inspiraciones.

Petición

Señor, ayúdame a confiar siempre en tu gran misericordia pero no permitas que abuse de tanto amor.

Meditación del Papa Francisco

¿Cuál es el peligro? Es que nosotros presumimos que somos justos, y juzgamos a los demás. Juzgamos también a Dios, porque pensamos que debería castigar a los pecadores, condenarlos a muerte, en lugar de perdonar. ¡Entonces sí que corremos el riesgo de permanecer fuera de la casa del Padre!
Como ese hermano mayor de la parábola, que en lugar de estar contento porque su hermano ha vuelto, se enoja con el padre que lo ha recibido y hace fiesta. Si en nuestro corazón no hay misericordia, la alegría del perdón, no estamos en comunión con Dios, incluso si observamos todos los preceptos, porque es el amor el que salva, no la sola práctica de los preceptos. Es el amor por Dios y por el prójimo lo que da cumplimiento a todos los mandamientos. Y esto es el amor de Dios, su alegría, perdonar. Nos espera siempre. Quizá alguien tiene en su corazón algo grave, pero he hecho esto, he hecho aquello, Él te espera, Él es Padre. Siempre nos espera. (S.S. Francisco, 15 de septiembre de 2013). 

Reflexión

Sabiendo que somos hijos de Dios pensamos que lo merecemos todo. A veces no somos ni capaces de agradecer a nuestro Creador por el gran don de la vida. Y, mucho menos, nos esforzamos por corresponder a su amor infinito.

¿Cuánto hemos recibido de Dios? ¡Todo! Sin embargo lo vemos como una obligación de parte de Él. Podríamos llegar a quejarnos cuando no recibimos lo que queremos y tal vez hasta hemos llegado al punto de exigirle.

Dios, en su infinita bondad, no cesa de colmarnos de sus gracias y hasta cumple con nuestros caprichos. No importa si le agradecemos o no.

Lo más hermoso es ver que Dios no se cansa y por mucho que nos alejemos de Él, cuando deseamos volver, ahí está con los brazos abiertos esperándonos con un corazón lleno de amor.

Dios es el Pastor que se alegra al encontrar la oveja perdida. Él es el Padre misericordioso que espera a su hijo perdido con grandes ansias, le perdona cualquier falta cuando ve un verdadero arrepentimiento y lo llena de su amor. Digamos a Cristo: "Señor Tú lo sabes todo tu sabes que te quiero"

Propósito

Vivir hoy de tal modo que pueda ser admitido en el festín eterno del cielo.

Diálogo con Cristo

Señor y Padre mío, con qué facilidad puedo engañarme a mí mismo al seguir el camino fácil que me ofrece la vida y ser un ciego y sordo indiferente a las necesidades de los demás, para concentrarme sólo en mi propia felicidad. Dame tu gracia para saber mantenerme siempre a tu lado. Que no me aleje de tu gracia, porque entonces mi corazón se convertirá en roca, insensible a recibir y corresponder a tu amor. Libremente quiero depender siempre y en todo de Ti. 

viernes, 21 de marzo de 2014

Una buena oración de sanación para cuaresma

Si aún no encuentras qué sacrificio de cuaresma puedes ofrecer a Jesucristo, tal vez te interese esta idea... 

Ayer me dijo una persona: "No se me ocurre ninguna buena idea para mi sacrificio de cuaresma. ¿Me sugiere algo que usted crea que le agrade a Jesucristo?"

A los sacrificios de cuaresma se les da con frecuencia un enfoque negativo: cosas a las que hay que renunciar. Personalmente prefiero el enfoque positivo: vencer el mal con el bien (Rm 12,21), hacer el bien.

Abstinencia, ayuno, abnegación, renuncia, son palabras que se ponen de moda en cuaresma. Renunciar a cosas agradables es difícil, supone sacrificio. También supone sacrificio ser generoso, salir de sí mismo y pensar en el bien del otro antes que en el propio.

Cuando Jesucristo tenía la cruz delante dijo que él daba su vida voluntariamente: "Nadie me la quita, yo la doy por mí mismo." (Jn 10,18a) Fue un acto de generosidad. El sacrificio de Jesucristo fue poner amor y poner el mayor amor posible.

Si aún no encuentras qué sacrificio de cuaresma puedes ofrecer a Jesucristo, tal vez te interese esta idea: Orar por tus enemigos y por aquellas personas que te han hecho sufrir o te resultan pesadas. "La oración de intercesión consiste en una petición en favor de otro. No conoce fronteras y se extiende hasta los enemigos", nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica en el n. 2647.

¿Y por qué lo propongo como sacrificio de cuaresma? Porque cambiar la herida en compasión y purificar la memoria transformando la ofensa en intercesión (cfr. Catecismo 2843) es un camino de conversión.

Es también oración de sanación, porque una oración así sana las heridas del corazón, purifica el rencor, prepara al perdón, ensancha el corazón.

"Interceder, pedir en favor de otro, es, desde Abraham, lo propio de un corazón conforme a la misericordia de Dios. En el tiempo de la Iglesia, la intercesión cristiana participa de la de Cristo: es la expresión de la comunión de los santos. En la intercesión, el que ora busca "no su propio interés sino el de los demás" (Flp 2,4), hasta rogar por los que le hacen mal". (Catecismo 2635)

Lo más difícil de este sacrificio es hacer la oración con un corazón que ha conocido la conversión. Cuando hagamos oración por las personas que nos resulten pesadas o nos hayan hecho daño, hay que hacerlo poniendo buenos sentimientos. No es un: "Te suplico, Señor, que esta persona se muera cuanto antes, pues no la soporto", sino de verdad poner amor, como Jesús: "El cual, habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarle de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente, y aun siendo Hijo, con lo que padeció experimentó la obediencia; y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen" (Hb 5,7-9).
¿A quién se le ocurre orar por los enemigos, por las personas insoportables, por quienes no nos perdonan, por aquellos que nos han herido, por quienes nos ofenden y hacen daño, por los seres queridos que nos hacen sufrir? A un buen cristiano.

Poner amor como un acto generoso y gratuito es un modo de construir la civilización del amor. La civilización del amor también se construye orando por aquellos a quienes hemos hecho sufrir y por quienes nos han hecho sufrir. Como dice la canción: Si amo la flor, amo también sus espinas. Sólo el amor nos hace grandes, sólo el amor hace ver que es precisamente lo que duele lo que hace al hombre amable entre los seres.

Te propongo que al terminar de leer este artículo pienses en alguien que te cueste tratar, o en alguna persona que te haya hecho daño, o en alguien que se dedique a ofenderte, y que reces por él. Y puedes rezar también por aquellos que sienten lo mismo respecto a ti. Hacerlo todos los días de cuaresma sería lo mejor.

La piedra desechada es la piedra angular

Mateo 21,33-43,45-46. Cuaresma. El Señor habla siempre en el presente y en vista del futuro. Habla también con nosotros y de nosotros.

Del santo Evangelio según san Mateo 21,33-43,45-46

En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo esta parábola: "Había una vez un propietario que plantó un viñedo, lo rodeó con una cerca, cavó un lagar en él, construyó una torre para el vigilante y luego la alquiló a unos viñadores y se fue de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envío a sus criados para pedir su parte de los frutos a los viñadores; pero éstos se apoderaron de los criados, golpearon a uno, mataron a otro, y a otro más lo apedrearon. Envió de nuevo a otros criados, en mayor número que los primeros, y los trataron del mismo modo. Por último, les mandó a su propio hijo, pensando: "A mi hijo lo respetarán". Pero cuando los viñadores lo vieron, se dijeron unos a otros: "Éste es el heredero. Vamos a matarlo y nos quedaremos con su herencia". Le echaron mano, lo sacaron del viñedo y lo mataron. "Ahora díganme: Cuando vuelva el dueño del viñedo, ¿qué hará con esos viñadores?". Ellos le respondieron: "Dará muerte terrible a esos desalmados y arrendará el viñedo a otros viñadores, que le entreguen los frutos a su tiempo". Entonces Jesús les dijo: "¿No han leído nunca en la Escritura: La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular, esto es obra del Señor y es un prodigio admirable? Por esta razón les digo que les será quitado a ustedes el Reino de Dios y se le dará a un pueblo que produzca sus frutos". Al oír estas palabras, los sumos sacerdotes y los fariseos comprendieron que Jesús las decía por ellos y quisieron aprehenderlo, pero tuvieron miedo a la multitud, pues era tenido por un profeta.

Oración introductoria

Señor, muchas veces me es costoso ser fiel a lo que Tú me pides y especialmente a mis obligaciones habituales. ¡Cuán difícil es cargar la cruz de mi vida! A veces quisiera echar todo por la borda y hacer con mi vida lo que yo quiera, pero sé que al final, eso me va a dejar vacío y seco. Tiendo a la independencia, a hacer mi vida lejos de ti, pero Tú me pides compañía. ¡Quiero acompañarte! Muchas veces me he querido separar de ti, convenciéndome de que Tú no existes por el simple hecho de que los problemas en mi vida siguen presentes;pero sé que en esos momentos de dificultad, aunque yo te haya dado la espalda, Tú me ayudas y me proteges más que en ningún otro momento de mi vida. Gracias Señor, por tu compañía y tu amistad. Concédeme abrir los ojos para ver y darme cuenta del gran amor que Tú me tienes.

Petición

Padre mío,concédeme la gracia de ver en todo tu compañía y tu mano amorosa, especialmente en los momentos de dificultad. Quítame esta ceguera de pensar que haciendo lo que se me apetezca voy a ser feliz y a resolver mis problemas. Haz que caiga en la cuenta de que mientras más cerca estoy de Ti, más puedo vivir con alegría y mi vida se colma de frutos.

Meditación del Papa Francisco

Él nos ha llamado con amor, nos protege. Pero luego nos da la libertad, nos da todo este amor "en alquiler". Es como si nos dijera: Cuida y custodia tú mi amor como yo te custodio a ti. Es el diálogo entre Dios y nosotros: custodiar el amor. Todo comienza con este amor. Luego, sin embargo, los campesinos a quienes se les confió la viña se sintieron fuertes, se sintieron autónomos de Dios y se adueñaron de esa viña; y perdieron la relación con el dueño de la viña. Y cuando alguien acude a retirar la parte de la cosecha que corresponde al dueño, le golpean, le insultan, le dan muerte. Esto significa perder la relación con Dios, no percibir ya la necesidad de ese patrono. Es lo que hacen los corruptos, aquellos que eran pecadores como todos nosotros, pero que dieron un paso más: se consolidaron en el pecado y no sienten la necesidad de Dios. O al menos, se creen que no la sienten, porque en el código genético existe esta tendencia hacia Dios. Y como no pueden negarlo, se hacen un dios especial: ellos mismos.(Cf. S.S. Francisco, 3 de junio de 2013, homilía en la capilla de Santa Marta) 

Reflexión 

En nuestra sociedad, hay un creciente pensamiento de que la felicidad se encuentra en olvidarse de los problemas de nuestra vida y vivir como si no existieran. La felicidad en los tiempos modernos, se resume en placeres, amor propio, independencia. Pensemos en que el primer pecado de Adán y Eva fue el placer y el querer ser independientes. El querer ser como Dios.

Abramos nuestro corazón para reflexionar y alzar nuestra mirada en Jesucristo Crucificado. Jesucristo sabe que las soluciones que el mundo nos ofrece no son las más acertadas. Él quiere ayudarnos y para eso nos pide que creamos en él y que nos aferremos a Él como un hijo se aferra en la cintura de su padre cuando siente temor. Sepamos poner todas nuestras preocupaciones en sus manos y a vivir nuestra vida dándonos a nuestros seres queridos. Cumpliendo con nuestros deberes habituales, para que nuestra vida sea plena.

Propósito

Hoy le pediré a Cristo frente a un crucifijo durante 5 minutos, la gracia de seguirlo y le pediré fuerzas para cargar con valentía mi cruz de cada día.

Diálogo con Cristo

Cristo, tu ejemplo en la cruz me motiva a vivir con más entusiasmo y con más sacrificio mi vida. Estoy valorando cada vez más ese gran regalo de depender de ti. Ayúdame a alzar mi mirada a ti cada vez que me sienta desfallecer en el camino. Ayúdame a amarte más y a demostrártelo con hechos siendo fiel a mis obligaciones diarias. Gracias Señor por amarme. Gracias Dios, por ser mi Dios.

El madero en que están fijos los miembros del hombre que muere, es también la cátedra del maestro que enseña. (San Agustín, Trat. Evang. S. Juan, 119).

jueves, 20 de marzo de 2014

El rico Epulón y el pobre Lázaro

Lucas 16, 19-31. Cuaresma. Ser sencillos y humildes para que Jesús no encuentre obstáculos para llegar a lo más hondo de nuestro corazón. 

Del santo Evangelio según san Lucas 16, 19-31

En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: Había un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y uno pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico... pero hasta los perros venían y le lamían las llagas. Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado. Estando en el infierno entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Y, gritando, dijo: "Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama". Pero Abraham le dijo: "Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros". Replicó: "Con todo, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento". Le dijo Abraham: "Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan". Él dijo: "No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán". Le contestó: "Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite". 

Oración introductoria

Señor, ayúdame a ser consciente de que estás siempre a mi lado, de que cada oración es un nuevo encuentro contigo, mi Mejor Amigo. Señor, Tú sabes que soy débil y que muchas veces me olvido de ti, buscando mi satisfacción en las cosas de este mundo. Sabes que suelo pensar en mí mismo, en mis planes, en mis gustos, en mi voluntad. Por eso, te pido, Señor, que cambies mi corazón de piedra en uno de carne y hueso, para así cumplir mi misión de ser sal de la tierra y luz del mundo. Te ofrezco, Señor, esta meditación por los más necesitados y oprimidos, y por los que viven lejos de tu amor.

Petición

Señor Jesús, ayúdame a ser consciente de que la misión de que cada Cristiano es el Amor, y de que al fin de mi vida me interrogarán sobre cuánto y cómo he amado a mis hermanos.

Meditación del Papa Francisco

Renunciando a una vida cómoda -cuánto daño hace la vida cómoda, el bienestar; el aburguesamiento del corazón nos paraliza- y, renunciando a una vida cómoda para seguir la llamada de Jesús, enseñaba a amar la pobreza, para poder amar más a los pobres y los enfermos.
Madre Lupita se arrodillaba en el suelo del hospital ante los enfermos y ante los abandonados para servirles con ternura y compasión. Y esto se llama "tocar la carne de Cristo". Los pobres, los abandonados, los enfermos, los marginados son la carne de Cristo. Y Madre Lupita tocaba la carne de Cristo y nos enseñaba esta conducta: no avergonzarnos, no tener miedo, no tener repugnancia a tocar la carne de Cristo. Madre Lupita había entendido qué significa eso de "tocar la carne de Cristo". [...]
Esta nueva santa mexicana nos invita a amar como Jesús nos ha amado, y esto conlleva no encerrarse en uno mismo, en los propios problemas, en las propias ideas, en los propios intereses, en ese pequeño mundito que nos hace tanto daño, sino salir e ir al encuentro de quien tiene necesidad de atención, compresión y ayuda, para llevarle la cálida cercanía del amor de Dios, a través de gestos concretos de delicadeza, de afecto sincero y de amor. (S.S. Francisco, 12 de mayo de 2013). 

Reflexión 

Es interesante ver en este evangelio cómo el rico sólo se acuerda de Lázaro cuando necesita de él. En su vida, nunca le tuvo presente para ayudarle a tener una vida más digna. E igualmente, en nuestra vida, muchas veces pasa lo mismo. Sólo nos acordamos de los demás para nuestro propio provecho y bienestar.

El rico se fue para el infierno no por sus bienes, sino porque dedicó toda su vida a satisfacer su propio gusto, en vez de haberla empleado en hacer obras de misericordia.

Todos los bienes y talentos que recibimos de Dios son para servir a los demás. Muchas veces no podremos ayudar materialmente, pero podemos dedicar nuestro tiempo, dar una sonrisa, unas palabras amorosas. La mejor forma de transmitir a Cristo, de evangelizar el mundo, es con nuestro ejemplo, con la donación de nuestro tiempo a los demás, tiempo que es la mayor riqueza que tenemos.

Propósito

Buscaré hacer un acto de caridad, siendo consciente de que todo lo que hago a uno de estos pequeñitos por amor a Dios, es a Cristo a quien lo hago.

Diálogo con Cristo

Jesús, Tú me conoces bien. Dame fuerzas y una mirada espiritual para descubrirte en mis familiares, en mi vecino, en mi colega de trabajo, en todas las personas que me rodean; tanto con las que me llevo bien, como con las que me caen pesado. Que te vea tanto en el mendigo como en mi patrón, y que pueda transmitirte a ellos. Que mi gran ilusión sea servir y ayudar a mi hermano en todas sus necesidades que me sea posible, para hacer su yugo más leve.

Tómate tiempo para hacer caridad, es la puerta del cielo. (Madre Teresa de Calcuta)

miércoles, 19 de marzo de 2014

Un momento de silencio... como San José

Solemnidad de San José. Es en el silencio donde se escucha la voz de Dios pues bien dicen que "Dios habla quedito" 

Así como hay dolor y alegría, así como hay inquietud y paz; así el hombre tiene en su vida dos cauces por donde transcurre su existencia: La palabra y el silencio.

La palabra, del latín parábola, es la facultad natural de hablar. Solo el hombre disfruta de la palabra. La palabra expresa las ideas que llevamos en nuestra mente y es el mejor conducto para decir lo que sentimos. Hablar es expresar el pensamiento por medio de palabras. Es algo que hacemos momento tras momento y no nos damos cuenta de que es un constante milagro. Hablar, decir lo que sentimos, comunicar todos nuestros anhelos y esperanzas o poder descargar nuestro corazón atribulado, cuando las penas nos alcanzan, a los que nos escuchan.

Nuestra era es la era de la comunicación y de la información. Pero la palabra tiene también su parte contraria: El silencio.

Nuestro vivir transcurre entre estos cauces: la palabra y el silencio. O hablamos o estamos en silencio.

Cuando hablamos "a voces" la fuerza se nos va por la boca... hablamos y hablamos y muchas veces nos arrepentimos de haber hablado tanto... Sin embargo el hablar es algo muy hermoso que nos hace sentir vivos, animosos y nos gusta que nos escuchen.

El silencio es un tesoro de infinito valor. Cuando estamos en silencio somos más auténticos, somos lo que somos realmente.

El silencio es algo vital en nuestra existencia para encontrarnos con nosotros mismos. Es poder darle forma y respuesta a las preguntas que van amalgamando nuestro vivir. ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? Y va a ser en ese silencio donde vamos a encontrar las respuestas, no en el bullicio, en el ajetreo, en el nerviosismo, la música ruidosa, en el "acelere" de la vida inquieta y conflictiva porque es en el silencio y por el silencio donde se escucha la voz de Dios pues bien dicen que "Dios habla quedito"

Meditando en estas cosas pienso en José el carpintero de Nazaret. El hombre a quien se le encomendó la protección y el cuidado de los personajes más grandes de la Historia Sagrada y no nos dejó el recuerdo de una sola palabra suya. Nada nos dijo pero con su ejemplo nos lo dijo todo. Más que el más brillante de los discursos fue su testimonio callado y lleno de amor.

San José, el santo que le dicen: "Abogado de la buena muerte". Porque... ¿A quién no le gustaría morir entre los brazos de Jesús y de María como él murió?

José tuvo una entrega total. Una vida consagrada al trabajo, un desvelo, un cuidado amoroso para estos dos seres que estaban bajo su tutela y supo, como cualquier hombre bueno y padre de familia, del sudor en la frente y el cansancio en las largas jornadas en su taller de carpintería y supo del dolor en el exilio de una tierra extranjera y supo en sus noches calladas y de vigilia del orar a Dios mirando el suave dormir de Jesús y de María, pidiendo fuerzas para cuidar y proteger a aquellos amadísimos seres que tan confiadamente se le entregaban. No tuvo que hablar.

No hay palabras que superen ese silencio de amor y cumplimiento del deber. Ahí está todo. Ahí está Dios. En las pequeñas cosas de todos los días, en la humildad del trabajo cotidiano.

El no fue poderoso, él no tuvo un puesto importante en el Sanedrín, él... supo cumplir su misión y su silencio fue su mayor grandeza.

Las almas grandes no lo van gritando por las plazas y caminos, se quedan en silencio para poder hablar con Dios y Dios sonríe cuando las mira.

Que podamos tener cada día, aunque sean cinco minutos de silencio, para oír la voz de Dios.

Jesús perdido en el templo

Lucas 2, 41-51. Solemnidad de San José. San José creyó, y, porque creyó, fue el primero en adorar Aquel Niño que trajo la salvación al mundo entero 

Del santo Evangelio según san Lucas 2, 41-51

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén para las festividades de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, fueron a la fiesta, según la costumbre. Pasados aquellos días, se volvieron, pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres lo supieran. Creyendo que iba en la caravana, hicieron un día de camino; entonces lo buscaron, y al no encontrarlo, regresaron a Jerusalén en su busca.
Al tercer día lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que lo oían se admiraban de su inteligencia y de sus respuestas. Al verlo, sus padres se quedaron atónitos y su madre le dijo: "Hijo mío, ¿por qué te has portado así con nosotros? Tu padre y yo te hemos estado buscando, llenos de angustia". Él les respondió: "¿Por qué me andaban buscando? ¿No sabían que debo ocuparme en las cosas de mi Padre?" Ellos no entendieron la respuesta que les dio. Entonces volvió con ellos a Nazaret y siguió sujeto a su autoridad.


Oración introductoria

Oh Dios, Padre bueno, no dejes que me desanime ante los problemas y angustias de la vida. Haz que aprenda de la Sagrada Familia a peregrinar en el claroscuro de la fe. Que la fe sea lo que me ilumine en los momentos de dificultad y lo que me fortalezca en los momentos de dolor.

Petición

Señor, revive mi la fe en Jesucristo «para entrar en su mismo torrente de amor por el Padre y por cada hermano y hermana» que encuentre hoy. San José, intercede para que pueda escuchar la voz de Dios, abrazar su voluntad y permanecer siempre cerca de Jesús y de María, como tú lo hiciste.

Meditación del Papa Francisco

Que sean capaces de "guardar" el rebaño que les será confiado, o sea, de tener solicitud por todo lo que lo mantiene unido; de "velar" por él, de prestar atención a los peligros que lo amenazan; pero sobre todo capaces de "velar" por el rebaño, de estar en vela, de cuidar la esperanza, que haya sol y luz en los corazones; de sostener con amor y con paciencia los designios que Dios obra en su pueblo.
Pensemos en la figura de san José que vela por María y Jesús, en su solicitud por la familia que Dios le ha confiado, y en la mirada atenta con la que la guía para evitar los peligros. Por ello, que los pastores sepan estar ante el rebaño a fin de indicar el camino, en medio del rebaño para mantenerlo unido, detrás del rebaño para evitar que nadie se quede atrás y porque el rebaño mismo tiene, por así decirlo, el olfato de encontrar el camino. ¡El pastor debe moverse así! (Cf. S.S. Francisco, 21 de julio de 2013, homilía en la capilla de Santa Marta). .

Reflexión

Los designios de Dios son siempre maravillosos y, en ocasiones, incomprensibles para nuestra pobre mente.

La dificultad de José no era banal. Estaba turbado porque no alcanzaba a percibir con claridad la voluntad de Dios. Hay momentos en la vida en los cuales no estamos seguros de cómo debemos actuar para permanecer en la justicia. En estos momentos de incerteza nos parece que Dios fuese lejano: no sentimos su voz y no encontramos una salida.

En realidad Dios no está nunca lejos. Al contrario, está muy cerca. Como sucedió a José, si somos fieles, Él se hará presente con su palabra de consuelo: ¡No temas!

Lo más importante es saber actuar según lo que Él nos dice, a ejemplo de José, también cuando no alcanzamos a comprenderlo todo. Dios es fiel. De José no nos ha llegado a nosotros una sola palabra. En el evangelio él debe tan sólo obedecer bajo la sombra de la fe. Su fe normal, cotidiana, escondida, enfrentada a miles de dificultades, nos debe dar el ejemplo de la firmeza y fortaleza en la fe

A nuestros oídos llega nuevamente la voz del ángel del Señor: "No temas". No temas recibir a María, no temas recibir a Jesús, al Dios hecho niño. Emmanuel, Dios con nosotros. Dios que se hace hombre y viene a nacer en el corazón de cada hombre para traerle la salvación. El Amor de Dios que se hace carne.

San José no dudó en poner en obras las palabras del ángel, pues era hombre de corazón justo que no sabía negarle nada a Dios. San José creyó, y, porque creyó, fue el primero en adorar Aquel Niño que trajo la salvación al mundo entero, la paz, el amor, la felicidad.

No temas. No temas abrir tu corazón al Niño Jesús. Prepara en tu corazón. Él no pide más. Simplemente un pequeño lugar. Lo único que quiere es amar y ser amado.

Emmanuel, Dios con nosotros. Dios en tu corazón, el Amor en tu corazón, la salvación en tu corazón. No temas.

Propósito

Pedir hoy, en una oración especial, la intercesión de san José para imitar su sencillez y humildad para cumplir la voluntad de Dios.

Diálogo con Cristo

Señor, Tú que viviste treinta años oculto en Nazaret, viviendo bajo la custodia de María y de José, ayúdame a imitarte en tu obediencia pronta, alegre y heroica. Que san José, a quien celebramos hoy, patrono de la Iglesia universal, de la familia y de la buena muerte, interceda por mí para que sepa imitar el respeto, el apoyo y el servicio que él vivió y dio a los demás. 

martes, 18 de marzo de 2014

En la conmemoración de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesús, les hacemos la mas cordial invitación para que nos acompañen los días viernes de la cuaresma en el Templo del Ex-Convento de San Bernardino de Siena, donde se venera la imagen de Padre Jesús Cautivo.

Incendios
7, 14, 21, 28 de marzo, 4 y 11 de abril
Todo el día, visita al altar de Padre Jesús
17:00 hrs. Viacrucis
19:00 hrs. Oración y Visita de la Chirimías.
19:45 hrs. Exposición del Santísimo y oración
20:30 hrs. Visita de la Chirimías.

Procesión Anual
Miércoles Santo -16 de abril
20:00 hrs. Recorrido de la imagen de Padre Jesús Cautivo, 
Templo del Ex-Convento de San Bernardino

Agradecemos su asistencia en estos días de recogimiento y penitencia.


Taxco de Alarcón, Gro., Marzo - Abril de 2014.


San Benito, un águila y consejos para vivir la Cuaresma

Con la Cuaresma, la Iglesia no busca hacernos la vida imposible, sino fortalecer nuestro espíritu, para soportar los grandes vuelos que tiene la vida.
 
San Benito, un águila y consejos para vivir la Cuaresma
Aunque la vida del monje debería tener en todo tiempo una observancia cuaresmal, sin embargo, como son pocos los que tienen semejante fortaleza, los exhortamos a que en estos días de Cuaresma guarden su vida con suma pureza, y a que borren también en estos días santos todas las negligencias de otros tiempos. Lo cual haremos convenientemente, si nos apartamos de todo vicio y nos entregamos a la oración con lágrimas, a la lectura, a la compunción del corazón y a la abstinencia.

Por eso, añadamos en estos días algo a la tarea habitual de nuestro servicio, como oraciones particulares o abstinencia de comida y bebida, de modo que cada uno, con gozo del Espíritu Santo, ofrezca voluntariamente a Dios algo sobre la medida establecida, esto es, que prive a su cuerpo de algo de alimento, de bebida, de sueño, de conversación y de bromas, y espere la Pascua con la alegría del deseo espiritual» (San Benito, Regla, Capítulo 49).

Uno de mis animales favoritos es el águila. Siempre lo ha sido. Ver sus alas extendidas en su majestuoso vuelo o la pose orgullosa y elegante de su cabeza ha constituido desde mi más tierna infancia objeto de admiración. Por ese motivo, no dudé en abrir una de las miles de presentaciones de Power Point que me llegaron esta semana con el título de "El reto del águila". Decía exactamente lo siguiente:

El águila es una de las aves de mayor longevidad. Llega a vivir 70 años. Pero para llegar a esa edad, en su cuarta década tiene que tomar una seria y difícil decisión.

A los 40 años, ya sus uñas se volvieron tan largas y flexibles que no puede sujetar a las presas de las cuales se alimenta. El pico alargado y en punta, se curva demasiado y ya no le sirve. Apuntando contra el pecho están las alas, envejecidas y pesadas en función del gran tamaño de sus plumas y, para entonces, ¡volar se vuelve tan difícil!

Entonces, tiene sólo dos alternativas: Dejarse estar y morir... o enfrentar un doloroso proceso de renovación que le llevará aproximadamente 150 días. Ese proceso consiste en volar a lo alto de una montaña y recogerse en un nido, próximo a un paredón donde ella no necesita volar y se siente más protegida.

Entonces, una vez encontrado el lugar adecuado, el águila comienza a golpear la roca con el pico ¡hasta arrancarlo! Luego espera que le nazca un nuevo pico con el cual podrá arrancar sus viejas uñas inservibles. Cuando las nuevas uñas comienzan a crecer, ella desprende una a una, sus viejas y sobrecrecidas plumas. Y después de todos esos largos y dolorosos cinco meses de heridas, cicatrizaciones y crecimiento, logra realizar su famoso vuelo de renovación, renacimiento y festejo para vivir otros 30 años más.

No sé si sea verdad o una mera ficción, pero a mí me ha recordado el período de Cuaresma que estamos viviendo, un tiempo que, para muchos, puede ser costoso. De hecho, lo era para San Benito.

El texto del santo que arriba he querido compartirles lo deja muy claro: no se puede vivir la Cuaresma durante todo el año. No todos tenemos las fuerzas para vivirlo. Pero también es verdad que la Cuaresma es necesaria, así como para el águila era necesario ese esconderse en su nido. Sin este período de renuncias, nuestra alma puede volverse vieja, rutinaria y no rejuvenecer.

Por ello, con este tiempo litúrgico que la Iglesia nos propone no es que se busque hacernos la vida imposible, sino que, con la oración y los pequeños sacrificios que uno realiza -«que prive a su cuerpo de algo de alimento, de bebida, de sueño, de conversación y de bromas», para decirlo con las palabras de San Benito- se nos ayuda a fortalecer nuestro espíritu, a darle más fuerza y soportar, luego, los grandes vuelos que aún tengamos por delante en nuestra vida: vuelos que no estarán exentos de dificultades y tentaciones; vuelos que nos llevarán, si Dios quiere, al vuelo definitivo a la Eternidad, al abrazo con Dios.

¿Cuántas "uñas largas e inservibles" tengo yo en mi vida y que necesito arrancarme? ¿Cuál es mi lista de vicios o de pequeñas cosas que puedo ofrecer a Dios? Sería muy positivo, si no lo han hecho aún, trazarse unos objetivos, sencillos y claros, para estos 40 días de Cuaresma y ponerlos delante de Dios en la oración. Así, podremos renovar nuestra alma y, de esta manera, podremos ser también objetos de admiración...pero no de cualquiera, sino del mismo Dios. 

Escribas y fariseos al descubierto

Mateo 23, 1-12. Cuaresma. Cristo vivió lo que predicó y fue insobornable ante el miedo, valiente en su predicación porque hablaba con verdad. 
Del santo Evangelio según san Mateo 23, 1-12

En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos diciendo: En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas. Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres; se hacen bien anchas las filacterias y bien largas las orlas del manto; quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, que se les salude en las plazas y que la gente les llame "Rabbí". Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar "Rabbí", porque uno solo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos. Ni llaméis a nadie "Padre" vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo. Ni tampoco os dejéis llamar "Directores", porque uno solo es vuestro Director: el Cristo. El mayor entre vosotros será vuestro servidor. Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado. 

Oración introductoria

Señor, el mundo necesita, sobre todo, testigos más que maestros, testimonio más que sermones, humildad más que vanagloria, por ello te pido que ilumines mi oración para que sea el fuego de tu amor el que transforme mis actitudes de debilidad en fortaleza, de egoísmo en amor, y de soberbia en servicio.

Petición

Jesús, dame tu gracia y la fuerza para vivir siempre de acuerdo a tu Evangelio.

Meditación del Papa Francisco

Su actitud es: volverse rígidos, moralistas, especialistas en ética, pero sin bondad. La pregunta podría ser esta, ¿no?: ¿Por qué un cristiano puede llegar a ser así? ¿Qué sucede en el corazón de aquel cristiano, de ese presbítero, de ese papa, que se vuelve así? Solo hay una explicación: aquel cristiano no ora. Y si no hay oración, siempre cerrarás la puerta. La llave que abre la puerta a la fe es la oración.
Cuando un cristiano no ora, sucede aquello. Y su testimonio es un testimonio altivo. Es un soberbio, es un orgulloso, es un seguro de sí mismo. No es humilde. Busca su propia promoción. Cuando un cristiano ora, no se aparta de la fe, habla con Jesús. Y, cuando digo orar, no digo decir oraciones, porque estos maestros de la ley decían muchas oraciones. En cambio, Jesús dice: Cuando ores, entra en tu habitación y ora al Padre en secreto, de corazón a corazón. Una cosa es orar y otra es decir oraciones. Estos no oran, abandonan la fe y la convierten en ideología moralista, en casuística, sin Jesús. (Cf. S.S. Francisco, 17 de octubre de 2013, homilía en la capilla de Santa Marta). 

Reflexión

"El más grande entre vosotros será vuestro servidor". Estas palabras de Cristo nos pueden recordar aquellas otras en las dicen: "el hijo del hombre no vino para ser servido sino para servir". ¡Qué dura es la condena contra los fariseos que se creen justos, pero que el Señor los pone al descubierto, porque Él conoce el corazón del hombre! Es una primera lección. La humildad que Cristo predicó y que vivió.

Cuando le vemos en la oscura y fría cueva de Belén. Él, que tiene el dominio de todo. O en la pobre casa de Belén, el que enriquece el mundo de belleza. Cuando muere en la cruz, vejado y abandonado por los hombres. Sí, Cristo nos vino a enseñar el camino al Padre, el camino de la sencillez, de la humildad. Qué lejos de Dios están los soberbios porque en su corazón sólo habitan ellos y Dios no puede entrar.

Cristo, por otra parte, no reprocha la doctrina de los fariseos sino que reprocha su incoherencia, entre lo que predican y lo que viven. Cristo vivió lo que predicó y derramó su bendita sangre por nuestros pecados. Fue insobornable ante el miedo, valiente en su predicación porque hablaba con verdad. Por eso mismo sus perseguidores exclamaron: "todo lo ha hecho bien".

Propósito

Rectificar mis intenciones varias veces al día.

Diálogo con Cristo

Señor, ayúdame a vivir esta Cuaresma en la perspectiva del amor. Que sea fiel a mi vocación de discípulo y misionero. Que por amor a Ti sea auténtico, generoso y desinteresado en todas mis relaciones con los demás. Que el amor me lleve a cumplir mi misión para que otros puedan experimentar la alegría de tu presencia. 

lunes, 17 de marzo de 2014

Si me hiciste daño, no lo tomo en cuenta

Lunes segunda semana Cuaresma. Podemos estar llenando nuestra vida, no de los criterios y juicios de Dios, sino de los nuestros. 

Cada vez que en la Cuaresma se nos presenta el grito de súplica, de perdón por parte del pueblo de Israel, al mismo tiempo está hablándonos de la importancia que tiene la conversión interior. La Escritura habla de que se han cometido iniquidades, de que se han hecho cosas malas, pero, constantemente, la Escritura nos habla de cómo nuestro corazón tiene que aprender a volverse a Dios nuestro Señor, de cómo nuestro corazón tiene que irse convirtiendo, y de cómo no puede haber ninguna dimensión de nuestra vida que quede alejada del encuentro convertido con Dios nuestro Señor. Así es importante que convirtamos y cambiemos nuestras obras, es profundamente importante que también cambiemos nuestro interior.

La Escritura nos habla de la capacidad de ser misericordiosos, de no juzgar, de no condenar y de perdonar. Esto que para nosotros podría ser algo muy sencillo, porque es que si me hiciste un daño, yo no te lo tomo en cuenta; requiere del alma una actitud muy diferente, una actitud de una muy profunda transformación. Una transformación que necesariamente tiene que empezar por la purificación, por la conversión de nuestra inteligencia.

Cuántas veces es el modo en el cual interpretamos la vida, el modo en el cual nosotros «leemos» la vida lo que nos hace pecar, lo que nos hace apartarnos de Dios. Cuántas veces es nuestro comportamiento: lo que nosotros decimos o hacemos. Cuántas veces es simplemente nuestra voluntad: las cosas que nosotros queremos. ¡Cuántas veces nuestros pecados y nuestro alejamiento de Dios viene porque, en el fondo de nuestra alma, no existe un auténtico amor a la verdad! Un amor a la verdad que sea capaz de pasar por encima de nosotros mismos, que sea capaz de cuestionar, de purificar y de transformar constantemente nuestros criterios, los juicios que tenemos hechos, los pensamientos que hemos forjado de las personas. Cuántas veces, tristemente, es la falta de un auténtico amor a la verdad lo que nos hace caminar por caminos de egoísmo, por caminos que nos van escondiendo de Dios.

Y cuántas veces, la búsqueda de Dios para cada una de nuestras almas se realiza a través de iluminar nuestra inteligencia, nuestra capacidad de juzgar, para así poder cambiar la vida. ¡Qué difícil es cambiar una vida cuando los ojos están cerrados, cuando la luz de la inteligencia no quiere reconocer dónde está el bien y dónde está el mal, cuál es el camino que hay que seguir y cuál el que hay que evitar!

Uno de los trabajos que el alma tiene que atreverse a hacer es el de cuestionar si sus criterios y sus juicios sobre las personas, sobre las cosas y sobre las situaciones, son los criterios y los juicios que tengo que tener según lo que el Evangelio me marca, según lo que Dios me está pidiendo. Pero esto es muy difícil, porque cada vez que lo hacemos, cada vez que tenemos que tocar la conversión y la purificación de nuestra inteligencia, nos damos cuenta de que estamos tocando el modo en el cual nosotros vemos la vida, incluso a veces, el modo en el cual nosotros hemos estructurado nuestra existencia. Y Dios llega y te dice que aun eso tienes que cambiarlo. Que con la medida con la que tú midas, se te va a medir a ti; que el modo en el cual tú juzgas la vida y la estructuras, el modo en el cual tú entiendas tu existencia, en ese mismo modo vas a ser juzgado y entendido; porque el modo en el cual nosotros vemos la vida, es el mismo modo en el cual la vida nos ve a nosotros.

Esto es algo muy serio, porque si nosotros vamos por la vida con unos ojos y con una inteligencia que no son los ojos ni la inteligencia de Dios, la vida nos va a regresar una forma de actuar que no es la de Dios. No vamos a ser capaces de ver exactamente cómo Dios nuestro Señor está queriendo actuar en esta persona, en esta cosa o en esta circunstancia para nuestra santificación.

"Con la misma medida que midáis, seréis medido". Si no eres capaz de medir con una inteligencia abierta lo que Dios pide, si no eres capaz de medir con una inteligencia luminosa las situaciones que te rodean, si no eres capaz de exigirte ver siempre la verdad y lo que Dios quiere para la santificación de tu alma en todas las cosas que están junto a ti, ésa medida se le está aplicando, en ese mismo momento, a tu alma.
Qué importante es que aprendamos a purificar nuestra inteligencia, a dudar de los juicios que hacemos de las personas y de las cosas, o por lo menos, a que los confrontemos constantemente con Dios nuestro Señor, para ver si estamos en un error o para ver qué es lo que Dios nuestro Señor quiere que saquemos de esa situación concreta en la cual Él nos está poniendo.

Pero cuántas veces lo que hacemos con Dios, no es ver qué es lo que Él nos quiere decir, sino simplemente lo que yo le quiero decir. Y éste es un tremendo riesgo que nos lleva muy lejos de la auténtica conversión, que nos aparta muy seriamente de la transformación de nuestra vida, porque es a través del modo en el cual vemos nuestra existencia y vemos las circunstancias que nos rodean, donde podemos estar llenando nuestra vida, no de los criterios de Dios, no de los juicios de Dios, sino de nuestros criterios y de nuestros juicios. Además, tristemente, los pintamos como si fuesen de Dios nuestro Señor, y entonces sí que estamos perdidos, porque tenemos dentro del alma una serie de criterios que juzgamos ser de Dios, pero que realmente son nuestros propios criterios.

Aquí sí que se nos podría aplicar la frase tan tremenda de nuestro Señor en el Evangelio: "¡Ay de vosotros, guías ciegos, que no veis, y vais llevando a los demás por donde no deben!". También es muy seria la frase de Cristo: "Si lo que tiene que ser luz en ti, es oscuridad, ¿cuáles no serán tus tinieblas?".

La conversión de nuestra inteligencia, la transformación de nuestros criterios y de nuestros juicios es un camino que también tenemos que ir atreviéndonos a hacer en la Cuaresma. ¿Y cuál es el camino, cuál es la posibilidad para esta transformación? El mismo Cristo nos lo dice: "Dad y se os dará". Mantengan siempre abierta su mente, mantengan siempre dispuesto todo su interior a darse, para que realmente Dios les pueda dar, para que Dios nuestro Señor pueda llegar a ustedes, pueda llegar a su alma y ahí ir transformando todo lo que tiene que cambiar.

Es un camino, es un trabajo, es un esfuerzo que también nos pide la Cuaresma. No lo descuidemos, al contrario, hagamos de cada día de la Cuaresma un día en el que nos cuestionemos si todo lo que tenemos en nuestro interior es realmente de Dios.

Preguntémosle a Cristo: ¿Cómo puedo hacer para verte más? ¿Cómo puedo hacer para encontrarme más contigo?

La fe es el camino. Ojalá sepamos aplicar nuestra fe a toda nuestra vida a través de la purificación de nuestra inteligencia, para que en toda circunstancia, en toda persona, podamos encontrar lo que Dios nuestro Señor nos quiera dar para nuestra santificación personal.

No juzguen y no serán juzgados

Lucas 6, 36-38. Cuaresma. El juicio corresponde sólo a Dios, quien ve el corazón de cada hombre. 

Del santo Evangelio según san Lucas 6, 36-38

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante. Porque con la medida con que midáis se os medirá. 

Oración introductoria

Señor Jesús, se acerca el tiempo de tu Pasión, se acerca el momento de mi salvación. Tú has venido al mundo, no para condenarlo, sino para dar tu vida por el perdón de los pecadores. Si por algo me puedo contar entre aquellos que se acercan a ti, no es por mis virtudes o perfecciones, sino por mi miseria. Tu infinita misericordia reclama inundar el gran vacío de mi nada. ¡Qué lejos estoy de parecerme a ti! Señor, con gran facilidad me comparo con los demás y me elevo como juez de mis hermanos. El juzgar a los demás es similar a que yo te escupiera en tu rostro al momento en que pendes de la cruz, como decir: Yo no necesito tu misericordia.

Petición

Dame, Señor, un corazón compasivo y humilde que no juzgue a los demás, que piense siempre bien de los que me rodean, y si en algún momento obra mal mi prójimo, ayúdame a comprender que lo que más necesita es mi ejemplo y oraciones, no mis acusaciones.

Meditación del Papa Francisco

Si nosotros vivimos según la ley del "ojo por ojo, diente por diente", jamás salimos de la espiral del mal. El Maligno es astuto, y nos hace creer que con nuestra justicia humana podemos salvarnos y salvar al mundo. En realidad, ¡sólo la justicia de Dios nos puede salvar! Y la justicia de Dios se ha revelado en la Cruz: la Cruz es el juicio de Dios sobre todos nosotros y sobre este mundo.
¿Pero cómo nos juzga Dios? ¡Dando la vida por nosotros! He aquí el acto supremo de justicia que ha vencido de una vez para siempre al Príncipe de este mundo; y este acto supremo de justicia es precisamente también el acto supremo de misericordia. Jesús nos llama a todos a seguir este camino: "Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso". Yo les pido una cosa ahora. En silencio, todos, pensemos, cada uno piense en una persona con la que no estamos bien, con la cual estamos enojados y que no la queremos. Pensemos en esa persona y en silencio en este momento oremos por esta persona. Y seamos misericordiosos con esta persona. (S.S. Francisco, 15 de septiembre de 2013). 

Reflexión 

Cuando hago un juicio temerario contra alguien, me elevo como juez de mis hermanos y usurpo un poder que sólo es propio de Jesucristo, quien vendrá a juzgar a vivos y muertos en los últimos tiempos. Al juzgarlos mal, es como si los condenara de antemano al fuego del infierno o a las penas del purgatorio. Emito sentencias más fuertes incluso que las que tal vez daría el Juez Supremo.

Estas palabras de Cristo son muy actuales en nuestro mundo de hoy: el no juzgar a otros. Me recuerda aquel cuento cuando una señora había desatado una dura crítica a uno de sus vecinos. La lección del párroco cuando se fue a confesar fue muy viva. Cogiendo una hoja de papel la partió enfrente de ella en pequeñas partes y tiro las pequeñas partes al aire. El vendaval lo esparció todo. Era imposible recoger cada parte y rehacerla de nuevo. Pues así sucede cuando uno crítica o juzga temerariamente. Es muy difícil rehacer la fama de la persona íntegramente.

Así rezamos los cristianos en el Padre nuestro: "perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden".

El hombre tiene una naturaleza débil que le empuja al mal, y debemos pensar si vemos a algún hermano caer que es la debilidad del hombre; no juzguemos porque no conocemos el interior del hombre. El juicio corresponde sólo a Dios, justo Juez, quien ve el corazón de cada hombre y no juzga por las apariencias. Sería mejor seguir la regla de creer el bien que nos dicen y perdonar el mal que se ve. La lengua es una arma mortífera, que hiere y llega hasta matar el buen nombre de mi prójimo. Por eso perdonar siempre, hasta setenta veces siete, esta es la ley del amor.

"Dad y se os dará... porque en la medidacon que midáis se os medirá". Debo tratar a los demás de la misma manera que me gustaría ser tratado. ¡Con cuánta facilidad encuentro excusa para todos mis errores! Sin embargo, cuando el prójimo comete un error, le achaco hasta las culpas más insólitas.

Venzamos al mal con el bien. Tal como el Papa nos invita, no seamos simples espectadores, ante el mal siempre respondamos con una mayor entrega y fidelidad a la Santa Voluntad Divina.

Propósito

El día de hoy, cada vez que me vea tentado a juzgar una persona, pensaré en todas las cosas buenas que en ella se esconden.

Diálogo con Cristo

Jesús, dame tus ojos para ver a tus hijos con el mismo amor con el que Tú los ves, y si en algún momento te soy infiel y endurezco mi corazón juzgando a mis hermanos, dame la gracia de darme cuenta de mi error para así poder corregirme. Sé paciente conmigo, Señor, que tengo tanta soberbia en mi corazón y soy tan lento en aprender los modos del amor.



Tanto se complace Dios en nuestros actos de bondad para con los demás, que ofrece su misericordia solamente a quienes son misericordiosos. (San Hilario, en Catena Aurea, vol. I p. 248)

domingo, 16 de marzo de 2014

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Cristo se manifiesta como el Hijo de Dios

¿Sabemos nosotros llenar esos pozos de tristeza con la auténtica felicidad, que es Cristo? 

La Transfiguración del Señor es particularmente importante para nosotros por lo que viene a significar. Por una parte, significa lo que Cristo es; Cristo que se manifiesta como lo que Él es ante sus discípulos: como Hijo de Dios. Pero,además, tiene para nosotros un significado muy importante, porque viene a indicar lo que somos nosotros, a lo que estamos llamados, cuál es nuestra vocación.

Cuando Pedro ve a Cristo transfigurado, resplandeciente como el sol, con sus vestiduras blancas como la nieve, lo que está viendo no es simplemente a Cristo, sino que, de alguna manera, se está viendo a sí mismo y a todos nosotros. Lo que San Pedro ve es el estado en el cual nosotros gloriosos viviremos por la eternidad.

Es un misterio el hecho de que nosotros vayamos a encontrarnos en la eternidad en cuerpo y alma. Y Cristo, con su verdadera humanidad, viene a darnos la explicación de este misterio. Cristo se convierte, por así decir, en la garantía, en la certeza de que, efectivamente, nuestra persona humana no desaparece, de que nuestro ser, nuestra identidad tal y como somos, no se acaba.
Está muy dentro del corazón del hombre el anhelo de felicidad, el anhelo de plenitud. Muchas de las cosas que hacemos, las hacemos precisamente para ser felices. Yo me pregunto si habremos pensado alguna vez que nuestra felicidad está unida a Jesucristo; más aún, que la Transfiguración de Cristo es una manifestación de la verdadera felicidad.

Si de alguna manera nosotros quisiéramos entender esta unión, podríamos tomar el Evangelio y considerar algunos de los aspectos que nos deja entrever. En primer lugar, la felicidad es tener a Cristo en el corazón como el único que llena el alma, como el único que da explicación a todas las obscuridades, como dice Pedro: "¡Qué bueno es estar aquí contigo!". Pero, al mismo tiempo, tener a Cristo como el único que potencia al máximo nuestra felicidad.

Las personas humanas a veces pretendemos ser felices por nosotros mismos, con nosotros mismos, pero acabamos dándonos cuenta de que eso no se puede. Cuántas veces hay amarguras tremendas en nuestros corazones, cuántas veces hay pozos de tristeza que uno puede tocar cuando va caminando por la vida.

¿Sabemos nosotros llenar esos pozos de tristeza, de amargura o de ceguera con la auténtica felicidad, que es Cristo? Cuando tenemos en nuestra alma una decepción, un problema, una lucha, una inquietud, una frustración, ¿sabemos auténticamente meter a Jesucristo dentro de nuestro corazón diciéndole: «¡Qué bueno es estar aquí!»?

Hay una segunda parte de la felicidad, la cual se ve simbolizada en la presencia de Moisés y de Elías. Moisés y Elías, para la mentalidad judía, no son simplemente dos personaje históricos, sino que representan el primero la Ley, y el segundo a los Profetas. Ellos nos hablan de la plenitud que es Cristo como Palabra de Dios, como manifestación y revelación del Señor a su pueblo. La plenitud es parte de la felicidad. Cuando uno se siente triste es porque algo falta, es porque no tiene algo. Cuando una persona nos entristece, en el fondo, no es por otra cosa sino porque nos quitó algo de nuestro corazón y de nuestra alma. Cuando una persona nos defrauda y nos causa tristeza, es porque no nos dio todo lo que nosotros esperábamos que nos diera. Cuando una situación nos pone tristes o cuando pensamos en alguien y nos entristecemos es porque hay siempre una ausencia; no hay plenitud.

La Transfiguración del Señor nos habla de la plenitud, nos habla de que no existen carencias, de que no existen limitaciones, de que no existen ausencias. Cuántas veces las ausencias de los seres queridos son tremendos motivos de tristeza y de pena. Ausencias físicas unas veces, ausencias espirituales otras; ausencias producidas por una distancia que hay en kilómetros medibles, o ausencias producidas por una distancia afectiva.

Aprendamos a compartir con Cristo todo lo que Él ha venido a hacer a este mundo. El saber ofrecernos, ser capaces de entregarnos a nuestro Señor cada día para resucitar con Él cada día. "Si con Él morimos -dice San Pablo- resucitaremos con Él. Si con Él sufrimos, gozaremos con Él". La Transfiguración viene a significar, de una forma muy particular, nuestra unión con Cristo.


Ojalá que en este día no nos quedemos simplemente a ver la Transfiguración como un milagro más, tal vez un poquito más espectacular por parte de Cristo, sino que, viendo a Cristo Transfigurado, nos demos cuenta de que ésa es nuestra identidad, de que ahí está nuestra felicidad. Una felicidad que vamos a ser capaces de tener sola y únicamente a través de la comunión con los demás, a través de la comunión con Dios. Una felicidad que no va a significar otra cosa sino la plenitud absoluta de Dios y de todo lo que nosotros somos en nuestra vida; una felicidad a la que vamos a llegar a través de ese estar con Cristo todos los días, muriendo con Él, resucitando con Él, identificándonos con Él en todas las cosas que hagamos.

Pidamos para nosotros la gracia de identificarnos con Cristo como fuente de felicidad. Pidámosla también para los que están dentro de nuestro corazón y para aquellas personas que no son capaces de encontrar que estar con Cristo es lo mejor que un hombre o que una mujer pueden tener en su vida.

Una experiencia "a lo divino"

Mateo 17, 1-9. 2o. Domingo de Cuaresma. El día de la transfiguración dejó una huella profundísima en el alma de los apóstoles y en la nuestra. 

Del santo Evangelio según san Mateo 17, 1-9

En aquel tiempo toma Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con él. Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: «Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y de la nube salía una voz que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle». Al oír esto los discípulos cayeron rostro en tierra llenos de miedo. Mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo: «Levantaos, no tengáis miedo». Ellos alzaron sus ojos y ya no vieron a nadie más que a Jesús solo. Y cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos». 

Oración introductoria 

Dios mío, cuando sé dejar a un lado mis preocupaciones y guardo el silencio necesario para experimentar tu cercanía, ¡qué bien me siento! No quiero que estos minutos pasen sin que yo me percate con Quién estoy. Ayúdame a estar dispuesto a acoger tu mensaje.

Petición

Dame una fe viva que se refleje en la docilidad interior a tu Palabra.

Meditación del Papa Francisco

¡Dios es pura misericordia! Él te espera también en la Eucaristía, Sacramento de su presencia, de su sacrificio de amor, y Él te espera también en la humanidad de tantos jóvenes que te enriquecerán con su amistad, te animarán con su testimonio de fe, te enseñarán el lenguaje del amor, de la bondad, del servicio.
También tú, querido joven, querida joven, puedes ser un testigo gozoso de su amor, un testigo entusiasta de su Evangelio para llevar un poco de luz a este mundo. Déjate buscar por Jesús, déjate amar por Jesús, es un amigo que no defrauda. "Qué bien se está aquí", poniendo a Cristo, la fe, la esperanza, el amor que él nos da, en nuestra vida.
Queridos amigos, en esta celebración hemos acogido la imagen de Nuestra Señora de Aparecida. A María le pedimos que nos enseñe a seguir a Jesús. Que nos enseñe a ser discípulos y misioneros. Como ella, queremos decir "sí" a Dios. Pidamos a su Corazón de Madre que interceda por nosotros, para que nuestros corazones estén dispuestos a amar a Jesús y a hacerlo amar. Queridos jóvenes, ¡Jesús nos espera, Jesús cuenta con nosotros! Amén.(S.S. Francisco, 25 de julio de 2013).

Reflexión

Éste es uno de los pasajes del Evangelio que más me impresionan. Los evangelistas suelen ser bastante sobrios y discretos en sus narraciones. Nos dicen muy poco y se abstienen cuidadosamente de comentarios y ponderaciones personales como para no desvirtuar la desnuda objetividad de los hechos. Así, es cierto, nos resulta más difícil tratar de ponderar los acontecimientos que se nos transmitieron.

Pero también adquieren más garantías de veracidad e historicidad.

En el pasaje de la transfiguración del Señor -como en la mayoría de las narraciones evangélicas- hemos de echar mano de nuestra intuición y sensibilidad, de nuestra penetración psicológica y espiritual, de nuestra capacidad de contemplación; pero, sobre todo, de nuestra fe y de nuestro amor, si queremos comprender y gustar algo del misterio de Jesús. Es, en efecto, "la fe la única que puede franquear el misterio de aquel rostro", como dice el Papa Juan Pablo II en su exhortación Novo millennio ineunte (n. 19). Hagamos, pues, un esfuerzo de contemplación y coloquémonos al lado de Jesús y de los apóstoles en esta escena.

"Jesús se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz...". Es sumamente difícil tratar de describir lo que vieron y experimentaron aquel día Pedro, Santiago y Juan al lado de nuestro Señor en la montaña santa. ¿Cómo expresar aquella belleza, aquella grandeza y hermosura divina de nuestro Salvador? No, no es poesía ni romanticismo fácil. Si no conocemos mínimamente a Dios, entiendo que estas palabras puedan sonarnos "cursis".

Pero si ya hemos hecho alguna vez una experiencia de nuestro Señor en nuestra vida, entonces se quedan infinitamente cortas...

Muchos años más tarde, cuando Pedro era ya viejo y escribía su segunda carta a aquella comunidad de primeros cristianos, decía: "Porque no fue siguiendo artificiosas fábulas como os dimos a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, sino como quienes han sido testigos oculares de su grandeza y de su majestad. Él recibió de Dios Padre el honor y la gloria cuando de la magnífica gloria se hizo oír aquella voz que decía: -Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas todas mis complacencias-. Y esta voz bajada del cielo la oímos nosotros, los que con Él estábamos en el monte santo" (II Pe 1, 14-18).

Está claro que Pedro se refiere a la experiencia personal que nuestro Señor les permitió aquel día de la transfiguración y que dejó una huella profundísima en su alma.

Estas palabras, sumamente autorizadas porque son fruto de un testimonio presencial, pueden abrirnos un poco a la realidad del misterio. Sólo algo que queda indeleblemente grabado en la conciencia y en el corazón de una persona puede luego recordarse de una manera tan vívida y tan intensa después de muchísimos años...

"¡Señor, qué hermoso es estar aquí! Si quieres, haré aquí tres chozas: una para ti, otra Moisés y otra para Elías". Ésas fueron las únicas palabras que Pedro acertó a pronunciar aquel día. No pudo articular ninguna más. Sólo admiración, gozo intenso e indescriptible, éxtasis...

Y otro tanto hace san Juan en su primera epístola: "Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos tocando al Verbo de vida -porque la vida se ha manifestado, y nosotros hemos visto y testificamos y os anunciamos la vida eterna, la que estaba en el Padre y se nos manifestó-, lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos para que vuestro gozo sea colmado" (I Jn 1, 1-4).

¿Quién de nosotros es capaz de explicar lo que Juan quiso decirnos y expresarnos en esta carta? Es algo sumamente íntimo y difícil de comentar. Quien escucha estas palabras, se siente invitado a tratar de entrar personalmente en el misterio de Jesús para hacer una experiencia semejante. Sólo en el contacto íntimo y directo con nuestro Señor, en la oración y en los sacramentos, es donde aprendemos a conocerlo. ¡Él está vivo y hay que tratarlo y amarlo como a una Persona realmente viva!

"Su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz". ¿Hay belleza humana semejante? El problema, para comprender todo esto, es que no tenemos una experiencia humana análoga con la que podamos establecer alguna relación. Esto es lo que suele ocurrirnos en las cosas del espíritu y, porque no tenemos experiencias sensibles ni puntos concretos de comparación, por eso nos es tan difícil tratar de expresarlo. Los místicos hablan de lo "inefable", o sea, lo que no es capaz de poderse explicar.

San Juan de la Cruz, en su bello "Cántico espiritual", describe con tonos líricamente maravillosos algo de esta experiencia. Habla de la belleza del Amado -del Señor- y lo hace simulando un diálogo con las criaturas y la respuesta que éstas dan a su pregunta:

Pregunta a las criaturas:
- ¡Oh bosques y espesuras,
plantadas por la mano del Amado!
¡Oh prados de verduras
de flores esmaltados,
decid si por vosotros ha pasado!

Respuesta de las criaturas:
- Mil gracias derramando
pasó por estos sotos con presura,
y yéndolos mirando,
con sola su figura
vestidos los dejó de su hermosura.

Expresión de la Esposa, o sea, del alma:
Y todos cuantos vagan
de ti me van mil gracias refiriendo,
y todas más me llagan,
y déjame muriendo
un no sé qué que quedan balbuciendo".

Tal vez nos puede ayudar a atisbar este misterio de la transfiguración el comentario que hace el Papa Juan Pablo II en la exhortación apostólica "Vita consecrata". Él aplica estas palabras a las personas totalmente consagradas a Dios, pero creo que, de alguna manera, también pueden aplicarse a todos los cristianos: "¡Señor, qué hermoso es estar aquí! Estas palabras muestran la orientación cristocéntrica de toda la vida cristiana. Sin embargo, expresan con particular elocuencia el carácter absoluto que constituye el dinamismo profundo de la vocación a la vida consagrada: ¡qué hermoso es estar contigo, dedicarnos a ti, concentrar de modo exclusivo nuestra existencia en ti! En efecto, quien ha recibido la gracia de esta especial comunión de amor con Cristo, se siente como seducido por su fulgor: Él es -el más hermoso de los hijos de los hombres- (Sal 45, 3), el Incomparable" (Vita consecrata, n. 15).

En fin, ojalá que esta sencilla y pobre reflexión pueda ayudar a quien la lea a buscar con más ardor a nuestro Señor Jesucristo y a pedirle a Él la gracia de conocerlo y de amarlo con toda el alma para poder seguirlo más de cerca, a partir de esta Cuaresma.