sábado, 9 de julio de 2011

Dios dice

Cuando decimos: ¡Esto es imposible!
Dios dice: “TODAS LAS COSAS SON POSIBLES” Lucas 18:27
Cuando decimos: Estoy muy cansado.
Dios dice: “YO TE DARE DESCANSO” Mateo 11:28
Cuando decimos: Nadie me ama.
Dios dice: “YO TE AMO” Juan 3:16 y 13:34
Cuando decimos: No consigo salir adelante.
Dios dice: “MI AMOR ES TODO LO QUE NECESITAS” 2ª  Corintios 12:9
Cuando decimos: No entiendo nada, no sé qué hacer. . .
Dios dice: “YO TE DOY LAS FUERZAS” Proverbios 3: 5,6
Cuando decimos: No puedo.
Dios dice: “TU PUEDES TODAS LAS COSAS” Filipenses 4:13
Cuando decimos: Yo no soy competente.
Dios dice: “YO SOY COMPETENTE” 2ª Corintios 3:5
Cuando decimos: Eso es terrible.
Dios dice: “ESO TE AYUDARÁ” Romanos 8:28
Cuando decimos: No consigo perdonarme.
Dios dice: “YO TE PERDONO” 1ª  Juan 1:9 y Romanos 8:1
Cuando decimos: Nunca tendré lo que necesito.
Dios dice: “YO SUPLIRÉ TODAS TUS NECESIDADES” Filipenses 4:19
Cuando decimos: No me atrevo.
Dios dice: “YO NO TE HE DADO UN ESPÍRITU DE COBARDÍA” 2ª  Timoteo 1:7
Cuando decimos: Estoy preocupado y frustrado.
Dios dice: “ECHA TODA TU ANSIEDAD SOBRE MÍ” 1ª Pedro 5:7
Cuando decimos: Yo no tengo fe suficiente.
Dios dice: “YO HE DADO A CADA UNO UNA MEDIDA DE FE” Romanos 12:3
Decimos: Yo no soy inteligente.
Dios dice: “YO TE DOY SABIDURIA” 1ª Corintios 1:30
Decimos: Me siento solo.
Dios dice: “YO NUNCA TE DEJARÉ NI DESAMPARARÉ” Isaías 41:10          
Decimos: Tengo miedo a morir.
Dios dice: “YO SOY LA VIDA, AUNQUE TU CUERPO ESTÉ MUERTO, VIVIRÁS ETERNAMENTE”Juan 11:25

Y se llamaba María


María creyó en el Dios del amor, de él se fió y a él le cantó todas las maravillas que hizo en ella y en su pueblo.
Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD | Fuente: Catholic.net


“No más que el cielo puede ser espejo tuyo. ¡Oh sol!-suspiró la gotita de rocío.

“Yo siempre estoy soñando contigo. ¿pero qué puedo esperar? Soy tan pequeña para tenerte en mí -Y se echó a llorar desconsolada.

“Le contestó el sol: Yo lleno el cielo infinito; pero también puedo estar en ti, gotita de rocío. Yo me haré chispa para llenarte y tu vida pequeñita se hará un mundo de luz”. (Tagore)


María era como una pequeña gota de rocío que, por recibir a Dios, se hizo luz para el mundo. María creyó en el Dios del amor, de él se fió y a él le cantó todas las maravillas que hizo en ella y en su pueblo.

La Virgen se llamaba María. Así la pusieron sus padres. Era un nombre muy corriente, pero que tenía un gran significado: “La llena de gracia”. María, la criatura más cercana a la Trinidad, estuvo llena de Dios. Dios estaba en María y María vivía en Dios y de Dios. El creador dejó una profunda huella en su alma y por donde caminaba María, se palpaba la presencia del Omnipotente.

Sin darse cuenta, un día cualquiera, Dios la cambió. “Fue un día en que no te esperaba. Entraste, sin que yo lo pidiera, en mi corazón. Y pusiste un sello de eternidad en los instantes fugaces de mi vida" (Tagore).

María creyó y por eso fue alabada. “Ella concibió la Palabra de Dios antes en la mente que en el seno” (San Agustín). Isabel pone la fe de María como fundamento de todo lo que ha realizado y va a poder realizar. Así dice “Feliz la que ha creído que se cumplirán las cosas que le fueron dichas de parte del Señor” (Lc 1,45). San Pablo habla de la fe como fundamento de toda vida cristiana: “El justo vive de la fe”(Rom 1,17). Así lo entendió San Juan de la Cruz al poner la fe como único medio adecuado para unir el alma a Dios. Para conocer y poseer a Dios es necesario, despojarse de todos los bienes para quedarse con sólo Dios.

Aunque la Virgen recibe la alabanza de su prima, expresa con el canto del Magníficat lo que Dios es para ella: todo. Este himno de acción de gracias alaba a Dios por la elección que hizo en ella, a pesar de ser tan pequeña; reconoce, además, la providencia y misericordia de Dios en el mundo y el cumplimiento de las promesas hechas a los padres antiguos.

María experimenta en su vida que “para Dios no hay nada imposible” (Lc 1,37). Dios visitó a María y de este encuentro nació el Amor. Es imposible explicar la acción de Dios. Algo nos puede aclarar estas palabras de Tagore: “El que puede abrir los capullos, ¡lo hace tan sencillamente!. Los mira, nada más, y la savia de la vida corre por las venas de las hojas.

No teman a los que matan el cuerpo, pero no el alma


Mateo 10, 24-33. Tiempo Ordinario. Dios nunca se deja ganar en generosidad. Como buen Padre, nos consiente y nos da toda clase de bienes.
Autor: H. Miguel Alejandro Velázquez Rocha | Fuente: Catholic.net
Evangelio

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 10, 24-33

El discípulo no es más que el maestro ni el servidor más que su dueño. Al discípulo le basta ser como su maestro y al servidor como su dueño. Si al dueño de casa lo llamaron Belzebul, ¡cuánto más a los de su casa! No les teman. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido. Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas. No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena. ¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre que está en el cielo. Ustedes tienen contados todos sus cabellos. No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros. Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo los reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo a aquel que reniegue de mí ante los hombres.

Oración Introductoria

Aquí estoy ante ti, Jesús mío. Vengo ante ti para estar unos momentos contigo. Te pido que renueves mi amor, mi fe y mi confianza en ti. Además te quiero pedir una cosa más, que jamás me aparte de ti. Señor, ayúdame a sacar el mayor provecho posible de esta meditación.

Petición

Jesús, ilumina mi alma y mi mente para escuchar tu voz, en la meditación, y seguirla.

Reflexión

“¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre que está en el cielo. Ustedes tienen contados todos sus cabellos. No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros”.Dios nunca se deja ganar en generosidad. Como buen Padre, nos consiente y nos da toda clase de bienes, aun aquellos que no nos atrevemos a pedir; pero como buen Maestro, también nos educa y nos enseña a vivir confiados en Él, poniendo al mismo tiempo de nuestra parte para corresponder a su amor.
La confianza, es una virtud elemental en toda relación humana, y cuánta más confianza deberíamos tener en Dios.
Recuerden, cuando eran pequeños, aquella vez que paseaban por la ciudad. Caminaban de la mano de su pPadre, alegres. Como todo niño miraban a todas partes, no temían nada estando al lado de su padre. Voltearon a ver a su papá y le dijeron que lo querían, no con palabras sino tan solo con una mirada... se sentían seguros.
Sabían que su papá no dejaría que les ocurriera nada malo, nada que pudiera dañarlos. Pues Dios, que es nuestro Padre celestial, jamás va a permitir nada semejante para nosotros. Tenemos garantía en el Evangelio de que así será, y en el presente no es la excepción: “Ustedes tienen contados todos sus cabellos. No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros”.
Ya lo decía Santa Teresita de Lissieux: “Lo que le duele a Dios, lo que hiere su corazón es la falta de confianza en Él”.

Reflexión apostólica

“Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo los reconoceré ante mi Padre que está en el cielo”.
¡Que Qué más queremos, si Jesús mismo intercede por nosotros ante el Padre! Tan solo hay una pequeña aunque costosa condición: Reconocerle abiertamente ante los hombres. Esta condición es pequeña pero difícil porque muchas veces preferimos “quedar bien” ante nuestros amigos, compañeros de trabajo, ante la sociedad...
Nuestra manera de reconocerle ante los hombres, y así no ser negados por Cristo ante el Padre, es dar testimonio de vida con cosas tan simples como ir a Misa, confesarse y -si llega el caso- - defender la fe. De este modo Cristo estará feliz con nosotros y será nuestra garantía el día final.

Propósito

Hoy daré testimonio de mi fe invitando a un amigo a hacer una visita a la Eucaristía.

Diálogo con Cristo

Señor, te pido que me des la gracia de jamás negarte delante de los hombres. Te pido fortaleza, fe y amor para dar testimonio con mi vida. SeSé que me costará pero contigo a mi lado todo lo puedo. Te amo, Señor.


“Tu deseo sea ver a Dios,; tu temor, si le haz de perder,; tu dolor, que no le gozas, y tu gozo lo que te puede llevar allá, y vivirás con gran paz”. Sta. Teresa de Ávila.

viernes, 8 de julio de 2011

Para orar, conócete primero a ti mismo


¿Con qué disponemos a nuestro favor para “construir” nuestra oración? ¿Qué tenemos en contra?
Autor: P. Juan Antonio Ruiz J, L.C. | Fuente: www.la-oracion.com
Y nótese mucho que este ejercicio [la oración] ha de comenzar primero de nosotros; porque los que comenzamos a buscar a Dios, primero hemos de trabajar en conocernos: qué inclinaciones, qué pensamientos y obras obtenemos; y de todo esto, lo bueno acrecentarlo, y lo malo arrancarlo del todo de nuestras almas. Y después que uno se haya bien conocido, extenderá el pensamiento a pensar en las obras de Dios» (San Juan de Ávila, Obras Completas, p. 1016).



No sé a ustedes, pero a mí no me suelen gustar mucho los cuadros que presentan a los santos como hombres y mujeres “lunáticos”, que están tan fijos los ojos en el cielo que se olvidan de los avatares de aquí en la tierra. Creo que esas representaciones hacen poca justicia a la vida de esos seres humanos que han desgastado su vida en amar a Dios y a los demás. Porque los santos son, ante todo, gente realista.

Venga como botón de muestra este hermosísimo texto de San Juan de Ávila. Les invito a leerlo de nuevo. A mí, tengo que reconocerlo, me ha causado una muy grata sorpresa leerlo. Miren lo que dice: para orar, uno de los primeros pasos que hay que hacer es conocerse a uno mismo. Pero ¿por qué?

Si lo analizamos bien, tiene su sentido. Es lo mismo que nos dice Jesucristo en el Evangelio: «Porque ¿quién de vosotros, que quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, y ver si tiene para acabarla? No sea que, habiendo puesto los cimientos y no pudiendo terminar, todos los que lo vean se pongan a burlarse de él, diciendo: "Este comenzó a edificar y no pudo terminar"» (Lc 14, 28-30). Si no sabemos con qué contamos, sería inútil comenzar una construcción.

Por ello, ¿con qué disponemos a nuestro favor para “construir” nuestra oración? ¿Qué tenemos en contra? Sería interesante hacer un pequeño autoexamen y evaluarnos: qué me ayuda más a meditar, cuáles son las cualidades que dispongo, qué pasajes del Evangelio me acercan más a Dios, qué circunstancias me ayudan a orar mejor (lugar, hora, ...). Y también evaluar lo negativo: qué me distrae más fácilmente, qué postura no me ayuda en mi oración, cuándo la hago que no me ayuda para nada, cuál es mi defecto dominante que me aleja especialmente de Dios (cf. ¿cuál es el primer paso para orar?), etc.

Ah, y otra cosa importante que no debemos olvidar: hay que desear la oración. Éste es un primer punto que debemos interrogarnos. Mi deseo de Dios, mi anhelo de platicar con mi Amigo. Y, por supuesto, pedirle la gracia de que se me dé y me hable. Cuando nuestro corazón le suplica esto, Dios suele responder siempre (a veces también con un “no”, no lo olvidemos). Y confiemos que, como decía San Juan Crisóstomo, «siempre son mayores los premios de Dios que los deseos de los santos».

En fin, con este pequeño examen en la mano podremos plantearnos mucho mejor el empezar con buen pie nuestra oración. Teniendo los pros y los contras y favoreciendo lo que más nos acerque a Él. Ojalá que estas líneas, planteadas a la luz de un hombre realista y místico a la vez, nos ayuden a todos a seguir caminando (o a empezar a hacerlo) en esta hermosísima aventura llamada oración.





Para escribir tus comentarios entra a La Oración. Mi experiencia del amor de Dios
Este es un lugar de encuentro para ayudarnos a mejorar nuestra comunicación con Dios. Buscamos desarrollar una relación personal con Dios durante el día, encontrándole en todas partes, y en esos minutos que dedicamos cada jornada a estar a solas con Él.

Esperamos tus comentarios, participa. Comparte tu sed y tu experiencia de Dios con apertura y humildad, para ayudarnos entre todos en un clima de amistad.

Yo los envío como a ovejas en medio de lobos


Mateo 10,16-23. Tiempo Ordinario. Llevamos impreso en el alma el mandato misionero, y Cristo, nos infunde el ánimo que necesitamos.
Autor: H. José Pablo Poblete | Fuente: Catholic.net
Evangelio

Lectura del Evangelio según san Mateo 10,16-23

Yo los envío como a ovejas en medio de lobos: sean entonces astutos como serpientes y sencillos como palomas. Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas. A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos. Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes. El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir. Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará. Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra, y si los persiguen en esta, huyan a una tercera. Les aseguro que no acabarán de recorrer las ciudades de Israel, antes que llegue el Hijo del hombre.

Oración introductoria

Puedo caminar seguro, Cristo, por esta vida, aún entre medio de lobos porque se sé que no estoy nunca sólo. Dame fuerzas para crecer en mi vida de unión contigo; que tenga más fe y esperanza para aceptar lo que me pidas, que tenga más amor para quererlo intensamente y que tenga fortaleza para llevarlo adelante. Quiero serte fiel, Señor, cuando llegue la prueba, dame tu gracia y eso me basta.

Petición

Dame la fuerza que necesito para ser testigo tuyo en medio de mis actividades.

Meditación

Cristo nos llama para ser sus testigos frente al mundo. Invita a salir del mezquino horizonte para ser evangelizadores en nuestra casa, trabajo y familia. ¿Seremos capaces? ¿Podemos llevar una cruz sobre los hombros a pesar de lo débiles que somos? Sí. Ya que Cristo le pide a cada hombre lo que está a su medida.

Cuánta confianza inflama nuestro pecho al ver que no caminamos solos por este camino. Jesús lo recorrió primero y nos dejó su cuerpo bondadoso en la Eucaristía, para cumplir su promesa: N “no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes”.

Perseveremos en la evangelización de nuestro ambiente con energía y decisión, no sólo para salvarnos a nosotros sino también para prender una llama más en este mundo que lentamente va apagándose.

Reflexión apostólica

Todo bautizado lleva impreso en el alma el mandato misionero, y Cristo, por sus palabras, nos infunde el ánimo que necesitamos. Es claro que el camino tiene incomprensiones de parte de aquellos que nos rodean, incluso de los más cercanos, pero “en Él somos fuertes”. Jesús pasó por la cruz y luego resucitó, sigamos su mismo camino.

Propósito

Invitar a algún conocido del trabajo o familiar a hacer una oración juntos.

Diálogo con Cristo

Señor, tutú lo sabes todo, conoces lo débil y miserable que soy. Dame tu mano en este día para no tener miedo de decir que soy católico, para testimoniar tu amor a los hombres y ser capaz de quererte un poco más. Dame tu corazón para hablar bien de los demás y sembrar caridad. Dame tus ojos para ver al que sufre. Y, sobre todo, dame la gracia de ser cada vez un mejor hijo tuyo.


“Aférrate siempre a las manos de Dios y no las sueltes jamás” Madre Teresa de Calcuta.

jueves, 7 de julio de 2011

Tu presencia en la Eucaristía


Nos presentamos ante ti sabiendo que nos llamas y que nos amas tal como somos. Nuestro corazón se llena de gozo y de esperanza.
Autor: SS Juan Pablo II/ Adoración Eucarística | Fuente: Catholic.net
Señor Jesús:

Nos presentamos ante ti sabiendo que nos llamas y que nos amas tal como somos.

"Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Hijo de Dios" (Jn. 6,69).

Tu presencia en la Eucaristía ha comenzado con el sacrificio de la última cena y continúa como comunión y donación de todo lo que eres.

Aumenta nuestra FE.

Por medio de ti y en el Espíritu Santo que nos comunicas, queremos llegar al Padre para decirle nuestro SÍ unido al tuyo.

Contigo ya podemos decir: Padre nuestro.

Siguiéndote a ti, "camino, verdad y vida", queremos penetrar en el aparente "silencio" y "ausencia" de Dios, rasgando la nube del Tabor para escuchar la voz del Padre que nos dice: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo mi complacencia: Escuchadlo" (Mt. 17,5).

Con esta FE, hecha de escucha contemplativa, sabremos iluminar nuestras situaciones personales, así como los diversos sectores de la vida familiar y social.

Tú eres nuestra ESPERANZA, nuestra paz, nuestro mediador, hermano y amigo.

Nuestro corazón se llena de gozo y de esperanza al saber que vives "siempre intercediendo por nosotros" (Heb. 7,25).

Nuestra esperanza se traduce en confianza, gozo de Pascua y camino apresurado contigo hacia el Padre.

Queremos sentir como tú y valorar las cosas como las valoras tú. Porque tú eres el centro, el principio y el fin de todo.

Apoyados en esta ESPERANZA, queremos infundir en el mundo esta escala de valores evangélicos por la que Dios y sus dones salvíficos ocupan el primer lugar en el corazón y en las actitudes de la vida concreta.

Queremos AMAR COMO TÚ, que das la vida y te comunicas con todo lo que eres.

Quisiéramos decir como San Pablo: "Mi vida es Cristo" (Flp. 1,21).

Nuestra vida no tiene sentido sin ti.

Queremos aprender a "estar con quien sabemos nos ama", porque "con tan buen amigo presente todo se puede sufrir". En ti aprenderemos a unirnos a la voluntad del Padre, porque en la oración "el amor es el que habla" (Sta. Teresa).

Entrando en tu intimidad, queremos adoptar determinaciones y actitudes básicas, decisiones duraderas, opciones fundamentales según nuestra propia vocación cristiana.

CREYENDO, ESPERANDO Y AMANDO, TE ADORAMOS con una actitud sencilla de presencia, silencio y espera, que quiere ser también reparación, como respuesta a tus palabras: "Quedaos aquí y velad conmigo" (Mt. 26,38).

Tú superas la pobreza de nuestros pensamientos, sentimientos y palabras; por eso queremos aprender a adorar admirando el misterio, amándolo tal como es, y callando con un silencio de amigo y con una presencia de donación.

El Espíritu Santo que has infundido en nuestros corazones nos ayuda a decir esos "gemidos inenarrables" (Rom. 8,26) que se traducen en actitud agradecida y sencilla, y en el gesto filial de quien ya se contenta con sola tu presencia, tu amor y tu palabra.

En nuestras noches físicas y morales, si tú estás presente, y nos amas, y nos hablas, ya nos basta, aunque muchas veces no sentiremos la consolación.

Aprendiendo este más allá de la ADORACIÓN, estaremos en tu intimidad o "misterio".

Entonces nuestra oración se convertirá en respeto hacia el "misterio" de cada hermano y de cada acontecimiento para insertarnos en nuestro ambiente familiar y social y construir la historia con este silencio activo y fecundo que nace de la contemplación.

Gracias a ti, nuestra capacidad de silencio y de adoración se convertirá en capacidad de AMAR y de SERVIR.

Nos has dado a tu Madre como nuestra para que nos enseñe a meditar y adorar en el corazón. Ella, recibiendo la Palabra y poniéndola en práctica, se hizo la más perfecta Madre.

Ayúdanos a ser tu Iglesia misionera, que sabe meditar adorando y amando tu Palabra, para transformarla en vida y comunicarla a todos los hermanos.

Amén.

miércoles, 6 de julio de 2011

Cinco peligros contra el amor de Dios


Estos peligros que nos apartan de Dios, enferman y paralizan el buen funcionamiento de nuestro corazón.
Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net

San Francisco de Sales sabía que nuestro corazón, cuando funciona bien, late, vive, suspira, trabaja, para Dios. Pero también sabía que existen cinco peligros que nos apartan de Dios, que enferman y paralizan el buen funcionamiento de nuestro corazón.

¿Cuáles son esos peligros? He aquí la lista, según el santo obispo de Ginebra:

1. el pecado, que nos aleja de Dios;

2. el afecto a las riquezas;

3. los placeres sensuales;

4. el orgullo y la vanidad;

5. el amor propio, con la multitud de las pasiones desordenadas que engendra, las cuales son en nosotros una pesada carga que nos aplasta” (San Francisco de Sales, “Tratado del amor de Dios”).

Si esos son los peligros, entonces ¿cómo reiniciar la marcha hacia Dios, hacia el amor de nuestra alma, hacia Aquel por quien empezamos a existir, hacia Aquel que nos busca y nos ama con cuerdas humanas y con lazos de amor (cf. Os 11,4)?

El camino es sencillo y arduo: hay que remover con decisión, desde la ayuda de Dios y desde una sana vigilancia, esos enemigos.

En primer lugar, hay que luchar contra el pecado en todas sus formas. Es el peor enemigo, el que nos aparta de Dios y del hermano, el que destruye el amor, el que apaga la gracia.

En segundo lugar, hay que romper con cualquier apego a las riquezas para empezar a vivir en una confianza plena, filial, en la providencia de nuestro Padre Dios (cf. Mt 6,19-34).

En tercer lugar, hay que renunciar a los placeres sensuales que nos atan al mundo, para revestirnos de Cristo y de su Evangelio (cf. Rm 13,13-14).

En cuarto lugar, hay que dejar de lado orgullos y vanidades que nos hacen buscar los primeros puestos y la autocomplacencia, para vivir con la sencillez del niño que confía plenamente en su Padre (cf. Mt 18,1-4; Lc 14,7-11).

Por último, hay que acabar con el amor propio, con ese afán continuo de buscar lo que nos satisface y nos gusta, para aprender la ley de la fecundidad: el que renuncia a su propia vida la encuentra (cf. Mt 16,24-26), porque “si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto” (Jn 12,24).

Sí, es un camino arduo, pero la meta es maravillosa: el encuentro con Dios como Padre misericordioso, la fecundidad gozosa, la vida plena, el amor hacia los hermanos. Así podremos empezar a vivir aquí en la tierra un poco como se vive, en plenitud, en el cielo.

Misión de los doce apóstoles


Mateo 10, 1-7. Tiempo Ordinario. Ser mensajeros del amor de Dios con nuestra vida, nuestro modo de actuar, de hablar, de pensar.
Autor: H. Mario Carrillo Tapia | Fuente: Catholic.net


Evangelio


Lectura del santo Evangelio según san Mateo 10, 1- 7

Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia. Los nombres de los doce Apóstoles son: en primer lugar, Simón, de sobrenombre Pedro, y su hermano Andrés; luego, Santiago, hijo de Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó. A estos Doce, Jesús los envió con las siguientes instrucciones: «No vayan a regiones paganas, ni entren en ninguna ciudad de los samaritanos. Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca.

Oración introductoria

Jesús, gracias por el don de la fe católica, porque podemos disfrutar de tu compañía y recibirte en la sagrada Eucaristía. Sabemos que no somos dignos pero tú así lo has querido en tu infinito amor de Padre. Ayúdanos para que en esta meditación nos llenemos de tu amor y podamos ir por todo el mundo y proclamar tus maravillas, contagiando con tu amor los corazones de cuantos encontremos en nuestro camino.

Meditación

El mundo actual olvida en ocasiones los valores trascendentes de la persona humana: su dignidad y libertad, su derecho inviolable a la vida y el don inestimable de la familia, dentro de un clima de solidaridad en la convivencia social. Las relaciones entre los hombres no siempre se fundan sobre los principios de la caridad y ayuda mutua. Por el contrario, son otros los criterios dominantes, poniendo en peligro el desarrollo armónico y el progreso integral de las personas y los pueblos. Por eso los cristianos han de ser como el "alma" de este mundo: que lo llene de espíritu, le infunda vida y coopere en la construcción de una sociedad nueva, regida por el amor y la verdad. (Homilía del Papa Juan Pablo II, 24 de Enero 1999)

Reflexión Apostólica

Detengámonos brevemente en el primer versículo, cuando Jesús convoca a sus discípulos y ellos acuden a Él y reciben una serie de dones que ellos jamás se hubieran imaginado. Los discípulos creían ya tenerlo todo, se sentían contentos por estar con el Maestro. Pedro, que había dejado su casa, a su suegra y su barca, se sentía feliz. Lo mismo Mateo, quien había dejado todas sus riquezas. Y así cada uno había dejado todo para seguir al Maestro... y para servirle. Ya no podían esperar otro cambio de rumbo en sus vidas... pero, ese día el Señor se notaba distinto, se alegre y recogido a la vez. Les recordaba el día en que cada uno de ellos había sido llamado y les había invitado a dejar las redes y seguirle. Ya nada más podía pedirles Jesús. Sin embargo, ese día tan especial Jesús convoco a doce de los que le seguían de cerca y los envío a llevar su mensaje de amor y salvación a todos los hombres; les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad y dolencia.
Hoy Cristo nos sigue convocando para que vayamos y demos testimonio. Pero necesita de nuestra docilidad a fin de que respondamos a esta convocatoria como lo discípulos. No es una invitación de grupo, sino individual, con nombres específicos: Pedro, Juan, Mateo. Solo que hoy son nuestros nombres los que se escuchan. No perdamos la oportunidad de estar atentos para escucharle y abiertos a lo que Él quiera de nosotros... aunque pensemos que ya no podemos dar o recibir más.
La Iglesia nos necesita para ser luz en la tierra, necesita de hombres y mujeres, laicos y consagrados para la nueva evangelización.

Propósito

Viviré con mayor delicadeza mi vida cristiana transmitiendo el amor de Cristo con mi testimonio, haciendo 2 actos de caridad ayudando a una persona.

Dialogo con Cristo

Jesús, quiero corresponder al don de la vida de gracia. ¡Qué sería de nuestras vidas sin tu presencia en nuestras almas! Ayúdanos a valorarla al máximo y a cuidarla con mucho cariño. Que demos testimonio de tu amor en medio de la sociedad que sufre por no conocerte. Te pedimos por todas aquellas almas que aún no te han conocido y andan en tinieblas para que algún día abran los ojos de sus corazones al amor de Dios. También te pido por aquellas personas que aun conociéndote no se acercan a ti.



«Jesús está siempre con nosotros. Sed los mensajeros del amor y de la paz que él trae a nuestro mundo.»
Juan Pablo II, X Jornada Mundial de la Juventud. Manila, domingo 15 de enero de 1995

martes, 5 de julio de 2011

Virtual

Cierto día entré apurado y con mucho apetito a un restaurante.
Escogí una mesa bien alejada del movimiento, porque quería aprovechar los pocos minutos que tenía, utilizarlos para comer y concretar algunas ideas de programación de un sistema que estaba desarrollando, además tenía ganas de planear mis vacaciones, que hacía mucho tiempo que no podía disfrutar.
Pedí un plato de salmón con alcaparras, ensalada y un jugo de naranja. 
Mientras esperaba, abrí mi notebook y ya me disponía a trabajar, cuando sentí detrás de mi hombro una suave voz que me decía:
-¿Señor, tiene una moneda para darme?
-No, no tengo, pequeño. Conteste.
-Solo una monedita para comprar un pan.
-Está bien, yo te compro uno.  
Para variar, mi casilla de correos estaba saturada de e-mails. Quedé distraído leyendo poesías, lindos mensajes y sonriendo por esas bromas que nos envían a todos, mientras una bella melodía me transporto a Italia, recordándome un hermoso tiempo pasado.
-Perdón señor, puede pedirle a la camarera que le ponga al pan un poquito de manteca y queso. Entonces me di cuenta que el pequeño seguía estando a mi lado. Lo había olvidado por completo.
-Está bien, pero después me dejas trabajar, estoy muy ocupado ¿De acuerdo?
Cuando la camarera me trajo la comida, le pedí que trajera un pan para el pequeño y ella me preguntó si yo quería que se llevara al niño a otro lugar.
Mi conciencia me impidió decirle que si y por el contrario le dije que el niño comería conmigo y le pedí que en lugar del pan, le trajera un suculento almuerzo.
Entonces el niño se sentó frente a mí y preguntó:  
-¿Que estás haciendo?
-Estoy leyendo e-mails.
-¿Y que son e-mails?
-Son mensajes electrónicos enviados por personas vía Internet. Sabía que no entendería nada, y para evitar más preguntas le dije: 
-Es como si fuese una carta, solo que se envía por Internet.  
-¿Usted tiene Internet? 
-Si tengo, es esencial en el mundo de hoy.
-¿Y que es Internet?
-Es un lugar en la computadora donde podemos ver y oír muchas cosas, noticias, música, conocer personas, leer, escribir, soñar, trabajar, aprender. Tiene de todo pero en un  mundo virtual.
-¿Y qué es virtual?  ¿Cómo le explico? pensé, así que me decidí a darle una explicación bien simple.
-Virtual es un lugar que imaginamos, algo que no podemos tocar, ni alcanzar. Un lugar en el que creamos un montón de cosas que nos gustaría hacer. Creamos nuestras propias fantasías y podemos transformar el mundo como quisiéramos que fuese.
-¡Que bien, me encanta! 
-¿Entonces sabes lo que es virtual?
 Si señor, porque yo también vivo en ese mundo virtual.
-¿Tú tienes una computadora?
-No señor, pero mi mundo también es virtual. Mi madre pasa todo el día fuera de casa, llega muy tarde, agotada y casi que no la veo. 
Yo paso mucho tiempo cuidando a mi hermano pequeño que vive llorando de hambre, le doy agua tibia haciéndole creer que es sopa con la esperanza que le quitará el hambre. 
Mi hermana mayor sale todo el día, dice que va a vender su cuerpo, pero no lo entiendo, porque ella regresa siempre con su cuerpo.
Mi padre está en la cárcel hace mucho tiempo.
Y yo siempre me imagino a toda mi familia junta en casa, con mucha comida, muchos juguetes como si fuera Navidad y yo me imagino yendo a la escuela para algún día poder ser un gran médico.
-¿Acaso esto no es virtual?
Cerré mi notebook, sin poder evitar que alguna de mis lágrimas cayera sobre el teclado.
Esperé a que el niño terminase literalmente de devorar su plato, pagué la cuenta y le di el cambio al pequeño, que me retribuyó con una de las más bellas y sinceras sonrisas que jamás había recibido en mi vida, y además con un “¡Gracias Señor, usted es un maestro!”
En ese preciso instante, tuve la mayor definición de la palabra virtual.

“Virtual, es ese mundo insensato en el que vivimos todos los días, mientras no percibimos la cruel realidad que nos rodea”

Padre nuestro...¡todo un Dios!


Nos hemos acostumbrado tanto a esta forma de rezar, que sale de nuestros labios de la manera más rutinaria e indiferente.
Autor: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net

No es fácil saber a ciencia cierta dónde y en qué momento Jesús dijo por primera vez la oración más bella y más preciada, enseñándonos a llamar a nuestro Dios: PADRE

Cerca del Monte de los Olivos hay una Basílica que guarda en sus cimientos, como una preciosa perla, una misteriosa gruta. Según la tradición, allí enseñó Jesús a orar a sus discípulos. Tal vez allí, por primera vez, sonaron las sagradas palabras del PADRENUESTRO.

No creemos que es muy importante el saber si efectivamente fue en ese lugar, lo realmente importante en sí son las palabras de Cristo para enseñarnos a dirigirnos a nuestro Creador, haciéndonos una revelación asombrosa, inimaginable y de profunda ternura con la que podemos dirigirnos a nuestro Dios.

Desde ese instante las relaciones de Dios y los hombres ya no fueron las mismas. Se nos abrió una puerta directamente al corazón de Dios, una puerta que jamás se cerrará. Como dice el Padre Martín Descalzo: - "Aquel día en verdad, giró la historia del mundo. Si los hombres no se dieron cuenta es solo porque la ceguera parece ser la parte más ancha de nuestra naturaleza".

Jesús nos enseña a decir Padre, a llamar Padre al Todopoderoso. al Creador de los mundos, al omnipotente, al Supremo Hacedor de todo lo visible e invisible... así sin más, llana y sencillamente "PADRE".

Santos saltaban de gozo ante la idea de llamar Padre, Dios y nosotros nos hemos acostumbrado tanto a esta forma de rezar, que sale de nuestros labios de la manera más rutinaria e indiferente, sin pensar que ante esta palabra nuestro corazón debería quedar extasiado e inundado de gozo, y como nos dice Schurmann: - "esta forma de dirigirse a Dios no es tan evidente como alguien podría suponer. Hacía falta que Jesús nos diera su permiso y nos alentara para invocar a Dios con esta palabra "Padre", tan íntima y familiar".

Y aún hay más, porque en el comienzo de PADRENUESTRO, Jesús emplea un vocablo que jamás se había dirigido a Dios: Abba

Abba es el nombre que el niño pequeño dirige a su padre. Jesús, usa siempre esta palabra y esa es la que coloca al comienzo de la oración y con ella nos introduce en una familiaridad con Dios que jamás nadie pudo imaginar.

Es la TOTAL CONFIANZA. Dios no es para nosotros solo un Padre, es lo que es el "papá" para el niño que empieza a balbucear.

Que desde hoy, al comenzar esta bellísima oración del Padrenuestro, pongamos el corazón, lleno de amor y confianza, en nuestros labios para llamar a Dios "PADRE O PAPÁ".

La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos


Mateo 9, 32-38. Tiempo Ordinario. Cuando me ve fatigado y abatido, no piensa que soy un amargado e ingrato, sino que tiene siempre compasión de mí.
Autor: H. Luis Fernando Hernández | Fuente: Catholic.net
Evangelio

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 9, 32-38

En cuanto se fueron los ciegos, le presentaron a un mudo que estaba endemoniado. El demonio fue expulsado y el mudo comenzó a hablar. La multitud, admirada, comentaba: «Jamás se vio nada igual en Israel».Pero los fariseos decían: «Él expulsa a los demonios por obra del príncipe de los demonios». Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias. Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: «La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rogad al dueño de la mies que envíe trabajadores a su mies».

Oración introductoria

Tú sabes, Jesús, lo que tengo en mi corazón. Te pido que me ayudes a acudir con un corazón abierto a ti. Soy también yo una de tus ovejas, ten compasión de mí. Dispón mi corazón para hacer esta meditación contigo.

Petición

Jesús, sé mi pastor y danos sacerdotes según tu corazón.

Meditación

Jesús, visto sin prejuicios, se nos presenta bondadoso y amable. Cuando me ve fatigado y abatido, no piensa que soy un amargado e ingrato, sino que tiene siempre compasión de mí. Por eso, Jesús nos compara con las ovejas. Las ovejas son blancas, dóciles y mansas. Por algo decimos “manso como un cordero...”. Jesús ve en nosotros ovejas, no por considerarnos inferiores, sino porque Él se considera nuestro pastor. El Señor es mi pastor, nada me falta (salmo 22).

La relación entre un pastor y sus ovejas es muy singular: no deja de vigilarlas, sabe cuántas tiene, las conoce a todas. Jesús recorría todas las ciudades en su tiempo. Ahora lo sigue haciendo: recorre todos los lugares de nuestra vida y nuestra alma. Nos enseña en nuestro interior. Proclama en nuestros corazones la Buena Nueva y cura nuestras enfermedades.

A la oveja, a mí, corresponde dejar entrar a Jesús; he de ser dócil, si quiero aprender de sus palabras. Cuando leo el Evangelio, lo escucho a Él. Cuando me confieso, Él sana mis males.
Tenemos que pedir por los trabajadores, pues son pocos. Es algo que nos pide Jesús en este evangelio: que no dejemos de rogar por las vocaciones.

Reflexión Apostólica

Jesús es el Buen Pastor. ¿Cuántas veces tengo necesidad del Buen Pastor? Los sacerdotes son los pastores que ayudan a Cristo a cuidar su rebaño. ¿Cuántas personas tenemos necesidad de los pastores que ayudan al Buen Pastor?

Dado que Cristo nos dice que pidamos al dueño de la mies por las vocaciones, hemos de tomar muy en serio esta petición.

Propósito

Invitaré a una persona o amigo a rezar un padrenuestro y avemaría por las vocaciones.

Dialogo con Cristo

Jesús, mi Buen Pastor, te agradezco todos los cuidados que tienes para conmigo. No soy digno de ser tu oveja, pero, dado que lo soy, nunca te apartes de mí. Soy débil y sé que lo soy, por eso, nunca permitas que me aleje de ti, que nunca me aleje de tu rebaño.
Además, Jesús, te pido aquello que tú me pides: danos sacerdotes santos según tu corazón.


«Ved si sois verdaderamente ovejas suyas, ved si de verdad lo conocéis, ved si percibís la luz de la verdad. Me refiero a la percepción no por la fe, sino por el amor y por las obras.»
De las Homilías de San Gregorio Magno, papa, sobre los evangelios
(Homilía 14, 3-6: PL 76, 1129-1130)

lunes, 4 de julio de 2011

Mañana será mejor


Nunca es tarde para empezar de nuevo. Es tarde cuando pasan los días, y nada se hace
Autor: P Mariano de Blas | Fuente: Catholic.net+


El mundo está lleno de gente que trabajará mañana, que mañana se compondrá, que retornará a Dios mañana, que mañana... Pero no hoy.

En el fondo no existen deseos de superarse ni de mejorar. Entonces, está uno muriendo y de prisa. La vida es desarrollo, crecimiento, la vida se alimenta de esperanza, de metas que se persiguen, de insatisfacción con lo alcanzado y de lucha por mejorar las marcas.

La muerte comienza cuando se pierde la ilusión y el anhelo de crecer. Nadie está tan cerca de morir como el que ha perdido toda esperanza. Si sientes deseos de superarte como ser humano, como profesionista, como cristiano, estás vivo.

Ningún momento más oportuno para desear un cambio en la vida que el inicio de una nueva semana. Nunca es tarde para empezar de nuevo. Es tarde cuando pasan los días, y nada se hace. Es la mediocridad que abunda tanto, porque nada cuesta ser mediocre. Consiste en las medianías. Las grandes realizaciones no las logran los mediocres. El mundo debe muy poco a los perezosos. Si quieres que el mundo te recuerde y esté agradecido contigo, debes luchar y trabajar por mejorarlo.

¡Ten confianza, tu fe te ha salvado!


Mateo 9, 18-26. Tiempo Ordinario. En medio de las dificultades Dios se nos presenta como la solución y no duda en manifestarnos su amor.
Autor: Jonathan Montoya | Fuente: Catholic.net


Evangelio


Lectura del santo Evangelio según san Mateo 9, 18-26

Mientras Jesús les estaba diciendo estas cosas, se presentó un alto jefe y, postrándose ante él, le dijo: «Señor, mi hija acaba de morir, pero ven a imponerle tu mano y vivirá». Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos. Entonces se le acercó por detrás una mujer que padecía de hemorragias desde hacía doce años, y le tocó los flecos de su manto, pensando: «Con sólo tocar su manto, quedaré curada». Jesús se dio vuelta, y al verla, le dijo: «Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado». Y desde ese instante la mujer quedó curada. Al llegar a la casa del jefe, Jesús vio a los que tocaban música fúnebre y a la gente que gritaba, y dijo: «Retírense, la niña no está muerta, sino que duerme». Y se reían de él. Cuando hicieron salir a la gente, él entró, la tomó de la mano, y ella se levantó. Y esta noticia se divulgó por aquella región.

Oración introductoria

Señor, en este pasaje me presentas dos personajes dignos de imitar por su fe. ¡Ayúdame, Jesús, para que pueda prestar oídos a tu voz y descubrirte, experimentarte, tocarte con la fe! Quiero aprender la lección que me das en este evangelio: no se trata de saberlo todo, racionalizarlo todo, sino más bien de creer, de esperar, de amar. Madre del cielo, intercede por mí para que haga con provecho esta meditación.

Petición

Señor, ayúdame a caminar hoy por la senda de una fe viva, operante y luminosa que me permita a iluminar todos los acontecimientos de este día con la luz de Dios.

Meditación

El defecto de creer con una fe inoperante y muerta es lo que ha forjado el estado espiritual de muchos cristianos. Ahora bien, mientras tengas más fe, mayor será tu alegría en este valle de lágrimas. El testimonio más evidente nos lo da el primer personaje de este evangelio que va y se arrodilla ante Jesús y le pide la resurrección de su hija. En medio de las dificultades Dios se nos presenta como la solución y no duda en manifestarnos su amor.

¿Y qué decir de aquella otra mujer que padecía flujos de sangre? ¡Se curó por la fe que tenía! Y es que en el campo de la fe el riesgo no está en la posibilidad de perder, sino en el riesgo de no arriesgarse del todo. ¡Quien se arriesga sin condiciones, gana!

Finalmente, Jesús llegó a la casa donde le necesitaban: La niña no está muerta, sino que duerme. Y se reían de él. Se burlaban de Jesús porque no tenían fe teologal. No es sólo saber algo: que Dios existe, que Cristo es Dios... no sólo es eso. También es hacer la experiencia de Dios en mi vida, en el mundo que me rodea, en la historia que vivo.

Reflexión apostólica

Mientras no hay dificultades todo marcha muy bien, pero llega un momento, una circunstancia que nos molesta, un obstáculo imprevisto que se atraviesa en nuestro camino, y surgen las dudas, los problemas, las crisis. ¡Si tuviéramos más de fe veríamos que Dios permite todo esto para probarnos un poquito en la fe, en el amor que le tenemos!

Hay dificultades, hay tentaciones contra la fe. ¡Claro que sí! Pero mil dudas no podrán resquebrajar una convicción de fe.

Ejercitémonos en la fe buscando a Dios, buscando poseerlo en nuestro corazón reconociendo la fugacidad de la vida, de las cosas, y aceptando nuestra pequeñez y miseria.

Propósito

Hacer un acto de fe viva y operante; por ejemplo, hacer una buena confesión.

Diálogo con Cristo

Señor, te doy gracias por haberte encarnado, por hacerte hombre, por ser mi amigo inseparable, por ser Señor de mi “mundito” y de mi historia. Ahora puedo tener la certeza de que existes más allá de cuanto alcanza a ver mi mente y mis sentidos como un abismo de ternura y de perdón. ¡Gracias, Señor, por el don de la fe!

“La fe, antes que creer en Dios, es creer a Dios”

domingo, 3 de julio de 2011

Esperar más allá de la tormenta


Creí que el viaje iba a ser sencillo. El día claro, el mar sereno. Los pronósticos eran buenos. La tormenta, sin embargo, ha llegado.
Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net

Las olas aumentan. El viento sopla fuerte. La nave sube y baja, como un juguete. El mareo domina a tripulantes y pasajeros.

Comienzo a tener miedo. Creí que el viaje iba a ser sencillo. El día claro, el mar sereno. Los pronósticos eran buenos.

La tormenta, sin embargo, ha llegado. Las seguridades dejan de serlo. Las olas golpean, una y otra vez, a la barca, que parecía fuerte y firme en los momentos de bonanza.

También la barca de la Iglesia sufre por las olas. Traiciones y pecados, ambiciones y envidias, lujurias y soberbias, rencores y apatías.

Fuera, críticas mordaces, llenas de rencor, deseosas de venganza. Dentro, la cobardía de los “buenos” que no lo eran, la desfachatez del hermano que traiciona por la espalda, la perfidia de quien se deja arrastrar por pasiones miserables sin alcanzar a percibir el daño que provoca en sus hermanos más frágiles.

Tengo miedo, sí, ante tantas críticas, ante tanto escándalo, ante tantas voces, ante tantos dedos inquisidores. Tengo miedo de mí mismo, porque nadie puede decir que no caerá donde otros han caído, porque yo puedo llegar un día a ser un traidor y un enemigo dentro de la barca de la Iglesia.

Luego, dentro, como un susurro, una voz me invita a confiar. “No temas”. ¿Quién la dice? ¿Desde dónde quiere darme confianza? ¿Por qué ahora ese sonido interior, casi imperceptible?

Es difícil recuperar el valor cuando las olas arrecian y cuando parece que no hay manera de controlar la nave. Pero si recordamos que Dios es omnipotente, que la gracia vence el pecado, que la última palabra de la historia la pronunciará el Cordero sacrificado, entonces surgen fuerzas que no son humanas, que vienen de los cielos...

El miedo ha quedado a un lado. La invitación de Cristo a no temer brilla con una belleza indescriptible. Es la hora de esperar a pesar de la tormenta.

Empezamos nuevamente a trabajar, como siervos inútiles pero disponibles, para que el Evangelio pueda dar esos frutos de amor y de esperanza que tanto necesita cada corazón humano.

¿Padeces estrés o depresión?


Mateo 11, 25-30. Tiempo Ordinario. Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados y Yo los aliviaré.
Autor: P. Sergio A. Cordova LC | Fuente: Catholic.net
Mateo 11, 25-30

En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».


Reflexión

Leía en una revista italiana -no recuerdo en cuál- un artículo que decía que casi el 25% de la gente de las grandes ciudades padece un fuerte estrés, y que otras personas llegan incluso a sufrir hondas depresiones emocionales. ¡Es tan intenso y acelerado el ritmo del hombre de hoy que a veces no se reserva tiempo ni para sus necesidades más elementales: para comer, descansar o convivir con la propia familia! Como es obvio, muchas son las causas de estos problemas, pero no voy a entrar ahora en detalles, pues el tema de esta reflexión es otro. Por ahora sólo me limito a constatar el hecho. Lo que sí es muy lamentable es que muchas veces también Dios pasa a un segundo, tercer o décimo lugar en nuestra vida... Y así no es de extrañar que andemos como andamos: sin sentido, sin rumbo fijo, sin paz ni serenidad interior.

Hoy en día es cada vez más común que muchísimas personas, ante cualquier pequeño problema de la índole que sea, acudan al psicólogo o al psiquiatra como si éste fuera el mago Merlín, el genio de la lámpara maravillosa o el dueño de la piedra filosofal y de todas las panaceas. No digo yo que esté mal. En ocasiones éstos pueden prestar valiosos apoyos. Pero hace varias décadas, nuestros padres y abuelos preferían acudír al sacerdote a pedir un consejo, a la confesión sacramental o a la oración. Y, a juzgar por las opciones de tantos hombres y mujeres de hoy, parecería que el sacerdote ya “ha pasado de moda”....

Bueno, el caso es que, cuando una persona sufre estrés o ansiedad y acude a su médico, éste suele recetarle un medicamento llamado “paxil”. Por lo visto, es un buen analgésico, pero en ocasiones esta droga produce también efectos negativos; por ejemplo, hace que las personas sientan un profundo letargo, debilidad y náuseas, que no tengan fuerzas para nada y les resulte sumamente penoso mantener su atención en sus normales actividades cotidianas. Y es que, lo que realmente necesita la gente no es tanto “paxil” sino la “pax” del corazón, es decir la paz profunda del alma.

En el Evangelio de hoy nuestro Señor sale una vez más al paso de nuestras necesidades más íntimas y personales: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados -nos dice- y yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas”. ¡Qué palabras tan confortantes y consoladoras! ¡La verdadera paz del corazón! Eso es justamente lo que necesitamos, pues todos nos sentimos a veces cansados, agobiados y deprimidos. Y sólo Cristo puede curarnos.

Pero, ¿cómo es posible que éste sea el medicamento que realmente necesitamos? Pues sí. Verás. La medicina y la psicología moderna reconocen hoy el valor terapéutico de la humildad. El prestigioso psicólogo Carl Jung dice en un libro suyo que todos los pacientes que se habían dirigido a él sufrían por algo que se podría definir “falta de humildad”, y que no curaban sino hasta el momento en que tomaban una actitud de respeto y de aceptación de una realidad más grande que ellos, es decir, una actitud de humildad.

¡Cuántas veces la causa de nuestras angustias, problemas, temores y desalientos somos nosotros mismos! Yo diría que ésta es siempre la verdadera causa de nuestros sufrimientos íntimos: la falta de humildad, que es autosuficiencia, orgullo, deseo de poder y del aprecio de los demás; o, simplemente, el no querer aceptar nuestra debilidad, nuestra fragilidad y los propios límites. Todos queremos sentirnos fuertes, poderosos, capaces y, sobre todo, nos gusta dar esa imagen de nosotros mismos a los demás. Y, cuando experimentamos ese sentimiento de debilidad que no aceptamos, es cuando nos viene toda esa agonía y esa tormenta interior que no nos permite ser lo que realmente somos. Sufrimos, nos rebelamos, agonizamos, pero no damos el brazo a torcer. Ésta es, tristemente, la cultura en la que hemos nacido y vivimos: no manifestar nunca nuestra debilidad. Y si a esto se suma cierto “machismo” en el que hemos sido educados, las cosas se complican todavía más. De ahí viene todo ese deseo de aparentar que somos los “duros” y que no nos “ablandamos” ante los golpes de la vida. Por eso nos da tanta vergüenza, por ejemplo, llorar en público y nos resistimos tanto a mostrar nuestros sentimientos a los demás: porque creemos que esa es una debilidad.

Y, sin embargo, Cristo hoy nos invita a aceptar nuestra flaqueza, nuestras enfermedades, debilidades y miserias; a reconocer nuestros propios límites, cansancios, agobios y desconsuelos. Y, sobre todo, una vez que reconocemos nuestra condición de creaturas profundamente necesitadas, quiere que nos acerquemos a Él: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados” -nos dice-, y Él nos acogerá así como somos: inermes y frágiles, pero desnudos ya de falsas caretas y de disfraces. Y entonces sí, “Yo os aliviaré”, porque Él es el verdadero Médico de nuestras almas.

También san Pablo lo experimentó en primera persona: “Muy gustosamente continuaré gloriándome en mis debilidades... y me complazco en las enfermedades, en los oprobios, en las necesidades, en las persecuciones, en los aprietos, por Cristo; pues cuando parezco débil, entonces es cuando soy fuerte” (II Cor 12, 9-10).

Nuestra fortaleza es Cristo y sólo la experimentamos cuando aceptamos nuestra debilidad para dejarnos consolar y ayudar por Él. Sólo quien reconoce su necesidad de Dios está preparado para recibirlo a Él dentro de su corazón. Y sólo cuando nos decidimos a ceder, agachamos la cabeza y doblegamos las rodillas de nuestra alma ante el Señor es cuando comenzamos a encontrar la solución a todos nuestros problemas.

Un filósofo y literato español del siglo pasado, Miguel de Unamuno, de un temperamento ardiente y apasionado, muy combativo y enérgico, padeció dramáticos conflictos interiores y tremendas agonías en su fe precisamente por no querer aceptar con humildad y sencillez esta realidad de su condición. Y cuando al fin, reconocía su debilidad, bellamente lo expresaba con estos versos: “Agranda la puerta, Padre/ porque no puedo pasar;/ la hiciste para niños,/ y yo he crecido a mi pesar./ Si no me la agrandas,/ achícame a mí, por piedad;/ vuélveme a la edad bendita/ en la que vivir es soñar./ Gracias, Padre, que ya siento/ que se va mi pubertad;/ vuelvo a los años rosados/ en los que era niño, y nada más”.

Sí, en la humildad y en la sencillez de la fe encontramos nuestra verdadera paz.“Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas”. Cristo nos lo prometió y Él es fiel a sus promesas. Ese descanso para nuestra alma es la paz del niño que duerme, plácido, en los brazos de su madre o de su padre. Y al niño no le da vergüenza sentirse débil y pequeño. Allí está su fortaleza y su seguridad. ¿De qué le serviría al niño un alarde de fuerza ante un lobo o un león? Sería para su propia ruina. Sólo si aceptamos ser como niños ante nuestro Padre del cielo llegaremos a buen puerto. “Hazme humilde, hazme pequeño y así no me perderé” leí en una ocasión. Esta humildad de los niños nos lleva a un total abandono, filial y confiado en los brazos de Dios, a pesar de todos los problemas. Por eso, no en vano Cristo nos dijo que “si no nos hacemos como niños, no entraremos en el Reino de los cielos”.