sábado, 30 de julio de 2011

Encogido, esperé la aurora


María nos abraza cuando tenemos miedo, cuando no sabemos a dónde ir.
Autor: Catholic.net | Fuente: Catholic.net


La tormenta arreciaba en el bosque, mientras trataba de mantener lo menos dispersas posible mis pocas ideas de orientación.

Los relámpagos fotografiaban mi pavor y lo mostraban a todos los árboles que se asomaban por entre las copas vecinas para ver a aquel intruso.

EL corazón aceleraba. Mi indecisión inventaba precipicios a poca distancia que destrozaban mi ánimo empequeñecido.

Fue entonces, allí, que me topé con una ermita de la Virgen. Me metí sin precauciones y, encogido, esperé la aurora.

Aprendí la lección. Cuando mi vida tropieza y parece que caerá sin remedio, yo La miro. Me enamoré de Ella. Cada mañana le llevo una flor a su santuario.

María nos abraza cuando tenemos miedo, cuando no sabemos a dónde ir. ¡Cuenta siempre con Ella!

Herodes manda matar a Juan Bautista


Mateo 14, 1-12. Tiempo Ordinario. La experiencia de Cristo nos da la fuerza para dar testimonio de Él.
Autor: P. Francisco Javier Arriola, LC | Fuente: Catholic.net

Evangelio


Lectura del Evangelio según san Mateo 14, 1-12

En aquel tiempo, la fama de Jesús llegó a oídos del tetrarca Herodes, y él dijo a sus allegados: «Este es Juan el Bautista; ha resucitado de entre los muertos, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos». Herodes, en efecto, había hecho arrestar, encadenar y encarcelar a Juan, a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, porque Juan le decía: «No te es lícito tenerla». Herodes quería matarlo, pero tenía miedo del pueblo, que consideraba a Juan un profeta. El día en que Herodes festejaba su cumpleaños, la hija de Herodías bailó en público, y le agradó tanto a Herodes que prometió bajo juramento darle lo que pidiera. Instigada por su madre, ella dijo: «Tráeme aquí sobre una bandeja la cabeza de Juan el Bautista». El rey se entristeció, pero a causa de su juramento y por los convidados, ordenó que se la dieran y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Su cabeza fue llevada sobre una bandeja y entregada a la joven, y esta la presentó a su madre. Los discípulos de Juan recogieron el cadáver, lo sepultaron y después fueron a informar a Jesús.

Oración Introductoria

Señor mío y Dios mío, me pongo en tu presencia para escuchar tus palabras y para buscar tu voluntad. Ilumina mi entendimiento para comprender tu verdad y da fuerza a mi voluntad para cambiar lo que en mi vida deba enmendar para agradarte, bendecirte y ser una persona digna de tu amor y predilección.

Petición

Haz, Jesús Misericordioso, que te conozca personalmente para que no preste oídos a lo que el mundo dice de ti. No permitas que por debilidad e indiferencia pierda tu amistad. Jesús, que no me deje llevar por el “qué dirán” los demás, sino por lo que Tú dices de mí y para mí.

Meditación

San Mateo comienza diciendo que tenía curiosidad de lo que oía acerca de Jesús. Así nos puede pasar cuando conocemos sólo de oídas a Dios. De ser así, nos arriesgamos a escuchar de un dios que es vengativo, castigador, lejano, indiferente al sufrimiento de las personas, injusto y sordo a la voz de los que le llaman y le invocan en su dolor. Este es el dios de quienes no le conocen más que de escuchar a los que se lamentan y a los que elaboran un dios a la medida de las fantasías humanas y filosóficas.

Pero hay otro extremo: también nos puede pasar que creemos en el único Dios verdadero, pero lo tenemos maniatado, encadenado en el calabozo de nuestra indiferencia y olvido. También podemos convertirnos en otros “herodes” en nuestra vida espiritual: nos da curiosidad “ese tal” Jesús que hace milagros, pero que no lo podemos dejar actuar libremente en nuestra vida porque tememos que nos pida todo, aun aquello que más nos cuesta y no somos capaces de dárselo. Nos da curiosidad y le atribuimos aspectos mágicos que están opuestos a la fe, pero por miedo al “qué dirán”, lo dejamos relegado en la prisión de nuestra falta de generosidad. Y si no hay generosidad, podemos ahogar las palabras que el Señor nos dirige en el fondo del corazón hasta que terminamos por eliminarlo con nuestro pecado e insensibilidad. Esto nos entristece, pero es lo que pasa cuando el mundo pide la “cabeza de dios” en la bandeja del materialismo, del hedonismo, del racionalismo, del laicismo a ultranza desligado de los deberes, pero que clama y reclama derechos que ni siquiera merece. Este es el mundo que grita la muerte de Dios y quiere verlo desaparecer porque Él no deja en paz su conciencia y desea justificar su maldad con la ilusión de una libertad que es libertinaje.

Sí, esto nos entristece como a Herodes, pero podemos caer en el mismo escollo y sucumbir ante los ataques del mundo, del demonio y de la carne si no luchamos por defender la vida del Señor en nuestra alma en la lucha contra el pecado, contra la frivolidad, la falta de fe, de confianza y amor. Pero el Señor no nos deja solos, y esto es lo que nos consuela, saber que, a pesar de nuestras debilidades y reticencias, Él sigue manteniendo su promesa y su amor incondicional. Es cierto que hay cosas que están mal, pero hay muchas otras muy buenas y santas que no podemos ignorar: la Eucaristía, la Sma. Virgen, la fe, los santos, el testimonio de quienes aman a Dios, y los muchos pecadores que se levantan y vuelven pidiendo perdón al Señor de la Misericordia infinita. Nosotros, pecadores, gozamos del derecho a su Misericordia, porque más la necesitamos, según dice en sus revelaciones a Santa Faustina Kowalska. Nadie se arrepentirá nunca de haber buscado al Señor y conocerlo experiencial y personalmente porque quedará saciado de la bondad de Dios.

Reflexión Apostólica

«Mirad cuán grande cosa es la virtud. Herodes tuvo miedo de Juan a pesar de estar muerto, y por eso habla de su resurrección»... Esto es lo que nos dice san Juan Crisóstomo de Herodes. El ser humano queda perplejo ante las obras de Dios en el mundo, sobre todo aquellos que quiere borrar de sí las insistencias de su conciencia para dejar el mal y abrazar el bien. El santo temor de Dios corrige nuestras faltas, el temor de los hombres, en cambio, aplaza nuestros actos, pero no cambia la voluntad, de tal modo que quien se detiene por este motivo ante el mal, termina por ceder.

Cristo nos sigue pidiendo ser luz del mundo. Creer en Jesús es dar testimonio de Él. A unos Dios les pedirá el testimonio con su sangre, a otros el testimonio con sus actos y buen ejemplo, y a otros el testimonio con la vida entera dedicada a Él. Sabemos que nuestra debilidad será siempre un obstáculo para nuestra fidelidad, pero contamos con la fuerza del que todo lo puede. San Pablo dice, “todo lo puedo en Aquel que me conforta” (Fil. 4, 13). No hay nada que temer si Él está con nosotros, pues nada nos puede separar de su amor, ni la muerte ni la vida ni ninguna otra criatura lo hará (cf. Rom 8, 38) si nosotros nos anclamos al Corazón de Jesús y nos dejamos amar por Él.

Propósito

Ofreceré el rezo de un misterio del santo rosario por todos aquellos cristianos que son perseguidos a causa de su fe, por los que sufren injusticias y por los más necesitados para que Dios y María santísima les fortalezcan y les hagan firmes testigos de Cristo resucitado, verdadera Luz y Vida del mundo.

Diálogo con Cristo

Jesús manso y humilde de Corazón, que cautivas y consuelas a los que se acercan a ti, vengo a suplicarte que fortalezcas mi fe para defenderte con mis palabras, con mis obras y con mi vida. Concédeme conocerte más, para amarte más, para llenar mi corazón de tu amor y darte a conocer a los demás. Ayúdame a cumplir fielmente tu voluntad y nunca permitas que me separe de ti.

«Con mucha frecuencia el testimonio de la Iglesia, que va contracorriente, es mal interpretado, como algo retrasado y negativo en la sociedad actual. Por eso es importante destacar la buena nueva, el mensaje del Evangelio que da vida y la da en abundancia (cf. Jn 10, 10). Aunque es necesario denunciar con fuerza los males que nos amenazan, debemos corregir la idea de que el catolicismo no es más que "una serie de prohibiciones"».Benedicto XVI a los obispos de la Conferencia Episcopal de Irlanda, 28 de octubre de 2006

viernes, 29 de julio de 2011

El consejo de Cristo a Marta


La invita a tomarse la vida de otra forma, a respirar, a vivir serenamente, a preocuparse más de las cosas del espíritu.
Autor: P. Juan J. Ferrán LC | Fuente: Catholic.net


Yendo Jesús de camino, pasó por un pueblo. Parece que Jesús siempre va de paso, pero siempre va por algo, siempre nos enseña algo. En ese pueblo una mujer llamada Marta lo acoge en su casa. Mientras ella trajina para atender lo mejor posible a aquel huésped tan ilustre, una hermana suya, llamada María, se coloca a los pies de Cristo para escucharle. Marta se impacienta y le reclama a Cristo la tranquilidad de su hermana. Cristo aprovecha aquella situación para decirle a Marta con enorme cariño que en la vida realmente sólo hay una cosa importante y que María ha elegido lo mejor. La confianza que trasmite esta escena indica que la amistad de Cristo con aquellas hermanas era total. El Señor debió pasar muchos momentos con aquellos hermanos. Después nos contará el Evangelio que realizará con Lázaro uno de los milagros más grandes de los que realizó. En esta escena podemos descubrir cómo la vida humana tiene un sentido y cuál es realmente ese sentido.


¿Cuál es el sentido de la vida humana? Es ésta una pregunta que todos nos hacemos cuando vemos que no podemos lograr todo lo que queremos, cuando vemos que muere una persona en el inicio mismo de su vida, cuando contemplamos el sufrimiento de tantos seres humanos por culpa del egoísmo de los hombres, cuando vemos la desesperación de tantas personas ante el sufrimiento propio o de un ser querido. Y la realidad es que no podemos aceptar que todo se reduzca a nacer, vivir si es que se puede llamar vivir a muchas vidas, para terminar en la nada. El ser humano debe tener un fin más allá de las cosas que hace o que ve.

Marta representa para nosotros una forma de vivir. "Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola". Impresiona el cariño de Jesús por aquella mujer que se desvivía por atenderle y procurarle bienestar. El hecho de repetir dos veces su nombre es señal de cariño, de ternura y de reconocimiento a su labor. Pero Jesús quiere prevenirla contra un gran escollo de la vida: el vivir sin más, el irse tragando los días sin ver en el horizonte, el hacer muchas cosas, pero no preocuparse de lo más importante.


Marta es el símbolo de una humanidad que ha dado prioridad al hacer o al tener sobre el ser, a la eficacia sobre lo importante, a la inmanencia sobre la trascendencia. Marta somos cada uno de nosotros cuando en el día al día decimos: "No tengo tiempo para rezar". "No tengo tiempo para formarme". "No tengo tiempo para pensar". "No tengo tiempo para Dios". Basta asomarse a la calle y a las casas para ver cuánto se hace, cómo se corre, cómo se vive. Pareciera que estamos construyendo la ciudad terrena o que hubiera que terminar cada día algo que mañana hay que volver a empezar.

El consejo de Cristo a Marta, santa después al fin y al cabo, está lleno de afecto, de afecto del bueno. La invita a tomarse la vida de otra forma, a respirar, a vivir serenamente, a preocuparse más de las cosas del espíritu. Ahí va a encontrar la paz y la tranquilidad. Le enseña a construir el presente mirando a la eternidad, pues así aprenderá el verdadero valor de las cosas. Sin duda, Marta aprendió aquella lección y, sin dejar de ser la mujer activa y dinámica que era, en adelante su corazón se aficionó más a lo verdaderamente importante. Marta, por medio de Cristo, había comprendido que la vida tiene un sentido, que el fin del hombre está por encima de las cosas cotidianas.

La resurrección de Lázaro


Juan 11, 19-27. Tiempo Ordinario. “Yo creo que eres el Hijo de Dios”. Y el que cree no morirá para siempre.
Autor: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net
Juan 11, 19-27


"Muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para darles el pésame por su hermano. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús: -Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá. Jesús le dijo: Tu hermano resucitará. Marta respondió: Sé que resucitará en la resurrección del último día. Jesús le dice: Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto? Ella le contestó: Sí, Señor; yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo".


Reflexión


Cuando Jesús llegó a Betania encontró lágrimas y palabras de recriminación: “Si hubieras estado aquí...”. ¿Por qué permitió la muerte de su amigo? ¿Y por qué permite tantas muertes hoy en día?

Algunos que han pasado por la experiencia de la muerte de un ser querido llegan a dudar de su fe y de la bondad de Dios. Sin embargo, la muerte adquiere un nuevo significado para el cristiano, porque Cristo dijo: “Tu hermano resucitará”.

La persona humana es la única de todas las criaturas que posee un alma inmortal. Por eso, aunque veamos el cuerpo sin vida de un familiar o un amigo, debemos estar seguros que Dios ya le ha invitado a participar de su Reino, conforme a los méritos que alcanzó esa persona durante su vida. La resurrección es una dimensión completamente nueva para el ser humano. Se entra en una etapa que no se acaba, porque es eterna. ¿Cuántas veces hemos deseado que una alegría durase para siempre? Pues esa vida, más allá de la muerte, es cierta. Jesús fue el primero en estrenarla, y permitió que centenares de sus seguidores le viesen resucitado, y esos testigos nos lo han manifestado.

Lo más destacado de este diálogo con Marta es la declaración que sale de labios de esta mujer: “Yo creo que eres el Hijo de Dios”. Y el que cree no morirá para siempre.

jueves, 28 de julio de 2011

Encontrar a Dios en las cosas sencillas de la creación


El artículo ilustra cómo entrar en comunicación con Dios en las vacaciones y en el contacto con la naturaleza.
Autor: P. Evaristo Sada LC | Fuente: www.la-oracion.com



Cuando leí esta frase de San Jerónimo: "La belleza cuando está más adornada es cuando no lo está", pensé en la naturaleza. Efectivamente, muchas veces lo más simple es lo más bello


Qué fácil es imaginar a Jesús disfrutando a fondo de lo pequeño, lo humano, lo cotidiano. Lo vemos detenerse ante un lirio silvestre, y admirarse de la poca fatiga con que se vistió mejor que el rey Salomón (cf Mt 6, 28); le gustan las vides (cf Jn 15, 5) y las mieses (Jn 4, 35), se le antojan los higos (cf Mc 11, 13), le conmueven los pastores y las ovejas, presentes en su vida desde su nacimiento (cf Lc 2, 8-19; Jn 10, 1 ss), privilegia el silencio de las noches estrelladas para gozar de muchas largas y serenas horas de intimidad con su Padre. Valora las necesidades básicas para la vida de su gente como una moneda, el vino, el aceite, saborea el agua fresca del pozo tras una mañana polvorienta caminando bajo un sol inclemente (cf Jn 4, 6 ss)... Da gusto ver a Jesús, el Hijo de Dios, disfrutando tanto ser hombre mientras recorría nuestros caminos.

“En este tiempo de vacaciones os invito a recobrar fuerzas maravillándoos ante el esplendor de la Creación. Padres, ¡enseñad a vuestros hijos a observar la naturaleza, a respetarla y a protegerla como un don magnífico que nos hace presentir la grandeza del Creador! Hablando en parábolas, Jesús utilizó el lenguaje de la naturaleza para explicar a sus discípulos los misterios del Reino. ¡Que las imágenes que usa se nos hagan familiares! Recordemos que la realidad divina está escondida en nuestra vida cotidiana como la semilla enterrada en la tierra. ¡En nosotros hagamos que dé fruto!” (Benedicto XVI, Angelus 10 de julio 2011)

Cuando publiqué el artículo de “El sagrado silencio en la celebración litúrgica” sobre el silencio en la misa, la Sra. Adriana Groso compartió conmigo su experiencia del silencio durante una semana recorriendo en bicicleta las colinas de La Toscana, en Italia. La conocí con ocasión de un proyecto de música litúrgica de la que ella es promotora y le pedí permiso para publicar su testimonio.


Silencio, naturaleza y oración.

“Emprendí mi viaje con el objetivo de disfrutar esos maravillosos momentos en familia... Amaneció el primer día para pedalear por los caminos de La Toscana durante varias horas. En mi relación con Dios ofrecía mis alegrías, el disfrutar de la belleza natural, de la comida, la bebida y el gozo de compartir con mi familia, ya formada por puros adultos. Cada uno era responsable de sus necesidades, y me jubilaban de cargar, atender, intuir, y lo que las mamás hacemos normalmente

Ofrecí a Cristo acompañarlo en mis trayectos. A la hora de pedalear no hay conversación con quien viene al lado, así que la meditación de las diferentes estaciones, de los misterios dolorosos, fueron realmente en ese silencio que va marcando los minutos y las horas. Era percibir los campos de olivos y vivir con Él Getsemaní. Sentir junto a Él su soledad, la reunión con sus amigos, la traición...No estaba yo en el templo, ni de rodillas, ni escuchando una oración. Simplemente pedaleaba, sudaba, miraba, pero mi corazón latía al compás de acompañarlo a Él en su pasión.

El silencio era de horas, sólo al llegar a las bifurcaciones había el comentario "hacia allá", y acto seguido volver a pedalear.

Sólo en las subidas muy empinadas podía rezar los misterios del Rosario, porque eran rítmicas y lentas. Pero en las bajadas y curvas, sólo me quedaba admirar el paisaje, oler las especies, las vides, escuchar la caída de las avellanas, oír el canto de las aves y recorrer, sintiendo una respiración agitada y gotas de sudor en el cuerpo. No sé cómo expresar, pero sentí a Jesús en su dolor, sudando y esforzándose por llegar al Calvario. Iba junto a mí en el silencio.

Al pasar por las ermitas o capillas, pude entrar buscando el foquito rojo que me daba la certeza de su presencia. Sólo para decir "hola otra vez, aquí estamos, ¿verdad?".

Esta Semana Santa no fuimos a misionar, pero fue un regalo vivir esos momentos. Cuando pedaleaba no tenía la posibilidad de planear, sólo era el momento. Mis sentidos estaban saturados para ver más. Y me llegó la Pascua de Resurrección con una alegría especial. Una alegría que venía del interior, una gran paz, pero también un gran deseo de que más gentes tengan la certeza del amor de Dios.

El silencio interior hay que ejercitarlo, el templo es el lugar para encontrarnos con Dios, pero a veces el dolor, la alegría, también pueden ser camino al silencio. Cristo está siempre presente, pero sólo en el silencio podemos dialogar con Él.

Afectísima en Cristo, Adriana Groso”



Saborear las cosas simples y pensar que Dios lo hizo para mí porque me ama.

En las vacaciones tenemos más oportunidades para entrar en contacto con la naturaleza. Es bueno saber detenerse, admirar, contemplar y agradecer. Saborear las cosas simples y pensar: ¡Dios lo hizo para mí! Porque me ama.

Andamos siempre de prisa y son muchas las cosas maravillosas que pasan desapercibidas. Una forma de relajarse en vacaciones es poner más atención a las cosas sencillas: el juego de luces y sombras en las plantas, el rocío sobre una telaraña, las noches estrelladas, la formación de las nubes, el aroma del café, el canto de los pájaros (pocas cosas descansan tanto como el canto de los pájaros y ¡es gratis!).... Cosas simples poderosamente expresivas. Son huellas del Creador.


Que las preocupaciones y el consumismo no nos roben toda la atención

La televisión, el internet, las novedades del mercado y tantas cosas más de nuestro mundo pueden robarnos toda la atención, hacernos perder contacto con el mundo real (el más humano) y hacernos perder también muchas oportunidades de entrar en comunicación con Dios. Que, como Jesús, no perdamos de vista tantas cosas que Dios ha puesto en el mundo para que las disfrutemos, elevemos a Él la mirada y le digamos esta bellísima oración: ¡Gracias, Padre!

Meditación ante el Santísimo Sacramento


Jesús Sacramentado ¿por qué tu Corazón nunca me ha juzgado tan severamente como yo acostumbro a juzgar a mis semejantes?
Autor: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net

No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá a vosotros. ¿Cómo es que miras la brizna en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo?. ¿O cómo vas a decir a tu hermano: Deja que te saque esa brizna del ojo, teniendo la viga en el tuyo?. Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano. (Mateo 7, 1-5)

Señor, acabamos de leer tus palabras según el evangelista San Mateo. Con qué claridad nos está hablando el Maestro, con qué claridad nos llega tu mandato, Señor: ¡NO JUZGUÉIS!...

¿Y qué hago yo de la mañana a la noche? Juzgar, criticar, murmurar... voy de chisme en chisme sin detenerme a pensar que lo que traigo y llevo entre mis manos, mejor dicho en mi lengua, es la fama, la honestidad, el buen nombre de las personas que cruzan por mi camino, por mi vida. Y no solo eso, me erijo en juez de ellos y ellas sin compasión, sin caridad y como Tu bien dices, sin mirar un poco dentro de mí.

Señor, en este momento tengo la dicha inmensa e inmerecida de estar frente a Ti, Jesús, ¡qué pena tengo de ver esa viga que no está precisamente en mi ojo, sino en mi corazón...! ¿Por qué en este momento me siento tan pequeña, tan sin valor, con todas esas "cosas" que generalmente critico de los demás y que veo en mí son mayores y más graves?

Jesús Sacramentado ¿por qué tu Corazón nunca me ha juzgado tan severamente como yo acostumbro a juzgar a mis semejantes?
Solo hay una respuesta: ¡porque me amas!

Ahora mismo me estás mirando desde esa Sagrada Hostia con esos ojos de Dios y Hombre, con los mismos que todos los días miras a todos los hombres y mujeres, como miraste a María Magdalena, como miraste al ladrón que moría junto a ti y por esa mirada te robó el corazón para siempre... y así me estás mirando a mí esta mañana, en esta Capilla me estás hablando de corazón a corazón: "Ámame a mi y ama a los que te rodean, no juzgues a los que cruzan por tu camino, por tu vida... ámalos como me amas a mi, porque todos, sean como sean, son mis hijos, son mis criaturas y por ellos y por ti estuve un día muriendo en una Cruz... Te quiero a ti, los quiero a ellos, a TODOS...¡NO LOS JUZGUES!"

Señor, ¡ayúdame!

Arranca de mi corazón ese orgullo, esa soberbia, ese amor propio que no sabe pedir perdón y aún peor, ese sentimiento que me roe el alma y que no me deja perdonar... No perdones mis ofensas, mis desvíos, mi frialdad, mi alejamiento como yo perdono a los que me ofenden - así decimos en la oración que tu nos enseñaste, el Padrenuestro - a los que me dañan, a los que me lastiman, porque mi perdón suele ser un "perdón limitado", lleno de condiciones.... ¡Enséñame Señor, a dar ese perdón como es el tuyo: amplio, cálido, total, INFINITAMENTE TOTAL!

Hoy llegué a esta Capilla siendo la de siempre, con mi pereza, con mis rencillas muy mías y mis necedades, mi orgullo, mi intransigencia para los demás, sin paz, con mis labios apretados, sin sonrisa, como si el mundo estuviera contra mi...

Pero Tu me has mirado, Señor, desde ahí, desde esa humildad sin límites, desde esa espera eterna a los corazones que llegan arrepentidos de lo que somos... y he sabido y he sentido que me amas como nadie me puede amar y mi alma ha recobrado la paz.

Ya no soy la misma persona y de rodillas me voy a atrever a prometerte que quiero ser como esa custodia donde estás guardado y que donde quiera que vaya, en mi hogar, en mi trabajo, en la calle, donde esté, llevar esa Luz que he visto en tus ojos, en los míos, y mirar a todos y al mundo entero con ese amor con que miras Tu y perdonar como perdonas Tu....

¡Ayúdame, Señor, para que así sea!
Separarán a los malos de entre los justos
Mateo 13, 47-53. Tiempo Ordinario. Cada momento en nuestra vida tenemos la oportunidad de elegir entre lo bueno y lo malo, entre el bien y el pecado.
Autor: H. Héctor Flores | Fuente: Catholic.net


Evangelio


Lectura del Evangelio según san Mateo 13, 47-53

El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve. Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. ¿Comprendieron todo esto?». «Sí», le respondieron. Entonces agregó: «Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo». Cuando Jesús terminó estas parábolas se alejó de allí.

Oración preparatoria

Jesús gracias por permitirme este encuentro contigo. Me pongo delante de Ti para presentarte mis debilidades, preocupaciones y también aquello que no me agrada, así como mis alegrías, triunfos e ilusiones. Me pongo en tus manos y te pido la fortaleza necesaria para perseverar en el amor a Ti.

Petición

Jesús permíteme comprender el fin de la vocación en mi vida para que pueda hacer sólo lo que te agrada.

Meditación

Este evangelio nos presenta la realidad a la que algún día nos enfrentaremos, solo Dios sabe cuándo. Es por eso una nueva invitación para estar en vigilancia y oración. Cada momento en nuestra vida tenemos la oportunidad de elegir entre lo bueno y lo malo, entre el bien y el pecado. Cristo quiere que nos demos cuenta de esta realidad y que valoremos el gran premio para la eternidad. Ciertamente no es nada fácil mantenerse en vigilancia porque por todos lados estamos rodeados de tentaciones, pero nos preservaremos en la medida que esa fe en Jesús se haga realidad constantemente a través de un pensamiento, una jaculatoria, una renuncia por amor, una conquista ofrecida...

Reflexión apostólica

Como cristianos estamos llamados a ayudar a nuestros hermanos a llegar al cielo. El apóstol es una moneda de dos caras: por un lado está la oración y por otro el apostolado; no existen los santos egoístas. Vivo mi vocación en el trabajo, en la familia, con los amigos, ese es mi apostolado y también la manera de estar en vigilancia. Si quiero el cielo para mí, debo quererlo también para todos aquellos que me rodean.

Propósito

Hoy leeré un capítulo del Evangelio, lo meditaré y comentaré con alguien.

Oración final

Nuevamente te agradezco Jesús por este rato de diálogo contigo. Sé que la misión es ardua y por eso hoy te quiero ofrecer el esfuerzo que me pueda suponer el ayudar a los demás a conocerte. María en tus manos encomiendo mi apostolado de este día.


El cristianismo tiene mucho que ofrecer en el ámbito práctico y moral, pues el Evangelio nunca deja de inspirar a hombres y mujeres a ponerse al servicio de sus hermanos y hermanas. Pocos podrían negarlo. Sin embargo, quienes fijan la mirada en Jesús de Nazaret con ojos de fe saben que Dios ofrece una realidad más profunda y, sin embargo, inseparable de la "economía" de la caridad operante en este mundo: él ofrece la salvación. (Benedicto XVI, Discurso del 28 de septiembre del 2009)

miércoles, 27 de julio de 2011

Dios y mi corazón


Sin la disponibilidad del hombre, Dios no puede cambiar los corazones. Hace falta, ante la acción que viene del Amor, abrir puertas.
Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net



Un tema difícil y hermoso: la relación entre Dios y cada corazón.

Por un lado, Dios con su grandeza, su bondad, su omnipotencia.

Dios es perfecto, bueno. Su nombre más hermoso: Padre. Su deseo más grande: acoger a sus hijos en casa. Su pena más honda: nuestra ingratitud, desidia, pereza, pecado. Su potencia más conmovedora: la misericordia ofrecida a todos.

Por otro lado, la pequeñez del hombre. Miseria, egoísmo, impureza, avaricia, odio, soberbia, ingratitud. Un cúmulo de males y de mezquindades de todo tipo. Vidas vacías a pesar del cúmulo de experiencias y emociones con las que, locamente, buscamos apagar la sed de bien, de verdad, de belleza, que sólo podemos encontrar en Alguien como Dios.

¿Cómo se conjugan dos polos tan diferentes? El movimiento inicia siempre desde el lado de Dios: por amor nos creó. Por amor nos espera. Por amor ofrece tiempo para que sea posible romper con el pecado, volver a casa, empezar a recorrer el camino que lleva a vivir de modo bueno.

Sin la disponibilidad del hombre, Dios no puede cambiar los corazones. Hace falta, ante la acción que viene del Amor, abrir puertas, dejar miedos, confiar. La parte que corresponde a la libertad humana no puede ser sustituida ni siquiera por Dios.

Pero incluso ese abrir, cambiar, empezar de nuevo, es ya parte del gran regalo de Dios.

Sólo cuando acogemos la luz que viene del cielo, somos capaces de descubrir la presencia del pecado. Entonces reconocemos nuestros errores y mezquindades. Estamos listos para alzar los ojos al cielo y suplicar el regalo del perdón.

Así empieza una nueva historia. Dios y mi corazón han entrado en sintonía. Empiezo a vivir según la Alianza de Amor que Cristo trajo al mundo por encargo de su Padre, que también es nuestro.

Encontrar el Reino de los Cielos, gran alegría


Mateo 13, 44-46. Tiempo Ordinario. Quien encuentra en Dios su tesoro, hace todo por “comprar” el cielo y le pide a Dios no perderlo.
Autor: P. Francisco Javier Arriola, LC | Fuente: Catholic.net

Evangelio


Lectura del Evangelio según san Mateo 13, 44 - 46

El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.

Oración Introductoria

Dulce Huésped del alma, Espíritu Santo, ven a visitar mi corazón para que me ayudes a encontrar los verdaderos tesoros por los cuales vale la pena dejarlo todo. Hazme digno depositario de tus dones e ilumina mi mente y entendimiento para escuchar tus palabras en este momento de oración en el que vengo humildemente a pedirte tu ayuda. Santifica mi vida para ayudar a otros a encontrarte.

Petición

Corazón de Jesús lleno de bondad, llena mi corazón de amor por ti y por los demás. Concédeme conocerte para amarte y poseerte como mi único tesoro. Hazme instrumento de tu amor para que todos se beneficien de las riquezas de tu gracia.

Meditación
Es más fácil adiestrarnos en los negocios del mundo que en los “negocios” espirituales. Los primeros los medimos con ganancias materiales y tangibles, mientras que los segundos sólo los medimos con la fe y el amor. Esto no significa que sea difícil encontrar las riquezas de la vida espiritual, más bien quiere decir que si nosotros no podemos, hay que asesorarnos con quienes conocen este mundo de negocios de la eternidad. Dios nos ha dado muchos medios para poder encontrarlo a Él: la Palabra de Dios en las Sagradas Escrituras, la Santísima Virgen, los sacerdotes, los santos, los ángeles y tantas personas de buena voluntad que viven una vida ejemplar.

Las comparaciones que nos pone el Señor con su Reino, las entendemos con facilidad, porque conocemos lo que vale un cofre lleno de monedas de oro o una perla de valor incalculable, aunque nunca las hayamos tenido en las manos físicamente. Para nosotros debe haber sólo una perla, como le expresa el pasaje, pues no son varias porque disminuiría su valor. Nuestra única perla preciosa es Cristo, y quien lo posee conoce su valor. Quienes no lo conocen a Él, tampoco saben cuál es nuestro tesoro por el cual podemos llegar a dar la vida, como lo han hecho los mártires, los santos.

También hay quienes encuentran el campo donde está el tesoro, venden todo y luego lo compran. Ellos son los que eligen la vida religiosa, consagrada o sacerdotal; ellos dejan todo con tal de poseer las praderas donde está el Tesoro. Estas praderas son donde llegan a reposar y a descansar porque Cristo, el Buen Pastor y Único Tesoro, nos hace valorar las cosas en su justo precio. Cuando Jesús se convierte en nuestro único tesoro, también Él nos esmalta con las bellas joyas de la fe, de la esperanza, de la gracia, de las virtudes y del amor.

Reflexión Apostólica

En un bello himno se lee que un apóstol no es apóstol si no es también un mensajero. Este tesoro que descubrimos lo será más en la medida en la que lo hagamos descubrir a los demás. Es curioso pensar que cuando encontramos a Dios, se transforma en la joya invaluable que nadie nos puede quitar si la cuidamos bien, y al mismo tiempo podemos hacer que otros lo encuentren, pero nunca podremos hacer que otros lo aprecien como lo único que vale si ellos mismos no lo valoran así. Esta es la experiencia de Dios en la vida espiritual, de la que más necesitamos conforme más la vamos conociendo y gustando.

Santa Teresita del Niño Jesús tiene una frase que encierra bien esta experiencia: «Jesús, dulzura inefable, convertidme en amargura todos los goces de este mundo». Quien encuentra este tesoro, sólo le pide a Dios no perderlo. Una sola es la Verdad, uno sólo el Camino, y una sola es la Vida, todo lo demás que hemos recibido de Dios en este mundo, no es malo, al contrario, pues si hubiera sido algo malo Él nunca nos lo habría dado. Pero las personas, las cosas, lo material está subordinado al único valor que está expresado en el primer mandamiento de la ley de Dios: amar a Dios sobre todas las cosas. En esta relación, lo demás será un don y una oportunidad para alabar y agradecer a Dios.

Propósito

Haré cinco minutos de oración para agradecer a Dios todas las personas, experiencias y cosas que me ha dado y permitido en mi vida y le pediré que lo descubra a Él como mi único Tesoro.

Diálogo con Cristo

Señor, Bondad infinita, yo te alabo y te doy gracias por haberme creado, por haberme permitido acercarme una vez más a ti y conocerte un poco más. Mira mi indigencia, mira mi pobreza y socórreme Tú. No permitas que mi corazón se llene de las cosas que tienen un valor efímero, de las caducas y pasajeras, y sobre todo de las que me vacían el alma y me apartan de ti. Vacíame de mí mismo y de mis egoísmos, para que sólo Tú me puedas llenar el alma y las ansias de felicidad y eternidad. Que tu Eucaristía sea mi prenda de eternidad para ganarme el cielo y los tesoros que nos has prometido. Amén.


Jesús es el verdadero y único tesoro que nosotros tenemos para dar a la humanidad. De él sienten profunda nostalgia los hombres y las mujeres de nuestro tiempo, incluso cuando parecen ignorarlo o rechazarlo. De él tienen gran necesidad la sociedad en que vivimos, Europa y todo el mundo.
Benedicto XVI, Gruta de Lourdes de los Jardines Vaticanos

martes, 26 de julio de 2011

Carta a los abuelos de Jesús: Ana y Joaquín


Celebramos hoy a San Joaquín y Santa Ana, abuelos de Jesús. ¡Gracias por haber sido tan dulces y ejemplares padres de María!
Autor: Susana Ratero | Fuente: Catholic.net
Mis muy queridos Joaquín y Ana:

Mi nombre es... bueno, no importa... les escribo desde un banco de la parroquia en una inexplicable tarde cálida de julio.
Me avisó una amiga que el día 26 es su fiesta y, por ello, quise regalarles esta sencilla carta.
No encuentro palabras para decirles “gracias”. Gracias por haber sido tan dulces y ejemplares padres de mi amada María.

Usted, señora Ana, que habrá compartido con ella tantas tardes luego de intensas jornadas, ha sido una sencilla pero sabia maestra. Fueron sus manos (¿Las de quién, sino?) las que se unieron a las de Ella en un mar de harina, para enseñarle a amasar el pan. Fueron sus manos (¿Las de quién, sino?) las que apretaron fuerte las de Ella cuando el dolor, implacable, les invadía el alma.

Fue su ejemplo (¿el de quién, sino?) el que ayudó a María a caminar los senderos de la contemplación simple, sencilla, la que está al alcance de cualquier mujer. Fue este santo ejercicio el que permitió a la Madre, años después, meditar en su corazón los misterios de la Salvación.
Fue usted, buena señora, la que son su ejemplo más que con sus palabras, le enseñó a María que ser mamá es la tarea más hermosa del mundo. Así, Ella, la veía a usted cuidar y ayudar a amigas y parientas cuando los embarazos venían difíciles en los caminos del alma. Y seguro en su casa los pequeñines siempre hallaron una rica sorpresa, increíblemente siempre lista, para sus sorpresivas y revoltosas incursiones.
Ustedes llevaron a la “llena de gracia” por las escalinatas del Templo tantas veces... Así, Ella fue conociendo que hace muchos años, un profeta llamado Isaías anunciaba que “...La Virgen está embarazada y da a luz un hijo...” y la profecía le inundaba el alma...



Usted, mi buen Joaquín, fue un hombre honesto y sencillo. ¿Quién, sino, habría sido digno de traer a este mundo a la “llena de gracia”?. María le habrá contemplado, seguramente, tantos días al partir de la casa para “ganar el pan con el sudor de su frente”. Y le habrá esperado de regreso y habrá corrido hacia usted con las mejillas sonrosadas y los ojos llenos de palomas blancas para abrazarle al regreso de la larga jornada. Y usted, la tomó en sus brazos y la alzó al cielo... tan ligera como una gacela, tan pura como una mañana.
"- "Quisiera que el padre de mi hijo se te pareciera” le dijo un día Ella." Y usted casi no veía su rostro pues las lágrimas delataban que la niña le había besado el corazón.
- "Quisiera que mi hijo, un día, estuviese tan feliz de mí como yo lo estoy de ti, querida madre..." y sus palabras le hicieron sentir, Ana, que la vida es hermosa y los sacrificios y angustias de muchos años al criar los hijos, pueden desaparecer en un instante con frases como esa.
No quisiera terminar esta sencilla carta sin imaginar, por un momento, cuanto de ustedes llego al corazón de Jesús a través de María: Usted, mi buena Ana, seguro le alcanzó, desde más allá del tiempo, esa ternura por las pequeñas cosas de cada día, la cual, al llegarle desde el corazón de María, se transformaría luego en parábola, en camino...

Usted, don Joaquín, le dejó al mejor de los nietos la mejor de las herencias: El amor al trabajo. Así, a través de María y envuelto en las palabras y ejemplo del buen José, hallaría en Jesús el mejor de los depositarios.
Abuelos, abuelos, cuantas veces Jesús habrá dicho estas palabras... " Extrañas a los abuelos ¿Verdad, Madre querida?"... "A veces, Hijo, a veces... Cuando tu te vas a predicar lejos y yo te extraño, muchas veces siento que hubiera querido tener a mis padres cerca”... Y Jesús habrá mirado a María en silencio, sabiendo que había verdades que Ella comprendería más tarde, con la llegada del Espíritu Santo....
Para terminar les pido un favor. Abracen a todos los abuelos del mundo, en especial a los que se sienten solos. No importa si tienen nietos o no, pues hay una edad del alma en que la palabra “abuelo” se torna en caricia....
Un gran abrazo a los dos....

La parábola de la cizaña


Mateo 13, 36-43. Tiempo Ordinario. Esperar en el cielo implica trabajar por ser buena semilla del Reino de Dios.
Autor: P. Francisco Javier Arriola, LC | Fuente: Catholic.net

Evangelio


Lectura del Evangelio según san Mateo 13, 36 - 43

Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: «Explícanos la parábola de la cizaña en el campo». El les respondió: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno, y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles. Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!

Oración Introductoria

Dios mío, Señor de Misericordia, vengo a ponerme en tu presencia para pedirte que pongas tus palabras y tu mensaje en mi corazón para que sepa darte el fruto que Tú buscas en mí. Aumenta mi fe para verte en mi vida y en los demás; aumenta mi esperanza para vivir con alegría deseando estar contigo en la eternidad; y aumenta mi amor para nunca abandonarte ni dejarte solo porque Tú nunca me abandonas ni te apartas de mí.

Petición

Corazón de Jesús traspasado de amor por mí, inflama mi corazón de amor por ti. Dame tu gracia para darte mi vida; dame tus dones para darte mis acciones y darte gloria por siempre.

Meditación

Hay que decirle al Señor que hoy también nos acercamos a su presencia para pedirle que nos explique sus enseñanzas. En nuestra vida muchas veces no podemos ver claro lo que Él pide o no entendemos lo que nos dice. En esta parábola, sin embargo, abre con claridad lo que quiso explicar a la humanidad. Jesús quiere que seamos la buena semilla que pertenece al Reino de Dios. Cuánto duele al Señor saber que muchos eligen el camino del mal y se apartan de Él; a nosotros también nos apena ver que efectivamente muchos se deciden por ser cizaña que ha sembrado el demonio. Satanás está en lucha contra Dios y contra los hombres, que busca constantemente que las almas se alejen de su Creador.

Pero Dios, el creador y dueño de campo que es el mundo, seguirá cuidando con mucha misericordia de su campo y trabajará no por arrancar la cizaña, sino para convertirla en bellas espigas que serán recogidas en la buena cosecha. Aunque en el mundo físico esto no es posible, sin embargo Dios puede hacer esto, pero necesita también de nuestra labor, de nuestras oraciones y nuestros sacrificios para ayudar a convertir a los pecadores.
Para nosotros esto es posible mientras hay vida, y una vez llegado el momento de rendir cuentas, Dios que nos persiguió con su amor infinito, nos evaluará con su infinita justicia. Pidamos a los ángeles, cosechadores del Señor, que ayuden a los seres humanos a obrar el bien y pertenecer al Reino de Dios. Hay que tener fe, porque en nuestra vida muchas veces luchamos por lo que no vemos, pero al final veremos por lo que luchamos: por Dios y su Reino.

Reflexión Apostólica

El Señor nos dice que el que persevere hasta el fin, ése se salvará (Mt 10, 22). Este es el llamado a la perseverancia en el bien, en ser semilla buena que da fruto abundante en el campo del mundo creado por Dios. Pero la soberbia es la que puede descomponer la buena semilla que Dios ha sembrado, porque es asemejarse al maligno que se ha rebelado contra Dios, o como decía San Agustín, es hacerse perverso e imitador de los errores del diablo.

La cizaña será quemada en el día de la ciega. Este día final se le suele pintar con tintes tremendistas y catastróficos, infundiendo miedos y terrores. Para quien se ha esforzado en seguir la voluntad de Dios, aun a pesar de nuestras muchas deficiencias, debilidades y errores, no puede menos que esperar la misericordia y consideración por parte de Dios. No nos preparamos para un día de temor, sino para un día de esperanza y retribución. Si pensamos más frecuente en este día de la cosecha, sabremos vivir rectamente, incluso en las derrotas si van acompañadas de una sincera lucha y un sincero arrepentimiento. Así brillaremos también en este mundo con el fulgor de los hijos de Dios.

Propósito

Hoy rezaré mucho por la salvación de las almas del purgatorio, para que Dios, en su infinita bondad, mitigue los ardores de la purificación de estas almas que esperan con ansias el momento glorioso de su encuentro eterno con Dios.

Diálogo con Cristo

Señor, tuyo es el mundo porque Tú lo has creado, tuyo es el Reino porque tú lo has instaurado, tuyas son las almas porque Tú las has amado y salvado. Haz, Señor misericordioso, que no nos cerremos a tus palabras y a tu gracia. Transforma los corazones que se han alejado de ti para que no caigan en manos del enemigo que busca perderlos. También concede a mi alma ser la tierra fértil donde caiga la semilla de tu Palabra para que pueda dar fruto, para ayudar a otros y para hacer crecer tu Reino de paz, de vida y de gracia en mí y en el mundo entero.


Jesús nos enseña a ver las cosas con realismo cristiano y a afrontar cada problema con claridad de principios, pero también con prudencia y paciencia. Esto supone una visión trascendente de la historia, en la que se sabe que todo pertenece a Dios y que todo resultado final es obra de su Providencia. Juan Pablo II, audiencia general 25 de septiembre de 1991

domingo, 24 de julio de 2011

¿Sabéis quiénes son los galeotes?


El Espíritu Santo ha llegado a liberarte y a ofrecerte sus dones y... ¿qué hacemos al saberlo?
Autor: P. Miguel Segura | Fuente: Catholic.net


Son hombres cargados de cadenas. Pasan su vida remando en el interior de barcos enormes y casi no ven la luz del sol. En sus rostros no hay esperanza, ni anhelos, ni futuro, porque nadie puede salvarles y sólo les espera el peso y lo abrumador de los días.

Los barcos surcan continuamente el mar y los galeotes, en su interior, piensan únicamente en la comida del día y en sus penas, que les hacen suspirar sin descanso. Entre el golpe de los remos y el ruido de las olas, sólo se oye de vez en cuando:

- ¿Ya llega la comida? (suspiros, suspiros) La comida... ¿ya llega?

Así es la vida de los galeotes.

Pues bien, un día llegó un mensajero a bordo. Bajó hasta el interior del navío y, desenrollando un largo pliego de papel, comenzó a leer ante el asombro de los presos.

¡Era el nombre de un galeote y el edicto de liberación!

La bodega del barco se llenó de murmullos, y aún hablaba el mensajero cuando los vigilantes soltaron las cadenas del galeote y le arrancaron los grilletes. Después le alzaron agarrándole de los brazos y le pusieron un cartel colgado al cuello que decía: "Hombre libre". El mensajero caminó hacia él y le puso una gran suma de monedas en la mano, diciéndole:

- ¡Has sido rescatado, amigo! -y después, señalando al norte, concluyó:- Allí ¿ves?... ése es el camino de vuelta a casa.

Pero el galeote volvió a sentarse en su banco, haciendo comentarios sobre la comida del día y sobre lo oscura que estaba la bodega donde remaban...

Ése galeote eres tú. Y si no, recuerda:
El Espíritu Santo ha llegado a liberarte y a ofrecerte sus dones y... ¿qué hacemos al saberlo?

El Reino de los Cielos se parece a un tesoro


Mateo 13, 44-52. Tiempo Ordinario. Vale la pena encontrar en Dios al único Tesoro por el cual luchar en la vida.
Autor: P. Francisco Javier Arriola, LC | Fuente: Catholic.net

Evangelio


Lectura del santo Evangelio según san Mateo 13, 44 - 52

El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró. El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve. Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. ¿Comprendieron todo esto?». «Sí», le respondieron. Entonces agregó: «Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo».

Oración Introductoria

Señor mío y Dios mío, concédeme la gracia de encontrar el tesoro de tu Palabra para hacer crecer tu Reino en mi corazón. Vengo ante ti para mostrarte mi pobreza y para pedirte que concedas lo que más necesito para serte fiel, para amarte más y para llevarte a los demás. Concédeme una fe inquebrantable y una confianza que me haga esperarlo todo de ti, mi único Bien.

Petición

Jesus manso y humilde de Corazón, haz mi corazón semejante al tuyo. Haz que mis sentimientos sean los tuyos, que mis pensamientos sean los tuyos y que mi voluntad sea la tuya para agradarte a ti y edificar a los demás.

Meditación

Cada uno de nosotros somos un negociante de perlas finas. En la vida vamos buscando las más bellas y las mejores. Las buscamos en la felicidad, en nuestras relaciones con nuestros familiares y amigos, en el trabajo y también en el éxito de cada una de nuestras obras. Pero estas joyas carecen de valor cuando descubrimos que sólo una las supera en belleza y precio. Ese diamante precioso de valor incalculable será siempre Dios, que brilla en cada uno de sus lados: su Palabra en el Evangelio, su gracia, sus dones, sus virtudes, la vida eterna.

Si somos buenos comerciantes, seremos capaces de vender todo con tal de adquirir el campo donde hemos encontrado la joya que verdaderamente vale. Y en términos de inversiones, la herencia por la que hay que luchar en la vida es la eterna: ¡hay que invertir en el cielo! San Pablo nos dice que si hemos resucitado con Cristo, busquemos las cosas de arriba, donde no hay ni ladrones ni polilla que pueda corroer nuestro tesoro.

¿Cuáles son nuestras joyas? ¿Dónde está nuestro tesoro? ¿Dónde está nuestro corazón? ¿Dónde queremos que esté? Puesto en lo que no pasará, porque no queremos cosas que perecen y se acaban. Deseamos llevarnos lo único que podemos tener después de la muerte: nuestras buenas obras y el amor con que hemos vivido y que hemos transmitido a los demás. Por este motivo, hay que escoger, como dice el pasaje del Evangelio, lo bueno y tirar lo malo. Hay que desechar de nuestra vida lo que no agrada a Dios, lo que hiere a las demás personas que nos rodean y guardar lo que realmente sirve, en el “cesto” que llevaremos con nosotros mismos y que presentaremos delante de Dios. ¿Ya está lleno o aún falta? Pues comencemos a trabajar por este Reino porque aún es tiempo de merecer.

Reflexión Apostólica

Cristo trata de ilustrar con ejemplos y escenas de la vida diaria lo que podría compararse con el Reino de los cielos al que Él se refiere. La gente de entonces lo entendía bien porque se dedicaban a esos menesteres. Hoy también entendemos los ejemplos de Jesús, pero el materialismo, el hedonismo y la falta de sentido no nos dejan aplicarnos a trabajar por este Reino de los cielos. Parece que entendemos mucho pero trabajamos poco.

Hay que trabajar para la eternidad. San Pablo dice que “quien sembrare en su carne, de la carne cosechará la corrupción; pero quien siembre en el Espíritu, del Espíritu cosechará la vida eterna” (Gal 6, 8). Este es el tesoro que todos buscamos: gozar de Dios en la felicidad eterna, pero que no acertamos a encontrarlo porque para poseerlo, primero hay que creer en él sin verlo. Quien encuentra el tesoro escondido, es capaz de dejarlo todo por conseguirlo; quien encuentra la perla fina, nunca la vuelve a dejar; quien ha obtenido el trabajo de una buena pesca, sabrá desechar lo malo y quedarse con lo bueno. Los santos han constatado que esto es real y verdadero. Si buscamos, hay que estar seguros de que encontraremos, porque el comenzar a buscar a Dios es haberlo encontrado ya (cfr. San Agustín).

Propósito

Al final del día haré un breve balance para ver en qué cosas he buscado a Dios y en cuáles me he buscado a mí mismo. De este modo presentaré a Dios lo las buenas obras y pediré perdón por las que le pudieron haber ofendido.

Diálogo con Cristo

Oh sacratísimo Corazón de Jesús que estás inflamado de amor por mí, concédeme abrirte mi corazón para que lo enciendas de amor por ti. Ayúdame, Señor, valorar mi vida de cara a la eternidad, para que así no pueda menos que trabajar por tu gloria y buscar las cosas del cielo, donde me tienes un lugar que me has ganado por tu pasión, muerte y resurrección. Quiero encontrarte, Señor, sé Tú mi tesoro por el cual venda todo mi pecado a cambio de tu gracia. Quiero poseerte, se Tú mi piedra preciosa, mi pesca milagrosa y el puerto seguro al que me lleve tu mano amorosa para gozar de ti por toda la eternidad.


«Nada te turbe, nada te espante; todo se pasa. Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta»Santa Teresa de Jesús, Poesías, 30.